23 octubre 1981

Los delegados respaldaron por amplia mayoría a todos los miembros de la ejecutiva menos a Carmen García Bloise, cuya elección fue más ajustada

29º Congreso del PSOE – Felipe González y Alfonso Guerra reelegidos Secretario General y Vicesecretario General por unanimidad

Hechos

El 22.10.1981 se celebró el XXIX Congreso del PSOE que reeligió a D. Felipe González como Secretario General con el apoyo del 100% de los delegados y a D. Alfonso Guerra como Vicesecretario con el 99%.

Lecturas

El 24 de octubre de 1981 finalizó el XXIX congreso del Partido Socialista Obrero Español en el que la ejecutiva de D. Felipe González Márquez y D. Alfonso Guerra González fue ratificada con el 100% de los votos, es decir, la totalidad de los delegados. La ejecutiva es la siguiente:

  • Presidente – D. Ramón Rubial Cavia.
  • Secretario general – D. Felipe González Márquez.
  • Vicesecretario – D. Alfonso Guerra González.
  • Organización – Dña. Carmen García Bloise.
  • Coordinación Área Orgánica – D. Emilio Alonso.
  • Administració y Finanzas – D. Ciriaco de Vicente.
  • Área Social – D. José María Maravall.
  • Cultura – D: Guillermo Galeote Jiménez.
  • Secretarios Ejecutivos – D. José María Benegas Haddad ‘Txiki Benegas’, D. Pedro Bofill, D. Luis Fajardo, Dña. María Izquierdo Rojo, D. Francisco López Real, D. Enrique Múgica Herzog, D. José María Obiols Germà ‘Raimon Obiols’, D. Javier Solana Madariaga, D. Manuel Chaves González, D. Salvador Clotas Cierco, D. Savador Fernández, D. Joan Lerma Blasco, Dña. Carmen Mestre, D. Joan Prats, D. Javier Sáenz Cosculluela y D. José Ángel Fernández Villa.

En la lista abierta para los Secretarios Ejecutivos además de la lista de candidatos propuestos por D. Felipe González Márquez y D. Alfonso Guerra González encabezados por D. José María Benegas Haddad, se presentó una lista alternativa encabezada por el andaluz D. Rafael Escuredo Rodríguez respaldado por su delegación (Huelva) y también por la delegación de Santander de D. Jaime Blanco García (hermano político del Sr. Escuredo Rodríguez). Pero no logró los suficientes votos por lo que ni él ni ningún miembro de su lista entró en la ejecutiva.

Otros derrotados del congreso excluidos de la Ejecutiva son D. Ignacio Sotelo Martínez, D. Carlos Cigarrán, D. Juan Antonio Barragán, D: Gregorio Peces-Barba Martínez, D. José Federico de Carvajal Pérez y D. Donato Fuejo Lago.

La corriente marxista crítica ‘Izquierda Socialista’ de D. Luis Gómez Llorente y D. Pablo Castellano Cardalliaget no asistió al congreso.

FUERA DE LA EJECUTIVA:

Con respecto a la dirección elegida en 1979 en 1981 D. Juan Antonio Barragán, D. Ignacio Sotelo, D. Carlos Cigarrán, D. Gregorio Peces Barba, D. José Federico de Carvajal y D. Donato Fuejo son apartados de la Ejecutiva.

LA DERROTA DE RAFEL ESCUREDO, PERDEDOR DEL CONGRESO

RafaelEscuredo2 El dirigente socialista D. Rafael Escuredo intentó presentar una candidatura alternativa para la Comisión Ejecutiva apoyado por la delegación de Huelva, pero no consiguió los votos suficientes.

LOS LÍDERES DE IZQUIERDA SOCIALISTA, AUSENTES

Los líderes de la corriente marxista del PSOE ‘Izquierda Socialista’ encabezados por D. Pablo Castellano y D. Luis Gómez Llorente anunciaron que no asistían al congreso de su propio partido por su crítica a la actitud del PSOE: «Si en el anterior congreso nos cargamos a Marx, en este a Pablo Iglesias», consideró el Sr. Castellano.

22 Octubre 1981

Democracia en los partidos

Pablo Castellano / Luis Gómez Llorente (Izquierda Socialista)

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Si no podemos ir al congreso representando por cada federación exactamente, preferimos no estar. Con este modesto testimonio de una ausencia queremos contribuir a que nuestros companeros reaccionen. El afiliado o militante algo más que un pegacarteles.

El congreso federal del PSOE está actualmente constituido por las delegaciones de las agrupaciones provinciales, comarcales o insulares, compuestas por delegados elegidos en función de la estructura interna de la organización.Como quiera que la organización de base en el PSOE sigue siendo la agrupación local, para elegir a esos delegados al congreso normalmente se utiliza un sistema de representación de segundo grado: cada agrupación local elige unos compromisarios, los cuales se reúnen a su vez en asamblea comarcal, insular o provincial -en algún caso, de nacionalidad-, en la que los compromisarios eligen a los delegados al congreso propiamente dichos.

Incluso se tiende a que exista una sola delegación de nacionalidad o región, con un solo portavoz de la misma ante el pleno del congreso, variante que hizo posible en el congreso de septiembre de 1979 el inefable gesto de Alfonso Guerra votando por todos los delegados de las ocho provincias andaluzas, y en consecuencia por todos sus militantes.

Ahora bien, el sistema al uso para elegir tanto a los compromisarios como a los delegados propiamente dichos es el sistema de elección mayoritaria, lo que permite que por un mínimo margen de votos una candidatura se lleve toda la representación.

Aunque formalmente el voto del afiliado, o del,compromisario en segunda instancia, es abierto, y en teoría no hay listas cerradas, en la práctica, cuando hay diferencias serias de planteamientos, y cierto enfrentamiento, circulan listas que al ser votadas en bloque producen los mismos efectos prácticos que si de listas cerradas se tratase.

A cualquiera se le alcanza que un sistema de representación mayoritario es muy poco reconocedor de los derechos de las minorías. Mas un sistema mayoritario aplicado además en dos cribas sucesivas -sistema de representación de segundo grado- es pura y simplemente un mecanismo que permite ignorar a las minorías y eliminar su representación, llegando incluso los mayoritarios a apropiarse de la representación que debiera corresponder a sus oponentes, a la hora de votar en los congresos.

A todo esto es preciso agregar que el congreso federal del PSOE funciona en pleno y por comisiones, a las que se llaman ponencias. En las comisiones o ponencias el voto es individual para cada delegado inscrito en las mismas. Pero en el pleno del congreso, que es donde se deciden las cuestiones, así como para elegir la ejecutiva, la comisión de conflictos y la comisión revisora de cuentas, quien vota es el cabeza de delegación, y su voto vale tanto como número de afiliados censados tenga la demarcación (nacionalidad, provincia, cornarca; isla, etcétera) a la que representa, con independencia de lo que votaran en primera o segunda fase cada uno de ellos.

Ocurren por ello, a veces, cosas pintorescas, como la siguiente: en el último congreso había dos candidaturas para la ejecutiva. Ambos candidatos a la secretaría general eran delegados por Madrid. Pues bien, el cabeza de delegación decidió, de acuerdo con la mayoría de la misma, votar a la candidatura de Felipe González, y todos los votos de Madrid, incluidos los de aquellos que figuraban en la otra candidatura, se computaron a favor de la de González.

Estas cosas tan sorprendentes ocurren porque era tradicional en el PSOE el sistema de representación mayoritario, pero Jas delegaciones se elegían por sufragio directo y a escala única de representación local. Además, los acuerdos de los congresos tenían luego que ser ratificados al menos por la mayoría de la base del partido para que fuesen firmes. Se ha actualizado de unos años a esta parte el calibre de unidad representada, pasando de la localidad a la comarca, provincia o región, y se nos ha olvidado poner a punto congruentemente el sistema de elección.

Conversaciones fracasadas

Para corregir estos dislates, algunos compañeros mantuvimos, largas, pacientes y discretas conversaciones a lo largo de la primavera pasada con Alfonso Guerra y con Felipe González. En cuanto al voto individual de cada delegado en el congreso nada comprometieron, pero sí llegaron a manifestar su acuerdo respecto a la elección de delegados al menos por represen tación proporcional. Sin embargo, esta idea -naufragó en el comité federal del PSOE del pasado día 11 de julio. No nos explicamos por qué, pues cuando se goza de tan carismática posición no es sencillo que sus seguidores desatiendan los planteamientos del líder.

La línea de la ejecutiva actual, y de sus afines, coincidente y favorecida por la resolución del comité federal -en su aplastante mayoría afin a la ejecutiva, como demuestran las votaciones sobre el examen de gestión de la misma-, ha consistido en pretender a posteriori «integrar» en las candidaturas mayoritarías a algunas y seleccionadas personas no afines, con exclusión de otras.

Nosotros hemos rechazado esto. Si no podemos ir al congreso representando por cada federación exactamente, ni más ni menos, que a quienes estén de acuerdo con una línea ideológica y estratégica, preferimos no estar de favor, y metíos aún contribuyendo a disimular estos fallos que empanan seriamente la plena representatividad del congreso. Con este modesto testimonio de una ausencia queremos contribuir a que nuestros companeros reaccionen y corrijan esta situación para demostrar su buena fe. No podemos imaginar que por mucho más tiempo la dirección del PSOE siga exigiendo para la democracia espanola el sistema de representación proporcional en tanto lo niega dentro de casa.

Respeto al congreso

Como militantes disciplinados, acataremos las resoluciones que el congreso apruebe, y la autoridad reglamentada de los cargos que se elijan, sin perjuicio de continuar ejerciendo nuestro derecho a la crítica, así como nuestra más firme resolución de impulsar con mayor fuerza la corriente de opinión de la que formamos parte, con una acción política dentro de los estatutos.

Dicha corriente ha contribuido ya notablemente a los trabajos precongresuales. Ahí está el conjunto de ponencias y alternativas que se presentaron en Madrid, por ejemplo, obteniendo el 40% de apoyo en el congreso regional, lo que no fue bastante para que se tramitasen. Porque también es nuestra obligación, indelegable, afrontar los problemas inmediatos de nuestro pueblo.

Dichas ponencias se inspiraron en las siguientes líneas básicas: a) Reivindicación de la ideología que inspira la trayectoria histórica del PSOE. Inquietud ante la progresiva desideologización del partido. Afirmación rotunda de que el PSOE tiene que recuperar su papel como conciencia crítica e imaginativa de la clase trabajadora. b) Línea económica más similar a la adoptada en el 27º congreso. Mayor incidencia en la planificación, en la empresa pública y no renunciar a una prudente política de nacionalizaciones. c) Estrategia orientada principalmente a la unidad de acción con la izquierda. Equilibrar realmente la acción institucional y la acción extrainstitucional o de masas. Edificar con decisión el contrapoder obrero. d) Estimular el debate interno, con mayor libertad a las corrientes de opinión. Representación proporcional para los congresos y comité federal. No utilización de las comisiones de conflictos para zanjar como problemas de disciplina lo que son controversias políticas.

¿Qué modelo de democracia queremos?

Es erróneo pensar que el funcionamiento de los partidos constituye sólo problema interno de cada uno de ellos. Muy al contrario, afecta a todos. Por algo dice la Constitución, refiriéndose a los partidos: «Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos» (artículo 6).

En nuestro sistema político, los partidos parlamentarios juegan un papel importantísimo, y el Estado gasta varios cientos de millones de pesetas al año para sufragar sus gastos. Una panoplia de legislación refuerza el poder de estos grandes partidos. Empezando por las leyes electorales, que fuerzan a elegir entre partidos más que entre los candidatos por lo que personalmente signifiquen. Que un parlamentario o concejal repita en su escaño depende más de su posición en el partido que de la gestión. realizada. Pensemos en el funcionamiento interno de los grupos parlamentanos, en la rígida disciplina de voto de los diputados con respecto al mandato de los dirigentes de cada grupo, que dificilmente se compadece con el precepto constitucional que desvincula a los parlamentarios de mandato imperativo. Pensemos en que sus dirigentes más notables consensúan los nombres de altos magistrados, de miembros del Consejo del Poder Judicial, de miembros del Consejo Rector de RTVE, etcétera.

Considerando la extraordinaria influencia, que reside en los dirigentes de los partidos prótagonistas de la vida parlamentaria, se advierte al punto que es vital para una democracia sana frenar la tendencia a la oligarquización de las fuerzas políticas. Hay que establecer contrapesos: no al secretismo, debate público, escrupulosidad en la democracia interna, respeto a la independencia y a la función de las demás instituciones sociales dentro de la esfera que es propia de cada una de ellas. Cuando se habla hoy de modelos de sociedad suele pensarse sólo en esquemas económicos, lo que es esencial, pero no lo es todo. Se olvida a veces que también existen diversos modelos en la práctica de la democracia, y que el ciudadano debiera ser algo más que un mero elector, y el afiliado o militante algo más que un pegacarteles.

  • Pablo Castellano
  • Luis Gómez Llorente

29 Octubre 1981

¿Una ocasión perdida?

Francisco Bustelo

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El PSOE tiene sus ventajas e inconvenientes. Bastantes ventajas, a juicio de muchos millones de españoles que le votan, y algunos inconvenientes, puesto que hasta ahora no consigue vencer en las elecciones a su principal rival, UCD.Lo que se trata, claro está, desde el punto de vista socialista, es de acrecer ventajas y disminuir inconvenientes. El reciente congreso del partido pudo ser una buena ocasión para ello.

Que las ventajas del PSOE son muchas es indudable, y por sabidas no voy a extenderme sobre ellas: una larga historia que le permite conjugar tradición y renovación, apoyos internacionales, un líder conocido y respetado y, sobre todo, unas ideas que, como se está viendo en otros países, atraen a muchísimos ciudadanos.

Pero también hay defectos, y señalarlos públicamente no obedece a afanes masoquistas, y sí a un deseo sincero de que se corrijan.

Esos defectos son fundamentalmente dos: política fluctuante y mala organización interna.

La política general del PSOE en los últimos años ha estado encaminada a consolidar una democracia frágil, y sólo aplausos merece por ello. Otra cosa es que haya jugado en exceso al pacto y al consenso, e incluso a la componenda. Con buena intención, pero equivocadamente, algunos dirigentes del PSOE han pensado que se podía pactar entre caballeros con el centro o la nueva derecha para afirmar el presente y propiciar que UCD, llegado el momento, hiciera graciosamente mutis por el foro, al lograrse una sana alternancia democrática del partido en el Gobierno.

Aparte de que en política es siempre aventurado fiarse de pactos y promesas, el alejamiento del PSOE de los análisis marxistas le ha impedido ver un hecho tan obvio como es el de que la derecha en este país no está nada dispuesta a ceder los trastos. En cuanto le ve las orejas al lobo -aunque en este caso sea un lobo poco feroz- destapa reflejos históricos, cierra filas y se defiende con uñas y dientes.

El reciente congreso del PSOE tenía que haber aclarado, o al menos haberse planteado, si es o no inevitable la confrontación democrática y civilizada, pero abierta, con la derecha y decidir una política en consonancia. Claro que con ello perderíamos el suspense en que vivimos ahora, donde tan pronto Felipe González se pasa horas en la Moncloa, como Alfonso Guerra pone cual chupa de dómine, del presidente delGobierno para abajo, a todo el que se le pone por delante.

Mala organización

En cuanto a que el PSOE está mal organizado, es algo evidente. Tan,mal organizado que ni siquiera es capaz de evitar el poco edificante espectáculo de la unanimidad en las votaciones. Y es que, de 1974 a la fecha, se ha tenido buen cuidado en potenciar desde arriba al incondicional, y de arrumbar al discrepante. En su origen, en un partido que se estaba rehaciendo, aquello tenía su posible justificación. Pero hoy, cuando la dirección del partido nadie la discute, resulta negativo a más no poder, y sólo se explicaría por reflejos condicionados del pasado. Mala cosa, porque no sólo la opinión pública torna, con razón, a chirigota votaciones del 995 o del ciento por ciento, sino porque el funcionamiento cotidiano de la organización se resiente enormemente. Entre tantos casos que cabríacitar, sólo indicaré uno bien reciente y sonado: el de Alonso Puerta en el Ayuntamiento de Madrid.

El asunto ha sido grave, porque ha deteriorado la imagen del PSOE. Sus causas, sin embargo, son evidentes y relativamente fáciles de corregir. No se trata, desde luego, de que haya habido corrupción, que no ha existido en absoluto, y muc ho menos de enfrentamientos ideológicos. Se ha tratado, pura y simplemente, de una lucha descarnada por el poder entre dos facciones. Una de ellas, la de Alonso Puerta, encaramada en el poder con todas las bendiciones del aparato cuando era un incondicional, fue sustituida después, al aparecer otros más listos o más eficaces. Al no resignarse el interesado, en una falsa maniobra, se clavó él mismo el puñal con el que quería vengarse de otros. Un suicidio político y unas nocivas consecuencias que podrían haberse evitado con primar menos el incondicionalismo y con la simple difusión en el partido de una idea tan socialista, tan elemental y tan implantada antaño en el PSOE, de que un militante no ha de tener por meta principal en su vida política el poder personal.

Algunos pensamos que, con carné o sin él, hay unas cuantas decenas de miles de socialistas en España que queremos trabajar por el socialismo, pero sin que ello nos obligue a ser incondicionales. Respetamos a la mayoría actual, pero queremos que se nos deje participar, y no sólo de comparsas. ¿Es eso posible? ¿Tan difícil sería equilibrar las fuerzas centrífugas y centrípetas que actúan en toda organización? El congreso tampoco ha dado respuesta a estas preguntas.

Quizá de.todo ello, de una política más clara y de una organización más numerosa y abierta, dependa, ni más ni menos, el ganar o perder las próximas elecciones. Reflexionar sobre ello, pues, bien vale la pena.

Francisco Bustelo

23 Octubre 1981

De la desunión a la unanimidad

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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EL 29º Congreso del PSOE prosigue sus trabajos en un clima público de sosiego -seguramente contrapunteado con fuertes terisiones ocultas para la renovación de los cargos dirigentes- y de eufórica confianza aparente en el futuro. El inmaduro, agitado y belicoso 28º Congreso estuvo a punto de dar al traste con la unidad de los socialistas. Esta nueva asamblea ofrece, en cambio, el peligro simétricamente opuesto de la unanimidad.

El informe. de Felipe González para rendir cuentas de la gestión de la. comisión ejecutiva, del PSOE, elegida en el congreso extraordinario de septiembre de 1979, ha ofrecido escasas novedades y no ha hecho sino insistir en ideas y opiniones ya conocidas. Resulta comprensible, .desde luego, que el máximo representante de un colectivo no arroje piedras contra el propio tejado, subraye los aspectos positivos de sus realizaciones y eluda los campas resbaladizos o criticables de su trabajo. Sin embargo, el Felipe González que dimitió de su cargo en el 28º Congreso, pocos meses después de su derrota en las elecciones generales, tal vez hubiera sido bastante menos autocomplaciente y algo más autocrítico. Porque el PSOE actuó, durante la etapa anterior al 23 de febrero, con ligereza en el, terreno autonómico, rivalizando con UCD en la puja de los agravios comparativos y en la miopía para dibujar un desarrolloracional del título VIII en aquellas regiones carentes todavía de instituciones de autogobierno. De añadidura, la operación de acoso y derribo al anterior presidente del Gobierno no se limitó al ámbito legítimo de las mociones de censura o las votaciones dentro de las Cortes Generales, sino que se prolongó en maniobras extraparlamentarias, que contribuyeron a la defenestración, por vías ajenas a los mecanismos de una democracia representativa, de Adolfo Suárez.

La humillación del 23 de febrero y la toma de conciencia de los enormes peligros que acechan a la Monarquía parlamentaria han llevado al PSOE a la estrategia de respaldar al actual presidente del Gobierno. Cabe opinar que los socialistas han sobreactuado en ocasiones su papel, como sucedió con su incomprensible apoyo a la llamada ley de Defensa de la Democracia. En el terreno autonómico, el PSOE propició, antes del golpe frustrado, aquella chapuza legal que consistió en promulgar una norma destinada a interpretar con carácter retroactivo los resultados del referéndum del 28 de febrero y cambiar las agujas de la autonomía andaluza de la vía del 143 a la vía del 151. Las semillas de la pugna entre socialistas y centristas a propósito de las autonomías han fructificado, tras el 23 de febrero, en los pactos de julio y la LOAPA, que van a hacer pagar los platos rotos a las únicas instituciones de autogobierno que están ya funcionando, y en las que centristas y socialistas unidos ion minoritarios.

Mientras el 28º Congreso del PSOE puso de manifiesto los peligros de la desunión, este 29º Congreso está empezando a evocar el fantasma de la unanimidad. La ruptura, tras la revolución rusa de 1917, de la II Internacional y la subsiguiente creación de la III Internacional Comunista se produjo por irreconciliables discrepancias ideológicas y estratégicas, pero también por las contrapuestas opiniones de socialistas y comunistas acerca del modelo de partido deseable. En ese sentido, no deja de resultar paradójico que mientras el PCE se esfuerza, aunque tímida y desastrosamente, por alejarse de los viejos patrones de la III internacional (basados en la sacralización del líder máximo, la fortaleza de un aparato burocrático todopoderoso e identificado con el partido mismo, la rígida disciplina interna, la persecución y expulsión de los discrepantes y la prohibición de las corrientes), el PSOE comience a presentar síntomas inquietantes de un alejamiento de las tradiciones estatutarias de la Internacional Socialista y un acercamiento al modelo organizativo de la Internacional Comunista, compatible con una plataforma ideológica y política moderada. Ni que decir tiene que no hablamos de una transformación consumada o de un deslizamiento irreversible. Sin embargo, los signos de esa tendencia, como las meigasde Rodríguez Sahagún, existen.

No es probable así que Felipe González salga ganando, tanto en su capacidad para percibir la realidad como en su instinto para medir sus propias fuerzas, de saunas de unanimidad como la escenificada en esa votación ganada por el 99,6% de los sufragios. Es muy probable que la votación, cuyo honor salvó tan sólo la abstención de Avila, respondiera de verdad a la voluntad sincera y honesta de quienes, en la sala del congreso, la realizaron. Ahora bien, resulta que el derecho de sufragio de cada delegación es ejercido exclusivamente, en nombre de todos los componentes, por la persona que la encabeza, con el resultado de que las voces de los delegados discrepantes no sólo son sofocadas, sino que resultan además computadas como favorables a la opinión adversa. Sucede, de añadidura, que el sistema mayoritario para la designación local de los delegados al congreso ha dejado fuera de sus muros a las minorías derrotadas en cada elección y que sólo la displicente benevolencia de los vencedores permite a algunos humillados vencidos participar, sin derecho a voto en las cuestiones fundamentales, en él congreso.

Por otra parte, la posible creación de una comisión permanente dentro de la comisión ejecutiva, a su vez enmarcada dentro del comité federal, reproduciría un esquema organizativo familiar en los partidos de la III Internacional. Porque esa comisión permanente sería el equivalente del secretariado comunista, mientras la comisión ejecutiva, asimilable al politburó de la III Internacional, perdería en la práctica gran parte de las atribuciones que el organigrama le reconoce en teoría. Este esquema organizativo, ideado por los bolcheviques, fue criticado por los socialistas, antes y después de 1917, con el plausible argumento que invertía los papeles y transformaba a los mandatarios en mandantes. La cáustica broma de que el secretario general -o el viéesecretario- del partido nombra al secretariado, al buró político y al comité central, elige también a los delegados a los congresos y designa incluso a los militantes de base, se inventó en su día para caricaturizar las prácticas leninistas. Sería una jugada, del destino que ese mismo sarcasmo pudiera ser dirigido mañana, por ejemplo, contra Alfonso Guerra.

23 Octubre 1981

El secretario y su partido

YA (Director: José María Castaño)

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Si hemos escrito que lo mejor que puede sucederle al PSOE en su congreso es que no suceda nada, se debe a que no vemos probabilidad de que salte en él la chispa de un ideal ilusionante, de un programa convincente o de una oferta seria de gobierno, y estando las cosas así, es evidente que cualquier alteración de la mansa mediocridad del congreso sólo sería para empeorarlo, lo que ni los socialistas ni nosotros debemos desear.

Al escribir lo anterior no confundimos mediocridad con moderación ni nos referimos a don Felipe González. Al secretario general del PSOE hay que ponerle aparte, y el sentido político que en general ha acreditado con su discurso ante el congreso debe ser juzgado positivamente. Una vez más ha exhibido la imagen de futuro presidente del Gobierno que desde hace tiempo viene cultivando con éxito y sus palabras han estado presididas por el sentido común. Si en España llegamos a tener un socialismo moderno y responsable, ese socialismo debe pasar por don Felipe González. Hasta la acusación que le han disparado los extremistas de su partido, de que éste se va pareciendo cada vez más al de enfrente, como consecuencia de los esfuerzos de ambas fuerzas políticas por atraerse al centro del país, nos parece más merecedora de elogio que de crítica, porque esa tendencia hacia el electorado moderado es la característica de los grandes partidos contemporáneos , que saben sacrificar la espectacularidad tremendista al pragmatismo sereno.

Lo que nos preocupa es que don Felipe González no pueda ofrecer apenas más que su voluntad de moderación y que no se vea con qué programa va a aplicar esa moderación ni, sobre todo, con qué hombres. En su discurso ante el congreso del partido se ha referido reiteradamente a la amenaza de la derecha. ¿Derecha? Lo que nosotros vemos es una gran masa de opinión que quiere salvar una serie de valores fundamentales, pero que difícilmente encaja en la estampa o caricatura que ha dibujado el secretario del PSOE. ¿Cree éste de veras que los que han triunfado en Galicia son derecha, en el sentido que él da a esa palabra? ¿Cree, por ejemplo, que a nosotros, que desde hace muchos años venimos clamando por un socialismo moderno para España, puede encajársenos la afirmación de que la derecha estará siempre contra los socialistas, sea cual fuere el programa de estos? Don Felipe González es hombre inteligente y estamos seguros de que no cree nada de eso y sus afirmaciones son simples latiguillos retóricos dirigidos a ciertos sectores de su partido. Pues permita que le digamos que ese es un pobre recurso, impropio de un aspirante a estadista.

No es metiéndose con el fantasma de la derecha como el socialismo español puede encontrar su identidad, sino con un programa que, lo repetimos, no alcanzamos a ver. Como tampoco descubrimos en el PSOE al os hombres capaces de gobernar, si algún día fuesen llamados al poder. Mucho es, sin duda, y lo reconocemos con gusto que las anacrónicos debates del congreso anterior sobre el marxismo hayan estado ausentes de éste, pero no basta. La verdad es que el socialismo no tiene cuadros, que el número de militantes disminuye y poco podrá hacer don Felipe González sólo con su voluntad de moderación. Volvemos a lo que en otro comentario dijimos ya a propósito del anuncio de esos veinticinco años de socialismo con los que se cuenta para borrar los ciento cincuenta de gobiernos de la derecha. Lo que debe preocupar a los socialistas es que no estén preparados para aguantar en el poder… ¿quién dice veinticinco años?, ni cuatro siquiera.

El Análisis

UN RODILLO SE AVECINA

JF Lamata

El PSOE no había ganado ninguna de las elecciones celebradas durante los últimos dos años, las autonómicas vascas, catalanas y gallegas, celebrada estas últimas casi a la vez que el congreso socialista. Pero en desplome de la UCD había sido tan grande en aquellos comicios, que todo cálculo apuntaba a que se avecinaba un ‘rodillo socialista’ que iba a cubrir toda España. Aquel congreso era un trampolín para un D. Felipe González que logró, por única vez, el apoyo de la totalidad de los delegados, 100% de apoyo. Aunque sin lograr la unanimidad el resto de la Ejecutiva logró también un amplio apoyo, salvo Dña. Carmen García Bloise, de quien eran conocidas sus diferencias con el cada vez más influyente Sr. Guerra.

La nota discordante, a parte de la ausencia de los de Izquierda Socialista, fue la de D. Rafael Escuredo, que también evidenciaba tener diferencias con los Sres. González y Guerra que no desaparecerían ni tras alcanzar la presidencia de Andalucía.

J. F. Lamata