17 enero 1979

La formación derechista liderada por los escindidos de AP por su rechazo a la Constitución no consiguió llegar a acuerdos ni con la plataforma 'Coalición Democrática' de Fraga ni con la de 'Unión Nacional' de Piñar y se retira para no dividir más a la derecha

Fracasa ‘Derecha Democrática Española’ (DDE) de Silva, que tras constituirse renuncia a concurrir a las elecciones

Hechos

  • El 12.01.1979 se presento la formación política Derecha Democrática Española (DDE).
  • El 17.01.1979 Derecha Democrática Española confirmó que no se presentaría a las elecciones para no dividir más el voto a la derecha

Lecturas

El 12 de enero de 1979 se constituye la coalición Derecha Democrática Española (DDE), formado por algunas de las figuras que rompieron con Alianza Popular cuando el líder de esta formación, D. Manuel Fraga Iribarne, decidió apoyar la Constitución española. Como apoderados de DDE aparecen D. Antonio Méndez, D. José Martínez Emperador y D. Pedro Mendizábal Uriarte, estos dos últimos fueron diputados de AP en la legislatura constituyente y votaron ‘no’ a la Constitución.

Firmantes del acto de constitución de Derecha Democrática Española:

  • Acción Democrática Española de D. Federico Silva Muñoz.
  • Unión Nacional Española de D. Gonzalo Fernández de la Mora Mon.
  • Unión Regional Andaluza de D. Luis de Jáudenes.
  • Centro Popular de D. Juan Pérez de Alhama.
  • Partido Nacional Independiente de D. Artemio Benavente.
  • Federación de Partidos Conservadores de D. Mariano Lamamie de Clairac.

También negoció la posibilidad de formar parte de DDE la Unión Demócrata Cristiana de D. Jesús Barros de Lis.

El 17 de enero de 1979, tan sólo cinco días después de su presentación, Derecha Democrática Española anunció que no concurriría a las elecciones del 1 de marzo de 1979 ‘para no dividir más a la derecha’. DDE había intentado sin éxito negociar una coalición con Unión Nacional, la plataforma de D. Blas Piñar López.

Las formaciones que formaban parte de Derecha Democrática Española eran las siguientes:

  • silva_munoz Acción Democrática Española de D. Federico Silva Muñoz (que ocuparía la presidencia de DDE)
  • Fernandezdelamora Unión Nacional Española de D. Gonzalo Fernández de la Mora
  •  Unión Regional Andaluza de D. Luis de Jáudenes
  • Centro Popular de D. Juan Pérez de Alhama
  • Partido Nacional Independiente de D. Artemio Benavente
  • Federación de Partidos Conservadores de D. Mariano Lamamie de Calirac

Estaba previsto que formara parte de DDE también la Unión Demócrata Cristiana de D. Jesús Barros de Lis, pero que se negó a integrarse en la formación ni no se garantizaba un acuerdo con Coalición Democrática, la coalición liderada por la AP del Sr. Fraga.

pedro_mendizabal D. Pedro de Mendizabal fue uno de los apoderados para representar a DDE en todos los trámites electorales.

14 Diciembre 1979

El Franquismo

Federico Silva Muñoz

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Esto del franquismo es un invento de la izquierda para reducir a un puro fenómeno de poder personal lo que fue un régimen político que dio a nuestro país paz, prosperidad y estabilidad en muchos lustros, hecho insólito en la España contemporánea. Era la manera de convertir por obra tenaz del propagandeo un sistema político en una dictadura con todo lo que peyorativo entraña, en nuestro tiempo, este término. Y está tan clara la intención descalificadora como su inexactitud: si el dictador, desde el Imperio Romano, es el que salva un momento, me resulta muy extraña la existencia de una dictadura que salvó todos los momentos de casi cuarenta años.

El régimen que presidió el Generalísimo Franco fue una construcción pragmática, pegada al terreno de la realidad política y de la historia, según lo que cada situación política, nacional o internacional demandaba; fue un sistema de normas y de instituciones en la mayor parte de su recorrido; representó un permanente propósito de institucionalización y de permanencia futura en gran parte de su trayectoria, pensando en el porvenir de España más allá de la vida del hombre que lo presidió.

En los años que conocí a Franco, y tuve el honor de colaborar con él, el Generalísimo nunca se comportó como un dictador. Era un árbitro. El supo integrar en sus Gobiernos y demás instituciones del Estado a las diversas fuerzas políticas que respaldaron el Alzamiento Nacional, y ante la diversidad de opiniones y de enjuiciamiento de los problemas por los hombres que las representaban nunca le vi imponer su criterio, sino arbitrar la discrepancia. No niego que en última instancia su voluntad prevaleciese, pero esa instancia decisoria en manos de uno o de varios es consustancial con la gobernación de un país civilizado. No creo que suceda cosa diferente en democracias tan indiscutibles e indiscutidas como la americana o la francesa.

El régimen fue durante muchos años la suprema apelación política, como hoy lo es la democracia. Y Franco, una de las más ilustres personalidades de la historia de España, su conductor; porque sigo pensando que si no se hubiesen concitado la torpeza de unos, el oportunismo de otros y la carencia de principios de no pocos, el régimen de Franco hubiese continuado en otra etapa, transformado y remodelado, fiel al principio dinámico del sistema político nacido del 18 de julio de pragmatismo y adecuación a las circunstancias que había que regir. Hubiese habido cambio, pero no ruptura.

Por eso a una pregunta que me dirigió EL IMPARCIAL en el sentido de que si creía que el franquismo terminaría con la generación de los actuales franquistas, le respondí que el franquismo estaba muerto, porque lo habían destruido. Ahora quiero aclarar mi pensamiento y ampliarlo: la operación de desmantelamiento del régimen que se produjo desde el otoño de 1976 a la primavera de 1977 fue la primera parte del consenso, porque constituyó la condición previa impuesta por socialistas y comunistas para participar en el proceso electoral del 15 de junio. Ahí se produjo la destrucción del régimen anterior, presidido por el Generalísimo Franco, y que culminó con la derogación de todas las Leyes Fundamentales al aprobarse la Constitución del setenta y ocho. Precisamente por esta razón entiendo que el sistema político y normativo de eso que llaman el franquismo fue destruido en esas fechas y no cabe hablar de ya de su vigencia. Cosa diferente es el culto a la memoria de Franco, el reconocimiento de su obra de gobierno y la estimación de sus valores para el futuro.

Creo que el sistema político nacido del Alzamiento Nacional consagró valores irrenunciables, como son la afirmación de la unidad nacional, al reencuentro con nuestro patriotismo, la reivindicación de la tradición española, el orden con libertad o la libertad con orden, la justicia social, la solidaridad de los españoles y el progreso económico con bienestar. Eso es lo que no ha muerto del régimen de Franco, ni morirá jamás, porque siempre habrá un extenso sector de españoles dispuestos a reivindicarlos y mantenerlos. Pero lo mismo que Franco no exhumó ni el sistema político de Cánovas ni el de Primo de Rivera, pongo por caso, creo que como los ríos de la historia nunca van hacia atrás, en el futuro de España un nuevo proceso democrático reivindicará enérgicamente todos esos valores que Franco, como Primo de Rivera, como Maura o como Cánovas, dejó indeleblemente grabados en nuestro ser nacional y en nuestra historia.

De este modo, creo dejar aclarado mi pensamiento, a la vez que ejerzo un acto de legítima defensa frente al exabrupto, la incomprensión o la peor sordera que existe, la de quienes no quieren oír.

Federico Silva Muñoz

19 Enero 1979

La retirada de Derecha Democrática Española

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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LA INCERTIDUMBRE que había creado el agitado vaivénde Derecha Democrática. Española, escindida entre la tentación pragmática de aliarse con Coalición Democrática y el vértigo extraconstitucional de pactar con las llamadas Fuerzas Nacionales, quedó despejada anteayer por la noche con el anuncio de su retirada de las elecciones. El comprensible temor a tener que navegar entre la Scylla de Fraga y la Caribdis de Blas Piñar está probablemente en la raíz de la decisión adoptada por Silva Muñoz y Fernández de la Mora -o aconsejada desde otras instancias- de no iniciar siquiera la singladura.

La coalición encabezada por Silva Muñoz y Fernández de la Mora trató, en un primer momento, de ampliar su radio electoral hasta cubrir el campo entero de la derecha, desde los firmantes del Pacto de Aravaca hasta Fuerza Nueva, a fin de presentar un frente unido ante UCD. De haber triunfado en el empeño, su activo protagonismo en conseguirlo hubiera podido desplazar la hegemonía dentro de ese bloque hacia los dirigentes de Derecha Democrática Española. Fracasada esa tentativa, tras el rechazo de Coalición Democrática de esa oferta, Silva Muñoz y Fernández de la Mora intentaron un segundo ensanchamiento -de su espectro electoral e iniciaron unas negociaciones, que sólo se rompieron momentos antes de rubricar el acuerdo, con las llamadas Fuerzas Nacionales. El doble revés de sus esfuerzos «unitarios» dejaba a Derecha Democrática Española en una situación electoral imposible. Su tentativa de mezclar lo que -hoy por hoy- se combina tan mal como el agua y el aceite muestra, por lo demás, una notable incapacidad para sintonizar con las oportunidades que ofrece la situación política actual. La «unión sagrada» de toda la derecha, que por la propia lógica de ese tipo de macroalianzas desplazaría hacia los sectores más radicales la iniciativa, exigirla un clima social mucho más crispado y una amenaza real -y no como ahora, simplemente inventada por pánicos irracionales o cálculos interesados- de cambio revolucionario.

Parece evidente que en la margen derecha de UCD sólo existen dos plataformas con posibilidad de restar seriamente votos al señor Suárez. De un lado está la opción de Coalición Democrática, que, acatando la Constitución y no rechazando los usos de un sistema democrático y pluralista, se presenta como alternativa de Gobierno o corno futuro aliado forzoso de UCD, sin perjuicio de montar su campaña sobre críticas a las políticas concretas de Suárez. Esta es, sin duda, la carta que decidió jugar en su día el señor Fraga al propugnar el voto afirmativo a la Constitución, proceder a la purga incruenta de su propio partido (cuya última víctima ha sido el devaluado señor López Rodó), romper con quienes -como Silva Muñoz y Fernández de la Mora- vota ron contra el texto refrendado el 6 de diciembre y cooptar para el remozamiento de su equipo a políticos que fueron adversarios suyos hasta hace pocas semanas, precisa mente por no compartir las vehemencias nostálgicas tan ardientemente defendidas por Alianza Popular durante la campaña electoral de 1977. Coalición Democrática aspira a desempeñar, dentro del terreno constitucional, tareas de gobierno y a forzar a UCD, si los dados le ruedan bien en las elecciones, a una coalición parlamentaria y de poder.

La insatisfacción social por la política de orden público del Gobierno o por males menos imputables a la Administración como la crisis económica, la imagen civilizada de algunos de los miembros del Pacto de Aravaca y el simple desgaste en el ejercicio del poder del señor Suárez proporcionan a Coalición Democrática la oportunidad de obtener votos de aquellos sectores de la derecha sociológica que, aun aceptando el marco constitucional y el sistema democrático, están disconformes con UCD.

De otro lado, las llamadas Fuerzas Nacionales se aprestan recoger en las tan denostadas urnas las adhesiones -inquebrantables- de los residuos militantes del anterior régimen, cuyos beneficios y prebendas añoran, pero también los votos de aquellos sectores de la población preferentemente, pero no exclusivamente, situados en las clases medias, que creen correcta la ecuación «crisis económica y terrorismo = sistema democrático», o la no menos falsa equiparación «autonomías vasca y catalana = separatismo y desmembración de España». Aunque estos últimos posibles votantes lo ignoren, la. «solución final» de las llamadas Fuerzas Nacionales, para quienes las elecciones son una simple finta táctica, no sería el restablecimiento del orden público y el pleno empleo, sino la derogación de la Constitución y el regreso a la dictadura.

El intento de Derecha Democrática Española de uncir a su carro a Coalición Democrática. y a las llamadas Fuerzas Nacionales descansaba o en un aparatoso desconocimiento de la realidad o en el deseo de fingir una vocación unitaria. El proyecto, en cualquier caso, es, hoy por hoy, inviable. La posterior tentativa de Silva Muñoz y Fernández de la Mora de forzar un pacto menos ambicioso con el señor Piñar probablemente fue un simple ejercicio de oportunismo político, basado en el doble cálculo de que las llamadas Fuerzas Nacionales podían proporcionarles un disciplinado electorado y un no menos obediente aparato partidista, y de que, dada la incompetencia y torpeza de los emocionantes líderes de la ultraderecha para hacer política, los frutos del acuerdo -votos y diputados- serían, en, definitiva, administrados por Derecha Democrática Española.

Rotos los dos proyectos de alianza, resulta lógica (e incluso obligada, si se piensa en los apoyos institucionales de una coalición de tales características) la retirada de una propuesta electoral que, por querer jugar en dos tableros, estaba condenada a perder en ambos y a no lograr más resultado que perjudicar a Coalición Democrática. No siempre se puede servir a dos señores. Derecha Democrática Española ha cometido el imperdonable error de intentar seducir electoralmente a la vez a quienes acatan la Constitución y a quienes desean destruirla. En el pecado de su oportunismo y de su inconsecuencia lleva la penitencia de su forzosa -o forzada- retirada.