18 diciembre 1995

El hijo del escritor fallecido mandó una carta de réplica furiosa

Haro Tecglen (EL PAÍS) acusa a César González Ruano de haber estafado a judíos durante la Segunda Guerra Mundial

Hechos

El 16.12.1995 D. Eduardo Haro Tecglen publicó en EL PAÍS un artículo acusando al difunto Sr. González Ruano de haber estafado a judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Su hijo mandó una carta de protesta a EL PAÍS en enero.

Lecturas

El 16 de diciembre de 1995 Eduardo Haro Tecglen escribe en El País un artículo contra César González Ruano acusándole de estafar a judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Haro ya había lanzado esa acusación en un artículo anterior, el 18 de agosto de 1995. Juancho Armas Marcelo considerará que Haro Tecglen “desearía haber tenido una pizca del talento literario” de González Ruano, a lo que este responderá el 31 de diciembre desde El País achacándole lo mismo a Armas Marcelo. El hijo del aludido, César González Ruano Navascues mandará una carta a El País desmintiendo las acusaciones contra su padre.

16 Diciembre 1995

DOS O TRES COSAS QUE SÉ DE ÉL

Eduardo Haro Tecglen

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La Gestapo creyó que Ruano ayudaba a los judíos a escapar de Francia; en realidad tomaba su dinero, sus joyas, lo que fuera, y les daba direcciones fronterizas falsas. Desamparados, desorientados, no tardaban en caer en manos alemanas; y en morir.

El comandante de la Gestapo abrió la celda: ‘Tiene razón, señor Ruano; no es usted un enemigo, sino un estafador’. Y puso en libertad a César González Ruano de la prisión de Cherche-Midi, París. No lo dijo él en el libro que escribió sobre su cárcel en París, pero sí lo contó: viven, frescos y preclaros, Jesús Suevos y Juan Bellveser, que socorrieron a su amigo. La Gestapo creyó que ayudaba a los judíos a escapar de Francia; en realidad tomaba su dinero, sus joyas, lo que fuera, y les daba direcciones fronterizas falsas. Desamparados, desorientados, no tardaban en caer en manos alemanas; y en morir. No, no era un traidor a Alemania: era un estafador. Se cumplen 30 años de su muerte: salen escritores de relumbrón, periodistas de ‘mariposuela’ (así llamaban, con desprecio, me dijo Josefina Carabias, los gacetilleros del HERALDO a los artículos de César, escritos a vuela pluma en el Teide de Recoletos, donde pusieron una placa dorada sobre la mesa donde pedía ‘recado de escribir’: tintero, pluma y papel).

Sé dos o tres cosas más, Pepe Pizarro, periodista rico (editó EL ALCÁZAR como una copia exacta de France-Soir) tenía en la sierra a los Ruano cuando murió en el hospital, el niño de ellos. Les dio dinero para que vinieran a enterrarle. Volvieron al pueblo y le dijeron: ‘Mira, chico, al salir del Palace pasamos por una boutique y esta vio un modelito… ¿qué más daba que el niño terminase en la fosa común? ¿Verdad que a ésta le cae bien?

Pedro Luis de Galve llevaba por los cafés el cadáver de su nacido muerto en una caja de zapatos y pedía dinero para el entierro. ‘Si no os lo enseño, no os lo créeis’. Ahora se reivindica al ilustre sonetista. Juan Manuel de Prada – famoso por su libro umbraliano ‘Coños’ – le dedica un cuento en ‘El Silencio del patinador’ – dice que fue fusilado; creo que los nacionales le dieron garrote, acusado de tener checa propia – y prepara una novela larga.

Ah, Ruano: miedo y vergüenza cuando publicó su artículo contra la roja Margarita Xirgu, que regresaba a España. (Lo recoge, entero la excelente biógrafa Antonina Rodrigo, en su libro sobre la Xirgu). La gran actriz deshizo sus baúles y se quedó allá hasta la muerte. Lo saben, también, sus glosadores, y los que dan premios y los reciben con su nombre. Por lo graciosas que fueron sus ‘mariposuelas’.

Eduardo Haro Tecglen

31 Enero 1996

CARTA AL DIRECTOR

César González Ruano de Navascués

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Leo con retraso el artículo de Eduardo Haro TecgIen sobre mi padre, César González-Ruano. Se publicó, como otros muchos, con motivo del 30º aniversario de su muerte. El señor Haro está en su perfecto derecho a que no le guste César González-Ruano y a criticarle, ya que mi padre fue una figura pública. Lo que ya no veo tan razonable es que en su crítica incluya como ciertos hechos que dice que le contaron, que sus familiares sabemos que nunca sucedieron y que, por lo tanto, no puede aprobar en absoluto. Quede constancia de mi protesta por ello, junto al reconocimiento del perfecto derecho de Haro TecgIen a ejercer la crítica; aunque no de decir cosas que no se ajustan a la realidad.

17 Diciembre 1995

Cesarísimo

Francisco Umbral

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A los treinta años de la muerte de César González-Ruano se da la circunstancia curiosa (la sociología literaria es una disciplina muy rara) de que este nombre está olvidado, mientras que los jóvenes decadentes (que ahora se llaman postmodernos) han venido en practicar autores, costumbres, usos y abusos que constituían al mundo de César.

Así, el dandismo, el decadentismo, Villiers de L’Isle Adam, Sade, Wilde, los malditos, el spleen, etc. Todas estas cosas, a quienes nos iniciamos en ellas por la conversación y los escritos de César, nos perplejizan en boca y maneras de una juventud que le ignora deliberadamente, mientras exalta segundones de aquella su época, como Belda, Hoyos y Vinent y por ahí.

César tuvo mucha gloria en vida y eso se paga a la muerte y con la muerte. Con la muerte literaria, claro. CGR nace a la vida literaria en el cruce de las vanguardias de entreguerras y los últimos flecos cansados de la belle epoque, un mundo como de Anglada Camarasa, un Anglada pasé, opaco y convertido en cromo sucio o marchito. César dudó entre aquellos cruces de corrientes artísticas, y su solución (solución de la facilidad) fue hacerlo todo y hacer de todo, más mucho periodismo para ir viviendo, pues él no tenía una cátedra ni una fortuna como los poetas puros de entonces.

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Esta dispersión esnob, y económica, que en principio le perjudica, perjudica a su juventud creadora, en la madurez se le funde en una aleación de estilos, mundos, vividuras, culturas y lecturas que en definitiva se llama «estilo». Un estilo inconfundible, aserenado después de la Guerra Civil y tendente a una sencillez ejemplar, dentro del natural barroquismo tardío, que comunica bien la palpitación de la calle, la electricidad del tiempo, la directa emoción de la gente y la música de la memoria sonando en pianos de nostalgia que ya están hechos astillas y a veces gritan.

Así es como César llega a un finísimo ars moriendi, como en su inteligencia crítica le ha diagnosticado Eduardo Haro Tecglen. Pero queda el otro problema de este escritor impar, delfín del ramonismo, que da las greguerías solubles en el discurso, y por tanto mucho más digeribles. El otro problema de César, el único o el primer problema, es que se trata de un escritor sin género, como Pla en Cataluña, como Voltaire. En Francia se entiende y respeta al «hombre de letras» que, sin hacer nada concreto, lo hace todo y lo suele hacer bien. El ejemplo máximo es André Gade, tan amado por Ruano y tan redescubierto por Roland Barthes. Pero César era la pura y lírica indisciplina, sólo disciplinada ejemplarmente por el periodismo, de modo que nunca se ocupó en serio de buscarse un género, y de ahí que quede disperso en libro, sólo logradísimo en memorias y diarios íntimos. «Mi medio siglo se confiesa a medias» quizá sea el mejor memorial de nuestra literatura, siempre bajo la sombra noble y chapada de Saint-Simón: César es un afrancesado.

Para Cándido o para mí, que aprendimos a escribir en él (y luego nos hemos alejado tanto), que nos lucramos de su amistad y su sombra protectora de ciprés galante, César es un maestro de juventud y una referencia entrañable. Su gloria de maldito está en ser un «acusado», como Cocteau, su amigo, en Francia. No aconsejo sus novelas, salvo las cortas. Pero hoy se le puede leer entero y vigente. Se ha quedado en un escritor para escritores, que es de quienes seguimos aprendiendo. Hace treinta años, mediado diciembre y con nieve en Madrid, le tuvimos de cadáver tendido en el suelo, como él quiso, y le enterramos con guardias, periodistas y plumeros. Pocas horas antes había escrito con su mano de marqués apócrifo: «Morir es ir perdiendo la costumbre de vivir».

El Análisis

Memoria histórica con 30 años de retraso

JF Lamata

El comunista D. Eduardo Haro Tecglen decide hacer un homenaje en el 30º aniversario de la muerte del Sr. González Ruano, que consiste en recordar todos sus trapos sucios del personaje, como su artículo anti-Dña. Margarita Xirgu que causó que esta no regresara o, algo mucho más polémico, que había estafado a judíos durante la II Guerra Mundial y que, por tanto, su heroica detención por los nazis era por estafador y ladrón más que otra cosa. Pone entre sus testigos al franquista D. Jesús Suevos, del que no consta publicado ningún desmentido, ni confirmación a lo dicho por el Sr. Haro. Sólo consta el desmentido del hijo del Sr. González Ruano.

No es la única leyenda negraq ue hay del Sr. González Ruano, habrá muchas otras, como que el Sr. González Ruano supuestamente aceptaba sobornos de embajadas latinoamericanas. Pero lo llamativo de la de los judíos, sin duda la más gorda de todas… es porque se había tardando tanto en recordarla… ¿por qué no antes? En todo caso si había un columnista español al que podía aplicársele aquello de ‘todos tenemos un pasado’ era al Sr. Haro Tecglen.

J. F. Lamata