12 junio 1992

En un artículo en DEIA el famoso abogado abertzade consideraba que se podía lograr la independencia de Euskadi a través de las vías legales y el desarrollo del Estatuto de Gernika y no, por tanto, mediante los atentados terroristas

Herri Batasuna expulsa su eurodiputado Txema Montero tras rechazar los asesinatos de ETA como método para la independencia

Hechos

El 12.06.1992 se hizo pública la decisión de la Mesa Nacional de Herri Batasuna de expulsar de la formación a José María Montero «Txema».

Lecturas

idigoras_HB Jon Idigoras (Portavoz de Herri Batasuna): «El estatuto de GErnika y el Amejoramiento del Fuero de Navarra son dos elementos de distorsión en la política del País Vasco y dos elementos de división política. Evidentemente HB no puede defender esa tesis y quien defiende esa tesis se sitúa fuera de la órbita de HB».

 

11 Junio 1992

Por la independencia de Euskadi

Txema Montero

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Atendiendo la amable invitación de DEIA para colaborar en el suplemento especial conmemorativo de sus quince primeros años de existencia, me dispongo a reflexionar en voz alta, escritura impresa sería más preciso, sobre la encrucijada en la que nos encontramos los vascos tras este tiempo transcurrido. Quien, como me adelanto en reconocer, durante idéntico período de tiempo ha permanecido enfeudado en un pensamiento político militarizado, no puede, aunque sea por última vez, dejar de hacer las preguntas clásicas que todo manual militar exige responder antes de emprender cualquier campaña. ¿A dónde? Es la pregunta cuya contestación venimos respondiendo de invariable manera: hacia la independencia, concepto éste con casi exclusivo carácter de arenga hace unos años y posibilidad hoy tanto más real cuanto que la Europa que se nos decía inmutable se acomoda a las nuevas realidades que florecen en su seno y desde el nacimiento de Deia hasta el día de la fecha diez nuevas nacionesestado han irrumpido en la escena política europea. ¿Por dónde? Tan importante es el camino como la posada y si demostrado está que nada es imposible cuando la voluntad del pueblo se pone en marcha (véase el desplome del imperio soviético), igualmente parece evidente que cualquier punto de partida es bueno si el objetivo final está claro. De esta manera el Estatuto y la Ley de Amejoramiento al tiempo que constriñen y limitan la identidad y la reunificación vasca, posibilitan proyectos y apuntalan posiciones de cara a la consecución del Estatuto Nacional de Autonomía. Tan importante como, proclamar la voluntad de independencia es conseguir situaciones de no dependencia y entre el cero de nuestra negación como pueblo durante el franquismo y el infinito de nuestra emancipación nacional, nos situamos en la actualidad en un punto a partir del cual es posible construir el futuro estado vasco. La conciencia de justeza de nuestra causa, los resortes legales existentes (tanto de derecho interno como internacional) y el factor multiplicador ilusionante que una unidad ‘ de acción abertzale puede dar a nuestro pueblo tomando como punto de partida la declaráción de autódeterminación del Parlamento de Gasteiz, constituyen los elementos, a mi entender, aglutinadores de un frente amplio hacia la independencia que demandaría la pre-existencia de instituciones comunes entre vascongados y navarros. ¿Cómo? Está fuera de toda duda que las formaciones políticas tienen en nuestro país un grado aceptable de representatividad. Los partido politices, defectos y limitaciones favorecedores de la abstención aparte, han conseguido un importante grado de legitimación, no sólo electoral, sino social. Las formaciones sindicales de obediencia vasca suponen una sólida base sobre la cual fundamentar la acción política dado la original del caso vasco, única minoría nacional en Europa donde los sindicatos nacionalistas ostentan gran representatividad, así como por el indudable hecho de que, las dos centrales vascas son antes movimientos sociopolíticos que sindicatos estricto senso. La Iglesia católica en la que se encuadran influyentes sectores de la «Intelligentsia» nacional, no puede ser ajena a la conformación de un cuerpo teórico y de producción de ideasfuerza que actúen como vectores inductores del nuevo marco de relaciones sociales entre los vascos. Obligadamente, la hoy silente Universidad vasca, está llamada, por propia razón de ser, a la plasmación científicotécnica de esas ideas fuerza que deberán fundamentarse en la democracia participada y alternancia como formas políticas, el desarrollo de los programas políticos de las mayorías en el respeto a las minorías, a la solidaridad para con los desheredados y la tolerancia con los adversarios y, sobre todo, contemplar el debate político desde la posición empática de considerar que el otro/los otros porque tienen sus razones pueden tener la razón. ¿Cuándo? Ya es tarde si no hay ánimo de empezar. íTantas veces nos hemos emplazado!: las contradicciones del régimen democrático entre reformistas y fascistas depararían una situación de cambio, decíamos; la crisis económica, el paro y sus tembles consecuencias en los más humildes suscitarían el inicio de un proceso revolucionario, augurábamos; el ingreso en la CE y la inevitable degradación de los sectores económicos tradicionales vascos (siderurgia, naval, pesca y agricultura), supondrían la modificación de escena política, profetizábamos; la entrada en la OTAN y el consiguiente alineamiento en el bloque imperialista potenciaba, en su rechazo, nuestro movimiento emancipador nacional, enfatizábamos; itantas previsiones incumplidas o parcialmente ciertas!, pero…. sin las consecuencias políticas que presuponíamos y una paradoja como fondo: los laicos implorando por la irrupción del Pentecostés. ¿Con qué medios? La cuestión de los medios es asunto directamente relacionado con la finalidad perseguida y con los costes dispuestos a afrontar, afecta, por tanto, a la ortodoxia como a la ortopraxia. Nada tan inexacto como calificar hoy el contencioso vasco como una guerra. No es guerra aquella situación en la que no está/no se siente implicada la mayoría del pueblo, será, a lo sumo, un «combate singular», un duelo en el que cada sector implicado designa un campeón y el resultado del combate entre campeones decidirá la contienda. Así las cosas es la «sangre de los otros» la que se vierte en la arena y la sangre de los otros puede ser objeto de veneración, pero nunca de asunción porque a nadie le mana en su propio cuerpo la sangre que brota de herida ajena. Si el pueblo aborrece de la guerra y sus consecuencias, si se sitúa como espectador más o menos cercano a la arena donde se fibra el singular combate «¿por qué empeñamos en la guerra no asumida?, ¿es suficiente razón que el enemigo la quiera?, ¿se puede contemplar el contencioso vasco bajo estos parámetros militaristas sin faltar a la realidad?» Pero hablaba también de ortopraxia, de práctica política correcta y adecuada a los cambios sociales. Afirmo que nunca en la historia de ETA ha existido tanta gente de acuerdo con la organización armada «haga lo que haga y diga lo que diga» y para completar a renglón seguido que nunca ha existido tanta gente en contra de ETA «haga lo que haga y diga lo que diga». Las posturas equidistantes hacia ETA, aquellas afirmaciones del tipo «no estoy de acuerdo con ETA en sus métodos, pero estoy de acuerdo con sus objetivos», «estoy de acuerdo con la voladura de la central de teléfonos de Ríos Rosas, pero no estoy de acuerdo con los coches bomba», simplemente han desaparecido o están en trance de desaparición, el colchón intermedio, empático, se ha volatilizado y lo usual es reconocer a ETA el carácter de líder simbólico y/o político (la minoría) o rechazar cualquier propuesta de ETA por proceder de una vanguardia, militar a más abundamiento (la mayoría). Los medios a utilizar, concluyo, serán por tanto sólo aquéllos que la mayoría social admita como legítimos en cada situación y deberán ser rehusados aquéllos que por no alcanzar tal grado de legitimación son consiguientemente rechazados. En esto consiste, a mi entender, la ortopraxia, tan importante como la ortodoxia de las ideas y fines perseguidos. La participación institucional, por el contrario, obtiene un notable grado de legitimación, insuficiente mientras se exclusivice el carácter partidista de la misma y creciente en la medida que los corazones de los ciudadanos comprendan la democracia como un ejercicio de participación. «Las instituciones moldean el carácter y el carácter transforma las instituciones», decía Bertrand Russell para continuar «las -reformas de ambas deberán marchar cogidas de la mano, y si los individuos han de conservar esa medida de iniciativa y flexibilidad que deberían tener, no se les debe encerrar a todos en un único y rígido molde: o, para cambiar la metáfora, no se les debe adiestrar a todos en un único ejército».

14 Junio 1992

Un peculiar concepto de prestigio

Melchor Miralles

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HB ha expulsado a Txema Montero por criticar la actividad terrorista de ETA y proponer la aceptación del marco político actual como punto de partida para alcanzar su objetivo final, la independencia de Euskadi. Por defender, en definitiva, el lenguaje de las palabras frente al de las pistolas. Los métodos estalinistas de HB, basados en algunos datos falsos (las peticiones de rectificación) demuestran, en definitiva, que la coalición abertzale atraviesa momentos especialmente difíciles, padece una crisis interna de muy complicada solución, como sus hermanos mayores de ETA. HB no acepta disidencias. Ni siquiera diferencias de criterio. Llevan meses hablando de la pluralidad de criterios en su seno y de pronto ponen en la calle a un hombre que les dió en todo el Estado un número de votos que jamás habían soñado. Pese a que Montero lleva varios años diciendo lo mismo que esta semana ha escrito en un artículo para Deia, ha sido ahora, precisamente ahora, cuando la cúpula de HB ha tomado una decisión sin precedentes en la historia de la coalición. Expulsar a Montero. La primera tarjeta roja que muestra la Mesa .Nacional. La expulsión de Montero es un síntoma de descomposición interna. HB cierra filas, en un gesto absurdo que se volverá en su contra; se mete en su caparazón y sigue por la senda de ETA, pasar por el bosque y no ver más que leña para echar al fuego.

18 Julio 1990

Abrir ventanas

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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DENTRO DEL universo cerrado y dogmático de la coalición abertzale Herri Batasuna (HB), el ex eurodiputado Txerna Montero se ha destacado casi siempre por cultivar algunas cualidades poco apreciadas en su entorno político: cierta apertura mental al exterior, determinada inclinación al diálogo como un instrumento más de la lucha política y, en general, una mayor apreciación de los cauces institucionales, propiciada, sin duda, por su preparacion jurídica como abogado. Consecuencia de todo ello ha sido su reciente dimisión del Parlamento Europeo, para el que fue reelegido hace un año en la candidatura de HB, y su retirada de la vida política pública, anunciada ayer en conferencia de prensa.El repliegue a la simple condición de militante de base de un dirigente tan significado del nacionalismo abertzale como Txerna Montero suscita profundas interrogantes sobre la futura conducta política de HB, ninguna halagüeña para quienes, dentro de esta coalición, propician su vuelta definitiva a la vida democrática. Desde hace tiempo, Montero se ha adscrito al concepto de participación y normalización institucional de HB. De atenernos a sus palabras, su actual decisión habría sido acordada hace tiempo, sin que influyera en ella la permanente reticencia mostrada por la coalición ante esta importante cuestión.

En todo caso, Txema Montero se despide de la vida política pública con una propuesta de gran calado para el porvenir de su organización: la convocatoria de un congreso extraordinario que defina la postura estratégica de la coalición respecto de su íntegración en las instituciones democráticas. El debate de esta premisa, al margen de la acogida que pueda tener en el seno de HB, se hace insoslayable si la coalición abertzale pretende realmente recuperar un ámbito de autonomía que vaya más allá de su actual sometimiento a las posiciones políticas de ETA. Hubo un tiempo en que HB defendía posturas propias, que pronto fueron reducidas al pobre papel de voceros del terrorismo. Otros cometidos fueron el de justificar sus reprobables crímenes -la mayor parte de las veces con el silencio cómplice-, perseguir con constancia la negociación en los términos establecidos por la banda armada y ofrecer cobertura ideológica a su mesianismo redentor.

De atenerse al dato objetivo del escaso margen de maniobra de que dispone HB respecto de ETA, habría que dudar seriamente de la celebración de tal debate. No obstante, parecen existir indicios de que algo se mueve en esta dirección, y comienzan a dejarse oír en el interior de la coalición las voces de quienes se preguntan si no es irremediable descorrer cerrojos y abrir ventanas. En esta línea parece inscribirse el interés anunciado por HB en participar en el Parlamento con sus cuatro diputados y tres senadores elegidos en los últimos comicios legislativos. Independientemente de la polémica suscitada por la singularidad de su fórmula de acatamiento de la Constitución -declarada válida por el Tribunal Constitucional-, esta presencia se revelaría políticamente positiva si sirviera para reforzar las minoritarias tendencias que en el seno de HB abogan por la normalización.

La mayoría de las fuerzas democráticas del Estado nunca ha puesto en duda la legítima representatividad política de HB, confirmada por un sector de la ciudadanía cuantificado en el 1,06% de los votantes, es decir, unos 200.000 electores, así como el derecho a defender sus ideas y aspiraciones en las instituciones democráticas. De la coalición depende hacer un uso adecuado de esta fuerza política y de este derecho y demostrar que su presencia en las Cortes sirve para avanzar por la senda de la pacificación y no de la provocación. Si así fuera, constituiría un indicio esperanzador de que en el interior de HB toman ventaja quienes están a favor de romper con el cruel dogmatismo del pasado y abogan por fórmulas más eficaces para la solución de los problemas del pueblo vasco.