16 diciembre 1985

Intxaurrondo y el Coronel Galindo aseguran que Zabalza se fugó estando esposado y al caer al río y no poder nadar se ahogó

Aparecer ahogado Mikel Zabalza [Zabaltza], después de haber sido detenido por la Guardia Civil, ira del nacionalismo vasco

Hechos

El 15 de diciembre de 1985 apareció muerto Mikel Zabalza, que había sido detenido acusado de estar vinculado a ETA.

Lecturas


En medio de un ambiente de tensión inundado por cadáveres causados por el terrorismo y también, en menor medida pero mayor repercusión mediática, los causados por los contraterroristas del GAL, apareció

También estuvo el caso de don Mikel Zabaltza. La historia fue que la Guardia Civil le detuvo como sospechoso el 26 de noviembre de 1985 y, tras muchas especulaciones – DIARIO16 hizo muchas especulaciones sobre su muerte, y don Melchor Miralles recoge una declaraciones de la terrorista Eva Forest apuntando esa posibilidad – su cadaver esposado apareció flotando el 15 de diciembre de 1985. Durante el traslado al cuartel de la Intxaurrondo esposado, el Sr. Zabaltza escapó de sus captores y, en la huída, calló al río y, al estar esposado, se ahogó. El EGIN, en su portada culpa directamente al Sr. Barrionuevo de su muerte, y en esta ocasión DIARIO16 se suma y habla de torturas. EL PAÍS no lo tien claro y el ABC vuelve a salir en defensa del ministerio.

El “caso Zabaltza” y el “caso Urgoitia” serían abiertos diez años después, ante el aplauso del periódico dirigido por don Pedro José Ramírez, sin que, penalmente, se llegara a ninguna conclusión.

Mikel_Zabalza_foto D. Mikel Zabalza era un joven conductor de autobuses de 32 años de edad.

galindo El Coronel Enrique Rodríguez Galindo era el jefe del Cuartel de Intxaurrondo, cuyos agentes detuvieron al Sr. Zabalza.

zabalza_02 La muerte del Sr. Zabalza fue portada en toda la prensa nacional.

septiembre_1985 El diario EGIN, afín a la organización terrorista ETA y Herri Batasuna, acusó abiertamente al Gobierno y a su ministro de Interior, D. José Barrionuevo (PSOE), de ser responsable de la muerte del Sr. Zabalza.

Barrionuevo_N1 D. José Barrionuevo (PSOE) negó las acusaciones de Herri Batasuna, PNV y EE que insinuaban torturas. Aseguró que no había pruebas de ello y defendió que el Sr. Zabalza, estando esposado huyó de los Guardias Civiles que lo custodiaban lanzándose al río, donde se ahogó.

16 Diciembre 1985

Un cadáver en el Bidasoa

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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El descubrimiento del cadáver de Mikel Zabaltza flotando en las aguas del Bidasoa, 19 días después de la fecha en que la Guardia Civil registrase oficialmente la fuga del detenido en las proximidades de Endarlaza, descarta al menos una de las ominosas hipótesis manejadas durante las últimas semanas en torno a la suerte del desventurado muchacho. El temor de que la España democrática pudiera ser escenario de desapariciones semejantes a las practicadas en la Argentina dictatorial nacía tanto de la falta de noticias sobre el paradero -vivo o muerto- de Mikel Zabaltza como de las zonas oscuras y las contradicciones de las informaciones facilitadas por las autoridades policiales y el Ministerio del Interior.Las primeras diligencias practicadas por un juez de instrucción de San Sebastián no hicieron sino aumentar los recelos en torno al caso. No faltaban los motivos para la extrañeza: Mikel Zabaltza, que había sufrido recientemente tres operaciones quirúrgicas, según la versión oficial, es conducido en plena noche -menos de tres horas después de ser detenido bajo las condiciones de la ley antiterrorista- desde el cuartel donostiarra de Intxaurrondo a localizar un depósito de armas y explosivos en un túnel situado en el término navarro de Endarlaza y distante un kilómetro de un puesto de la Guardia Civil; aunque está esposado y le vigilan tres hombres armados, logra deslizarse por un agujero del túnel y desaparece en un abrupto paraje de las riberas del Bidasoa; siempre según esta versión, con las manos trabadas y sin apenas saber nadar, se lanza a las aguas del río; los guardias civiles burlados no emprenden la persecución del detenido y denuncian su fuga, no al puesto próximo de Endarlaza, sino al cuartel de Behobia. De añadidura, las posteriores investigaciones del magistrado Ríos en el cuartel de Intxaurrondo arrojan la sorprendente conclusión de que los responsables de ese establecimiento afirman no llevar -contra lo dispuesto en los reglamentos del propio cuerpo- el libro de registro de entradas y salidas del personal y de vehículos. Una fantasmal «coordinadora de guardias civiles de Intxaurrondo» comunica a medios informativos de Barcelona la posibilidad de que Mikel Zabaltza hubiera muerto a consecuencia de torturas. La novia del infortunado joven -a la que también se le había aplicado la ley antiterrorista y que luego fue dejada libre sin cargos- testimonia que vio a su compañero en las dependencias de Intxaurrondo, primero «con las manos atadas y con una bolsa de plástico amarilla en la cabeza», luego acostado en una camilla, después de la hora en la que según la versión oficial fue trasladado a Endarlaza.

La independencia del poder judicial de la España democrática permite esperar que las circunstancias de la trágica muerte de Mikel Zabaltza sean elucidadas y que las dudas o temores en tomo a la veracidad de las versiones oficiales sobre el caso puedan esclarecerse ante los tribunales. Una vez aparecido el cadáver del malogrado muchacho, corresponde al juez de instrucción, con la ayuda de los médicos forenses, descartar o confirmar las hipótesis hasta ahora manejadas.

Este brutal acontecimiento, enraizado en la historia de la violencia última del País Vasco, necesita un esclarecimiento total. Independientemente de las responsabilidades penales, hay que exigir las responsabilidades políticas del caso. La virtualidad de un sistema democrático consiste precisamente en eso: la capacidad e independencia de un poder judicial que puede llegar a establecer la verdad de lo sucedido. La claridad y, en su lugar, la exigencia a cualquier nivel de responsabilidades constituyen la única salida democrática para este hecho. Por el momento, sólo se puede estar a la espera de que se contesten convincentemente las interrogantes que rodean esta muerte.

19 Diciembre 1985

Sobre una muerte instrumentada

ABC (Director: Luis María Anson)

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La vida democrática, lo mismo que el diálogo racional reposa sobre el respeto a los hechos. Todas las opiniones podrán ser discutibles, pero los hechos son inamovibles ignorarlos en la discusión y en la polémica, en la referencia y en el debate, es apostar para que la convivencia se convierta en un monólogo de locos. Esto es lo que nos sugiere aquello que fue, y aún lo que pudo ser, la hornada de ayer en algunas partes de Vasconia. Lo ocurrido ha sido un organizado desprecio a los hechos y a la verdad, a la justicia y a la razón. Una acometida frontal del abertzalismo a las Fuerzas de Orden Público.

Hemos sido nosotros los primeros, tanto el lunes como el martes últimos, en esta misma página los que hemos pedido que cayera todo el peso de la ley sobre los responsables de la muerte de Miguel Zabalza, si es que había alguna responsabilidad que exigir porque existieran responsables de ello. Y cuando eso escribíamos, señalábamos de forma absolutamente clara la exigencia de que prevaleciera el derecho “Si en las investigaciones que se hagan – escribíamos el lunes – y que se deben hacer hasta el esclarecimiento total de los hechos, se demostrara que existió alguna responsabilidad en algún miembro de la Guardia Civil, pediremos que se les aplique la Ley con todo su rigor”. Al día siguiente, y pese a que, sabidos ya los resultados de la autopsia, todos los indicios racionales descartaban las más de las hipótesis inculpatorias para los miembros de la Guardia Civil concernidos en el suceso, escribíamos: “…pensamos que la legitimidad moral de las Fuerzas del Orden se mantiene, frente a la ilegitimidad radical de los terroristas, con el castigo inexorable de los defensores del Estado que violen la Ley”.

Pues bien, pese a que posteriores investigaciones médicas y forenses sobre el cadáver del infortunado Miguel Zabalza demuestran que murió ahogado en el río, y a despecho que en las confirmaciones de las primeras pruebas sobre naturaleza de la asfixia que se produjo la muerte figure el testimonio forense de la médica danesa traída por la familia del ahogado, pese a todo ello las fuerzas del aberzlaismo a las que se ha sumado en el último momento el Partido Comunista de España – acaso por su conexión política con Euskadiko Ezkerra – han despreciado la prueba forense y la prueba policial.

La verdad de los hechos ha sido manipulada por los instigadores y las estrategias de la desinformación. Vasconia no arde por sus cuatro costados a causa de la prudencia o de la condición razonable de los promotores de esta campaña. Las cosas no han llegado a mas por que la Guardia Civil y las demás Fuerzas de Seguridad del Estado permanecen en sus puestos, aplicadas a la defensa del orden, de las libertades y de la unidad nacional. Eso lo saben perfectamente los del ‘que se vayan’. No se trata de que sea difícil detener un mecanismo popular de protesta que se puso en marcha durante los primeros momentos de perplejidad y confusión, luego de que desapareciera Miguel Zabalza, la realidad es otra. De lo que se trata es otra. De lo que se trata es un asunto enteramente distinto ese mecanismo existe desde hace una década, y no resulta, naturalmente, de la falta de libertades, sino de la explotación revolucionaria del terrorismo, explotación exterior que, en las actuales circunstancias, tiene utilidades puntuales y específicas que cubrir.

Por eso mismo hay algo más en los actuales momentos que una simple continuación de la sabida campaña de desprestigio contra la Guardia Civil, sincronizadamente servida en toda ocasión desde las terminales del Este en los medios informativos. No importa a los promotores últimos que no se haya podido en la muerte de Zabalza probar cargo alguno contra ningún miembro de la Guardia Civil.

La rueda tiene marcha sobrada una vez que ha sido alimentada con impulsos adicionales, pero la dirección suya es independiente de sus impulsores y se hace con control remoto. Puede pensarse que con el cadáver de Zabalza ha comenzado la campaña del Este para el referéndum sobre la OTAN. Entretanto a la Guardia Civil se la ha injuriado desde plataformas de probada cobardía morl. Algo tendrá que hacer el fiscal general del Estado, pues las ofensas, aunque tomaran como estribo las confusas circunstancias primeras que envolvían a algún guardia civil en concreto, apuntaban por elevación contra el honor del Instituto. No habría de bastar, por eso, las querellas que se interpusieran desde la Guardia Civil misma. Si las fuerzas políticas españolas, especialmente las fuerzas políticas vascas hubieran cumplido puntualmente con su deber como lo ha hecho la Guardia Civil y el entero Ejército durante la década del a transición, ni el terrorismo estaría donde está ni la conspiración extranjera habría medrado como lo hace ni tampoco Vasconia padecería la ruina económica y el daño moral que padece.

22 Diciembre 1985

La gente de Mikel

Karmentxu Marín

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El miércoles fue enterrado en Orbaiceta Mikel Zabaltza, el joven de 32 años cuyo cadáver esposado fue encontrado, según la Guardia Civil, en el río Bidasoa el domingo pasado. Zabaltza había sido detenido 20 días antes y desapareció, a tenor de la versión oficial, tras escapar de la Guardia Civil, que le conducía esposado para que localizara un supuesto zulo (escondrijo de armas) en un túnel junto al Bidasoa. Los resultados de la autopsia indican que murió ahogado, aunque aún se desconoce la procedencia del agua que llevaba en los pulmones. El Defensor del Pueblo ha denunciado el incumplimiento de algunos preceptos de la ley antiterrorista y de la de Enjuiciamiento Criminal.

Cuando José Luis Molinat llegó de párroco a Orbaiceta, hace 14 años, tenía un monaguillo majo y atento, hijo mayor de una larga familia de nueve hermanos. La familia vivía a cinco kilómetros de la iglesia, en la antigua fábrica de armas, y le puso a la vivienda el diminutivo vasco de la flor: Casa Loretxo.El monaguillo, un mozo de 18 años, se llamaba Mikel, Mikel Zabaltza, y era pastor, como toda su familia. Había dejado la escuela cuatro años antes y ahora andaba todo el día con el ganado, jugando con el Pirineo de un lado a otro, midiendo sus faldas centímetro a centímetro con el trabajo diario, porque tenía unos primos carnales junto a Saint Jean Pied de Port y porque él no pensaba que su conocimiento de las cañadas y de los valles, su identificación con los accidentes geográficos del monte pudiera un día volverse tan en su contra como para convertirse en una factura que le pasara la muerte.

Una fáctura -se lamentan sus compañeros- presta a ser firmada por quienes pretenden llegar a conclusiones, por ejemplo, porque un coche pase reiteradamente la frontera, sin pararse a considerar si la distancia entre San Sebastián y la casa de los padres es más corta por el lado de allá del Pirineo o si en el automóvil no va un mugalari, sino un compañero de trabajo del dueño, a quien éste se lo presta habitualmente para que lleve a su hijo al dentista a Anglet.

El cura recuerda a Mikel con afecto y dice que «era servicial, muy atento. Era, en definitiva, un buen hombre». Había nacido en Navarra, en Orbaiceta, y jamás perdió el amor por ese grupo de casas ligeramente inclinado sobre la carretera que va a Roncesvalles, a 60 kilómetros de Pamplona, y que, con sus ahora 291 habitantes, como recalca el alcalde, constituye el mayor ayuntamiento del valle de Aezkoa.

El pueblo del que ya Mikel no saldrá nunca vive de la patata y de la ganadería y, según su alcalde, Jesús María Goikoa, de 26 años, tiene un alto número de jubilados, 65 o 70, hasta el punto de que los más de dos millones de peseta: que llegan allí todos los meses, en concepto de pensiones de la Seguridad Social, son una de las fuentes de ingresos más importantes de la localidad.

En la misma época en que Mikel Zabaltza se convertía en el primer monaguillo que tuvo en Orbaiceta el párroco Molinat, su primo y últimamente compañero de trabajo, Alejandro Zabaltza, le acompañaba alguna vez de fiesta por los pueblos, de baile a Burguete. El pastor del monte Aizpegui no era muy hablador, pero sí aficionado a la juerga cuando había que meterse en ella. ¿Y de chicas? Dice su primo que, por entonces, «Mikel, de chicas, pues normal». ¿Y qué quiere decir eso? «Pues normal, ya me entiendes».

Familia de maestros

Pasaron los años. Los otros hijos de la familia Zabaltza fueron estudiando, «porque, ¿sabe?, él siempre trabajó para sus hermanos». Y Miguel Zabaltza, un hombre menudo de ojos brillantes, enfundado en una gabardina clara sobre la que lleva un brazalete de luto, va enumerando lo que hacen los ocho hijos que le quedan: una es maestra en Barañain, un barrio de Pamplona; otra, de 21 años, está casada en Aoiz, y también es maestra, aunque no ejerce; otra está en la Universidad, haciendo ingeniería técnica industrial; otra más es maestra, y está casada con el maestro de Saldia; otro trabaja en la Caja Rural de Arive.

En casa quedan aún dos chicos y una chica. «Él siempre trabajó para sus hermanos, y ellos le tenían como un padre», dice Miguel Zabaltza, mientras espera junto a la iglesia el cuerpo de su hijo mayor.

Si Mikel no hubiera trabajado para sus hermanos, quizá no hubiera habido en la casa para tanto magisterio. «Mire, yo soy jubilado, pero antes andaba con el ganado en el campo y labrando la tierra, era agricultor y ganadero pero de poca monta, porque en estas montañas hay unos barrancos y unos sitios que no dan para mucho más», dice el padre.

Por eso, cuando salieron unos contratos temporales de la Diputación Foral para realizar en verano tareas de limpieza de montes y de bomberos, el mayor de los Zabaltza se apuntó, y estuvo por la zona de Lesaka. Y después, cuando tenía alrededor de 27 años, encontró un trabajo estable, como conductor de la Compañía del Tranvía, de San Sebastián. Cinco años después, el pasado 15 de diciembre, su cadáver esposado llevaba el pantalón del uniforme cuando, según la Guardia Civil, fue encontrado flotando en el río Bidasoa. Hallazgo a modo de macabra respuesta a las paredes de Pamplona, donde decenas de manos habían escrito: MikeI non dago? (¿Dónde está Mikel?).

En Guipúzcoa no le iban mal las cosas. Y Mikel dejó de estar de patrona en Bidebieta-La Paz y se compré un piso de protección oficial, tres habitaciones y salón comedor, en la calle Bertsolari Txirrita, en Alza, cerca de su trabajo. Le encantaba pasar horas en él, colocando planchas de tarima, viendo cómo iba a ponerlo, los tabiques que iba a tirar, los tresillos que le había tapizado su compañero José María Valle.

Orbaiceta

Cuando éste se acercaba, Mikel le recibía con un «¿Qué pasa, míster?», y luego le hablaba del valle de Aezkoa, de Orbaiceta, de cuándo podría cambiar un turno, porque tenía ganas de ir a su pueblo, que estaba en una zona muy bonita, llena de bosques, muy buena para hacer camping. Valle le preguntaba si se iba a casar ya con Idoia, llevaban cuatro años y estaban muy unidos, y él decía que todavía no tenía acabado el piso, que lo iba arreglando poco a poco.

No iba mucho de potes. «Cuando se colocó en el barrio», cuenta Mariano Lopetegui, también compañero suyo y cuñado de su novia, «alguna vez jugábamos al tute subastado frente a la clínica del Pilar. últimamente, algun vinito echábamos, después del trabajo, pero luego se iba para casa, porque lo que más ilusión le hacía era acabar la obra del piso. Por eso le gustaba más el último horario, de tres a doce, porque así por la mañana se quedaba haciendo chapuzas en casa, pintaba, empapelaba».

Y, en cuanto podía, cogía el coche y se iba a Orbaiceta, a ver a la familia, a la fiesta de algún pueblo, a jugar un campeonato de mus, de pareja con su hermano Íñigo, como le recuerda el alcalde. «Cuando íbamos de fiesta, además, preparaba unas buenas sopas de ajo y cordero asado, en lo que era especialista. Era un buen cocinero», cuenta su primo Alejandro. Y tenía, desde hace tiempo, una ilusión: conocer La Rioja, adonde le había invitado otro conductor de la Compañía del Tranvía, Domingo Reinares, justamente el fin de semana del día 29, excursión truncada por la detención de MikeI.

Ninguno de sus compañeros le oyó jamás hablar de política. Nadie de quienes trabajaron con él, de quienes le conocieron en el pueblo, de los miembros de su familia, cree que tuviera una relación ni remota con ETA. Para empezar, en la Compañía del Tranvía de San Sebastián estaba afiliado al sindicato ELA, próximo al Partido Nacionalista Vasco, cuyo presidente, Jesús Insausti, asistió a su funeral. Algunos de sus amigos comentaron que en la pasada campaña electoral llegó a pegar carteles del PNV por los pueblos, con un hermano suyo. Por eso Mariano Lopetegui entiende a la madre de Mikel, Garbiñe Gárate, cuando dice: «32 años de una vida como la de este chico y que le maten como a un perro».

Lopetegui fue el último que vio a Mikel en las cocheras de los autobuses, la noche del 25 de noviembre. «Salió a las nueve y veinte, cuando yo llegaba. Le dije que íbamos a tomar un pote y me contestó: ‘No, que tengo sueño’. Otro compañero nuestro me dijo después que, a las diez menos veinticinco, subió con él en el ascensor de su casa. A las dos y media de la madrugada del día 26 se presentaron a detenerle». Y añade: «Que digan ahora que el coche de Mikel pasaba mucho la frontera. Ese coche lo he llevado yo más de 20 veces a Francia para ir con mi chaval al dentista, porque tenía carta verde, y, además, cuando él venía a su pueblo lo hacía muchas veces por el otro lado de la frontera, porque el camino es más corto que por Pamplona».

Mikel ha tenido una escolta amplia y uniformada para bajar, por última vez, la cuesta que une la iglesia de Orbaiceta con el cementerio. La práctica totalidad de la plantilla de la Compañía del Tranvía de San Sebastián ha llegado en dos autocares, directivos e inspectores incluídos. Alguno ha dejado sus vacaciones en Cádiz, que había iniciado dos días antes, para despedirle. Todos han decidido acudir de uniforme, porque, como explica Edurne Agirretxe, la única mujer que conduce un autobús de la empresa, es un homenaje de los trabajadores, de sus compañeros.

«No hay crimen perfecto», dice Edurne, dolorida e indignada. «Era unjatorra, qué te voy a decir. Tenía un trato correctísimo y era una persona de diálogo constructivo. No hablaba de chorradas. Para mí, Mikel será siempre un símbolo de identificación vasca, nacional. Son muchas cosas. Y que nadie le relacione con ETA, ni nada de eso. A él le gustaba mucho hablar euskera desde crío. Siempre saludaba con un Kaixo! al entrar en la cochera. Pero lo demás…»

Telesforo Martín, un inspector de la compañía, jefe de Mikel Zabaltza, dice que éste era «más bien callado, muy tranquilo, de trato muy agradable y siempre dispuesto a cambiar un turno a un compañero, a hacer un favor. Como empleado era muy bueno, y prueba de ello es que la empresa ha apoyado absolutamente todas nuestras acciones en protesta por su desaparición y muerte. El día que hicimos una de las huelgas, la empresa nos cedió un autobús para que fuéramos al pleno del Ayuntamiento.

Idoia, su novia

«Desde luego», sigue el inspector, «si dicen que estaba metido en algo que me expliquen de dónde sacaba el tiempo. Este verano, por ejemplo, estuvo saliendo de trabajar a las doce y pico de la noche, y por la mañana le veíamos paseando con una cuñada suya. El tiempo se lo habrá sacado el ministro del Interior de la manga».

Desde que salió de las manos de la Guardia Civil, Idoia Aierbe, vinculada durante un tiempo a las Gestoras Pro Amnistía, no duerme. Cuentan sus hermanas que el médico le ha recetado pastillas para descansar, pero que no logra ni cerrar los ojos si no hay luz encendida, si no hay gente junto a ella. Cuando se le pregunta por su novio sólo logra decir que «era muy solidario con la gente», que «ayudaba desinteresadamente a todo el mundo» y que, por favor, no se le hagan más preguntas.

«La prueba de que Mikel no era de ETA es que las otras cinco personas a las que detuvieron con él han sido puestas en libertad», dice Maritxu Aierbe. «Sin cargos, sin fianza», añade Ana, otra hermana.

«No nos creemos la versión oficial de la muerte de Mikel, pero si todo esto sirviera, al menos, para que desapareciera la Ley Antiterrorista… Aunque, desgraciadamente, no creemos que éste vaya a ser el último caso».

Se cruzan preguntas unas a otras. ¿Cuándo se ahogó Mikel? ¿Dónde? Y hablan al aire: «Teniendo la verdad, nos sentimos impotentes. Las torturas existen. Mikel era un hombre de paz». Idoia le vio en el cuartel de Intxaurrondo, con una bolsa de plástico en la cabeza. Le oyeron quejarse. La versión oficial niega que alguno de los detenidos pudiera verle, pero su novia describió con toda exactitud la ropa que llevaba puesta, la misma ropa con la que luego apareció el cadáver. Ha ido también al entierro Jon Arretxe, otro de los detenidos, quien afirma que le sumergieron la cabeza cinco veces en una corriente de agua. Tendría que ser el río, piensan todos. ¿Cuándo se ahogó Mikel? ¿Dónde? Su madre tiene muchas sospechas y una certeza: «La Guardia Civil me lo llevó vivo y me lo devolvió muerto».

Un pueblo tranquilo

Orbaiceta era un pueblo tranquilo. El cuartel de la Guardia Civil que había hasta el año pasado lo trasladaron a Arive, a seis kilómetros. «El pueblo era tranquilo», dice el alcalde, «pero quedará marcado durante mucho tiempo, y aquí no se cree nadie ni la versión oficial de la muerte de Mikel Zabaltza ni su presunta relación con ETA. Para darse cuenta de hasta qué punto la juventud de este pueblo es apolítica puedo decir que yo tengo 26 años y que las primeras manifestaciones a las que he asistido en mi vida son éstas, por la muerte de Mikel. Yo hasta ahora no me había dado cuenta de lo que es la Ley Antiterrorista».

21 Diciembre 1985

Una sola pregunta

Antonio Izquierdo

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No sé si antes o después de que un sacerdote equiparase la muerte de Miguel Zabalza con la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, una mano anónima trazaba una felicitación de Navidad para enviar a sus compañeros y amigos. Es una tarjeta sin abetos luminosos, ni angelotes rubios o morenos cantando a coro un villancico. No hay en el dibujo guirnaldas de oro o plata ni muérdagos ribeteados de circulitos rojos. En el ángulo superior izquierdo, el emblema de la Guardia Civil; a su derecha puede leerse “Feliz Navidad”. La imagen es patética: un número del Benemérito Instituto, en posición firmes, sujeto el tricornio en la mano izquierda a la altura del pecho, agujereada la espalda por la metralleta criminal, comparece ante una nube a la que asoma una mano ofreciendo un Cáliz. El guardia civil interroga: “¿Cumplí con mi deber, Señor?”.

El dibujo no es bueno, posiblemente sus trazos se realizaron en la vigilia de una alta tensión cuartelera, en esa CasasCuartel de tan gloriosa y sacrificada tradición española, convertidas, por la Guerra Sucia del Norte, en débiles fortines acechados por un adversario que mata sin piedad, sin aviso previo, sin declaración de guerra. Digo que el dibujo no es bueno, pero su simplicidad, tan llana, tan ingenua, tan triste, produce un escalofrío. Cuando un crhistma abandona la ternura festiva de las campanas, las veres ramas, las caras infantiles sonrientes para tornarse en cáliz amargura, es que algo muy profundo, muy doloroso muy trágico sucede en torno al improvisado artista.

Se pregunta Ortega y Gasset en unos memorables ensayos que cómo ha de ser la vida para que la vivienda se resuelva en castillo. Cabría preguntarse ahora cómo ha de ser la vida cotidiana para que la tarjeta de felicitación navideña se convierta en una interrogación formulada a Dios, tras haber sido abatido por el plomo enemigo. Ciryl Joly sitúa en una noche de Navidad el asalto a Europa. Vuelvo a ojear con minuciosidad la estampa y me pregunto si el oscuro soldado que dibujó este christma no estará salvando, desde su posición abnegada, a toda una civilización mientras otros en lo saltares bendicen y santifican a los autores de tanto desmán. He oído alguno de los debates en el Congreso y he sentido náuseas. Me apena y me irrita que mueran servidores del Orden Público. Me apena que hombres jóvenes, compatriotas mío, caigan defendiendo a una patria inexistente, fabricada por oscuros manejos internacionales para teñir de luto, de dolor, de sangre y de lágrimas tantas y tantas navidades.

Antonio Izquierdo

19 Diciembre 1985

La autopsia de Zabaltza

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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LA HUELGA general convocada ayer en el País Vasco y Navarra, en protesta por la muerte de Mikel Zabaltza, fue precedida por la difusión pública de los resultados de la autopsia del cadáver, practicada bajo el control del juez de instrucción de Pamplona. El dictamen forense no contradice la versión dada por el Ministerio del Interior y excluye a la vez otras hipótesis. Mikel Zabaltza pereció ahogado. Su cuerpo no presentaba huellas de malos tratos y había permanecido en las aguas del río entre 15 y 20 días. Ahora bien, el dictamen forense, según el cual Zabaltza murió asfixiado por sumersión, no cierra la discusión -como sugirió acertadamente el propio fiscal general del Estado- sobre ese trágico suceso. Persisten las dudas sobre cómo llegó Zabaltza a sumergirse en el río, toda vez que apenas sabía nadar y se hallaba además esposado, con lo que cualquier intento de vadearlo parecía condenado al fracaso.No es preciso para nada alinearse con los terroristas -pese a las insinuaciones avanzadas ayer en el Congreso por el ministro Barrionuevo- a la hora de buscar hipótesis que permitan conciliar los resultados de la autopsia con otras posibilidades interpretativas no coincidentes con la versión oficial. Ese esfuerzo de imaginación lleva a algunos a alumbrar diversas conjeturas, desde un suicidio compulsivo para huir de una amenaza de torturas hasta el ahogamiento criminal de Mikel Zabaltza. Lo sucedido años atrás con Grimau y con Enrique Ruano alimenta a la imaginación en esas tesis. Ahora bien, la carga de la prueba de acusaciones de este género correspondería a quienes las formulen y no a las personas contra las que se dirigen. El Ministerio del Interior y la Guardia Civil no tienen que probar que no actuaron exactamente en la forma descrita en su versión oficial, compatible con los resultados de la autopsia. Y el principio acusatorio, elemental de un Estado de derecho, prohíbe que la arriesgada conjetura del homicidio por terceros de Mikel Zabaltza pudiera prevalecer sobre la explicación ministerial de su fallecimiento. Por lo demás, pocas dudas existen acerca de la independencia y la competencia de los dos jueces -Francisco Ríos y Fermín Zubiri- que han intervenido hasta ahora en el caso. Ambos instructores han dado sobradas pruebas de que los únicos objetivos de su labor son el esclarecimiento de los hechos y la dilucidación de responsabilidades. Mientras no surjan nuevos datos, el dictamen de los forenses no resulta contradictorio con la versión policial de la muerte de Mikel Zabaltza.

Sin embargo, la extensión y la violencia de la huelga de ayer en el País Vasco y en Navarra se explican en buena parte por la reacción emocional de muchos ciudadanos, moralmente convencidos de que Mikel Zabaltza falleció a consecuencia de los malos tratos recibidos. Para explicar las causas de esa generalizada presunción de culpabilidad dirigida contra la Guardia Civil y el Ministerio del Interior por sectores significativos de ambas comunidades autónomas no basta con referirse a las campañas de agitación -en sí mismas ciertas- de los grupos nacionalistas radicales emparentados política o ideológicamente con ETA. También es preciso recordar que la larga y dolorosa etapa de represión generalizada, ausencia de garantías procesales y conculcaciones de derechos humanos iniciada bajo el franquismo y aún no concluida bajo la democracia ha contribuido a la deslegitimación del Estado en esos territorios. La inteligente declaración del Gobierno de Vitoria señala que el caso Zabaltza ha puesto de relieve la existencia de «un profundo rechazo por parte de la población vasca ante cualquier versión que provenga de las actuales fuerzas de seguridad del Estado». Si el Gobierno socialista continúa aferrado a sus dogmáticas anteojeras que le impiden analizar serenamente las causas profundas de ese rechazo y examinar autocríticamente sus propias responsabilidades en esa deteriorada situación, el conflicto vasco seguirá recorriendo un camino circular -de Ryan a Arregui, de Ibarzábal a Zabaltza- y ahondando las distancias entre las instituciones estatales y la confianza de los ciudadanos. El lastimoso espectáculo de impertinencia, nervios incontrolados y agresividad dado ayer por su ministro del Interior en el Congreso hace temer que estemos todavía muy lejos de esa deseable etapa de reflexión.

Otro ejemplo de la resistencia a morir de las prácticas del pasado es la desenvoltura con que el ministro Barrionuevo ha sentado como un hecho probado la culpabilidad de Mikel Zabaltza basándose exclusivamente en las declaraciones prestadas por otros detenidos. Aunque el Gobierno socialista no cese de esgrimir el principio constitucional de la presunción de inocencia en favor de los miembros de las fuerzas de seguridad, el responsable de Interior parece resuelto a usurpar las funciones del poder judicial y a dictar sentencias condenatorias por su cuenta a partir del principio inconstitucional de la presunción de culpabilidad. Esa aplicación de la ley del embudo ha permitido a José Barrionuevo decretar que el fallecido Mikel Zabaltza era un mugalari de ETA y mantenía estrechas relaciones «de amistad y camaradería» con cualificados miembros de la banda terrorista. La muerte del inculpado impedirá, desgraciadamente, que los tribunales puedan confirmar o invalidar tan graves acusaciones. Entre tanto, sin embargo, las cuatro personas detenidas al tiempo que Mikel Zabaltza, a las que se aplicó la ley antiterrorista y cuyos testimonios fundamentan la sentencia ministerial condenatoria contra el malogrado joven, han sido puestas en libertad «al no poderse comprobar fehacientemente su relación con ETA». ¿Alguien da más en esta subasta de incongruencias?

En cualquier caso, el tiempo transcurrido entre el anuncio de la desaparición de Mikel Zabaltza y el descubrimiento de su cadáver flotando en las aguas del Bidasoa han mostrado el alto grado de inseguridad jurídica que la aplicación de la ley antiterrorista está sembrando en el País Vasco. Porque los 10 días de detención gubernativa -en régimen de incomunicación, sin asistencia letrada eficaz y bajo la inoperante tutela teórica de unos juzgados situados en Madrid- de esa legislación excepcional crean las condiciones para que las garantías constitucionales básicas de los detenidos puedan ser burladas y para que los derechos humanos de los interrogados, conculcados. Tal vez los miembros del Gobierno y los parlamentarios que votaron la ley antiterrorista llegaron a creer honradamente que los 10 días de aislamiento en cuartelillos y comisarías nunca serían utilizados como un espacio exento donde la tortura se convierte en ominosa posibilidad. En tal caso, la lectura del informe del Defensor del Pueblo -que ha realizado por vez primera un seguimiento de la aplicación de la ley antiterrorista- sobre el asunto Zabaltza les sacará de su error. A menos que aprueben los procedimientos utilizados en los interrogatorios y disculpen el orillamiento de las garantías procesales garantizadas por la Constitución.