7 septiembre 1980

Estados Unidos apoyó a Irak en su deseo de desestabilizar el régimen integrista islámico de Jomeini

Irak invade Irán e inicia una brutal guerra entre los regímenes de Sadam Hussein y el ayattolah Jomeini que acabará en tablas

Hechos

  • El 22.09.1980 tropas de Irak cruzaron la frontera de Irán dando comienzo a una guerra entre ambos países.
  • El 20.08.1988 ambos países firmaron la paz, ambos se declararon vencedores.

14 Agosto 1988

Irán e Irak encaran con recelo una paz sin gloria

José María Carrascal

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Ha sido la guerra de las ilusiones y la paz del desengaño. Tanto Irán como Irak creyeron que iban a obtener una victoria fácil y lucrativa. Ocho años y un millón de muertos después, han tenido que contentarse con una tregua que no añade la menor gloria a ninguno de los dos. Pocas veces han fallado tanto unos cálculos no de un contendiente, sino de ambos. Lo que a la postre ha permitido el compromiso. Las últimas consecuencias de la contienda en el golfo Pérsico, no obstante están todavía por venir y puedan ser desastrosas para los dos gobiernos.

De los muchos hilos que deja pendiente esta guerra, tal vez el más quebradizo es el de su culpabilidad. Según la resolución del Consejo de Seguridad que sirve de base para el alto el fuego, una comisión internacional tiene que estudiar lo ocurrido y decidir responsabilidades sobre ello. Un trabajo nada de envidiar. La guerra Iran-Irak surgió de una compleja rivalidad que mezcla problemas antiguos y modernos. Está, por una parte, la hostilidad secular entre árabes y persas, que se pierde en la historia. Está, por la otra, la hostilidad religiosa entre las dos ramas del Islam, la chií, predominante en Irak. Está también la hostilidad personal entre el presidente Hussein y el ayatollah Jomeini, después de que el primero expulsó al segundo de su territorio, donde estaba exiliado, a requerimiento del sha. Y está, por último, la rivalidad geopolítica de quién es la potencia dominante en el golfo pérsico.

La ocasión

Todo ello se dio cita en 1980, a raíz de estallar la revolución fundamentalista en Irán trayendo casi obligatoriamente el estallido de las hostilidades entre los dos países vecinos. Aunque Irak alega que lo primero que hizo Jomeini en el poder fue tratar de desestabilizarle enviándole revolucionarios e incluso asesinos de presidente, técnicamente no ofrece la menor duda de que quien inició la guerra fue él, ya que sus ejércitos fueron los que primero atacaron en septiembre de aquel año.

Sin duda alguna. Hussein creyó que el caos que la revolución había traido a sus vecinos, junto a las purgas del ejército decretadas por los ayatollah, le garantizaban una victoria rápida tras una guerra relámpago apoyado en un ejército bien entrenado y armado. Ello iba a permitirle, por lo pronto, asegurarse las reivindicaciones territoriales que tenía cerca de su rival. Luego, llenar el vacío que el derribo del sha había dejado en la región.

Pero pronto comprobó que había sido uno de los cálculos más equivocados que ha hecho un gobernante en la moderna historia. La invasión iraquí despertó el sentimiento nacionalista enn todos los iraníes, que se pusieron como un hombre tras su Gobierno. A ello se unió el sentimiento religioso, que tenía ya en estado febril a aquellas multitudes. El resultado fue la movilización total del país, desde los niños a los viejos, dispuestos a morir no sólo por su patria, sino también por su fe. La tradición chií de marido, que promete el paraíso a todo le que da la vida en lucha por una causa santa, predicada por los ulermas desde todas las mezquitas, representa una reserva casi inagotable de voluntarios para el frente.

En este, las tomas cambiaron rápidamente. La ofensiva iraquí fue frenada y el contrataque iraní, en oleadas humanas, les permitió no sólo recuperar el terreno perdido, sino también avanzar por el contrario. El puerto de Basora fue escenario de la más larga y cruenta de las batallas, estando a punto varias veces de caer en manos de los invasores. La propia Bagdag se vió lejanamente amenazada o por lo menos los accesos a la misma. Cuando los iraquíes se vieron demasiado presionados, no vacilaron en usar armas químicas, como han documentado las misiones de la ONU. Y ha sido repetidamente. El peso de Irán, con cuarenta y seis millones de habitantes y una extensión mucha mayor que la de Irak con sólo dieciséis millones, se hizo notar en algunos momentos casi angustiosamente.

Intereses creados

Y no sólo sobre Irak. Había mucha gente interesada en que Irán no ganará. Por lo pronto, los Estados moderados árabes del Golfo, que veían a Jomeini como una amenaza. (…)

Lo que han sido los ocho años de esa guerra, la más sangrienta desde la Segunda Mundial, está en las memoria de todos. A lo largo de ellos, el Consejo de Seguridad trató de detener la carnicería, pero se encontró siempre con una demanda implacable de Irán: la ONU debía antes condenar a Irak por agresor. Sin esta condición previa, que naturalmente Irak y sus numerosos amigos en esta casa rechazaban, no estaba dispuesto al alto el fuego.

Cálculo fatal

Posiblemente Jomeini y sus seguidores confiaban en la victoria final, apoyados en el apoyo ciego de sus súbditos y en la fe divina que les anima. Ultimamente, sin embargo, se notaba en aquellas multitudes un cierto cansancio y en su liderato síntomas de divergencias, aunque nunca surgieron a la superficie. Mientras Irak, desde que se dio cuenta de lo mal que había hecho sus cálculos, se había mostrado dispuesto al alto el fuego.

¿Qué fue lo que trajo el cambio en Teherán? No tenemos evidencia de ello, pero mucho apunta a uno de los hechos más trágicos de toda la contienda: el derribo del Airbus iraní, a cargo de un navío de guerra norteamericano, que lo confundió con un avión militar.

Cuando los iraníes vieron que ni siquiera la muerte de 290 inocentes conseguía movilizar la opinión internacional en su favor, debieron percatarse de que, por mucho que hicieran, no podrían nunca ganar contra todo el mundo. Y aceptaron la tregua. Momento aprovechado por Irak para lanzar una última ofensiva y nivelar un poco las cosas. Pero el compromiso está en el aire.

Un compromiso costosísimo, ya que al millón estimado de muertos se une la destrucción de las ciudades de uno y otro país y su empobrecimiento general. Se calcula que cada uno han gastado alrededor de 400.000 millones de dólares en esa guerra, para al final no haber conseguido nada de lo que buscaban, ni territorial, ni políticamente.

Cuando iraníes e iraquíes empiecen a preguntarse ¿por qué? Por qué los ocho años de sacrificios, la pérdida de tantas personas queridas y un retraso de casi una década de desarrollo, puede que llegue el momento más difícil para ambos gobiernos. De momento sin embargo, todo el mundo parece allí demasiado exhausto para preguntarse eso, ni nada. Y menos mal que existe la ONU que dispuso el armisticio, porque si no, estarían todavía luchando.

29 Mayo 1982

Jomeini vence a Saddam Hussein

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera Cortázar)

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SADDAM HUSSEIN partió en guerra contra Jomeini y anunció que iba a derrotarle en seis días; año y medio después ha perdido la guerra. Como en las batallas antiguas de rey contra rey, la de Irak contra Irán se centraba también en los nombres propios. Irak esgrimía la razón de rectificaciones fronterizas, de sus derechos históricos de soberanía sobre la vía de agua de Chat el Arab, ocupado por Irán: el caso de guerra siempre disfraza otras razones, y la razón última era la caída de Jomeini y la conversión de Irán en algo que no fuera esta tea incendiaria de la revolución islámica: pensaba Saddam Hussein -y con él otros cerebros más lejanos, otros centros de decisión más importantes- que bastaría con una buena derrota para que fuerzas interiores -la oposición fusilada, las víctimas de la rigidez coránica, el ejército diezmado por su lealtad al sha, la población que ha cambiado un terror por otro y un hambre por otra- buscaran un nuevo Gobierno interior: quizá una república tranquila, quizá un socialismo cómodo. Muchos actos de los que comienzan una guerra proceden de un error de cálculo -véase la de las Malvinas- sobre la capacidad de respuesta del enemigo, del agredido. El Ejército iraní, que ha vencido al de Irak, representaba ese caos que hace temblar de horror a los buenos militares y les da falsa seguridad de que lo van a barrer -como en la revolución rusa, en la mexicana o, más atrás, en la francesa-, viejos oficiales tratando de poner orden en lo que se suele llamar hordas populares, con mezcla de ancianos, mujeres y niños armados. Esa chusma ha ganado, si se puede considerar como ganar la guerra el haber recuperado todos los territorios perdidos, haberse asentado en Chat el Arab, haber hecho miles de bajas y de prisioneros. Siempre estamos ante situaciones arcaicas que se repiten inexorablemente: si Galtieri ha conseguido una especie de unidad nacional con su diezmada y torturada oposición ante el asombro de un mundo más racionalista, Jomeini la consiguió con su proclama de guerra santa, con la exhibición real de su propio territorio ultrajado y de sus riquezas -Abadán- bombardeadas y paralizadas.No consiguió lo mismo Saddam Hussein con la frialdad de su guerra calculada, con su ejército profesional bien pertrechado. Saddam Hussein partió en guerra sin intentar movilizar a sus poblaciones. Por el contrario, le interesaba hacer ver que no era necesario un esfuerzo excesivo, que la retaguardia no tenía nada que temer ni nada que sufrir. Cuestión de un cierto estilo militar quizás, pero, más allá de él, muy poca seguridad también en su propia población civil. En sus chiitas, en sus revolucionarios musulmanes -tantas veces reprimidos-, en sus comunistas diezmados, en la generalidad de unos ciudadanos sometidos a una dictadura. Contaba con algo que le parecía mejor: una santa alianza contra la revolución. Detrás, Estados Unidos, apostando por ahí su deseo de venganza contra Jomeini. Más cerca, los emiratos del golfo Pérsico, con su gigantesco dinero que no le han regateado, los países árabes conservadores o girados de bando. Egipto le ha mandado armas y consejeros militares; Turquía, víveres y objetos de consumo (hasta que Irán cortó la línea férrea); Francia, el Reino Unido, Alemania Federal, Italia le han vendido armas (se ha gastado en ellas, dicen, hasta 30.000 millones de dólares, pagados por el petróleo de Arabia Saudí y otros aliados, de donde resulta que ahí iba a parar parte de nuestros precios de la gasolina). Y, sin embargo, ha perdido la guerra. La han perdido todos estos países, al menos por ahora.

Como corresponde al sistema antiguo practicado en esta guerra, Jomeini pide la cabeza de su enemigo, Saddam Hussein. No tiene intención de ocupar Irak: se conformaría con la recuperación de sus territorios, el desastre del Ejército adversario y el cambio de régimen en Bagdad. Tampoco, quizá, esté en condiciones de ocupar el territorio enemigo: una operación cara y comprometida y que quizá cambiara la situación de una manera inversa (una reacción de los iraquíes). Quizá, si tarda en obtener su precio, haga alguna incursión, ocupe alguna ciudad, para acelerar lo que considera inevitable, que es la caída de Saddam. Ya hay síntomas importantes de que le están pidiendo cuentas sus propios militares, los estudiantes, las minorías raciales y de que los chiitas deI Sur se disponen a la revolución. Un país que ha sufrido 50.000 muertos en la guerra (la tercera parte de su Ejército, uno de cada 240 habitantes) no puede ya ser cómodo para el dictador que le llevó a la guerra contra un hermano musulmán sin unos motivos demasiado claros.

Termine o no aquí esta guerra, sufra o no sufra un recrudecimiento de última hora, lo que parece claro es que el grupo de países interesados va a continuar buscando la forma de quitarse de encima a Jomeini. Se juegan demasiadas cosas y demasiado importantes. El mundo, a cuya cabeza está Estados Unidos, tiene intereses estratégicos -las fronteras-, económicos -el petróleo- y globales -la contención de la revuelta islámica- en Irán, y los países próximos con regímenes conservadores temen, sobre todo, las revoluciones internas, el arrebato de sus dinastías y de sus sistemas. Si está cegada esta vía de Irak y no se la puede volver a abrir, otras se abrirán.