23 enero 1992

El diario de Luis María Anson se enfurece con la diputada del PP por su actitud

Isabel Tocino, del Partido Popular, manda el mismo artículo a la vez a los diarios EL PAÍS y ABC, que lo publican el mismo día

Hechos

El 23.01.1992 los diarios ABC y EL PAÍS publicaron el mismo artículo de la política Dña. Isabel Tocino titulado ‘La Moción de Censura’.

Lecturas

Las normas de los periódicos de ámbito nacional en España con sus colaboradores es que no se publican artículos que hayan sido enviados a otra publicación, pero la política incumplió la norma al mandar su texto a la vez a EL PAÍS y a ABC sin esperar que ambos iban a publicarlos el mismo día que la recibieron dejándola en evidencia.

LA DIRECCIÓN DEL PP DESAUTORIZA A TOCINO

 El Secretario General del Partido Popular, D. Francisco Álvarez Cascos, en nombre de la ejecutiva, aclaró que ‘no era a Isabel Tocino a quien le correspondía’ decidir si al PP le convenía o no presentar una moción de censura al Gobierno socialista.

23 Enero 1992

Isabel Tocino

ABC (Director: Luis María Anson)

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Isabel Tocino sorprendió ayer la buena fe de ABC y EL PAÍS al enviar el mismo artículo a ambos periódicos. Desde el punto de vista ético esta acción sólo merece el calificativo de deleznable. Personalmente, Isabel Tocino es una damita encantadora, pero sus ‘artículos’ periodísticos tienen escaso interés y constituyen un torpe ejercicio de redacción escolar. ABC ha publicado en alguna ocasión los ‘artículos’ de Isabel Tocino por deferencia a su posición política. Esperaremos en adelante sin impaciencia, las perlas literarias de nuestra Thacther de pitiminí. Dicen los socialistas que Isabel Tocino es la carabina de Ambrosio. Pero, eso sí, damasquiana.

El mismo artículo

Una de las trampas más viejas que soportan los periódicos es cuando un colaborador, generalmente mediocre, envía el mismo artículo a dos diarios distintos. Si uno de ellos lo publica, el articulista llama al otro para decir al jefe de Colaboraciones: “Tardabas tanto en publicar el artículo que lo envié a otro periódico”. El timo funciona hasta que un día el mismo artículo sale a al vez en los dos periódicos. Entonces el tramposo o la tramposa queda al descubierto y expuesto a la verguenza pública.

24 Enero 1992

La columnista

Francisco Umbral

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En España tenemos muy buenas columnistas, como María Eugenia Yagüe, Beatriz Pottecher o Pilar Urbano. Pero ahora le ha salido, al dulce gremio, una supernumeraria más lista que ellas, doña Isabel Tocino, que envía el mismo artículo al mismo tiempo a distintos periódicos, y tal que ayer salió uno suyo en EL PAÍS y el ABC, con el subsiguiente cabreo de ambos matutinos (sigue habiendo vespertinos, pues mucha gente lee el periódico por la noche). Cuando uno lleva más de treinta años en la columna diaria, este truco del tocomocho periodístico no puede sorprendernos, pues que es típico de aficionados (el buen profesional permanece fiel a una empresa). La Tocino no ha inventado nada en la vieja y usada picaresca del oficio, pero lo suyo es lo más escandaloso que ocurre en la prensa española desde que doña Julia Maura, en los cincuenta, se colocó una tercerita de ABC plagiada en crudo de Oscar Wilde. Y ambos timos los protagonizan mujeres: de ahí que nuestros clásicos hablasen tanto de «la doblez de la mujer». Y luego me dicen que soy duro cuando trato de la Tocino, que va a remediar el paro periodístico quitando el trabajo a dos profesionales a la vez. Hubo un escritor que todos conocemos, a quien llamábamos «el chulo de Santa Teresa», pues que todos los años, el quince de octubre, mandaba el mismo artículo sobre la santa a distinto periódico. Ganador hay de juegos florales que se limita a cambiar el nombre de la Virgen local y el río de la provincia al mismo poema de siempre, con el que va ganando flores naturales y dinero también muy natural en toda España. Pero lo que mayormente prueba, el que periódicos de tan distinta ideología como ABC y EL PAÍS, hayan aceptado el mismo artículo, es que la columnista señora Tocino dice cosas reversibles, irrelevantes, impermeables, que sirven para todo y para nada, y que su corolario, como el del señor Wojtyla, es que gane el mejor. O sea que a nuestra columnista lo que le preocupa es publicar (la vanidad) y no sentar doctrina. Esto de engañar a un periódico con otro, y a ambos entre sí, se llama prostitución o adulterio, señora Tocino. Periodística, pero prostitución. Le dice Hamlet a Ofelia: «Dios os ha dado un rostro (a las mujeres) y os hacéis otro». Pero ya sabemos que Shakespeare era un poco maricona, odiaba el gremio. Dios le ha dado una hermosa anatomía de derechas a la Tocino, pero ella adultera con Polanco y Cebrián, o les pone cuernos con Ansón. Esta prostitución periodística, como toda prostitución, supone que no hay entrega a nadie, pues que la hay a tantos, y, efectivamente, los artículos de doña Isabel son muy malos, o sea que no pone nada en ellos. Dijo el otro día Felipe González: «Me repugnan los corruptos que claman contra la corrupción». Por ejemplo, la Tocino, que denuncia a Hormaechea por corrupto mientras ella se corrompe con dos grandes diarios a la vez y roba el poco espacio disponible a dos profesionales. O a dos sabios. Cuando yo divago sobre esta dama, ustedes dicen que me paso. Pues ahí la tienen. Lo malo no es su doblez periodística, sino su doblez mental, personal, que le permite el doble juego. Estoy seguro de que esta pródiga de Alarcón, en periodista, no es igualmente pródiga ni promiscua al repartir otros dones, más evidentes que el literario, que Dios le ha dado. Menos mal. Uno prefiere crear siempre de nueva planta, y no por ética, sino porque el plagio o el autoplagio es mucho más aburrido que la invención. Lo que nos preocupa de esta glosa no es la anécdota picaresca (el periodismo está lleno de ellas), sino la profunda ambigüedad moral del personaje, manifiesta en la doblez de su colaboración. Fuera con ese jefe político. No conozco el artículo de esta corrupta, pero seguro que denuncia la corrupción.

25 Enero 1992

Isabel Tocino

Jaime Campmany

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A doña Isabel Tocino me la están poniendo de grana y oro unos y como hoja de perejil otros, por eso del artículo. Escribió un artículo y lo andó a distintos periódicos a la vez, o sea, como si fuera un currículum o la cadena de San Cayetano. El ABC y EL PAÍS lo publicaron el mismo día, y ahí se descubrió el adulterio. Por lo que se ve, la política no sólo hace extraños compañeros de cama, sino también de periódico, y doña Isabel Tocino lo mismo se acuesta con Anson que con Polanco. Cohabita con los columnistas de este papel, entre los cuales me encuentro y luego nos pone los cuernos con Maruja Torres y con Vázquez Montalbán.

Hja, Isabel, a estas horas ya podía usted haber aprendido que enviar el mismo artículo a varios periódicos es como citar a varios amantes en el mismo sitio y a la misma hora. O les convence usted de que se suban a la cama redonda o aquello termina a palos. Si eso no fuese una promiscuidad pecaminosa, ya lo estaríamos haciendo algunos y cobraríamos varias veces el mismo servicio. “A firmar y a cobrar”, terminaba Ruano uno de sus tres artículos diarios cuando alcanzaba los rengloens mínimos. Podría haberse escrito sólo un artículo y terminar: “¡Hala, a firmar y a cobrar tres veces!”. Pero no, rubia. La pluma hay que sudarla cada trazo, y no vale darle al mismo artículo varias representaciones como en el teatro. Si esto de escribir en los periódicos se hiciese a base de reposiciones, yo estaría viviendo de algunos de mis artículos, que hay veces que me salen de rechupete canela, le habría dado más representaciones que a ‘La ratonera’ de Agatha Crhistie, y ahora estaría rascándome el ombligo en vez de hablar de usted un día y de don Juan Hormaechea al día siguiente. Esta tesis la defendía mi perifrásttico amigo Eusebio García. Luengo, pero jamás imponerla. Los periódicos son tan recelosos en el asunto del plagio que no permiten ni que uno se plagie a sí mismo. En cambio en el teatro ya usted lo ve. No salimos de Benavente.

A propósito de todo esto recuerda Umbral el famoso plagio de doña Julia Maura en una ‘tercera’ de ABC. Algo puedo añadir sobre aquello. Aquella ‘tercera’ era un texto de Oscar Wilde, literal con puntos y comas. Descubrió el plagio Adolfo Muñoz Alonso, que se lo dijo a Luis Calvo, director entonces del periódico, y que sacó el trance a la vergüenza pública. Después supe que el plagio venía de segunda mano. Doña Julia utilizaba un negro que le escribía los artículos, un poeta de la boheme, floral y brillante, llamado Manuel Martínez Remis, y él fue quien le coló el matute a doña Julia. “Por lo que me paga, no voy a darle artículos originales”, se disculpaba Remis. Porque doña Julia, además de estreñimiento retórico, debía de padecer estreñimiento monetario. No quiero yo decir con esto que a doña Isabel Tocino le escriba los artículos un negro, porque además su prosa no se parece en nada a la de Oscar Wilde.

Enviar el mismo artículo al ABC y a EL PAÍS es como estar besándose con la oposición y al mismo tiempo barbillear al Gobierno. Doña Isabel Tocino tuvo la mala suerte (o la buena fortuna) de que apareciera el artículo el mismo día en los dos periódicos, y eso fue como si en la misma mañana la articulista se hubiese bajado a la vez de dos camas con el pie derecho de una y con el pie izquierdo de otra, y nos la hubiéramos encontrado en pelota, frente a nosotros a la hora del desayuno, y además doble, repetida en el espejo. ¡Jo, con la rubia!

Jaime Campmany