9 noviembre 1995

De la Rosa y Mario Conde anuncian demandas contra los dos periodistas

Javier de la Rosa intenta chantajear al Rey recordando los ‘préstamos’ a su administrador Manuel Prado Colón de Carvajal

Hechos

El 9 de noviembre de 1995 se hicieron públicas las acusaciones de D. Javier de la Rosa de haber entregado dinero de KIO a D. Manuel Prado Colón de Carvajal.

Lecturas

MARIO CONDE Y JAVIER DE LA ROSA ACUSADOS DE CHANTAJISTAS

Dossiers_DelaRosa_Conde_1995 El ex banquero D. Mario Conde y el financiero D. Javier de la Rosa abordaban juicios por irregularidades en sus respectivas gestiones. Según los periodistas D. José Díaz Herrera y Dña. Isabel Durán (DIARIO16), ambos estaban amenazando al Gobierno y a la Jefatura del Estado amenazando con hacer públicas determinadas informaciones que perjudicarían su imagen.

Manuel_de_Prado En el caso concreto de D. Javier de la Rosa habría amenazado directamente a la Casa Real con hacer público todo el dinero que le había prestado a D. Manuel de Prado y Colón de Carvajal, amigo personal del Rey Juan Carlos y antiguo administrador de la Casa del Rey.

El diario monárquico ABC solicitó a D. Manuel Prado Colón de Carvajal en varias portadas que desvinculara sus problemas con el Sr. De la Rosa a la Casa Real.

05 Mayo 1995

JR en campaña

Ernesto Ekaizer

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(En su despacho, Javier de la Rosa se encuentra ante un gran espejo. Se acerca su asesor, Alfredo, quien algo inquieto desea saber qué le ocurre)

Alfredo: ¿Qué haces Javier?.

De la Rosa: Mis ensayos.

Alfredo: ¿Qué ensayos?

De la Rosa: Me miento a mí mismo.

Alfredo: ¿A ti también?

De la Rosa: A mí en primer lugar. Tengo demasiada inclinación para el cinismo: es indispensable que yo sea mi primer engañado.

Alfredo: Ponme un ejemplo de lo que tramas.

De la Rosa: ¿De verdad quieres uno?

Alfredo: Te podría ayudar.

De la Rosa: Las elecciones municipales. Ahora estoy con ellas. ¿Te acuerdas cuando Maragall me pidió los 1.000 millones?

Alfredo: No. Más bien me quedó la idea contraria. No nos contaste a mí y a Antonio que tuviste una trifulca en su despacho, y que había tenido la osadía de despedirte. Fue, creo, cuando le pediste ayuda para la clínica de Mercedes, para la cual ya contabas con la autorización de la Generalitat. Tu decías que, en realidad, con la autorización del entonces responsable, Joaquim Molins, ya bastaba…

De la Rosa: No has entendido nada. Te acabo de explicar para qué hago mis ensayos. Para Javier de la Rosa fue él, Pascual Maragall, alcalde de Barcelona, quien me pidió dinero y yo me negué a dárselo. Supongo que eso tendrá algún efecto para sus fans de esta ciudad.

Alfredo: Entiendo. Prefieres a Roca como alcalde y por eso quieres deteriorar la imagen de Maragall.

De la Rosa: Fueron Maragall y Obiols quienes tiraron la primera piedra. ¿No dijeron que Pujol tenía una gran deuda conmigo?

Alfredo: Pero eso yo te lo he oído decir también a ti. Y creo no ser el único al que se lo has dicho. Lo mismo que algunos vídeos que guardas celosamente. Lo mismo que lo de Roca. ¿Recuerdas, Javier, esa cena en Madrid? Fue cuando contaste que Roca te había dado 25 millones y que al cabo del tiempo le pusiste en su cuenta dinero hasta completar 300 millones. Y él te dijo: «¡Hay que ver Javier! eres un mago de las finanzas. Te he dado 25 millones y he comprobado que tengo 300 millones». Y tú agregaste: «¡Será caradura!». Es verdad que sólo llevabas unos días fuera de la cárcel y estabas especialmente sensibilizado por la indiferencia de Roca.

De la Rosa: Eso fue una conversación privada. No me importa que eso le llegase a Roca. Para que sepa a qué atenerse. Mira a Macià Alavedra. Me llega que, cada vez que digo, que se ha portado muy bien conmigo y que mi relación con él es excelente, se pone enfermo. Lo diré mucho más.

Alfredo: Va. Ahora comprendo tu dinámica interna. Prefieres a un Roca trincado en la alcaldía frente a un Maragall supercrecido después de un nuevo triunfo.

De la Rosa: Querido Alfredo, te ha costado lo suyo. Aunque sé que cuando llevas algún recado mío me identificas como El Loco, para marcar distancia, puedes Ver que no lo estoy. Roca se merece una buena pinza. Por un lado, en ambientes semiprivados, lo suficientemente cotillas como para que le llegue, dejo mensajes duros, que le ablindan psicológicamente. Por el otro, en público, hago campana contra mis principales enemigos, lo que le favorece y, si gana la alcaldía, es lo que más me conviene a mí.

06 Octubre 1995

Si De la Rosa tiene algo que denunciar, que lo haga de una vez

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Que Javier de la Rosa tiene en su poder información comprometida para algunos partidos políticos y personas ligadas a los círculos de poder es algo que está fuera de toda duda. Como también lo es el hecho de que ha intentado utilizar dicha información en su provecho como un arma de presión para mejorar su situación penal. Una cosa es que Javier de la Rosa esté en su derecho de defenderse, y otra que la información puede convertirse en un elemento de «chalaneo» cuyos fines poco o nada tienen que ver con el interés público. La táctica de amagar y no dar sólo irá en detrimento de su propia credibilidad ya suficientemente desgastada. No tiene mucho sentido que De la Rosa pida a un juez que llame a declarar a Carlos Solchaga, Miguel Boyer, Enrique Sarasola o Manuel Colón de Prado para que digan si cobraron o no dinero de KIO en el extranjero. Si alguien sabe si cobraron es el propio De la Rosa y su táctica implica un abuso de los tribunales de Justicia para un fin que sólo él conoce pero que supone generalizar el clima de sospecha. Si estas personas cobraron de forma ilegal debe ser De la Rosa quien lo denuncie ante el juez.

09 Noviembre 1995

De la Rosa debe aportar pruebas de a quién y por qué pagó

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Javier de la Rosa transfirió 100 millones de dólares a cuentas suizas manejadas por Manuel Prado, según asegura el empresario catalán en la declaración que hoy presentará ante un tribunal británico. Javier de la Rosa afirma que estos pagos, efectuados en 1990, fueron realizados por orden del presidente de KIO, Khalifa Al Sabah. Como no hay justificación aparente a estas transferencias, De la Rosa está formulando graves imputaciones, que deben ser tomadas con la natural cautela. Manuel Prado, que reconocía haber tenido negocios con el empresario catalán, tachaba ayer de «chantajista» a De la Rosa y le instaba a que demuestre con pruebas sus afirmaciones. Es una suerte que sea una Justicia tan acreditada como la británica la que tenga que esclarecer el caso.

09 Noviembre 1995

Torras ingresó 12.000 millones en Suiza a Manuel Prado, según Javier de la Rosa

Casimiro García-Abadillo

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EL SECRETO DEL FINANCIERO.- De la Rosa había amenazado ya con revelar los «pagos políticos» que se realizaron desde Torras. Hoy revelará uno de ellos a la Corte Comercial de Londres. Entregará un documento en el que consta la transferencia de 100 millones de dólares (unos 12.000 millones de pesetas) a dos cuentas del banco suizo Societé Generale Alsacienne controladas por Manuel Prado y Colón de Carvajal. Torras hizo una primera transferencia de 80 millones de dólares a una cuenta en ese banco, cuyo titular es un súbdito suizo apellidado Haussler. Prado, según De la Rosa, podía disponer de esos fondos. De hecho, Haussler se incorporó en 1991 a Lingar, sociedad controlada por Prado. Torras realizó una segunda transferencia a otra cuenta de ese mismo banco a nombre de un tal Gardimar, ligado a Prado.

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MADRID.- El grupo KIO transfirió 100 millones de dólares (unos 12.000 millones de pesetas) a dos cuentas de un banco suizo controladas por Manuel Prado y Colón de Carvajal, según consta en el escrito que hoy entregará Javier de la Rosa a la Corte Comercial de Londres.

El escrito de De la Rosa se produce como consecuencia de una denuncia ante los tribunales británicos presentada por el grupo kuwaití KIO. De la Rosa debe explicar el destino de 300 millones de dólares que en 1990 «desaparecieron» de la contabilidad de Torras, cabecera del conglomerado empresarial que el citado grupo controlaba en España antes de que Irak invadiera el emirato.

Según Javier de la Rosa, que por aquellas fechas era el máximo responsable de KIO en España, Torras hizo dos transferencias a dos cuentas de la SGA (Société Generale Alsacienne), filial de la Société Generale de Banque, en Ginebra.

Torras realizó una transferencia de 80 millones de dólares a una cuenta numerada en dicho banco en la que figura como titular un súbdito suizo de apellido Haussler. En dicha cuenta, según De la rosa, Manuel Prado tenía plenos poderes para disponer de sus fondos.

Haussler se incorporó en 1991 a una sociedad controlada por Manuel Prado y Colón de Carvajal denominada Lingar.

En esas mismas fechas, Torras realizó otra transferencia a otra cuenta numerada en la misma entidad bancaria, cuyo titular es la sociedad Adnhil y en la que tiene poderes un individuo apellidado Gardimar, otra persona ligada a Manuel de Prado, según el escrito de De la Rosa a la Corte Comercial de Londres.

La transferencia a la cuenta de Haussler se hizo utilizando como sociedad pantalla a Pincinco, a la que previamente Torras había ingresado una importante cantidad de dinero. La transferencia a Adnhil se hizo utilizando como paso previo a la sociedad pantalla denominada Wardse.

En total, según la versión difundida por Javier de la Rosa, las cuentas controladas por Manuel de Prado recibieron 12.000 millones de pesetas tras la invasión de Kuwait por las tropas de Irak, que tuvo lugar en agosto de 1990.

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PRADO ACUSA DE CHANTAJE.- Por su parte, Manuel Prado, en una conversación mantenida con EL MUNDO, admitió, en referencia a las imputaciones de De la Rosa, que él ha mantenido relaciones mercantiles con el financiero y diversas cuentas durante los años en los que tuvieron negocios comunes, pero aseguró que debe ser De la Rosa quien demuestre sus acusaciones. Prado calificó de «chantajista» a De la Rosa y dijo que no estaba preocupado en absoluto por dichas acusaciones, ya que, en su opinión, nunca podrán probarse porque no se corresponden con la realidad.

Según De la Rosa, las transferencias a las supuestas cuentas de Prado fueron realizadas siguiendo instrucciones directas del presidente de KIO, Khalifa Al Sabah, uno de los miembros de la familia real kuwaití.

Asimismo, en su escrito a la Corte Comercial de Londres, De la Rosa señala que hubo otras dos transferencias por un importe total de 106 millones de dólares que se desviaron desde Torras a la sociedad pantalla denominada Stuart.

De dicha cantidad, 100 millones de dólares se ingresaron en una cuenta del banco suizo Lombard Odier y otros 6 millones de dólares fueron a parar a una cuenta de la UBS (Unión de Bancos Suizos).

De la Rosa afirma en su escrito desconocer quienes han sido los perceptores finales de dichas cantidades de dinero, pero aporta los números de cuentas para que la Justicia británica investigue quiénes son los propietarios de dichas cuentas bancarias.

Asimismo, existe otra partida de 94 millones de dólares que, desde Torras, se dividió en tres paquetes: uno de ellos fue a parar a otra cuenta del banco suizo Lombard Odier; un segundo paquete se ingresó en el banco canadiense Montrex, y un tercer paquete tuvo como destinatario al banco de inversiones norteamericano Merrill Lynch.

El financiero catalán señaló ayer a EL MUNDO que las órdenes para hacer dichas transferencias, que suman un total de 300 millones de dólares (36.000 millones de pesetas) se dieron directamente desde la presidencia del grupo KIO. Dichas órdenes de transferencias están soportadas por documentos escritos que De la Rosa piensa aportar a la Corte Comercial de Londres.

Ayer, en el despacho de abogados Peters & Peters, que defiende los intereses de Javier de la Rosa, se estaba traduciendo la contestación del financiero, que será presentada a primera hora de hoy en Londres, en respuesta a la petición de la Corte Comercial, donde el juez Mance instruye la demanda de KIO contra el financiero español.

De la Rosa había amenazado en diversas ocasiones con revelar quiénes eras los destinatarios finales de los «pagos políticos» que en su día se realizaron desde Torras.

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PREOCUPACION.- El dedo acusador de De la Rosa señalaba, entre otros, a Manuel Prado y Colón de Carvajal, quien trabajó para él en la época dorada de Grand Tibidabo, poco después de que el financiero abandonara el grupo KIO.

Las implicaciones de esta acusación de De la Rosa, teniendo en cuenta la personalidad de Manuel Prado y su importante papel durante la transición, han creado desde hace tiempo una gran preocupación en los círculos políticos, en los que ya era conocida la versión del financiero sobre los hechos.

De la Rosa intentó negociar con Juan Alberto Belloch, tras su salida de la cárcel de Can Brians, con el objetivo de que el Gobierno español presionara al emirato de Kuwait para que KIO retirase su demanda en Londres. En el mes de marzo, De la Rosa se entrevistó con el hombre de confianza del ministro de Justicia e Interior, Gabriel Fuentes, para comunicarle sus intenciones al respecto.

En aquella reunión y en otras posteriores con miembros del citado Ministerio, De la Rosa informó al Gobierno de quiénes habían sido los destinatarios del dinero que salió de Torras en 1990. El nombre de Manuel Prado, como receptor de dinero, era conocido por el Gobierno desde esas fechas.

La desaparición de los 300 millones de dólares de la contabilidad de Torras fue puesta de manifiesto por uno de los máximos responsables de KIO en Londres, David Betts, quien declaró ante una comisión parlamentaria constituida en Kuwait tras la liberación para determinar las responsabilidades en el desastre financiero de KIO, cuyo punto más oscuro se encontraba precisamente en las inversiones realizadas en España.

Betts declaró ante la comisión del Parlamento kuwaití que en 1990 KIO hizo numerosos «pagos políticos» con el objeto de obtener el respaldo internacional para la liberación de Kuwait. Desde entonces, KIO ha buscado, sin conseguirlo, conocer quiénes habían sido receptores de dichos pagos. Ahora, la Corte de Londres tendrá que determinar si las acusaciones de De la Rosa son ciertas.

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APOYO

La venganza del «patrón»

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Muchas personas, jovenes y no tan jovenes, han tenido ocasión de conocer a Manuel Prado y Colón de Carvajal con motivo del programa de TV 2, La transición, que ha refrescado al país la memoria sobre las dificultades para consolidar un régimen de libertades tras la muerte de Franco.

Prado jugó entonces un papel fundamental como hombre de enlace del Rey de España con personajes tan relevantes como Santiago Carrillo, entre otros.

Prado es, ante todo, amigo del Rey y leal por encima de todo a la Corona. Pero Prado es también un importante hombre de negocios. Desde la época de la dictadura, en que llegó a ser uno de los representantes de la patronal del metal, hasta su más conocida etapa, ya en la democracia, en la que llegó a ser presidente de Iberia, Manuel Prado ha sido siempre un hombre a tener en cuenta.

Además de su cercanía a Don Juan Carlos, sus socios han valorado en él sus importantes contactos internacionales. Prado fue en su día presidente de la Société Generale de Banque en España, sigue siendo socio de la familia norteamericana Bass, propietaria del paquete mayoritario de Disney, es amigo personal de Henry Kissinger, ha sido socio de la adinerada familia argentina Wemberg y Sáinz de Vicuña, etc.

Por supuesto, Manuel Prado también tiene currículum político: ha sido senador por designación real y embajador de España, cargo que sigue figurando en su tarjeta de visita.

Como grande de España, Prado es propietario de una gran finca en Jerez y tiene a gala poseer una ganadería de reses bravas. Por supuesto, tiene en su vitrina numerosas condecoraciones y medallas concedidas por los gobiernos de diversos países y es caballero de la Orden Militar de Santiago.

Cuando Javier de la Rosa le «fichó» para encabezar su aventura empresarial en solitario, cuyo buque insignia iba a ser el parque de atracciones Tibigardens, el financiero estaba intentando acercarse a la Corona. Tres años más tarde, Prado se enfrenta a una dura batalla con su antiguo «patrón».

10 Noviembre 1995

Manuel Prado, en el ojo del huracán, acosado por Javier de la Rosa

ABC (Director: Luis María Anson)

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En sus alegaciones ante el Tribunal de Londres, el financiero Javier de la Rosa denunció ayer a Manuel Prado y Colón de Carvajal de haberld entregado 12.000 millones de pesetas con destino a operaciones en favor de Kuwait. Para capear la tormenta desatada, el diplomático hizo ayer algunas declaraciones radiofónicas y filtró al diario gubernamental determinadas informaciones Incompletas. No ha acertado Manuel Prado. Su posición no aconseja que se dedique al peloteo periodístico embistiendo las muletas que se le presentan. Al margen de ciertas maniobras de algunos medios de comunicación, el señor Prado tiene la obligación de abordar la situación con la seriedad y la lealtad que siempre le han caracterizado. Y hacer una declaración escrita, pública, completa y rigurosa para despejar cualquier duda sobre su conducta, antes de que el fuego encendido entorno a él se extienda. El encono visceral que desde hace ya mucho tiempo existe entre Prado y De la Rosa no debe incidir sobre la vida nacional, que tiene demasiados asuntos importantes de que ocuparse en lugar de prestar atención a las disputas entre dos financieros irritados.

11 Noviembre 1995

Testigo bajo sospecha

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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LA OMNIPRESENCIA mediática de Javier de la Rosa, a partir de las alegaciones presentadas ante el tribunal de Londres que le juzga por el presunto desvío de 500 millones de dólares, constituye el inicio de la segunda fase de una antigua conspiración montada por dos presuntos delincuentes para evitar la acción de la justicia. Que estaba en preparación no era ningún secreto en los mentideros madrileños desde hace muchos meses. El primer episodio tuvo por actores principales al coronel Perote y otros, con Mario Conde como guionista y director de escena. Quemada ya buena parte de esa munición en las paginas de El Mundo, empieza a exhibirse el segundo episodio. Cambia el autor -ahora es Javier de la Rosa-, aunque no la sala de exhibición. Tal vez no haya pruebas para demostrar que ambos actúan coordinados. En todo caso, utilizan el mismo método: crear una maraña de acusaciones verdaderas y falsas -a menudo indistinguibles- para que la carga de la prueba termine recayendo finalmente en el acusado y no en el acusador.Estos dos estrategas de la desestabilización y el chantaje. coinciden en instalar sus dianas en la cúspide del sistema institucional. Para Conde, el objetivo era el presidente del Gobierno; para Javier de la Rosa es el Rey. Porque el antiguo gestor de KIO menciona expresamente a Manuel Prado y Colón de Carvajal, incluso hace una farisaica defensa del Rey en las antenas, pero a todo aquel que haya querido Oírle -y de ello hay innumerables grabaciones- le ha insistido que el Rey habrá de pagar por lo que se le ha hecho a él, a Javier de la Rosa. Y eso tan grave que se le ha hecho no es sino poner en marcha la maquinaria de la justicia para que responda de algunos desmanes cometidos presuntamente contra sus socios de KIO, primero, y ole Grand Tibidabo, después.

Una cosa conviene tener en cuenta antes de nada. Javier de la Rosa tiene hoy tres sumarios abiertos. Uno en Barcelona por presunta estafa y apropiación indebida en Grand Tibidabo, otro en Madrid por similares cargos durante su gestión de KIO y un tercero ante un tribunal civil londinense también por, sus manejos de la financiera kuwaití. Los tres procedimientos tienen un rasgo común: han sido abiertos a instancia de sus socios, que se han sentido estafados. A ello se suma que en su anterior aventura empresarial, el banco Garriga Nogués, dejó un agujero cercano a los 100.000 millones de pesetas que le condonó Mario Conde -ahora colega de conspiración- al hacerse cargo de la presidencia de Banesto, el banco, matriz.

A la vista está que como socio parecía ya poco recomendable hace más de una década, lo que no le impidió conseguir aliados y promotores de prestigio, incluidos altos responsables políticos- hasta hace poco tiempo. Muchos de los que le ensalzaron como empresario modelo cuando ya tenía una notable hoja de fechorías empresariales se han convertido hoy en destinatarios de sus acusaciones y enemigos mortales, en un ejercicio de hipocresía social digno de un análisis más detenido.

Pero he aquí que el empresario que desfalca -presuntamente- a sus socios sin escrúpulo arguye en su defensa que ha sido víctima de múltiples engaños, que es su generosidad en última instancia la que le ha conducido al banquillo de los acusados. Y ya tenemos de nuevo a este país, tan sobresaltado en los últimos años, en una danza de acusaciones, que en este caso alcanzan de forma nada velada al Rey.

En un proceso a la americana, de los que tanta experiencia visual nos ha dado el cine de Hollywood, ni el fiscal más osado presentaría como testigo de cargo a alguien como Javier de la Rosa des pués del espectáculo ofrecido ayer en las tertulias radiofónicas. En ellas pudimos escuchar la voz de Javier de la, Rosa defendiendo y atacando al Rey con intervalos de muy pocos minutos, diciendo una cosa y la contraria. Por toda explicación sólo pudo balbucir a medía tarde que no reconocía su propia voz. Convertido en estrella de la radio durante todo el día dé ayer, De. la Rosa dio un espectáculo que en cualquier país normal hubiera causado primero perplejidad, después estupor y finalmente incredulidad. Menos mal que alguna normalidad parece haber alcanzado finalmente al fiscal general del Estado, que esta vez sí ha encontrado motivos, para abrir cuando menos diligencias informativas. Sólo falta esperar que el propósito investigador anuncia do ayer no termine empantanándose.

 

11 Noviembre 1995

De la Rosa se vengó

Pablo Sebastián

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No existe otra salida más clara ni más eficaz a la vigente crisis política e institucional española que la convocatoria inmediata de elecciones generales anticipadas, aunque éstas coincidan con los días próximos a las fiestas de Navidad y el Gobierno de Felipe González se quede en funciones durante la cumbre europea de Madrid.

Hay que pasar la página y poner el punto final a este fin de régimen felipista cuanto antes. Aunque lo escrito, escrito está en el papel de prensa, en los sumarios de los juzgados y en el debate político y el tiempo permitirá ir desgranando las responsabilidades y las verdades de cada caso. Como el que ayer zarandeó, cual terremoto, la vida pública con las informaciones publicadas por Diario 16 que desvelaron la existencia de un chantaje del financiero catalán Javier De la Rosa contra el rey don Juan Carlos, y a través de Manuel Prado y Colón de Carvajal, acusando también al ex banquero Mario Conde de estar implicado en pactos de venganzas políticas y presiones para aliviar la difícil situación procesal de ambos.

De la Rosa puso en marcha su venganza catalana al declarar, en sus alegaciones ante la Corte de Londres que investiga el caso de la desaparición de 500 millones de dólares de las cuentas de KIO, que 100 millones de dólares (12.000 millones de pesetas) fueron a parar a cuentas controladas por Manuel Prado. Supuestamente en pago de apoyos políticos españoles a Kuwait durante la guerra del Golfo Pérsico y para compensar también un presunto crédito de 100 millones de dólares del rey de Arabia Saudita al rey don Juan Carlos, representado en estas imaginarias operaciones, que fuentes oficiales han desmentido rotundamente, por Manuel Prado.

La gravedad de la acusación presentada en Londres y ampliada por De la Rosa en sus declaraciones a los periodistas que investigaron el caso, José Díaz Herrera e Isabel Durán, y en otras muchas conversaciones que De la Rosa mantuvo en Madrid y Barcelona con abogados, empresarios, políticos y periodistas a su salida de prisión, difícilmente puede ser mayor. Y además se extiende a Pujol, Roca, Sarasola y dirigentes del PP, a los que De la Rosa presumía haber corrompido años atrás.

Y aunque el financiero, asustado por los efectos de su tormenta, intenta dar marcha atrás con extraños desmentidos no podrá escapar de su propio enredo. Su voz grabada por los investigadores, sus declaraciones -como cuando confirmó en la Cope que asistió a una reunión en el Hotel Claridge de Londres con el Rey y dirigentes de KIO-, su ataque frontal a Manuel Prado y las personas que son testigos de sus amenazas prueban que las acusaciones y el intento de chantaje de De la Rosa existieron.

Como existieron sus conversaciones y pactos, reconocidos por él con Mario Conde, aunque el ex banquero desmiente cualquier acción suya contra el Rey. Pero estas graves acusaciones de De la Rosa constituyen, para empezar, graves delitos que lo implican a él como injuriador al jefe del Estado, si es que no prueba su veracidad ante la Justicia, puesta en marcha en Inglaterra y en España, lo que impedirá controlar el proceso por la vía política y al margen de la ley.

Para desastre de De la Rosa, los encartados y para el bien de la verdad cuando la Justicia se pone en marcha, en contra de lo que pensó el financiero catalán, los procedimientos no se pueden controlar. Ahí está el caso GAL y aquella primera declaración de Amedo que quisieron descalificar desde el poder los que están hoy metidos hasta el cuello en esa trama, en la cárcel o en el umbral del Supremo. Aunque ayer -«mal de muchos…»- se subieron raudos al ventilador de De la Rosa para, en el basurero revuelto, buscar harapos con los que vestir el santo de la conspiración. Por ello urge convocar a los españoles a las urnas. Es la mejor y la única solución para sanear la crisis actual.

11 Noviembre 1995

La Corona está por encima

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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El bochornoso espectáculo al que todos asistimos ayer, con el financiero De la Rosa cogido in fraganti haciendo tan graves como temerarias imputaciones a la Corona, es la muestra más acabada de los extremos de disparate a los que estamos llegando. Y la prueba más palpable de que España necesita urgentemente dar la vuelta a esta página de su Historia e iniciar otro capítulo. De que es del todo imprescindible recurrir a las urnas, para que la propia ciudadanía asiente las bases de un cambio que permita normalizar de una vez nuestra vida política. Hace falta que se reinstauren los valores públicos que imperaron en los inicios de nuestra democracia y que se restablezca una relación de confianza básica entre gobernantes y gobernados. Tal vez se requiera para ello de algo más que un cambio de Gobierno: es probable que deban también efectuarse reformas legislativas que estimulen la regeneración de la democracia. Pero todo lo demás pasa por lo primero: las urnas deben ser la puerta por la que salgamos de esta inaceptable situación.

Porque lo cierto es que, en otras condiciones, en una situación política estable y fluida, un turbio episodio como el que ayer salió a la luz, por difuminados que estuvieran sus perfiles, no habría suscitado de ningún modo tanta alarma ciudadana. Pero la ciudadanía es consciente de la debilidad del Gobierno que, asediado por los escándalos y perseguido por la amenaza de graves responsabilidades penales, dedica lo esencial de sus esfuerzos a resistir como sea y a costa de lo que sea. La evidencia de lo precario del equilibrio en el que prosigue su agonía añade un muy importante tanto de incertidumbre a cuanto factor nuevo de crisis irrumpe en el escenario político.

El elemento nuevo aparecido ayer resulta doblemente inquietante en la medida en que afecta a la institución que ha dado a la imagen pública del Estado un constante plus de imparcialidad y estabilidad. El sentir popular ha venido atribuyendo a la Monarquía la capacidad de mantener la cumbre del Estado incontaminada, ajena a todas las injerencias partidistas del Gobierno. Poner en cuestión ese último apoyo tranquilizador equivale, sin duda, a sembrar el panorama de las más negras incertidumbres.

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#Telón de fondo felipista

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«Los señores De la Rosa y Conde carecen de credibilidad porque son los máximos exponentes de «la cultura del pelotazo»», tuvo a bien sentenciar ayer Ciprià Ciscar. Una muy acertada apreciación. Pero incompleta. El secretario de Organización del PSOE tendría que haber acabado la frase añadiendo: «…por culpa nuestra».

Es del todo imposible explicar la relevancia social, política y económica alcanzada en los últimos años por Javier de la Rosa, Mario Conde o el propio Manuel Prado y Colón de Carvajal sin apelar a los muchos y decisivos favores que han recibido del aparato felipista.

De la Rosa logró convertirse en el canalizador de las multimillonarias inversiones de KIO en España, haciendo y deshaciendo con ellas a su antojo, gracias a la protección que le otorgó el Ministerio de Economía y Hacienda, a la sazón dirigido por Carlos Solchaga. Este se las arregló para eludir el paso por el Consejo de Ministros de operaciones de entrada de capitales kuwaitíes que precisaban legalmente de ese trámite. De la Rosa, según múltiples testimonios, tenía hilo directo con el jefe de Gabinete de Solchaga, Luis Sempere, y se rodeó de personas de la plena confianza del de Tafalla, como Manuel Guasch y Javier Vega de Seoane. De la Rosa ha tenido múltiples negocios comunes con el inevitable Enrique Sarasola, amigo personal de Felipe González. El fue pieza clave en la «Operación Cartera Central», mediante la cual se trató de crear una especie de «mega-Banco», destinado a quedar en manos de Miguel Boyer. Ha sido también persona de la mayor confianza de Jordi Pujol, que aún hace escasos meses lo describía como «empresario ejemplar». Es cualquier cosa menos un epifenómeno del felipismo.

Manuel Prado y Colón de Carvajal reconoce que ha tenido «muchísimos» negocios en común con De la Rosa. Es lo menos que puede decir. Gracias a él fue presidente de Tibigardens, la sociedad que debía poner en marcha lo que finalmente se ha convertido en Port Aventura. Y con él ha compartido otros negocios sustanciosos en Andalucía. Ha caminado con De la Rosa a un lado y con el Gobierno al otro. Recordemos que fue el Gobierno quien le designó como presidente de la Comisión del V Centenario y que, hoy todavía, tiene sus oficinas instaladas en el que fue Pabellón de España de la Expo, a la problemática espera de convertir aquel cementerio en otro negocio más.

El propio Mario Conde -cuyo papel en este asunto aparece menos nítido y que ayer rompió su silencio para expresar su rotunda lealtad a la Corona- no puede ser considerado sino como otro producto del llamamiento felipista al enriquecimiento fácil. Se movió entre aplausos de los círculos del poder durante mucho tiempo. Interlocutor privilegiado y confidente de González en 1993, todavía siguió entrevistándose en secreto con él en 1994, cinco meses después de la intervención de Banesto. ¿Hará falta recordar que, apenas hace cuatro días, el jefe del Gobierno ha tenido que dar cuenta en el Parlamento de las más que extrañas negociaciones que ha mantenido durante este año con su abogado en las mismas dependencias del palacio de La Moncloa?

Está por tanto más que claro que, si alguno de estos personajes ha contribuido -directa o indirectamente- a poner en jaque al sistema, lo ha hecho desde dentro del propio sistema y con los instrumentos que el sistema le proporcionó. Que los representantes del felipismo se refieran ahora a ellos despectivamente como «exponentes de la «cultura del pelotazo»», como si tal cosa les pillara de lejos -o incluso en contra-, no sólo es una innecesaria ofensa a la cultura, sino también, y sobre todo, una intolerable burla a la memoria colectiva.

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#Que la Justicia actúe

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La situación que se ha generado exige un tratamiento sereno y, sobre todo, alejado de todo afán partidista. El ministro de la Presidencia, Alfredo Pérez Rubalcaba, tuvo ayer palabras llenas de sensatez en este sentido.

A cambio, el propio Felipe González y otros destacados dirigentes del PSOE -Ciscar, Almunia, Hernández Moltó- cometieron el imperdonable error de intentar hacer una amalgama, poniendo a la Corona a ras del felipismo, mezclando a quienes se oponen a éste -desde el PP a nuestro periódico- con quienes apuntan contra aquélla. Contribuyen así a socavar las bases de la Monarquía y le lanzan el más artero de los ataques. Porque, al presentar las acusaciones contra la Corona como un episodio más de la serie que parte de Juan Guerra, sigue por Ibercorp y Filesa y acaba con los GAL y el CESID, están invitando a los ciudadanos a que deduzcan que con este asunto puede pasar lo mismo que con los otros: que sea verdad. Ayer, Manuel Prado afirmó que él nunca pretenderá salvarse «agarrándose a la capa del monarca». Sería un trágico dislate que aspirara a hacerlo el PSOE, fomentando un clima de vértigo social y de histeria colectiva dirigido contra todo aquel que se le pone por delante -los «conspiradores» de toda suerte, la Prensa crítica, el Poder Judicial, los partidos de la oposición- para tratar de salvar la cara como defensor «de todas las instituciones»… y seguir en el poder.

Lo correcto es dejar que la actual barahúnda se acalle y permitir que la Justicia haga su trabajo. El fiscal general ha ordenado una investigación. Perfecto. Habrá de ayudar a determinar si De la Rosa ha cometido o no un delito continuado de amenazas e injurias contra el Jefe del Estado español, tipificado en el artículo 147 del vigente Código Penal. Hay igualmente en marcha un procedimiento ante la Justicia británica. Mejor que mejor: así se aclarará si los 12.000 millones de KIO se los quedó De la Rosa -con lo que toda su historia pasaría a integrar el capítulo de los inventos puros y simples- o si fueron a parar a Manuel Prado, quien se habría aprovechado de sus relaciones privilegiadas con el Rey para engrosar su cuenta personal.

Por el momento, Prado debe gozar de la presunción de inocencia. Pero sí parece responsable, en cualquier caso, de una imprudencia ciertamente temeraria: haber simultaneado sus negocios personales con sus servicios en tanto que asesor financiero de la Corona. No es extraño, por ello, que el propio diario monárquico ABC reclamara de él ayer «una declaración escrita, pública, completa y rigurosa» que despeje «cualquier duda sobre su conducta, antes de que el fuego encendido en torno a él se extienda». Una declaración -añadimos nosotros- que no pueda ser desmentida por los descubrimientos de ninguna comisión rogatoria.

Son éstos momentos de confusión, en los que se pone a prueba la lucidez y el sentido del Estado de todos. Lo peor sería que un partido, para tratar de salvarse, contribuyera a atizar el caos. Lo mejor, que las urnas pusieran cuanto antes orden en ese caos.

11 Noviembre 1995

Trifulca entre financieros

ABC (Director: Luis María Anson)

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Manuel Prado y Javier de la Rosa fueron socios en el Grand Tibidabo. Como es frecuente en este tipo de grandes operaciones empresariales, sobre todo cuando las cosas no quedan a gusto de todos ambos ñnandOfos tarifaron. organizándose una trifulca visceral que se prolonga desde hace varios años y que estalló ayer por las alegaciones de Javier de la Rosa ante el Tribunal de Justicia de Londres que le persigue, alegaciones en las que denunciaba que ingresó en cuentas suizas de Manuel Prado doce mil millones de pesetas. Las especiales circunstancias que concurren en el señor Prado aconsejaban que no entrara en la greña de las tertulias radiofónicas y en las conversado es con periódicos. Para evitar que los depredadores del sistema constitucional se beneficien del rio revuelto de esta trifulca entre financieros, la opinión pública espera de la bien probada seriedad y lealtad de Manuel Prado que, cuando sea oportuno, haga una declaración escrita, pública, completa y rigurosa diciendo la verdad: que todo este asunto empieza y termina en él, y que permanecerá mudo hasta que se pronuncie la Justicia.

12 Noviembre 1995

Prado, la conspiración y el Gobierno

Casimiro García Abadillo

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LA TRAMA.- El embajador y amigo del Rey, Manuel Prado, no puede demostrar que no haya ingresado los 12.000 millones de pesetas que De la Rosa afirma que se le transfirieron a dos cuentas en Suiza. Prado ha dado, sin embargo, un magnífico argumento a González y al Gobierno para justificar su teoría de la conspiración contra el Estado democrático. Prado comenzó a elaborar su estrategia de defensa cuando De la Rosa se encontraba todavía en prisión. Por su parte, el Gobierno, a través del ministro Belloch, conocía desde el mes de febrero la información que De la Rosa amenzaba con divulgar. Una vez que el financiero acusó ante la Corte de Londres a Prado de haber recibido 12.000 millones, éste puso en marcha su plan para defenderse utilizando a la Corona. El Gobierno ha aprovechado la ocasión para fabricar su teoría conspirativa y eludir sus responsabiliades.

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MADRID.- Javier de la Rosa se convirtió en un polvorín a punto de estallar cuando, a instancias del fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, Carlos Jiménez Villarejo, el juez Joaquín Aguirre ordenó su ingreso en prisión el 18 de octubre de 1994. Justo esa misma noche, un día antes de que la Policía le localizara en un aparcamiento cercano a la Audiencia de Barcelona, De la Rosa lanzó su primer mensaje acusador desde la Cope: «Torres más altas han caído», afirmó amenazante en lo que parecía el comienzo de una selectiva caza de brujas.

Cuando ha transcurrido más de un año, la amenaza se ha consumado. Las acusaciones a Manuel Prado y su incontinencia verbal han permitido al Gobierno ampararse en la teoría de la conspiración contra el Estado para camuflar sus propias responsabilidades en el deterioro de la situación política. Una baza preelectoral puesta en bandeja por el propio Prado, que no ha dudado en recurrir a la Corona como escudo protector.

Tras su primera andanada radiofónica, De la Rosa cambió de estrategia coincidiendo con su ingreso en la cárcel Modelo (después fue trasladado a Can Brians). Rechazó las declaraciones escandalosas a micrófono abierto y se dirigió directamente a los que considera «responsables» de su caída.

De la Rosa tiene material suficiente como para provocar un cataclismo, eso lo saben los que han tenido relaciones y negocios con él desde la época dorada en la que era conocido como «el hombre que todo lo puede comprar».

Desde Can Brians, De la Rosa escribió su primera carta amenazante en la que aparecía por primera vez una alusión directa al Rey de España, identificándolo con la letra K. Esta carta fue enviada por fax a Alfredo Fraile. El antiguo asesor de De la Rosa hizo llegar una copia de la misma a Gabriel Fuentes, mano derecha del biministro Juan Alberto Belloch. Fraile y Fuentes mantienen relaciones de amistad desde hace años y por ello, el que fuera asesor de De la Rosa utilizó esa vía para que el mensaje llegase a manos de Belloch sin riesgo de filtración a instancias no deseadas.

El conocimiento de ese documento es lo que llevó a Belloch a autorizar a Fuentes a entrevistarse con Javier de la Rosa en Barcelona a mediados del mes de marzo de este año, tres semanas después de que el financiero saliera de la cárcel tras pagar una fianza de 1.000 millones de pesetas.

De la Rosa pretendía que el Gobierno presionase a Kuwait para que se paralizase la demanda que KIO presentó en la primavera de 1993 en la Corte Comercial de Londres reclamándole 500 millones de dólares que desaparecieron de la contabilidad de Torras tras la invasión del emirato por Irak.

A De la Rosa le preocupaba sobremanera este pleito porque podía llevar al bloqueo de sus cuentas en el extranjero y a un embargo de sus bienes.

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FRENESI.- En esas semanas, De la Rosa desplegó una gran actividad. Viajó a Madrid y se entrevistó con Mario Conde en su casa de la calle Triana. De la Rosa buscaba un acuerdo con Conde, una estrategia común, que sirviera a ambos para resolver por vías extrajudiciales sus multimillonarios pleitos.

Durante aquella entrevista, De la Rosa se mostró tenso y dispuesto a todo con tal de solventar su situación. El financiero dio a Conde básicamente la misma información que en su día transmitió a Belloch por medio de Fuentes.

Ese mismo día, Conde telefoneó a Fernando Almansa para hacerle llegar el mensaje amenazador de De la Rosa. El banquero, que ya había diseñado su propia estrategia de defensa, quiso mantener al margen a la Corona y, de hecho, hizo lo posible para que De la Rosa no tirase por la calle de enmedio poniendo en riesgo uno de sus pocos baluartes ante la opinión pública: su lealtad al Rey.

Posteriormente, De la Rosa y su esposa, Mercedes Misol, acudieron a La Salceda para pasar un fin de semana con los Conde.

En ese encuentro Conde puso sus cartas sobre la mesa: sólo puede haber un pacto de defensa común si se deja fuera a la Corona.

El financiero desconfía de Conde, como pone de manifiesto en sus conversaciones grabadas con el periodista José Díaz Herrera. De la Rosa sabe que el proyectil más efectivo de su arsenal es el que apunta precisamente a Manuel Prado, el diplomático amigo del Rey que presume ante sus íntimos de ser el hombre que ha «manejado los dineros de Su Majestad».

Es precisamente a finales del mes de marzo cuando De la Rosa cena en el Centro Asturiano de Madrid con Sabino Fernández Campo, ex jefe de la Casa Real, para informarle de sus planes: revelar el destino de 12.000 millones de pesetas que salieron de Torras a través de Pincinco.

En aquella cena, que se prolongó hasta las 4 de la madrugada, De la Rosa hizo numerosas confidencias a Fernández Campo, cuya salida de la Casa Real supuso para él un duro golpe.

El 24 de mayo De la Rosa mantuvo una cena con el director de EL MUNDO, Pedro J. Ramírez, en la que el financiero le puso al corriente de la explosiva información que había hecho llegar por diversas vías a las más altas instancias del Estado.

Días después, el Rey comentó a una persona de su confianza que había estado a punto de poner en conocimiento del fiscal general del Estado las amenazas que De la Rosa profirió ante diversas personas, entre ellas, Manuel Prado.

El amigo del Rey había puesto en marcha desde hacía meses su propia estrategia de defensa. El 27 de diciembre de 1994, cuatro días después de que Conde ingresara en Alcalá Meco, Pedro J. Ramírez y Prado mantuvieron una cena en el restaurante Jockey de Madrid.

Prado puso en conocimiento de Ramírez diversas amenazas que le habían llegado por varias vías con origen en De la Rosa, que entonces todavía se encontraba en la cárcel de Can Brians.

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AMENAZAS DE MUERTE.- Un mes más tarde, el 30 de enero, Prado volvió a cenar en el mismo restaurante con Ramírez y este periodista. El diplomático se refirió a las supuestas amenazas de muerte que había recibido De la Rosa si revelaba información sensible a la Corona. Prado desmintió cualquier operación contra De la Rosa y señaló que la estrategia del financiero era involucrar a la Corona para librarse de sus pleitos con la Justicia.

Prado entró en contacto con De la Rosa en septiembre de 1987. El diplomático acudió al despacho del financiero en Barcelona. Le mostró una carta firmada por el Rey en la que éste pedía al emir de Kuwait que sustituyera a su hombre en España (es decir, a De la Rosa), porque éste no contaba con el apoyo del Gobierno. Prado informó a De la Rosa que él personalmente había convencido al Monarca para que la carta no se remitiera. El «favor» de Prado fue sobradamente compensado por De la Rosa.

A partir de entonces se inició entre ambos una amistad que les llevó a compartir innumerables negocios. La sociedad Trébol, creada por Prado, recibió ingente ayuda financiera de De la Rosa. El amigo del Rey utilizó toda la parafernalia que el «catalán» ponía gustoso al servicio de sus socios: aviones particulares, helicópteros y, como no, su infraestructura bancaria en Ginebra.

La alianza De la Rosa/Prado alcanza su cénit a partir de 1989. Es en ese año cuando Prima Inmobiliaria compra el 75% del proyecto Castillo de los Garciagos a Prado por 1.500 millones, después (1991) Prado es nombrado vicepresidente de Grand Tibidabo y en 1992 De la Rosa consigue una audiencia privada con el Rey en la Zarzuela.

En octubre de 1990 salen desde España dos transferncias bancarias que, tras recalar en dos sociedades fantasmas, aterrizan en Suiza: una de 80 millones de dólares a nombre de Haussler (un hombre de Prado) y otra de 1.900 millones de pesetas a la sociedad Adnhil, también ligada a Prado.

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RUPTURA.- La luna de miel se rompió súbitamente el 6 de mayo de 1993. Para entonces, KIO había ya iniciado acciones legales en España y en Londres contra De la Rosa y el escándalo de Grand Tibidabo estaba gestándose.

La excusa para tal ruptura la dio Prado al esgrimir ante el abogado de Javier de la Rosa, Joan Pique, en su despacho de Madrid, unos documentos presuntamente falsificados por el financiero catalán en los que figuraba el membrete de la Casa Real y la firma del Rey.

Para entonces, Prado ya había entablado amistad con uno de los hombres más poderosos de este país: Mario Conde.

Prado no sólo consiguió que Banesto invirtiera en la por entonces fallida operación inmobiliaria de Castillo de los Garciagos, sino que prestó su finca de La Aracena para que el banquero se entrevistara con el presidente del Gobierno, Felipe González.

La reunión tuvo lugar el 28 de marzo de 1993 y a la cita González acudió acompañado por su cuñado Francisco Palomino. Para sorpresa de muchos, Conde concluyó su encuentro con González con la convicción firme de apoyar al presidente del Gobierno en la contienda electoral que se celebraría unos meses más tarde.

Sin duda, aquel fue un nuevo «éxito» que Prado no tardó en adjudicarse como un servicio más al país.

El papel de Prado como hombre puente entre La Zarzuela y La Moncloa subió muchos enteros en aquellos meses. Hasta el punto de que José María Aznar tuvo que llamarle al orden para que no interfiriera en sus relaciones con el Monarca.

Precisamente, en la cena mantenida con Pedro J. Ramírez y este periodista, Prado insistió en que él nunca había hecho nada para enturbiar las relaciones del Rey con el líder de la oposición.

Estaba claro que su estrategia, en espera de una hipotética denuncia de Javier de la Rosa, era poner al Rey como pantalla para proteger sus propios intereses.

En el mes de julio, la Corte Comercial de Londres dio un plazo de 15 días a Javier de la Rosa para revelar el paradero de los 500 millones de dólares que salieron de España en 1990.

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REVELAR NOMBRES.- Trasnscurrido dicho plazo sin que el financiero hubiera contestado, la Corte le colocó en situación de «contempt» (un término jurídico que podría traducirse por rebeldía) y dictaminó el embargo de sus bienes.

De la Rosa estaba entre la espada y la pared. Si no quería que el embargo fuera definitivo, lo cual le llevaría a la ruina, estaba obligado a revelar los nombres de las personas que recibieron el dinero.

Esta semana, el financiero ha dado un paso que muchos dudaban se atrevería a dar.

El día 9 de noviembre, sus abogados en Londres, la firma Peters & Peters, hicieron entrega a Baker and McKenzie (bufete que defiende a KIO) de un documento en el que se implica directamente a Manuel Prado en el cobro de 12.000 millones de pesetas.

El día anterior a la publicación de la noticia Prado sabía por diversas vías (entre ellas el ex presidente del Gobierno, Adolfo Suárez) que De la Rosa le iba a acusar de haber recibido ese dinero en dos de sus cuentas en Suiza.

Prado reaccionó acusando a De la Rosa de «chantajista» en las páginas de este periódico.

Al día siguiente, Prado filtró a El País la información sobre los documentos presuntamente falsificados por De la Rosa en los que aparece la firma del Rey y el membrete de la Casa Real.

Ese mismo día, Diario 16 publicó un capítulo del libro de José Díaz Herrera e Isabel Durán en el que se acusa a Conde y De la Rosa de chantajear al Rey de España.

Prado había conseguido su objetivo. No puede negar que las cuentas en Suiza en las que se depositaron los 12.000 millones de pesetas estaban controladas por él, pero dio un argumento de inestimable valor al Gobierno para cerrar la tesis de la conspiración, una construcción teórica utilizada por González en su comparecencia ante el Congreso de los Diputados del pasado miércoles que no sirvió para convencer a los diputados de la oposición sobre la motivación última de su entrevista en La Moncloa con Jesús Santaella, abogado de Conde y del coronel Perote.

Inmediatamente, el presidente del Gobierno utilizó este argumento en un mitin electoral en Barcelona para intentar demostrar que existe una «conspiración antidemocrática».

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APOYO

Los vínculos con Enrique Sarasola

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Es bien conocido que De la Rosa mantuvo estrechos vínculos con Enrique Sarasola, el amigo de Felipe González a raíz de la creación de Cartera Central. La permuta de terrenos de Plaza de Castilla por acciones del Banco Central fue una operación respaldada por el Gobierno en 1987, con el objetivo de «nacionalizar» el paquete de acciones del banco presidido por Alfonso Escámez en poder de la agencia estatal KIO.

Sarasola y Alvarez Alonso fueron los «ingenieros» de la operación que permitió valorar unos terrenos de edificabilidad dudosa en 25.000 millones en la época del «boom», que hizo ricos a algunos avispados.

Por esa operación, Sarasola cobró su parte: 3.300 millones libres de impuestos fueron a parar a la sociedad panameña Horowitz.

Fue Sarasola quién introdujo a los Albertos en el Palacio de la Moncloa y quién les convenció para que cambiaran los ladrillos por las altas finanzas.

Resulta evidente que si De la Rosa apunta ahora contra Sarasola no lo es tanto por un ánimo justiciero, sino porque, de esa forma, implica a González en el «negocio».

12 Noviembre 1995

Carta abierta a Javier de la Rosa

Pedro J. Ramírez

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MUY señor mío: Es usted uno de los hombres más insensatos que he conocido en veinticinco años de periodismo. No lo tome como insulto, sino como definición. La noche del 24 de mayo pasado no pude conciliar el sueño, abrumado por las terribles «revelaciones» que usted me había hecho en el reservado de un conocido restaurante. Me prometió que durante la «semana siguiente» me enseñaría las pruebas de sus gravísimas imputaciones. Hasta hoy. Para mi tranquilidad y alivio hace tiempo que le di por embustero y amorticé a beneficio de inventario la mayor parte de aquel catálogo de atrocidades. De hecho usted mismo a la hora de hablar ante los tribunales británicos sólo mantiene dos de las acusaciones que formaban tan larga retahíla: los pagos a Manuel Prado (100 millones de dólares) y la transferencia a Sarasola (27).

En lugar de cumplir sus compromisos en orden a la verificación de sus palabras, usted se ha dedicado a dar tres cuartos al pregonero, repitiendo sus enrevesadas películas, diseminando sus insidias de oído en oído con la maldad de Yago y la frivolidad de Falstaff. Me alegro de que al final se haya encontrado usted con alguien dispuesto a medirle con su misma vara y se haya visto en el devastador trance de escuchar de su propia voz lo que tan vehementemente negaba poco antes. Cuando le oí decir en la radio que nunca había implicado a la Corona, di un bote de indignación. Si hubiera sido necesario yo mismo habría salido en auxilio de los colegas, ratificando que su relato coincide en lo sustancial con lo que me contó a mi aquella noche.

Usted me describió con todo lujo de detalles la supuesta cena del Hotel Claridge, prometiendo aportar la grabación magnetofónica de la conversación -al parecer luego se ha convertido en un vídeo, pero nadie lo ha visto u oído- Usted me pormenorizó los supuestos pagos a Convergència, deslindando las cantidades que iban a parar al partido de las destinadas personalmente a sus dirigentes, y me aseguró que revelaría durante la campaña de las municipales la supuesta cuenta de uno de ellos en Suiza bajo el nombre clave de «Espina». Usted me dijo que en breve mostraría unas instantáneas -tomadas con una cámara especial que registra sobreimpresos el día y la hora de los hechos- en las que aparecen dos altos dirigentes del PP retirando maletas de dinero entregadas supuestamente por usted en una entidad bancaria. Usted me explicó cómo 14 de los 27 millones de dólares transferidos a la sociedad de Sarasola habían ido en realidad a parar a una subcuenta supuestamente controlada por un muy alto cargo público, cuyas iniciales constaban en la relación de pagos que había hecho llegar, vía fax desde la cárcel, al biministro Belloch. E interrumpo la relación para no entrar en el apartado de las grandes personalidades extranjeras.

Al día de la fecha, la realidad es que usted no ha sido capaz de mostrar ni la cinta del Claridge, ni el tronco de la «Espina», ni las fotos del PP, ni las claves de la subcuenta. Durante todo este tiempo no ha cesado en cambio de alimentar la espiral de la inquietud, engordando el bulo del rumor, hasta convertirlo mediante el boca a boca, en una inmensa bola de nieve rodando por la ladera. Antes de que Díaz Herrera decidiera tirar por la calle de enmedio -como por otra parte cualquiera un poco más avispado que usted hubiera esperado que hiciera-, pasaban ya de la docena las personas que para mi estupor me habían repetido en todo o en parte las tremendas «confidencias» que, atribulado, yo sólo había compartido con la almohada.

Es obvio que su propósito era crear un clima de sospecha generalizada en el que poder dirimir de forma más cómoda el único conflicto indiscutiblemente sustanciado de todo este embrollo -el único también del que se ha ocupado este periódico, para desilusión de quienes como González o su diario faldero intentan mezclarnos en su «conspiración»-: es decir el pleito privado que usted mantiene con su hasta hace cuatro días compinche, el embajador Manuel Prado y Colón de Carvajal.

En una cosa le doy la razón a su antagonista, aunque no estoy seguro de que el cuento no pudiera empezar por aplicárselo a sí mismo: los hechos demuestran que usted sólo se mueve por dinero. Eso lo tengo escrito ya hace tiempo: a diferencia de otros especímenes con los que comparte la piscina de los grandes saurios de esta era, su único delirio es monetario. Usted es como el Tio Gilito pero con una triple fila de colmillos. De ahí que con tal de recuperar o no perder los miles de millones que le tienen embargados en Londres sea usted capaz de cualquier cosa.

¿De cualquier cosa?

¿También de amenazar al Rey, a través de terceros? Si eso ha ocurrido -es de justicia precisar que al menos su «discurso» del 24 de mayo no llegó hasta ese extremo- le estará bien empleado que todo el peso del segundo párrafo del artículo 147 del Código Penal caiga sobre su cabeza. De momento ya ha causado usted un daño irreparable al conjunto de los ciudadanos que anhelan un inmediato cambio político como base para la regeneración de España, al proporcionar con tan torpes y arteros manejos la anhelada munición con que González y su tropa han podido relanzar la moribunda doctrina de la conjura contra el Estado.

No le costará demasiado trabajo entenderlo porque en definitiva el todavía presidente siente la misma ciega pasión por el poder que usted siente por la pasta. Si usted ha pretendido utilizar a la Corona como blindaje de sus desmanes económicos, él intenta ahora convertirla en coraza de sus abusos políticos, equiparando las fundadas acusaciones contra él con la ventolera insuflada por usted hacia lo más alto. De solidaridades asi, el cielo libre a nuestro Rey.

Mire usted, señor De la Rosa, no sé cuantas veces, ni con qué capacidad de drenaje ha metido la mano en la caja a lo largo de su dilatada trayectoria «pelotazale». Pero suscribo el adagio de que lo único peor que el crimen es la estupidez. Y basta repasar el delirante mitin de González de anteanoche para darse cuenta de que, encima de lo que lleva usted pillado y depredado, ahora se ha convertido en el último tonto útil -aunque lo de tonto me parece demasiado caritativo- de este gobernante sin escrúpulos. Sólo por eso ya se merece usted cadena perpetua en la cárcel del ostracismo público.

En la América conmocionada por el caso de los Papeles del Pentágono, un juez ejemplar sentenció que «la seguridad nacional no reside en las rampas de lanzamiento de cohetes nucleares sino en las instituciones libres y en valores como la libertad de Prensa». En declaraciones a la revista mensual «Futuro», obviamente realizadas antes de que estallara este escándalo, Sabino Fernández Campo da ahora certeramente en la diana cuando afirma que «en la verdad radica la estabilidad de la democracia». Estos primeros veinte años de reinado de don Juan Carlos han proporcionado a nuestro país la suficiente solidez institucional como para hacer frente a cualquier crisis originada por el comportamiento de sus hombres públicos. Aquí no hay miedos ni tabúes. Si usted tiene algo que decir, dígalo y pruébelo ahora, y si no calle para siempre. O al menos tenga la amabilidad de excluirme en lo sucesivo de su recurrente ronda de llamadas a las tertulias radiofónicas y las redacciones de los periódicos.

Atentamente.

Pedro J. Ramírez

12 Noviembre 1995

La otra conspiración

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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El pasado 4 de octubre, el diario El País concedía los honores principales de su primera página a una noticia que, aunque no desprovista de interés, distaba aparentemente de tenerlo hasta tal punto. «Un juez exige a De la Rosa que revele el uso de 55.000 millones», rezaba el titular. ¿Era eso tan importante? En cierto modo. Cuatro días después, el director de EL MUNDO aportaba la clave necesaria para entender por qué El País había magnificado tanto esa noticia: «¿Hasta dónde -escribía- están dispuestos los nuevos poderes fácticos a llegar para cebar la bomba de la confusión, tirar por elevación y sembrar el caos que ensordezca cualquier denuncia y engendre el ansia de restablecer el orden en el que han prosperado sus negocios ventajistas? A juzgar por determinados titulares, hasta la cumbre misma».

El embrollo al que hemos asistido estos últimos días es, vistas las cosas con la debida calma, de una transparencia simplísima. Tenemos, de un lado, a un financiero en francos apuros -De la Rosa-, al que un tribunal británico ha bloqueado las cuentas y al que le angustia volver a la cárcel. Ese financiero, desesperado, trata de utilizar como sea las pocas armas con las que cuenta. Y entre ellas hay una de particular interés: que entregó 12.000 millones de pesetas a otro hombre de negocios, Manuel Prado. De la Rosa, tratando de aprovechar que Prado es persona vinculada al Rey, presiona con la amenaza de revelar esa entrega y de salpicar la honorabilidad del monarca, esperando que alguien sugiera a Kuwait que retire la demanda contra él.

El segundo personaje es el propio Prado. Este sabe que la revelación de De la Rosa le puede hundir, porque no está en condiciones de explicar qué ha hecho con los 12.000 millones. Y entonces decide sacar partido de su relación con el Rey para tapar su propio escándalo con otro mayor y fingir que lo que hay por medio es toda una crisis de Estado. Va disponiendo las piezas adecuadas sobre el tablero y, cuando confirma que De la Rosa va a soltar su bomba en Londres, activa la suya propia. Porque es necesario que los ciudadanos sepan que ha sido él quien ha estado filtrando a la Prensa los datos fundamentales para organizar el escándalo.

Todo lo cual podía no haber sido sino un episodio más del enfrentamiento entre dos tiburones de los negocios en dificultades. Pero la coartada urdida por Prado, tan interesadamente afín al felipismo como hostil al PP, venía de perlas a González, que estaba perfectamente al tanto desde hace meses de las bazas que se guardaba De la Rosa, porque éste se las había pormenorizado al hombre de confianza de Belloch, Gabriel Fuentes. Gracias al relato autojustificativo de Manuel Prado, han podido -él y los medios de comunicación que lo encubren- volver a sacar a pasear el viejo fantasma de la «conspiración contra la democracia», que les permite presentarse como víctimas.

El chantaje de De la Rosa a la Monarquía ha sido real. Pero lo suyo es tan sólo la desesperada maniobra de un particular. La verdadera conspiración la han puesto en marcha quienes no han dudado en poner en entredicho la figura del Rey con tal de evitar su propia caída.

13 Noviembre 1995

Chantajes y conspiraciones

Germán Yanke

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Sigue el culebrón del pretendido y presunto «chantaje» al Rey. Porque a mí, y perdónenme, lo de «chantaje» me parece tremendo y exagerado si este señor, Javier de la Rosa, es, como aseguran todos los medios, un mentiroso redomado y con malas intenciones. Con una agudeza interesada, cuando se hablaba del «chantaje» de Mario Conde a Felipe González, los periódicos preguntaban: «¿Con qué hace el chantaje?». Si de la Rosa es, como dicen y yo acepto obediente, un falsario sin vergüenza (o sinvergüenza), no se debería hablar de chantaje.

Sí cabría referirse a su «conspiración» contra el monarca y a ella se refiere el artículo que ayer publicó José Luis Gutiérrez en Diario 16 (con el subtítulo «sobre el itinerario del financiero-marioneta Javier de la Rosa y otras conspiraciones») en el que nos enteramos de lo siguiente: primero, que el libro de los periodistas Díaz Herrera y Durán se iba a titular Los amigos de Felipe González (es decir, sólo se habla del Rey en el capítulo de las aventuras de Javier de la Rosa y, por razones distintas en otro. Es decir, también, que el asunto va de pretendidos saqueadores amigos del presidente). Segundo, que el capítulo era conocido por «personas próximas a la Zarzuela», en donde la sensación es «de alivio: ha reventado el grano». Tercero, que el director de Diario 16 está enfadado con que esta «conspiración» sea «obscenamente utilizada por el felipismo para reavivar la otra conspiración» y al felipismo reprocha cómo echa porquería sobre quienes han sido sus amigos y valedores. Y cuarto, esto último un tanto misterioso, que asegura que «el financiero catalán ha cometido el mismo error, la misma precipitación suicida de Mario Conde»: «advertir o amenazar sobre la información que se posee y renunciar al efecto sorpresa». ¿De qué información se posee? ¿Qué nos espera todavía?

Porque lo que se deduce de las informaciones publicadas es que De la Rosa quería utilizar como coraza de sus negocios dudosos lo que los periodistas citados llamaban ayer, también en Diario 16, «los faldones del Rey».

Y con la intención de que las cosas se aclaren de esta manera, Jaime Campmany, en su columna dominical del Abc, recordaba la invitación de este periódico para que Manuel Prado y Colón de Carvajal aclarara que sus «oscuros» negocios con Javier de la Rosa «empiezan en él y terminan en él»: «Me parece una declaración innecesaria -añade-, que admite corta dilación. Más deseable sería que quien se presenta como embajador real y como administrador de los bienes personales del Rey mirara con mayor escrúpulo sus relaciones comerciales, pero eso es ya llorar sobre la leche derramada».

En las páginas de información, Abc insiste también en que «el Gobierno intenta utilizar el supuesto chantaje al Rey como prueba de la conspiración contra González» y destaca que José María Aznar ha desmontado la estrategia gubernamental de aprovechamiento de «un conflicto entre particulares». Sin embargo, en El País, Ernesto Ekaizer afirma que el memorándum elaborado por Juan José Folchi (en el que se habla de «pagos políticos» y «contactos de Estado a Estado») «es una buena obra de lectura para aquellos que, ingenuamente o no, presentan la desaparición de los 480 millones de dólares de Torras-KIO como un affaire entre Javier de la Rosa y Manuel Prado». En la misma página, la crónica de Manuel Pérez informa de que el financiero ha dado ya «tres versiones distintas sobre los receptores finales del dinero». Insisto: ¿qué nos espera todavía?

No sé si hay «conspiración» en las encuestas pero la de La Vanguardia coloca a Jordi Pujol «más cerca de la mayoría absoluta» con el 46% de la intención de voto, la del Abc a punto de «fracasar en su empeño de gobernar con mayoría» con el 44,7% y la de El País en «el umbral de la mayoría absoluta» con el 45,4. Como parece seguro que va a ganar, la gran incógnita que plantea Juan Tapia en La Vanguardia es si la irrupción del «caso De la Rosa» en la campaña catalana -por los reproches de la oposición a las relaciones entre el Honorable y el financiero- va a «erosionar a la coalición nacionalista».

15 Noviembre 1995

Prado intenta apagar el fuego tras haber provocado el incendio

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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El paralelismo entre el desarrollo de los dos episodios aparatosamente filtrados a los medios de comunicación como «chantaje» al Gobierno y a la Corona termina de poner en evidencia la paternidad felipista de ambos. Primero, los medios adictos -sobre todo, TVE y RNE- amplifican el tumulto, luego González capitaliza la «teoría de la conspiración» con el «ya lo decía yo» y luego los propios incendiarios tienen que ejercer de bomberos ante la evidencia de que han podido pasarse de la raya. Si hace unas semanas fue Belloch el que negó que hubiera existido chantaje alguno en la visita de Santaella a González en La Moncloa, ayer fue Manuel Prado quien dijo lo mismo ante el fiscal en relación a De la Rosa. Prado había declarado el pasado miércoles a EL MUNDO que De la Rosa era un «chantajista» que actuaba «por dinero». Ayer, tras haber involucrado a la Corona en el affaire, aseguró que el Rey es «una cosa y los demás ciudadanos, otra». Y negó haber gestionado las finanzas del monarca a pesar de que en el último libro de Jesús Cacho se definía como «simple administrador de los dineros privados de Su Majestad». Lástima que Prado no se hubiera manifestado con esta claridad desde el primer día. Lo grave es que se haya jugado frívolamente con la imagen de la Corona para rentabilizar la maniobra en un juego político partidista.

16 Noviembre 1995

Declaración de Manuel Prado

Manuel de Prado Colón de Carvajal

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Por estimar que debía mantener silencio hasta después de mi declaración ante la Fiscalía General del Estado en relación con el llamado caso Jaque al Rey he esperado hasta hoy (por ayer) para manifestar a la opinión pública lo siguiente:

1) Que es absolutamente falso que en ningún momento haya recibido de KIO, por ningún concepto, ni directa ni indirectamente, transferencia Manuel Prado alguna en favor de mi persona ni en favor de sociedades extranjeras en las que participo y concretamente en Suiza.

2) Que cuantas transferencias han recibido dichas sociedades provienen de bancos domiciliados en Suiza y en concreto de don Javier de la Rosa, con la identificación Lancaster

3) Que dentro del volumen de operaciones mercantiles realizadas durante el tiempo que mantuve relaciones con el señor De la Rosa existen, entre otros, dos que totalizan un montante de cien millones de dólares.

4) Que dichos fondos fueron recibidos como reembolso a mis sociedades, por financiaciones internacionales por ellas facilitadas a don Javier de la Rosa y o a sus sociedades, para inversiones nobiliarias e inmobiliarias en España y en el mercado de valores español.

5) Que emplazo a don Javier de la Rosa para que públicamente manifieste su asentimiento a estas manifestaciones, de manera que quede definitivamente claro que se trataba exclusivamente de una relación mercantil privada entre sociedades y personas en el extranjero.

6) Que en la carta que me dirige don Javier de la Rosa, fechada el día 17 de mayo de 1993 y aparecida hoy (por ayer) en la Prensa nacional, queda claramente reconocido que nunca, ni directa ni indirectamente, ni por él ni por KIO ni por empresas relacionadas con esta última, ha existido ninguna transferencia para atender a pagos políticos ni para formar ningún lobby como parece que el señor De la Rosa ha manifestado en la Corte de Justicia de Londres.

7) Que igualmente emplazo a don Javier de la Rosa para que de una vez haga pública y expresa manifestación que ningún otro tipo de relación que no sea ésta, puramente negocial o mercantil, ha tenido conmigo, cumpliendo el compromiso asumido en la referida carta del 17 de mayo de 1993 al afirmar textualmente: Que me comprometo, si fuera necesario, a dar testimonio de cuanto antecede ante cualquier institución pública o Administración de Justicia tanto en España como en el extranjero

8) Que, caso de que el señor De la Rosa no manifestara públicamente su asentimiento a estos hechos o los negara, la documentación acreditativa de las afirmaciones que anteceden estará a disposición de los Tribunales de Justicia competentes en la forma que legalmente proceda. Con esta declaración quiero dejar totalmente clara mi intervención tratando de evitar interpretaciones maliciosas o falsas.

16 Noviembre 1995

Prado: los honorarios más altos de la historia

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Manuel Prado reconoció ayer por fin que sí cobró 12.000 millones de pesetas de Javier de la Rosa. Los pagos fueron hechos a dos sociedades suizas controladas por el embajador. Este justifica la astronómica suma por servicios «puramente mercantiles» y por labores de intermediación financiera a las empresas de Javier de la Rosa. El comunicado del diplomático y empresario -dando la razón a las tesis de EL MUNDO- tira por tierra la teoría de la conspiración y pone de relieve el juego sucio del Gobierno en este affaire. Pero al mismo tiempo que disipa las sospechas de una imaginaria conjura contra la monarquía, fomentada interesadamente desde el poder, la versión de Prado alimenta las especulaciones sobre el destino final de los 12.000 millones. Nadie en su sano juicio se puede tragar un desembolso de tal calibre por un mero trabajo mercantil o de intermediación. De ser cierta la versión de Prado, éste debería aparecer en el Guinness por haber cobrado los honorarios profesionales más altos de la historia. EL MUNDO aporta hoy nuevas revelaciones sobre los negocios de Prado, comisionista de una empresa pública en un contrato en Venezuela y excelentemente conectado con personajes del felipismo como el cuñadísimo Palomino, Sarasola y Jesús Bores.

19 Noviembre 1995

Las espinas de la rosa

Juan Carlos Escudier

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Si quien tiene un amigo tiene un tesoro, Manuel Prado y Colón de Carvajal ha tenido durante casi 30 años un tesoro real. Todo el mundo lo sabía. Y es que este empresario, con aureola de discreto, hizo de su amistad con el Rey de España una tarjeta de visita que le ha abierto las puertas de medio mundo. Para Prado, conocer al Rey fue como contemplar una aparición de la Virgen. Un milagro, sobre todo para sus negocios.

El, todo hay que decirlo, tenía disposición. Al finalizar la autarquía, fue pionero en lanzarse a los mercados internacionales. De alquilar palas excavadoras a los americanos para que construyeran sus bases en España pasó a vender barcos a Sudamérica, o mejor dicho a llevarse un porcentaje de las ventas que, al parecer, fueron bastantes.

Se ganó fama de reputado empresario. Promovió la creación de algunas sociedades metalúrgicas y llegó a ser el mandamás de los patronos del sector. Cuando la dictadura se acababa, Prado estaba ya forrado. En su espumosa subida alcanzó la presidencia de Iberia, de la mano del entonces ministro de Industria, Pérez Bricio.

Con la democracia, fue senador por designación real y también por designación ocupó un puesto clave en una sociedad mixta hispano-saudí -Alkantara Iberian Export-, desde la que, junto a Adhan Kashogui, hizo el negocio del siglo vendiendo material bélico a Egipto y a todo bicho viviente.

A Prado le salían amigos de la sopa. Lo era de Cyd Bass, el dueño del 25 por ciento de la multinacional Disney; también de Henry Kissinger, con el que compartió negocios a través de su empresa Kissinger Associates; se codeaba con buena parte de los mandatarios árabes, y con algunos de ellos firmó suculentos contratos para el suministro de petróleo. Mientras, era nombrado embajador permanente, presidente del ICI, comisario regio para el V Centenario… Todo, hasta que los socialistas llegaron al poder.

A partir de 1982, las cosas cambiaron. Alejado de responsabilidades institucionales, Prado quiso dedicarse a lo suyo, a ganar dinero a porcentaje. Fundó Trébol Internacional, para administrar patrimonios ajenos en el delicado campo de la ingeniería financiera; Atlas Internacional, para operaciones de comercio exterior; Trebolquivir, para inversiones inmobiliarias; y Trébol Condal, para más de lo mismo.

Otros competidores

En pleno auge de la chaqueta de pana, Prado pasó de protagonista a actor secundario y se vio obligado a compartir la escena con los recién llegados, que también querían criar reses bravas -como las suyas de Torrealta- tener fincas a tutiplén y vivir como auténticos reyes del mambo.

Como los negocios se le torcieron, el diplomático intentó hacer nuevos amigos. Lo intentó con Sarasola, un empresario que en ese nuevo orden prometía bastante, y con los artífices del «pelotazo», un nuevo nombre para algo que había existido -y él lo sabía- toda la vida. Fue entonces cuando apareció Javier de la Rosa.

El catalán tenía malos antecedentes. Su padre tuvo que salir del país por un quítame allá esos duros y él mismo estuvo a punto de seguir sus pasos cuando armó la de San Quintín en Banesto y, en concreto, en la Garriga-Nogués, donde dejó un agujero de dimensiones estelares.

Pese a ello, De la Rosa se hizo el amo. Como representante de KIO en España, lo suyo era una constante orgía de dinero. Como dinero llama a dinero, Prado y De la Rosa se llamaron y empezaron a trabajar juntos.

Tras algunos proyectos de dudosa rentabilidad -el de la urbanización Castillo de los Garciagos fue un ejemplo-, ambos acabaron en Grand Tibidabo, sociedad que Prado abandonó a finales de 1992.

De Prado, De la Rosa quería una cosa: respetabilidad. Y trató de conseguirla haciéndose recibir por el Rey en la Zarzuela, en un acto del que cuentan que Prado fue inspirador. El financiero no dudó en airear convenientemente esta «línea directa» con la Casa Real y con su inquilino.

Y de De la Rosa, Prado quería otra: dinero. Juntos pues el hambre con las ganas de comer, los dos iniciaron una andadura que terminó abruptamente. Antes, en octubre de 1990 y en mayo de 1992, 100 millones de dólares pasaron de las arcas de KIO a las de Prado. Según el embajador, fue un simple pago a adelantos realizados a De la Rosa por sus empresas.

Tras la ruptura, el diplomático tuvo conocimiento de que el «mago de los dossieres» le había tendido una trampa y había difundido, con membrete de la Casa Real incluido, estos supuestos «pagos políticos» para conseguir que una presión al más alto nivel le permitiera irse de rositas de la demanda que tiene planteada en la Corte de Londres y del proceso que le llevó en España a una celda de Cam Brians.

Prado se lo tomó tan en serio que, según aseguraron a este diario fuentes oficiales de absoluta solvencia, trató de reponer este dinero. Uno de sus hombres de confianza por aquel entonces, Arturo Moya Moreno -ex diputado de UCD, ex consejero de Adolfo Suárez- recorrió algunas naciones árabes -como Qatar y Brunei- para recaudar fondos y hacer frente a la devolución.

Más aún, desplegó sus oficios para que en la negociación entre Madrid y Kuwait sobre la situación de las empresas de KIO en España se resolviera la situación de De la Rosa, favorablemente para él, claro está. Y hasta al CESID llegó para explicar que un acuerdo de este tipo evitaría un escándalo que podría salpicar al propio Rey.

Pero el escándalo estaba ya en marcha y era imparable. La opinión unánime es que Prado, que el miércoles tuvo que reconocer la evidencia -que había sido el receptor de los 12.000 millones de pesetas-, debe afrontar en solitario las consecuencias de sus acciones. Y a nadie, salvo a Julio Anguita, se le ha ocurrido pedir que se investigue el camino recorrido por esa fortuna desde que llegó a Sogenal, el zurrón de Prado.

En esta soledad, hasta la Casa Real se apresuró a desmentir que Prado hubiera ejercido alguna vez como administrador oficial u oficioso de los bienes de don Juan Carlos.

Obsesionado por los tesoros, Prado había puesto en marcha nuevos proyectos, como el del parque temático de la Isla de La Cartuja, cuya gestión fue adjudicada durante 40 años a Partecsa, la sociedad que preside; o el de Sevillana del Cable y el Centro de Tecnología de la Comunicación, dos empresas fundadas para sacar tajada del nuevo mercado televisivo.

Lo último de lo último fue lo de las pizzas. Prado y Colón de Carvajal, con más cruces que un cementerio y más laureado que San Fernando, vio oportunidades de negocio en la venta de este tipo de comida rápida, ya sea mozzarella o cuatro estaciones.

Así que entró en TelePizza y tiene ya la franquicia de casi 20 de estos establecimientos. Prado lo sabe muy bien: el secreto está en la masa, aunque ahora le hayan pillado con la mano -el diplomático perdió un brazo a los 18 años en una accidente de tráfico- dentro de ella.

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APOYO

Esos políticos

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Si los socialistas no han sido su fuerte -y eso que trató de granjearse algunas simpatías del entorno de González-, Prado tampoco espera mucho de los populares.

Su pensamiento quedó reflejado en una cena de empresarios celebrada en Madrid en la que Prado expresó algunos comentarios que, dirigentes del PP consultados por EL MUNDO, calificaron de «no gratos» ni hacia el partido ni hacia Aznar.

Explicaron que fue Juan Abelló quien replicó a Prado y expresar una opinión contraria.

Las palabras de Prado llegaron al propio Aznar, quien aprovechó que coincidió con él en un ciclo de conferencias para reprocharle su actitud y sus comentarios.

27 Noviembre 1995

El «chantaje» se derrumba, la Corona sale reforzada

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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El castillo de naipes del «chantaje al Rey» con el que el Gobierno, la radiotelevisión pública y la prensa adicta han pretendido irresponsablemente relanzar la teoría de la conspiración, se ha derrumbado estrepitosamente al sugerir el fscal del Estado el próximo archivo de las diligencias por haberse constatado que la Corona «está al margen» del conflicto Prado-De la Rosa. Hoy EL MUNDO añade un elemento decisivo a este proceso de clarificación de lo deliberadamente oscurecido, al detallar el uso que Manuel Prado dio a los 12.000 millones que recibió en Suiza. Con la parte del león se salvó de la quiebra pagando deudas, cancelando hipotecas y peloteándose préstamos con el propio De la Rosa. Con el resto -sólo queda por aclarar el destino de 20 millones de dólares- compró acciones, financió su costoso divorcio y siguió dándose la gran vida. Es decir que no hubo «chantaje al Rey» porque no había materia para ello. Ni se trataba de financiar ningún lobby político, ni había institución alguna en danza, aunque De la Rosa y Prado montaran la «película» para tapar sus vergüenzas. La Corona sale, pues, robustecida por la fuerza de los hechos, en un clima de normalidad y en un país sin tabúes, en el que ya es posible criticar tal o cual comportamiento del Rey, incluso de forma tan injusta como cuando se pone en duda su papel en el 23-F, sin que ello implique conjura de ninguna clase. Los sondeos de la semana pasada dejaban constancia de la alta nota que el conjunto de los españoles atribuye a la labor de don Juan Carlos. El que las contadas voces disonantes puedan expresarse de manera natural no sólo no merma sino que autentifica el prestigio de nuestra Monarquía democrática.