26 febrero 1986

Pradera firmó un manifiesto a favor del SÍ a la OTAN, desatando críticas de los lectores y el director, Juan Luis Cebrián, evitó salir en su defensa

Javier Pradera Gortázar dimite como ‘jefe de opinión’ de EL PAÍS ante la polémica desatada por su decisión de hacer campaña con el PSOE a favor del SÍ en el referendum de la OTAN

Hechos

D. Javier Pradera dimitió como jefe de opinión y editorialista del diario EL PAÍS en febrero de 1986, abandonando temporalmente el periódico del Grupo PRISA.

Lecturas

El 17 de febrero de 1986 se hace público un manifiesto a favor del SÍ a la OTAN que pide el PSOE en el referéndum promovido por Jefe de Opinión de El País, D. Javier Pradera Cortázar, que también firmaba D. Juan Benet Goitia junto a otros periodistas como D. Carlos Luis Álvarez Álvarez ‘Cándido’, D. Miguel Ángel Aguilar Tremoya o D. José Manuel Oneto Revuelta.

El periódico ABC de D. Luis María Anson publicará el día 19 una referencia despectiva a Pradera Cortázar considerando que ‘tanto él como su periódico están a la orden’ del PSOE y desmintiendo alguna de las firmas. El 23 de febrero el Defensor del Lector de hacía eco de las quejas de los lectores de El País por la actuación de Pradera Cortázar siendo desautorizado por el propio director de El País, D. Juan Luis Cebrián Echarri, causando que Pradera Cortázar dimita como Jefe de Opinión de El País el 26 de febrero y abandone el periódico.

Después de la dimisión de Pradera Cortázar de El País causará artículos de D. José Luis Gutiérrez Suárez (Diario16), D. Miguel Ángel Aguilar Tremoya (Tiempo), D. Carlos Luis Álvarez Álvarez ‘Cándido’ (Interviú) apoyando a Pradera Cortázar frente a su empresa. D. Jaime Campmany Díaz de Revenga publica una columna jocosa sobre el tema y Anson Oliart publica un editorial breve mostrando respeto por Pradera Cortázar.

17 Febrero 1986

ANTE EL REFERÉNDUM: MANIFIESTO A FAVOR DEL SÍ A LA OTAN

Javier Pradera (y otros 72 firmantes)

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Solicitamos de la ciudadanía un voto afirmativo en el próximo referéndum convocado para el 12 de marzo.

Por circunstnacias que escapan al control de todos, un referendum convocado para determinar una cuestión central de la política exterior española, como es la permanencia o salida de España de la OTAN, ha creado un estado de confusión e incertidumbre que puede acarrear consecuencias indeseables para el normal funcionamiento de nuestra vida democrática. En principio, cualquier respuesta que proceda de ideas o convicciones acerca de la política exterior española es pertinente. Por el contrario, nada tan censurable como los intentos de adecuar esa respuesta a las torticeras maniobras de algunos grupos resuletos a utilizarla para fines espurios a costa de los intereses de la ciudadanía.

Entre otras cosas, tal desfiguración del referéndum modifica el sentido unívoco del no, defendido hasta el presente de manera exclusiva por movimientos pacifistas y grupos de izquierda y usurpado ahora en parte por sectores reaccionarios. Recordemos que el dilema planteado por el Gobierno sólo da a elegir entre la permanencia de España en la OTAN y la salida de esa Alianza con la perpetuación del Tratado Bilateral con Estados Unidos. Ante tan perentoria disyuntiva, creemos sin duda preferible un pacto múltiple, tal como ofrece la OTAN, a otro bilateral, tal y como establecen los Estados Unidos.

Por último, ya despecho de las evidentes contradicciones y culpables errores de los dirigentes socialistas en este y otros asuntos, consideramos que el llamado voto de castigo, en este referéndum, es impropio de quien tenga un recto sentido de las responsabilidades ciudadanas.

A la vista de estas consideraciones, y por cuanto la abstención ha quedado adulterada por el burdo oportunismo de cierta derecha, solicitamos de la ciudadanía un voto afirmativo en el próximo referéndum convocado para el 12 de marzo.

  • Javier Pradera
  • Juan Benet
  • Julio Caro Baroja
  • Camilo José Cela
  • Josep Ramoneda
  • Miguel Ángel Aguilar Tremoya
  • Carlos Luis Álvarez ‘Cándido’
  • Rafael Conte.
  • Santos Juliá.
  • Charo López
  • Juan Marsé.
  • Adolfo Marsillach
  • José Oneto
  • Álvaro Pombo
  • Carlos Alcolea
  • Jaime de Armiñán
  • Blanca Andreu
  • Eduardo Arroyo
  • Antonio Bacero
  • Manuel Ballbé
  • Oriol Bohigas
  • Carlos Bousoño
  • Francisco Calvo Serraller
  • Ignacio Cardenal
  • Marta Cárdenas.
  • Lluys Clotet
  • Víctor de la Concha
  • Federico Correa
  • Juan Cueto
  • Eduardo Chamorro
  • Eduardo Chillida
  • Martín Chirino
  • Álvaro Delgado Gal.
  • Manolo Díaz
  • Adolfo Domínguez.
  • Raquel Fabregat
  • José Antonio Fernández Ordoñez
  • José Luis García Delgado.
  • José María Guelbenzu
  • Juan Gil Albert
  • Jaime Gil de Biedma
  • José Luis Gómez (actor)
  • Roma Gubern
  • Antonio López García
  • Antonio López la Madrid
  • Tomás Llorens
  • Emilio Martínez Lázaro
  • Augusto Martínez Torres
  • José Monleón
  • Marta Moriarty
  • Ricardo Muñoz Suay
  • Beatriz de Moura
  • Carlos Moya
  • Antonio Oliver
  • Luis de Pablo
  • Michi Panero
  • Víctor Pérez Díaz
  • Amancio Prada
  • Santiago Roldán
  • Pedro Romero de Solís
  • José Sámano
  • Ángel Sánchez Harguindey
  • Rafale Sánchez Ferlosio
  • Trinidad Sánchez Pacheco.
  • Jorge Semprún Maura.
  • Ángel Serrano.
  • Assumpta Serna.
  • Óscar Tusquets.
  • José Miguel Ullán.
  • Eduardo Úrculo.
  • Luis Antonio de Villena.
  • Jorge Wagensberg.
  • Zusch.

19 Febrero 1986

JAVIER PRADERA

ABC (Director: Luis María Anson)

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La extrañeza de que Javier Pradera haya firmado el manifiesto de un grupo de intelectuales cercanos al PSOE en favor del sí en el referéndum no está justificada. El señor Pradera, aunque antiguo miembro del Partido Comunista, es hoy editorialista, jefe de Opinión y auténtica eminencia gris del diario gubernamental. Aunque se permita alguna discrepancia en cuestiones menores, o tome posición en favor de unos ministros y en contra de otros, en las cuestiones sustanciales él, como su periódico, están a la orden.

20 Febrero 1986

Manipulación en nombre de Caro Baroja

ABC (Director: Luis María Anson)

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La utilización del nombre de Julio Caro Baroja en la campaña a favor del ‘sí’ en el referéndum sobre la OTAN se ha convertido en el asunto del día. Como informábamos ayer, el profesor Caro Baroja ha desmentido haber firmado el llamado manifiesto de cincuenta artistas e intelectuales españoles en apoyo a Felipe González con motivo de la consulta sobre la Alianza. Sin embargo, su nombre encabezaba la lista de esos cincuenta firmantes entre los que figuran numerosos funcionarios y editores dependientes del Gobierno. La gestión de las firmas fue realizada por Javier Pradera, editorialista del diario gubernamental y el novelista Juan Benet.

23 Febrero 1986

La postura de la dirección de EL PAÍS

Ismael López Muñoz

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La polémica sobre la aparición pública de los periodistas de EL PAIS en temas concretos de la política nacional también ha afectado a la Redacción. Las discusiones entre compañeros de distintas secciones, unos firmantes, otros no, no se han visto, sin embargo, reflejadas de forma concreta por ninguna manifestación escrita del recién estrenado Comité de Redacción, quien en principio parecía dispuesto a publicar una nota con su parecer. Diversas consultas hechas por el defensor de los lectores a los representantes de los periodistas de EL PAÍS han sido infructuosas.

El director de la publicación, Juan Luis Cebrián, contesta a los interrogantes que al ombudsman le han planteado los lectores: .¿Cómo puede mantener la independencia, un periódico que se autotitula así si desde miembros de su consejo de administración hasta redactores, pasando por otros cargos directivos y uno de los que escribe los editoriales políticos, anuncian sus posturas, con amplia publicidad, animando con sus firmas a tomar determinadas decisiones?». Juan Luis Cebrián nos responde: «Este es un periódico pluralista y no puede cercenar los derechos ciudadanos de sus redactores. Tienen perfecto derecho a manifestarse públicamente. EL PAIS para nada se siente comprometido con ellos cuando lo hacen. Por otra parte, en el caso de¡ jefe de la sección de Opinión, la cuestión no varia, porque por encima de él existe un redactor jefe, Vicente Verdú, que dirige un equipo de 15 editorialistas que mantienen una reunión semanal, con los subdirectores, directores adjuntos y el director: ahí es donde se toman las decisiones editoriales fundamentales. El cargo de Javier Pradera, que no es el único que escribe editoriales políticos, no es funcional, no tiene redactores a sus órdenes. La línea editorial del periódico, de acuerdo con el estatuto de la Redacción, la marca el director, en el marco de ese estatuto, que ha sido aprobado por la empresa (Consejo de Administración y Junta de Accionistas) . El director es el único responsable ante la opinión pública de la opinión editorial del periódico».

El juicio particular de Cebrián sobre los periodistas firmantes en el tema de la OTAN es concreta: «No me parece ni bien ni mal, aunque creo que quienes firman habitualmente artículos y opiniones en la prensa no necesitan hacer este tipo de afirmaciones colectivas. En cualquier caso todos han firmado los manifiestos a título personal y no como miembros integrantes del equipo intelectual del periódico. Obviamente, cualquier firmante. de cualquier manifiesto lo hace responsablemente y no desconoce lo que significa tanto a nivel personal como profesional hacer una cosa así. El periódico por su parte está tratando de dar tribuna a todas las posiciones y en su día se pronunciará editorialmente. La opinión de EL PAIS sobre el referendum de la OTAN se hará sobre la base de borradores en los que contribuirá mucha gente y es ingenuo pensar qué la línea del periódico en este tema vaya a ser la individual de Javier Pradera o de cualquier otro redactor.».

Por último, al requerirle si la firma de Juan Luis Cebrián, como ciudadano que puede acogerse a la libertad de expresión constitucional, acompañaría alguna de las posturas de los distintos grupos sobre el referéndum, contestó: «No. No he firmado ningún manifiesto, excepto -y solo en ocasiones- aquellos referidos a temas generales: a favor de la Constitución, contra el terrorismo, o por la libertad de expresión… Creo que bastante hago con firmar a diario EL PAIS».

26 Febrero 1986

CARTA DE DIMISIÓN AL DIRECTOR

Javier Pradera

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Querido Juan Luis:

Siempre he creído, como tú, que la soberanía de un periódico se halla, en última instancia, en’ manos de sus lectores. Las críticas recogidas en el artículo publicado hoy por el ombudsman de EL PAÍS sobre mi participación en un llamamiento pidiendo el sí en el próximo referéndum sobre la OTAN me parecen, en líneas generales, fundadas. Dicho sea de paso, conrio en que esas protestas, para mí justificadas, han sido dirigidas contra cualquier pronunciamiento público que yo hubiera podido suscribir (incluido el consejo a favor del no, la abstención, voto en blanco o voto nulo) y no contra la recomendación específica que contenía.

A mi entender, no es lo mismo que un colaborador habitual de prensa firmante de sus propios artículos apoye una determinada opción política a que lo haga una persona cuyo nombre figura en la mancheta de un periódico, sobre todo si tiene a su cargo lajefatura de la sección de Opinión y participa en la discusión y realización de los editoriales. Sirva como explicación (claramente insuficiente a la vista de los acontecimientos) de mi decisión, objetivamente equivocada, que confié al firmar ese llamamiento en que mi nombre no fuera percibido exclusiva o predominanteinente como el de un periodista de EL PAÍS (al que estoy jurídico-laboralmente vinculado como colaborador), sino como el de un editor (mi profesión desde hace 20 años).

En cualquier caso, me parece inexcusable que aceptes mi dimisión como jefe de la sección de Opinión de EL PAÍS. En nada debe afectar esta decisión, para mí dolorosa, a la amistad que me une a ti y al resto de los compañeros del periódico. Desde luego, me gustaría seguir colaborando en vuestras páginas, pero, a partir de ahora, con artículos firmados. Un fúerte abrazo.

Javier Pradera

27 Febrero 1986

El respeto a los demás

ABC (Director: Luis María Anson)

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De forma invariable ABC ha mantenido el mayor respeto hacia las empresa periodísticas con las que compite y se ha esforzado por no hurgar en sus problemas internos, económicos o profesionales. Salvo que esos problemas se conviertan por alguna circunstancia en noticia de interés general, ABC, aunque no siempre ha sido correspondido de la misma forma, ha mantenido y mantendrá una actitud de discreción y silencio.

27 Febrero 1986

Los intelectuales

José Luis Gutiérrez

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Javier Pradera, editorialista del diario EL PAÍS, promotor principal de la lista de intelectuales a favor del sí, ha sido otra víctima de aquello que el legendario saltador olímpico Fossbury llamaba la intromisión política en ámbitos que deberían estarle causi vedados, como es el mundo de la información. Pradera admitía ayer ante este columnista, tras presentar su dimisión irrevocable a la dirección del periódico, que ‘a veces no medimos las consecuencias de nuestros propios actos, y cuando creemos que estamos accionando un timbre, resulta que se afre un foso a nuestros píes…’.

Pradera, que presume de considerar a sus amigos – entre los que este columnista cree contarse – como una de las dos o tres cosas más importantes, insiste que ‘yo soy el principal responsable. El que la hace la paga, y desde luego, mi amistad con Juan Luis Cebrián (director del periódico) seguirá como hasta ahora’.

09 Marzo 1986

TODOS LOS ENANITOS JUNTOS NO LOGRAN SER BLANCANIEVES

Carlos Luis Álvarez 'Cándido'

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Este periodo dogmático que hemso vivido y que a estas hora no sabemos si continuará  ha generado sucesos inquietantes. Por ejemplo, yo quedé estupefacto cuando me enteré de que Javier Pradera había dimitido como jefe de Opinión de EL PAÍS. Pradera dimitió luego de que el ombudsman del gran periódico madrileño, en nombre de sus lectores partidarios del no, se hiciese eco de sus protestas. Pradera había firmado un manifiesto apoyando el sí en el referéndum. Al parecer Javier Pradera había vulnerado el principio del no punto de vista que el periódico exige a sus profesionales, incluso a un profesional del punto de vista tan excepcional como Pradera.

Lamento que los innúmeros profesores de ética, de estética y de cosmética dispuetos siempre a hacer un caso de conciencia con el hecho espantable de que alguien divida un pelo en dos y no en tres, o en tres y no en dos, no hayan echado luz sobre este asunto. El ombudsman se lanzó sobre Pradera como un obús. Pero como un obús sedicentemente defensivo, y no agresivo. Existían no sé cuántos editorialistas más, subdirectores, redactores jefes, jefes de sección, toda una pululación del organigrama bajo los cuales Pradera tenía la misma capacidad de decisión que el jugador de rugby aplastado en el fondo de la melée- Mi idea es que todos los enanitos juntos no lograrán jamás ser Blanca Nieves. Yo no creo qn los organigramas que no reconocen la espontaneidad de las personas singulares, su evasión del pensamiento previamente reglamentado, lo cual permite a esas personas el contacto con la raíz viva de las grandes cuestiones que tratan. Aquí se ve el ejemplo de un organigrama que, entremetiéndose, sabotea el discernimiento, el punto de vista de un intelecutal que es, antes que nada, ciudadano. El petulante ‘ombudsman’ venía a decir: ‘El talento y la conciencia de Javier Pradera sólo son articulables con la realidad si expresan la opinión del periódico, de tal manera que, al fin del proceso, Pradera se queda sin opinión, a pesar de que sea Javier Pradera quien forma la opinión del periódico.

En vista de eso, Pradera tiró su silbato de ‘boy-scout’ ante el pánico de una buena parte de los redactores que veían en glboo su propia libertad personal. Fue un arranque contra el organigrama, el cual, como todos o casi todos los organigramas, celebra la carencia de espontaneidad como una virtud de quienes, sin vanidad y perfectamente adaptados, se descorporeízan dentro del equipo y se institucionalizan como cadáveres ocurrentes al servicio de una independencia concreta, es decir, de una opinión concreta, que es la que dista la conveniencia, en cada momento, de quien manda.

El peligro está en que un periódico pued adoptar la fórmula de un partido político fundamentado en una certidumbre intocable y en el imperativo no discutible de un alto grado de coherencia. Tanto es así que el aspecto de desviacionista contrito adoptado por Javier Pradera resultó en verdad doloroso. En una carta al director de EL PAÍS reconoce su falta y califica de fundadas las objeciones del dichoso ombudsman y de objetivamente equivocada su decisión. Sólo una queja, envuelta en una sutil, melancólica ironía: ‘confío en que esas protestas, para mí justificadas (las recogidas por el ombudsman) han sido dirigidas contra cualquier pronunciamiento público que yo hubiera podido suscribir (incluso el consejo a favor del ‘no’, la abstención, voto en blanco o voto nulo) y no contra la recomendación específica que contenía’. Pero en seguida vuelve la contradicción por el pecado del desviacionismo. José Luis Gutiérrez, en una crónica por nadie desmentida hasta ahora, publicada el 27 de febrero en DIARIO16, reproduce estas palabras de Pradera: ‘A veces no medimos las consecuencias de nuestros propios actos, y cuando creemos que estamos accionando un timbre, resulta que se abre un foso a nuestros pies…’. Y estas otras: ‘Yo no soy el principal responsable. el que la hace la paga y, desde luego, mi amistad con Juan Luis Cebrián (director del periódico) seguirá como hasta ahora’. Es sencillamente patético. Esta cruel escena de una inteligencia genuflexa reproduce una situación ‘gulag’. Es Padilla tiritando ante Fidel Castro.

Y todo esto no es un problema interior del periódico. No es, tampoco un problema que atañe exclusivamente a los periodistas. Es todo el cuerpo social el que está comprometido y por tanto, el que debe reaccionar con energía frente a cualquier género de poder basado únicamente en la precaridad de quien obedece, y en la consiguiente interiorización de un tempor que puede precipitarse en la docilidad abyecta. Sería inútil ignorar eso, pues, como decía Ortega, toda realidad que se ignora prepara su venganza. Un helado silencio ha sido el testigo más elocuente del peor suceso de estos días, un suceso subrayado por el miedo. En la noche de la Pasión no tuvo miedo. Y por eso no me sorprendería nada que hubiese acabado en la cazuela, aunque sobre esto los evangelistas, y no digamos San Pedro, callan prudentemente. Lo seguro es que el gallo de la Pasión no vivió para escribir sus memorias.

De toda esta alteracón, quizá saludable que estamos viviendo, lo más importante será dejarla atrás. Dejar atrás, sobre todo, las construcciones angulares rígidas, destructoras. Los albañiles de la psicología pública han trabajado (…) por mi parte, en una sesión de radio, con Juan Benet, Vázquez Montalbán y Jesús Vicente Chamorro, dije que mi actitud estba traspasada por esa clase de dudas ‘que duelen’. POr que naturalmente el sí no me ha bastado, como tampoco me hubiese bastado el no. Los dos monosílabos requieren una definición en términos de más palabras, y abundantes alusiones a ideas complicadas. Por lo pronto, la mayoría de los ciudadanos se han acogido, para votar, a motivos distintos al hecho de que se trata y, en el mejor de los casos, a motivos contiguos, porque lo que hemos votado es un hecho bastante desconocido. Ahora bien, el desconocimiento es una de las causas de las actitudes inflexibles. En cualquier dogma tenazmente sostenido, sea político, social o religioso, hay un gran agujero negro que, curiosamente, procrea certidumbre arbitraria en vez de duda racional.

Esta doble y rectilínea embestida de dos testuces no ha alcanzado ningún carácter épico, por fortuna. Estamos aún impresionados por lo bien que hemos sabido procurarnos una democracia y de que los países civilizados se hagan lenguas de la destreza con que hemos manejado nuestra inexperiencia, y de lo mal que manejaron su experiencia los golpistas.

Otro caso algo estremecedor ha sido el del dirigente pacifista, de mucho relumbrón últimamente, que ha rehabilitado la tesis de la violencia legítima, deduciendo de ella que si triunfase el no a la OTAN y no saliésemos de ella, la respuesta sería la violencia. Como tesis pacifista no me parece mal, pero estamos en lo de siempre, más o menos, aparte de que Felipe González se ha cansado de decir que de triunfar el no denunciará el Tratado de Washington. Sin embargo, la subversión con regusto a guerra civil resulta más gratificante que el atlantismo de Europa, construido no para hacer estallar la tercera guerra mundial, sino para evitarla. Pero, al cabo, ese vehemente pacifista tiene las mismas razones que tenía Hitler frente a Chamberlain.

Cándido

10 Marzo 1986

Dimisión de Pradera

Miguel Ángel Aguilar

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Javier Pradera dimite como jefe de Opinión de EL PAÍS. En estos términos daba cuenta el periódico de la calle Miguel Yuste, en su edición del miércoles día 26, de una decisión que ha producido enorme impacto. El domingo anterior, día 23, el llamado ombudsman recogía unas manifestaciones del director de la publicación, Juan Luis Cebrián, en torno a la independencia del diario y a las firmas estampadas al pie de los manifiestos del referéndum. Decía Juan Luis Cebrián que “en el caso del jefe de la sección de Opinión, la cuestión no varía porque por encima de él existe un redactor jefe, Vicente Verdú que dirige un equipo de 15 editorialistas que mantienen una reunión semanal con los subdirectores, directores adjuntos y el director: ahí es donde se toman las decisiones editoriales fundamentales. El cargo de Javier Pradera, que no es el único que escribe editoriales políticos, no es funcional, no tiene redactores a sus órdenes. La línea editorial del periódico de acuerdo con el estatuto de la Redacción, la marca el director, único responsable ante la opinión pública”.

Más adelante añade que ‘la opinión de EL PAÍS sobre el referéndum de la OTAN se hará sobre la base de borradores en los que contribuirá mucha gente, y es ingenuo pensar que la línea del periódico vaya a ser la individual de Javier Pradera o de cualquier redactor”.

Son líneas para la estupefacción. Javier Pradera en su carta de dimisión señala que ‘en nada debe afectar esa decisión, para mí dolorosa, a la amistad que me une a ti y al resto de los compañeros del periódico’, y añade que desde luego, me gustaría seguir colaborando en vuestras páginas, pero, a partir de ahora, con artículos firmados”.

No caben ni las solidaridades ni las condolencias. Javier Pradera no las recibiría. Sólo levantar acta de la poderosa y decisiva labor de esa inteligencia sintiente clave de las mejores realidades cívicas y periodísticas españoles. El diagnóstico para el periódico es ‘shock’ traumático con pérdida de masa encefálica.

09 Abril 1986

Polvo de fascismo y el referéndum de los toros

Carlos Luis Álvarez 'Cándido'

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Al lado de esta especie de fascismo en polvo o de spray, no solidificado y no insertó en un sistema doctrinal, fascismo positivo, está el negativo, el fascismo a la contra, por omisión. Yo me pregunto por los ilustres iconoclastas, por los campeones de la independencia que han asistido al atropello del que ha sido víctima Javier Pradera en el más perfecto funeral.

Pues esos iconoclastas están mirando para otro lado como se mira para otro lado en la mesa cuando el poderosa advenedizo bebe en el frutero. Y de paso estará en algún ridículo congreso de escritores disertando sobre la libertad del escritor. ¡Sobre todo, salvar el articulito semanal! Ir de intelectuales por la vida, de éticos y de estética, sin echar a perder el lugar preferente en el intestino del poderoso, y halagarte de vez en cuando el recto con caricias sutiles. Este es el peor de los fascismos, porque prepara la mentira. La inmolación de Javier Pradera: ¡ése sí que ha sido un acto sangriento!

De manera que el fascismo, en sus numerosas formas, no ha periclitado. Esta ahí, como estaban las ratas de Albert Camus, dispuestas a asaltar cualquier día una ciudad cualquiera.

Primera Página

Juan Luis Cebrián

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…Cierta tarde Pradera entró en mi despacho blandiendo en la diestra un manifiesto que él mismo había redactado y en el que como primer firmante pedía sin remilgos un sí en el referéndum convocado. Esta alusión a la ausencia de remilgos es importante. Ya he dicho que nuestra posición editorial fue muy matizada y, aunque en mi opinión acabamos apoyando el proyecto gubernamental, en la del propio gobierno nos habíamos mostrado demasiado cautos y repletos de matices al hacerlo. Javier me pidió permiso para recabar a título personal firmas que apoyaran el sí a secas. Me desagradó el tema y se lo hice saber, pero por otra parte acepté la sugerencia, sabedor en cualquier caso de que iba a hacer lo que él quisiera con permiso o sin él. Entre otras cosas ya había comenzado a moverse al respecto.

El manifiesto de Pradera causó malestar entre los redactores y generó un aluvión de cartas y llamadas de protesta dirigidas al defensor del lector.

Ante la marea de protestas de los lectores contra lo que acabamos por llamar ‘el manifiesto Pradera’, que reclamaban su renuncia como jefe del departamento de Opinión, Ismael optó por dedicar una columna al asunto. Entre otros testimonios solicitó el mío a la hora de establecer un juicio. Expliqué que Javier había firmado a título personal y en su condición de editor de libros: era hacedor y responsable de la excelente colección de Alianza Editorial. Aunque efectivamente estaba al frente de la Opinión del diario, donde ejercía de editorialista principal, su línea la establecía autónomamente el director, tal y como se encargaba de poner de relieve el estatuto de la redacción. El aludido consideró estas declaraciones como una desautorización a su persona y, de alguna manera, una humillación también, por lo que decidió dimitir de forma irrevocable. Para mí fue un golpe muy duro, porque yo había pretendido precisamente salvar su imagen, restando importancia a la firma del manifiesto y reafirmando al tiempo la independencia del periódico. Traté insistentemente e inútilmente de que revisara su decisión, que justificó de forma pública con el reconocimiento de lo acertadas de las críticas, cuando ambos sabíamos, y también Jesús Polanco, que el motivo fundamental de su marcha lo constituían mis palabras sobre su responsabilidad exacta en el periódico. Su adiós fue una pérdida irreparable y durante más de un año procuré su regreso por todos los medios.  Finalmente accedió a volver, con una condición que entonces no interpreté del todo bien, aunque acepté de inmediato: no escribiría más editoriales y sólo publicaría artículos con su firma. Esto último pareció un regalo inesperado, pues durante años yo mismo le había instado, sin ningún éxito, a que firmara columnas y colaboraciones. Pero no comprendí el mensaje subliminal añadido que me enviaba: su complicidad conmigo y con el periódico en general no volvería a ser la misma…

El Análisis

¿EL JEFE DE OPINIÓN ES JEFE DE OPINIÓN?

JF Lamata

Uno de los cargos más falsos en la prensa española es el de ‘jefe de opinión’, que no existe, porque el jefe de opinión es siempre el director del periódico y no el ‘jefe de opinión’, que tiene que estar sometido al director. Sin embargo durante su etapa como editorialista D. Javier Pradera había alcanzado mucho más prestigio que el del director, D. Juan Luis Cebrián. Gozaba de una trayectoria anti-franquista (de la que carecía el Sr. Cebrián) y el hecho de que el ABC para atacar los editoriales de EL PAÍS comenzara a usar al Sr. Pradera evidenciaba su popularidad. Pero en un tema tan tenso como la OTAN, había que dejar las cosas claras y aunque director y editorialista compartían la opinión favorable a la OTAN en aquel referendum, el Sr. Cebrián no respaldó públicamente al Sr. Pradera y se limitó a dejar claro para tranquilizar a los lectores que la opinión importante era la suya y no la del Sr. Pradera.

Tras aquello el Sr. Pradera rompió con el diario EL PAÍS y – según el ABC – anunció que no volvería a escribir en ese diario. La realidad es que sí lo hizo, concretamente a partir de 1987, pero como columnista y no como editorialista.

Lo más original de la dimisión del Sr. Pradera como Jefe de Opinión de EL PAÍS es que justo al día siguiente dimitió otro Jefe de Opinión de periódico: el de DIARIO16, D. Federico Jiménez Losantos.

J. F. Lamata