2 diciembre 2014

El sacrificio del perro Excalibur desata una ola de protestas y homenajes hacia el can que no causó la muerte de dos misioneros españoles por la misma enfermedad

Una enfermera española se contagia de ébola destando una crisis que desemboca en la caída del Consejero de Sanidad de Madrid

Hechos

El 4.12.2014 la Comunidad de Madrid informó del cese de D. Javier Rodríguez como Consejero de Sanidad.

Lecturas

Dos misioneros contagiados de la enfermedad de ébola son repatriados a España en agosto de 2014 para ser atendidos. El 12 de agosto de 2014 fallece D. Miguel Pajares, mientras que su compañero D. Manuel García Viejo fallece el 25 de septiembre de 2014, ambos en el hospital Carlos III.

El escándalo se producirá el 6 de octubre de 2014 cuando una de las enfermeras que les atendió, da positivo en ébola el 6 de octubre de 2014, inmediatamente su marido, D. Javier Limón es confinado por si se pudiera haber contagiado al tiempo que su perro Excálibur es sacrificado el 8 de octubre de 2014 a pesar del llamamiento en un vídeo difundido en Internet por el propio D. Javier Limón donde pedía a la sociedad que impidiera la muerte de su mascota.

El 9 de octubre de 2014 se produce la primera ‘entrevista’ a Dña. Teresa Romero dese su confinamiento, es al presentador D. Jesús Cintora Pérez para ‘Las Mañanas de Cuatro de Mediaset’, en la entrevista la Sra. Romero se muestra confundida y acaba preguntando ‘¿Tú quién eres?’ al Sr. Cintora.

La tarotista Dña. Teresa Mesa se convierte en portavoz de la familia ante los medios de comunicación.
El viernes 17 de octubre de 2014 D. David Gistau Retes denuncia en ABC que la Sra. Teresa Mesa ha firmado un acuerdo con ‘El Programa de Ana Rosa’ de Mediaset para que sólo pueda intervenir en su programa y no en el espacio de ‘Espejo Público’ de Atresmedia (en el que colabora el Sr. Gistau Retes). Dña. Ana Rosa Quintana Hortal desmiente desde su programa ese mismo 17 de octubre tal afirmación. El día 24 de octubre Dña. Teresa Mesa comunica que deja de ser portavoz de la familia Limón-Romero.

El 28 de octubre de 2014 Dña. Teresa Romero, tras haber superado la enfermedad del ébola concede la primera entrevista aún en recuperación, al periódico El Mundo y al periodista Sr. Quico Alsedo. En la entrevista asegura que informó en el centro de salud al ser atendida por primera vez, el 2 de octubre, que había sido una de las enfermeras de los dos contagiados por ébola, lo que transmite una idea de irresponsabilidad de Sanidad de Madrid por no haber aplicado entonces medidas de confinamiento yu haber podido permitir una posible expansión de la enfermedad. Esta entrevista causa de la medico de familia que la atenció aquel 2 de octubre de 2014 anuncie una querella contra Dña. Teresa Romero.

El 14 de enero de 2015 Dña. Teresa Romero se ve obligada a leer por imposición judicial un comunicado en el que reconoce que ocultó al ser atendida el 2 de octubre de 2014 que hubiera asitido a los enfermos de ébola fallecidos, evitando así la querella.

Dña. Teresa Romero presentaría otra demanda contra Sanidad pidiendo una indemnización 150.000 euros a la Comunidad de Madrid por el sacrificio de su perro, su petición es denegada en el juicio y se impone pagar las costas del juicio.

LOS POLÍTICOS CUESTIONADOS POR EL ‘CASO ÉBOLA’

mato_ministra Desde el primer momento que se conoció el contagio, miembros de la oposición y también de los medios de comunicación de la oposición pidieron la dimisión de la ministra de Sanidad, Dña. Ana Mato, responsabilizándola de lo ocurrido y de no dar la imagen de autoridad y entereza necesaria ante un caso de tal gravedad. Al final la Sra. Mato dimitiría aunque no tanto por el caso de Dña. Teresa Romero, sino porque aquel caso coincidió con la publicación del sumario Gürtel en la que se le citaba como beneficiaria por desconocimiento a título lucrativo.

JavierRodriguez La principal ‘caída política’ por el caso del contagio de Dña. Teresa Romero fue la del Doctor Javier Rodríguez, el Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, que fue cesado el 1 de diciembre de 2014 después de una larga campaña político y mediática en su contra. La Sr. Rodríguez realizó una comparecencia en la que destacó mucho más que su preocupación en que se salvase la Sra. Romero, un interés en dejar claro que la Sra. Romero era la única responsable del contagio por, según él, haberse saltado el protocolo. Además el Sr. Rodríguez deslizó la idea de que la enfermera podía haber «mentido», en vez de utilizar la expresión «se pudo olvidar», «se pudo confundir», conjugó el verbo «mentir», que tenía una intencionalidad que llenó de indignación a parte de la opinión publicada. El Sr. Rodríguez trató de disculparse ante la familia de Dña. Teresa Romero, pero estos se negaron a recibirle.

LOS OTROS PERSONAJES DEL ‘CASO ÉBOLA’

teresaMesa La ‘tarotista’ Dña. Teresa Mesa fue la primera portavoz oficial de la familia de Dña. Teresa Romero cuando esta y su marido todavía estaban ingresados. Una vez fueron dados de alta D. Javier Limón la comunicó que prescindía de sus servicios para reemplazarla por el abogado D. José María Garzón, que se convertía en el único portavoz oficial de la familia. Se insinuó entonces si la Sra. Mesa había cobrado – en concreto el periodista de ABC, D. David Gistau (tertuliano en las mañanas de Atresmedia) denunció en su periódico que había firmado por las mañanas de Mediaset España por ir en exclusiva a su plató. La Sra. Mesa negaría posteriormente haber cobrado e insinuaría que quien sí quería cobrar era el abogado Sr. Garzón.

excalibur El perro Excalibur fue el gran ‘martir’ del caso Ébola. Las autoridades sanitarias de Madrid lo sacrificaron por temor a que estuviera contagiado de Ébola, seguidores animalistas tras intentar bloquear el piso en el que se encontraba para que la policía no pudiera penetrar en él, llenaron de flores el portal donde había fallecido e hicieron grandes manifestaciones en su memoria denunciando «su asesinato». Dándose el contraste de que no había habido casi ningún acto en memoria de los misioneros fallecidos, pero sí por el perro.

JavierLimon D. Javier Limón, marido de Dña. Teresa Romero,  realizó varios llamamientos a las redes sociales desde el hospital en el que estaba ingresado «a toda la población española» para que evitaran «el asesinato de su perro Excalibur». Tras el fracaso, el Sr. Limón desde que fue dado de alta no se cansó de denunciar el crimen que había supuesto para él la muerte del citado animal.

  •  D. Antonio García Ferreras: “Una auxiliar de enfermería que había atendido a un misionero con Évora estuvo haciendo vida normal durante varios días a pesar de estar con fiebre. Y a estas horas ningún responsable sanitario ha dimitido. Y las explicaciones ofrecidas han sido penosas. La ministra Ana Mato ha demostrado una vez más un nivel de incompetencia insuperable. Su rueda de prensa de anoche fue de la vergüenza y la desvergüenza. Aquí no buscamos alarmismo, hacemos periodismo. Le guste o no al gobierno y a sus pelotas” (Al Rojo Vivo, 7-10-2013).

09 Octubre 2014

EL VIRUS DEL DESPROPÓSITO

ABC (Director: Bieito Rubido)

Leer
El ébola ha sorprendido a España, pero mucho menos en lo sanitario que en lo social: medios de comunicación y ciudadanos debemos aprender a gestionar estas crisis con unas actitudes más prudentes y contenidas

RESULTA desconcertante que, mientras la respuesta de la oposición política al Gobierno sobre el primer contagio por ébola fuera de África se está desarrollando con una sensatez inédita, la reacción de algunos sectores de la opinión pública y medios de comunicación no se esté guiando con directrices de prudencia y seriedad. Los datos que se conocen van confirmando la tesis, adelantada por ABC, de que la auxiliar de enfermería infectada pudo contraer el virus por un descuido propio, al contactar su guante con su rostro después de desinfectar la habitación del misionero García Viejo y mientras se despojaba de su equipo de protección. Este hecho no reduce la gravedad de lo sucedido ni altera las posibles responsabilidades de las autoridades políticas y sanitarias, pero describe lo ocurrido en términos que no justifican el alarmismo ni la histeria colectiva. La sanidad pública está tratando de evitar cualquier contagio, de manera que hay en marcha una respuesta técnica y profesional que no puede ser contrarrestada con los análisis superficiales o indocumentados que invaden las redes sociales.

PUBLICIDAD

La responsabilidad que incumbe a los medios de comunicación ante la sociedad es especialmente intensa en estos casos. El deber de información y crítica es intocable, más aún cuando la acción política del Gobierno es mejorable. Pero entre mantener una actitud crítica y abrir la puerta al amarillismo hipocondriaco hay un trecho que no se debería recorrer, porque cuando se cae en esta segunda opción las siguientes víctimas del virus son el rigor informativo y la prudencia profesional, principalmente porque es una opción que se alimenta del desconocimiento de la gente sobre lo que está pasando. Baste ver el desfile de testimonios y escenas en los medios de ciudadanos a cada cual más alarmado y más alarmante, como si Madrid fuera un reservorio mundial del ébola. Y simultáneamente, la misma intensidad y cantidad de imágenes se ha dedicado a esa protesta de unas decenas de animalistas que se oponían al sacrificio del perro de la auxiliar infectada, decisión apoyada en criterios técnicos y de puro y elemental sentido común. El mismo riesgo que para unos, tratándose de personas aún no infectadas, es pandémico, para otros, tratándose de un perro, es perfectamente controlable. Todo este despropósito termina generando tensión y crispación, como la vivida en los incidentes entre la Policía y los manifestantes que intentaban detener el desalojo del animal, donde resultó golpeada una redactora gráfica de ABC.

Es evidente que este caso de contagio ha sorprendido a España, pero mucho menos en lo sanitario que en lo social. Medios y ciudadanos debemos aprender a gestionar estas crisis con unas actitudes más prudentes y contenidas, porque criticar e informar no tiene que hacerse a costa de fomentar el alarmismo o de sustituir lo importante por lo anecdótico.

09 Octubre 2014

El factor humano

LA RAZÓN (Director: Francisco Marhuenda)

Leer
El testimonio de la propia paciente, Teresa Romero, que atribuye su contagio a haberse tocado la cara con los guantes de protección tras atender al misionero García Viejo, es de vital importancia porque circunscribe muy claramente el origen del problema y elimina todas las demás hipótesis, algunas delirantes, que se venían barajando por propios y extraños. Se descarta, por tanto, que hayan fallado los protocolos o que existiera una laguna estructural, sino que se trató de un error, un accidente o un descuido. Convendría aquilatar aún más los detalles y reconstruir las pautas de comportamiento de Romero desde el supuesto día del contagio hasta su internamiento en el Carlos III. No se trata, naturalmente, de culpabilizar a la auxiliar de enfermería, sino de despejar sombras, deshacer contradicciones y establecer sin asomo de duda la verdad de los hechos. Pero si no se trata de buscar culpables, sino de aclarar las circunstancias excepcionales que han concurrido para que se produzca el primer contagio de ébola en un país europeo, tampoco es de recibo la politización que se está haciendo con el único objetivo de derribar a la ministra de Sanidad y erosionar al Gobierno. Sobre todo por parte de algunos sindicatos del sector sanitario, cuyo comportamiento partidista resulta bochornoso y desprestigia a sus representados, que en su gran mayoría son profesionales ejemplares. Por el contrario, es de justicia subrayar la actitud responsable del líder de la oposición, Pedro Sánchez, que ha rehuido los malos consejos y renunciado a hacer populismo manteniendo una comunicación fluida con el presidente Rajoy. No obstante, que se haya focalizado la causa del contagio no significa que la crisis esté superada, ni mucho menos. Falta por conocer la evolución de los pacientes en observación, sobre todo del marido de Teresa Romero, y si surgen nuevos casos sospechosos. Pero falta, sobre todo, aguardar al desenlace del proceso contagioso de la enfermera. Hay esperanzas en que sea positivo y que pueda vencer al virus. Todos lo deseamos fervientemente. Mientras tanto, lo que procede es mantener la tranquilidad, no atizar el histerismo social al que se ha aplicado cierta izquierda política y mediática y, especialmente, hacer llegar a los ciudadanos información transparente, con solvencia y credibilidad, bien coordinada y de forma satisfactoria. Es el único modo de combatir las insidias. El Ministerio de Sanidad debe redoblar sus esfuerzos para disipar los interrogantes que se hayan podido sembrar durante las primeras horas de la crisis. Y debe hacerlo con determinación y con el apoyo de los expertos, cuya cualificación es el mejor argumento informativo. El prestigio nacional e internacional del sistema sanitario español se juega mucho en este desafío.

10 Octubre 2014

Javier Rodríguez debe ser destituido hoy mismo

EL MUNDO (Director: Casimiro García Abadillo)

Leer

EL CONSEJERO de Sanidad de la Comunidad de Madrid ha unido a la incompetencia demostrada en la gestión de sus responsabilidades la falta de sensibilidad para referirse a la auxiliar de enfermería infectada por el ébola. Rodríguez no sólo acusó a Teresa Romero, cuyo estado de salud empeora con las horas, de mentir en los días previos a su ingreso hospitalario, sino que la ha querido convertir en la única responsable de su trágica situación. Declaraciones del tipo: «Para explicar a uno cómo quitarse o ponerse un traje no hace falta un máster» o «tan mal no debía estar para ir a la peluquería» son sólo dos ejemplos de las perlas que fue soltando ayer para intentar matizar sus primeras palabras. En su peregrinaje por distintos medios de comunicación, el consejero fue demostrando que no está a la altura exigible para desempeñar un cargo de tanta responsabilidad y mucho menos en una circunstancia tan crítica como la actual. La situación de pánico que existe entre los enfermeros, que se niegan a trabajar en condiciones de inseguridad y que aseguran no haber recibido la formación suficiente, y el desabastecimiento de trajes reglamentarios son dos ejemplos de que la consejería está sobrepasada. Ignacio González debe destituir cuanto antes a Javier Rodríguez.

13 Octubre 2014

Un cuento cruel

Fernando Sánchez Dragó

Leer

ÉRASE una vez un perro que encontró un hogar. Lo llamaron Excálibur. Sus dueños eran amables con él y todos los días lo sacaban a pasear por las calles de Alcorcón. Dormía sobre un cojín y a veces apoyaba el hocico con suavidad en el regazo de su dueña. Estaba convencido de que el resto de sus días transcurrirían así, pero algunos individuos supuestamente humanos tenían planes muy distintos para él. A todo esto, en la lejana África, de la que el perro nunca había oído hablar, miríadas de virus invadieron el organismo de los habitantes y desencadenaron una epidemia que los diezmaba. Dos misioneros contrajeron la enfermedad y mendigaron la ayuda de sus compatriotas. La orden religiosa a la que pertenecían se negó a pechar con los gastos de su repatriación. El sentido común la desaconsejaba, pero los maricomplejines del gobierno, temerosos de lo que pudiesen decir los santurrones de la oposición, desviaron fondos públicos para traer los enfermos a España a sabiendas de que el despilfarro resultaría inútil, pues ambos se encontraban en situación terminal, y de que al hacerlo corrían el riesgo de originar una terrible mortandad. El perro ignoraba que en el país donde había nacido son rarísimas las personas dispuestas a cumplir con su deber y capacitadas para hacerlo. La medida, no por piadosa menos absurda e inmoral, iba a costarle cara. Su dueña contrajo la enfermedad tras una cadena de descuidos propios y ajenos rayanos en el despropósito. Un día, el perro vio como se la llevaban unos hombres vestidos de blanco. La enferma estaba a punto de morir, igual que lo habían hecho los misioneros, pero de eso nunca llegó a enterarse el bondadoso animalillo, que fue sentenciado a muerte por un juez so capa de cínica eutanasia y en contra de lo que la misericordia, la sensatez y los principios de la ciencia exigían. Así se reintrodujo en Caconia la pena capital prohibida al llegar la democracia. La sentencia se ejecutó. El inocente fue asesinado. Miles de personas murieron en los meses posteriores por culpa de la mezquindad de los misioneros, de la ineptitud, lentitud y corrección política de los políticos, de la falta de preparación del personal sanitario y de la crueldad del juez. Todos los culpables de esa cadena de pecados y delitos siguen en libertad. Será difícil, cuando por fin mueran, que vuelvan a encontrarse con su víctima. Excálibur, nimbado por el martirio, estará en el cielo. Ellos no.

21 Octubre 2014

Final feliz para Teresa

EL PAÍS (Director: Antonio Caño)

Leer
Hay que elogiar a la auxiliar y a los profesionales que la han curado, y cerrar el capítulo de errores

La confirmación de que Teresa Romero está por fin libre del virus del ébola pone un punto y aparte positivo a la grave crisis sanitaria vivida tras detectarse, a principios de octubre, el primer contagio de ébola que se producía fuera de África. A la recuperación de la auxiliar de enfermería hay que añadir que ninguna de las personas sometidas a control por haber estado en situación de riesgo haya enfermado, lo que hace albergar razonables expectativas de que la crisis pueda cerrarse sin otras consecuencias. Para dar por definitivamente superado el episodio habrá que esperar, de acuerdo con los criterios de la OMS, 42 días a partir de hoy; es decir, dos periodos de incubación del virus.

La recuperación de Teresa Romero es una excelente noticia. La auxiliar ha estado en peligro de muerte por no haber eludido lo más preciado de la profesión sanitaria: el deber de asistir a los enfermos. Se había ofrecido voluntaria para cuidar al religioso enfermo repatriado en agosto y en estas cruciales semanas otros sanitarios la han cuidado a ella. Ahora hay que esperar que no sufra secuelas y agradecer a los médicos y a todo el personal implicado su dedicación y su desvelo. Los profesionales han demostrado un nivel de preparación similar o superior al de los países más desarrollados, lo que subraya las bondades del sistema público de salud en España.

Final feliz, pues, para una gestión desastrosa, que solo se enderezó cuando, cinco días después de conocerse el contagio, se nombró un comité científico que puso orden y serenidad en el manejo de la situación. De la crisis deben extraerse lecciones que permitan afrontar situaciones similares con mayores garantías, tanto en lo relativo a la gestión como a la idoneidad de los mecanismos de protección del personal sanitario. Y queda pendiente la asunción de responsabilidades políticas.

Aprender de los errores es importante también porque, aunque aquí podamos sentir alivio por este desenlace, la amenaza del ébola no se ha diluido; al contrario. Mientras la epidemia en África no esté bajo control, las posibilidades de que se extienda y el virus viaje a cualquier país siguen siendo muy altas. En las últimas semanas se ha incrementado el esfuerzo internacional, pero sigue siendo insuficiente.

La situación de Liberia, con más de 4.000 casos contabilizados, es paradigmática de las dificultades que hay que afrontar. De las 28 unidades de tratamiento que, de acuerdo con la OMS, se habían planificado en ese país, solo están operativas seis. Eso hace que muchos afectados acudan a centros sanitarios convencionales, donde entran en contacto con otros pacientes. Una vez diagnosticados, son transportados por carreteras llenas de fango y obstáculos durante horas hasta alcanzar un puesto habilitado para tratar el ébola.

Es urgente acelerar la construcción de centros de atención y aislamiento en las zonas más afectadas, y una red descentralizada de laboratorios que permita hacer las pruebas con mayor rapidez. El ébola sigue ahí. No podemos bajar la guardia.

28 Octubre 2014

Teresa Romero: "Avisé en el centro de salud de que había cuidado a los misioneros"

Entrevista de Quico Alsedo

Leer

Si una imagen vale más que mil palabras, la sonrisa sobre estas líneas más aún: se trata de la primera fotografía que se publica de la auxiliar Teresa Romero, la primera contagiada de ébola fuera de África, tras vencer al virus. Pero están las palabras: en esta entrevista exclusiva, una semana después de superar el trance, Romero niega haber cometido errores al contagiarse, rechaza haberse tocado con un guante y asegura que avisó en el centro de salud, cinco días antes de su hospitalización, de que había tratado a los misioneros del ébola. Pero, sobre todo, sonríe.

Pregunta.– Teresa, sabes que has estado… Vamos, que se puede decir que has vuelto a nacer, ¿no?

Respuesta.– He vuelto a nacer, es cierto.

P.– ¿Y lo sientes, Teresa?

R.– Y lo siento, y lo siento así.

P.– ¿Sabes que la gente, fuera, está muy pendiente de ti, no?

R.– Pues no te puedo decir, porque llevo muchísimos días sin salir a la calle, no te puedo decir cómo está la calle.

P.– Claro, pero sabes que la gente te tiene mucho cariño porque has superado una enfermedad que causa mucho miedo, ¿no?

R.– Bueno, pues se pasa mal. ¡Qué voy a decir!

P.– ¿Qué recuerdas de los momentos más complicados? Tú misma le decías a tus compañeros cómo tenían que asistirte, cómo tratarte, ¿verdad?

R.– Bueno, yo no sé ni lo que les decía. Yo les decía que estaba muy mal, que no estaba muy bien, que me encontraba fatal, que me encontraba mal. Y, bueno, que estuvieran tranquilos…

P.– ¿Y quién crees que tiene la responsabilidad de que tú te contagiaras?

R.– La responsabilidad… No lo sé.

P.– ¿Tú crees que la tienes tú?

R.– Yo creo que no, no la tengo yo. ¡Cómo voy a ir a contagiarme el ébola aposta!

P.– Obviamente.

R.– Obviamente.

El nombre de la mujer más buscada de España lleva un mes monopolizando telediarios, temores y conversaciones de bar.

El cuerpo de Teresa Romero estaba en proceso de desmantelamiento por culpa de «el bicho», como lo llama su marido, que ayer salió al fin de la cuarentena, cuando la mujer, de 44 años, llegó al Hospital de Alcorcón al grito de «cuidado, que creo que puedo tener ébola».

Era el lunes 6 de octubre. Desde entonces, Romero ha estado en todas partes, pero realmente en ninguna, más allá de su pelea a vida o muerte en una cama del Hospital Carlos III, rodeada de astronautas vestidos de «pollo», como llama ella a los trajes de protección amarillos.

En los peores días, hizo entrevistas –la primera, en EL MUNDO– que ahora, asegura, ni siquiera recuerda haber hecho. La lucha con el virus no le dejaba ni un gramo de fuerza para recordar, casi ni para respirar: su respiración, trabajosa, aterrorizaba más que angustiaba al otro lado de la línea.

Contestando con monosílabos, Teresa (porque así, por su nombre, la comenzó a conocer la opinión pública) apenas esbozó un discurso dudoso sobre la responsabilidad de su contagio de ébola, el primero de la Historia fuera de África nada más y nada menos.

Tras asegurar a este diario con voz cansada que no tenía ni idea de cómo se había contagiado, en otros dos medios sí dejó entrever la posibilidad de que se hubiera tocado con un guante en la cara.

Entonces Teresa apenas podía hablar, pero la versión oficial de su muerte parecía establecida: se tocó con un guante en la cara y, apuntó el consejero madrileño de Sanidad, Javier Rodríguez, tal vez «mintió» sobre su fiebre.

Aquellas declaraciones tuvieron lugar un día antes de la fecha fatídica: el jueves 9, un fallo multiórgánico parecía llevársela al otro barrio (una radio lo aseguró) con la culpa del contagio, mediáticamente, bien adosada en su chepa.

Todo parecía atado… Y sin embargo, aquí tenemos a Romero un mes después, vivita, coleando –los médicos no saben exactamente cuál de las terapias utilizadas la salvó– y sobre todo hablando. Diciendo que no, que no recuerda haber cometido ningún error, y que si pasó demasiado tiempo en la habitación del segundo misionero fue porque nadie la avisó.

EL MUNDO publica hoy, en exclusiva, su primera entrevista tras vencer al ébola. Ella contesta enérgica. Viva.

P.– Teresa, haz memoria. ¿Recuerdas haber cometido algún error en la dichosa habitación?

R.– No, yo hice el protocolo como lo hacemos aquí habitualmente.

P.– ¿En algún momento recuerdas haber reconocido que te tocaste la cara con un guante?

R.– ¿Si en algún momento lo he reconocido? No, no, en ningún momento lo he reconocido.

P.– ¿Y por qué ha salido entonces publicado que sí lo has reconocido?

R.– Pues no lo sé.

P.– ¿No te acuerdas de nada, de que fueras entrevistada?

R.– La verdad, no me acuerdo.

P.– Entonces, ¿por qué se produjo el contagio?

R.– Pues no lo sé. Yo no lo sé, qué te crees, que si sé… Pues no… ¿Si sé cómo se produjo el contagio estoy ahí? ¿Producirme el contagio a mí misma?

P.– ¿Tú dijiste en el centro de Salud que habías tratado a pacientes con ébola?

R.– Sí.

P.– Vale, muy bien. ¿El médico qué te dijo?

R.– ¿Que qué me dijo? Pues me mandó paracetamol [un medicamento que enmascara los síntomas del ébola y retrasa, a veces mortalmente, el diagnóstico de la enfermedad].

P.– Teresa, esto es muy importante: ¿seguro que le dijiste al médico del centro de salud Laín Entralgo que habías tratado a los misioneros del ébola?

R.– Sí, sí.

P.– ¿Y él no lo tomó en consideración para ponerte en cuarentena, simplemente te recetó paracetamol?

R.– Sí, nada más.

La Comunidad de Madrid ha sostenido desde un principio que Romero no dijo en atención primaria, seis días antes de su definitiva hospitalización, que había tratado a los dos misioneros españoles que murieron de ébola en el Carlos III.

Su marido, Javier Limón, ya aseguró a este diario el pasado domingo que, a la pregunta aquel mismo día de si había avisado en el centro de salud, ella le había respondido afirmativamente. Ayer Teresa lo corroboraba a este diario. Pero volvamos al momento clave: el del contagio.

P.– ¿Puede ser que estuvieras el último día en la habitación del misionero 50 minutos?

R.– Sí puede ser, sí.

P.– ¿Y por qué estuviste tanto tiempo, Teresa?

R.– Porque hubo que recoger, el fallecido ya se había ido, hubo que recoger toda la habitación y el colchón hubo que doblarlo y hubo que precintarlo.

P.– ¿Lo del colchón sí que fue difícil, no?

R.– Lo del colchón fue… Pues claro, éramos tres chicas… Pues sí fue un poco… Tardamos bastante tiempo, me refiero.

P.– ¿No había alguien, un supervisor, viéndoos, para avisaros de que estábais demasiado tiempo allí?

R.– La verdad es que nadie nos avisó.

P.– ¿Pero habitualmente sí había un supervisor allí?

R.– Habitualmente siempre lo hay, sí. Siempre lo hay.

P.– ¿Y por qué ese día no?

R.– Ese día ya no estaba el fallecido, o sea, ya no estaba el misionero, perdón… Pues ya no lo sé, no te lo puedo decir por qué estaba o no estaba, yo sé que estaba a mi trabajo.

P.– Tú te pones a hacer tu trabajo y a ti te tienen que avisar de que tienes que parar, ¿no? ¿Te sentiste cansada en aquel momento, esos 50 minutos que estuviste en la habitación?

R.– Un poco agobiada sí, pero cansada no.

P.– Porque con el traje se suda mucho, ¿no?

R.– Sí se suda, sí. Bastante agobiada, bastante.

P.– Durante todo ese tiempo, esa semana antes de que fuérais al hospital, tú estuviste tomándote la fiebre…

R.– Sí.

P.– ¿Y fuiste tomando nota?

R.– Sí lo hice. Sí lo tengo apuntado en el teléfono. Yo creo que sí, que lo tengo, si no se ha borrado, sí, lo tengo apuntado en el teléfono.

Esta entrevista, realizada por teléfono (no se la puede visitar aún), se realizó a la tercera tentativa. Las dos primeras fueron, además de periodísticamente frustrantes, desoladoras para los implicados: Teresa, recién vencida la enfermedad pero todavía con virus muertos en sus fluidos corporales –y por tanto aún aislada en presión negativa–, sólo era capaz de articular un largo y sinuoso lamento, apenas un grito. Toda la tensión de quien acaba de bailar con la muerte, y vuelve a aterrizar exahusto en la vida, se le vino encima. Y le acababan de comunicar la muerte –la «ejecución», dice su marido– de su perro, Exkálibur (así, con k). Contemos ahora una interioridad: Teresa y Javier se llaman entre ellos «guapo, guapo» (ella a él, pero también él a ella) porque así llamaban a su American Stanford, que no sólo era su «hijo adoptivo»: fue también, durante 10 años, un sólido vínculo emocional entre ellos.

P.– Teresa, a Exkálibur sí que se lo llevó el ébola…

R.– Me parece un asesinato.

P.– ¿Quieres que se pidan responsabilidades por su muerte?

R.– Claro que quiero, por supuesto.

P.– Explícalo mejor, por favor.

R.– ¿Qué lo explique mejor? Porque a ver, que el animal es inocente, qué culpa tiene el animal que está en casa tranquilo y tienen que venir a cogerle y asesinar al perro…

P.– ¿Y el consejero madrileño?

R.– Es un irresponsable.

Renacida en apenas cuatro días –este periodista ha podido comprobar en imágenes la evolución de su aspecto, cómo ha ido ganando peso, luz y sonrisa–, a Teresa y también a Javier les preocupa especialmente la avalancha mediática que se les viene, muy probablemente encima. Un vago eco de ese interés ya les ha ido llegando en el mismo hospital en el que ella trabaja, y al que la crisis estaba golpeando especialmente hasta que, paradojas de la vida, lo revivió el ébola: «Sí era difícil trabajar aquí así, sí», dice.

P.– ¿Has notado el cariño de tus compañeros estos días?

R.– Hombre, por supuesto, je, je, je… Lo que más.

P.– ¿Qué te dicen?

R.– ¿Qué me dicen? Pues muchos ánimos, y que a ver si se quitan los trajes amarillos para darme abrazos y besos, y venga, y venga y ánimos y ánimos… Y me traen de todo, y «¿Qué necesitas?», y así, bueno, es increíble. Yo agradecida hasta la muerte. Estoy muy emocionada. Lo peor ha sido lo del perro.

P.– Claro, pero cuando salgas habrá que darle un sucesor a Exkálibur, ¿no?

R.– Yo quería un perrito, sí. A ver, buscarme uno.

Y ahí interviene, no lo puede evitar, Javier: «¡Una Exkalubita!». Y Teresa Romero se ríe, y todo vuelve a empezar.

30 Octubre 2014

El agradecimiento

Salvador Sostres

Leer

LA TERRIBLE arrogancia del marido de la enfermera contagiada de ébola. Dio una rueda de prensa denunciando errores y negligencias. Dijo que no aceptaba las disculpas del consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Y el caso es que su mujer está viva, y que está viva gracias a unos médicos y a unos políticos que han sabido gestionar la siniestra situación con extraordinario aplomo, valentía y eficacia. Tras unas primeras torpezas, fruto de la inexperiencia, porque el ébola no es afortunadamente común en España, la reacción fue sólida, y brillante, equiparable a la de las primeras potencias mundiales que disponen por supuesto de muchos más recursos para enfrentarse a las emergencias.

Hay que decir que no se lo pusieron fácil los miles de histéricos que se han dedicado a insultarles durante todo este tiempo. No se lo puso fácil el mismísimo marido de la enferma, que con sus constantes diatribas para nada contribuyó a la tranquilidad que tanto se precisa para tratar asuntos tan delicados. Tan delicados como la vida de su esposa. Hasta tal extremo es profunda la inconsciencia de los que siempre se quejan. El silencio tendría que ser la canción de la tropa subvencionada. Y el agradecimiento, su higiene.

El drama del perro sacrificado no sé cuánto tiempo va a durar. Que hayamos convertido en drama a un animal sacrificado, como tantos animales se sacrifican en caso de duda –ya no digamos cuando existe la certidumbre– demuestra que no valoramos lo que tenemos. Somos náufragos de la abundancia. Tenemos el agravio suelto y el carácter atrofiado. El consejero de Sanidad acertó al reflexionar que era absurdo pedir dimisiones por el error de una enfermera quitándose un traje, y que no todos tenemos la misma capacidad de aprendizaje.

Teresa y su familia tendrían que estar agradecidos a los médicos que les han curado, al consejero de la Comunidad, a la ministra Mato y a los demás cargos políticos que dirigen la sanidad estatal y que todo lo dieron para salvarles la vida; y también a los que con mucho esfuerzo pagamos no sólo la sanidad pública sino nuestros seguros privados para que ellos puedan gozar en exclusiva de lo público.

Se empieza necesitando un máster para cambiarse de traje –el consejero Rodríguez lo dijo– y se acaba insultando a quien te ha salvado la vida.

01 Noviembre 2014

Mato no mata

Mariló Montero

Leer
Fue un accidente del que afortunadamente estamos saliendo. Pero más dichosos somos de que el ébola no se haya propagado por España. Sólo ha sido sacrificado un perro que tenía altas probabilidades de estar contagiado.

SI hemos de ser justos hablemos claro. Es cierto que la ministra Ana Mato confiesa no haber sido dotada de ser la mejor comunicadora entre quienes suspenden entre sus manos las carteras ministeriales del Gobierno. Como también es cierto que es una de las ministras más valoradas por el presidente, quien confió en ella para el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Ana Mato es una mujer que se dedica a trabajar y los resultados de su ministerio la avalan. Pero todo logro puede verse derrumbado por una mala actuación como la que se produjo en su primera rueda de prensa cuando quiso, tan sólo a media hora de haberse enterado de que se había producido el primer caso de ébola -fuera de África, en España-, comunicar a la sociedad dicho hecho.

La ministra salió vestida de negro ante los medios escoltada por los médicos expertos en el caso que debían abordar: el de Teresa Romero. Salió de negro porque ese día en su agenda no tenía previsto ningún acto público. El negro no es un color que suela usar para vestirse, pero así se escribe la casualidad. Era día para el despacho, pero la coyuntura desvió los planes. Su prioridad era comunicar que una enfermera se había contagiado por ébola y con la mínima información se expuso ante las cámaras. Ella no es médico, por lo que dejó que fueran ellos quienes explicaran los detalles del caso. En el colgador de su oficina prendía el abrigo con el que llegó a trabajar, pero era blanco. Valoró, por un momento, cubrirse la ropa negra con él, pero no le pareció oportuno lucir así para anunciar una noticia de gravedad. Priorizó el contenido a la forma. La rueda de prensa resultó tan inquietante como demoledora.

A pesar de ello, Ana Mato se dedicó a dar a conocer la noticia y acto seguido a crear los gabinetes necesarios para controlar el posible contagio. En 48 horas contuvo la situación obedeciendo los protocolos establecidos por la OMS, y fue más allá cuando los veía insuficientes. A la ministra no la defenestró Rajoy ya que la crisis del ébola, al implicar a varios ministerios, pasaba, como era natural y preceptivo, a manos de la vicepresidenta. Rajoy visitó el hospital, primero porque es el presidente y después porque Mato continuaba dando explicaciones en el Senado y el Congreso. Casi sin horas para dormir se encargaron a varios países medicamentos que pudieran salvar la vida de Teresa Romero. Todo se puso a disposición de la infectada mientras ejercía el loable trabajo de cuidar a los misioneros que fallecieron por ébola repatriados desde África. Fue un accidente del que afortunadamente estamos saliendo. Pero más dichosos somos de que el ébola no se haya propagado por España. Sólo ha sido sacrificado un perro que tenía altas probabilidades de estar contagiado. Sería simplista reducir la crisis del ébola, perfectamente controlado hasta ahora, pidiendo la dimisión de una ministra cuyo único defecto es ser tremendamente tímida pero magnífica gestora.

Mariló Montero

17 Octubre 2014

El agujero

David Gistau

Leer
Teresa Mesa ha firmado con el programa matinal de Ana Rosa Quintana un contrato en exclusiva, un horario específico, de 9 a 13, durante el cual la portavoz tiene prohibido emocionar a todo público televisivo que no sea el de la feria de TELECINCO.

Admito que con esto me pongo reiterativo. Pero el oficio del periodismo me obliga cada cierto tiempo a recomendar al lector una película de Billy Wilder, titulada en España ‘El gran carnaval’, que retrata con crudeza la comercialización de la tragedia, su conversión en divertimento popular, cuando no en atracción de una barraca de feria: el Increíble Hombre Moribundo, por ejemplo, pasen y vean. En la película, Kirk Douglas interpreta a un periodista, antaño importante en Nueva York, pero venido a menos por culpa del alcoholismo, exiliado en un periodicucho de Nuevo México, que detecta una oportunidad para relanzar su carrera convirtiendo en serial el accidente de un hombre atrapado por un derrumbe dentro de una cueva. Para no perder la historia, llegará incluso a convencer a los servicios de rescata que demoren su salvamento. Alrededor del agujero en que el hombre atrapado agoniza, la expectación morbosa irá en aumento hasta el punto de que acabará armándose una feria con vendedores de salchichas y una noria para los niños. En el juego del periodista participará por dinero una ex que emociona al público fingiendo emociones y angustias de las que en realidad carece. Es la visión más corrosiva, más incluso que la del condenado a muerte escondido dentro de un arcón en ‘Primera Plana’ con la que Wilder destapó las inmundicias del periodismo.

El periodismo ya ha instalado su noria junto a un agujero alegórico, aquel en el que Teresa Romero lucha contra su enfermedad mientras su marido se enfrenta a una doble ansiedad: la preocupación por su esposa y el miedo a un diagnóstico. Mientras ellos están aislados, una mujer sobre la cual ha caído la portavocía familiar, que entra y sale del hospital, ha firmado con el programa matinal de Ana Rosa Quintana un contrato en exclusiva idéntico al que habría gestionado el reportero de Wilder. Incluye un horario específico, de 9 a 13, durante el cual la portavoz tiene prohibido emocionar a todo público televisivo que no sea el de la feria de TELECINCO. Una vez que esto se supo, la productora negó la existencia del contrato. Lo negó también la portavoz, a la que Javier Limón ha pedido explicaciones. Pero ocurre que, antes de eso, la portavoz declinó solicitudes de entrevista en televisión alegando que un contrato se lo impedía hasta pasadas las 13 horas.

Estas prácticas son demasiado antiguas como para no aludir a ellas con un cinismo formado por la experiencia de lo que ocurre cuando el periodismo deriva al ‘show’. Pero este caso particular indica qué espera a Javier Limón y a Teresa Romero cuando por fin salgan del agujero: las más generosas propuestas fáusticas para que se avengan, ellos mismos, a convertirse en personajes de feria, a comerciar con su drama. Les deseo que pronto vivan su vida de siempre, olvidados por todos, incluso por Kirk Douglas.

David Gistau

02 Diciembre 2014

Dimitir bis

David Trueba

Leer
A nadie le gustará ver España reconvertida al modelo estadounidense, donde pacientes y doctores se consideran mutuamente enemigos

En una fantástica viñeta de Ricardo en El Mundo, Rajoy aparecía consolando a Ana Mato tras su dimisión como ministra al verse salpicada por la trama de corrupción Gürtel. En su bocadillo de texto, el presidente le decía: “Mira el lado bueno. Al menos no has tenido que dimitir por incompetente, sino por corrupta”. Es exactamente el tipo de lectura que hacen muchos políticos cuando estallan estos escándalos. Y tú más, la corrupción es una debilidad humana que nos afecta a todos, metáforas de manzanas podridas en el cesto sano… Renqueante asunción de culpa: dimito de ministra, pero no de diputada, y, como los niños en edad escolar, solo les falta añadir que el profesor les tiene manía.

En una estupenda entrevista, Sandra Barneda en Telecinco logró que la auxiliar sanitaria Teresa Romero, contagiada de ébola tras atender a los dos misioneros repatriados a España, nos hiciera ver el caos organizativo que rodeó su ingreso hospitalario. Ni la capital madrileña ni el Ministerio de Sanidad estaban preparados para la crisis; nada fue riguroso hasta el traslado al hospital especializado, que andaba en desmantelamiento por recortes, y si no se produjeron otros contagios entre ciudadanos y profesionales fue más por suerte que por previsión. Esto es una evidencia que cae por su propio peso y que no ha costado, como bien explicaba el chiste de Ricardo, ni una sola dimisión, salvo la del responsable de sacrificar al perro Excálibur. Es decir, la política canina es más exigente que la política humana.

Que la entrevista se decorara con música de fondo algo cursi y que los aplausos ordenados por regiduría jalonaran la conversación es ya una costumbre televisiva que empobrece el medio y lo rebaja moralmente. La parte más débil del caso de Teresa Romero tiene que ver con el cruce de querellas. A nadie le gustará ver España reconvertida al modelo estadounidense, donde pacientes y doctores se consideran mutuamente enemigos y sostienen un clima de desconfianza apoyado en abogados y mutuas a las que hay que pagar seguros de responsabilidad millonarios en cada ejercicio y que obligan al sistema a su privatización y su judicia-lización. La gestión política podría evitarnos esa degradación con responsabilidad y respuesta, pero nos tememos que eso es pedir un imposible.

05 Diciembre 2014

Javier Rodríguez, el consejero que hablaba demasiado

José Marcos

Leer
Destituido el responsable de la sanidad madrileña tras su última crítica a la enfermera del ébola

Francisco Javier Rodríguez siempre se ha vanagloriado de “llamar al pan, pan, y al vino, vino”. Sus excesos verbales terminaron provocando ayer su cese como consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. El presidente regional, Ignacio González, le comunicó que le iba a destituir tras la reunión semanal de su Gobierno tras las “desafortunadas” palabras de Rodríguez la víspera. “Si lo hubiese hecho mal, [Teresa] Romero no estaría hablando. Lo que tengo que hacer es felicitarnos porque no se ha muerto y porque haya tenido un final feliz”, afirmó el miércoles, una vez más con la enfermera contagiada del ébola en el Carlos III, el primer caso de un infectado fuera de África, como destinatario de sus palabras.

Conocido en la Asamblea de Madrid por su locuacidad políticamente incorrecta, Rodríguez saltó a la fama por sus continuos exabruptos durante la crisis del ébola. “Es muy de embestir, ha sido más de 25 años portavoz del Partido Popular en la Comisión de Sanidad y su trabajo consistía en hacerle la oposición a la oposición. No ha sabido cambiar el chip”, observa un diputado regional de otro partido. “Francisco Javier tiene fama de buen médico, de buen gestor… Y de tener una boca muy grande que no supo controlar”, asienten en el PP.

La última metedura de pata de Rodríguez provocó su cese, que estaba pendiente desde octubre. Pese a las protestas de los profesionales sanitarios y las críticas unánimes de la oposición, González no tenía intención de destituirle hasta que finalizara la crisis por ébola. Ese día llegó el martes, cuando la Organización Mundial de la Salud declaró a España “oficialmente libre” del virus. Un día después, el presidente madrileño dictaba su sentencia política. Se hizo esperar dos meses: a mediados de octubre González ya llamó a Rodríguez a capítulo por sus polémicas declaraciones en plena crisis sanitaria, le desautorizó en público y dejó la puerta abierta a su destitución en el futuro. Tampoco le incluyó en la visita al Carlos III junto al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, al que tampoco acompañó Ana Mato.

Al igual que Mato, forzada a dimitir como ministra de Sanidad después de que el juez Pablo Ruz la señalara como beneficiaria de los negocios ilegales de Jesús Sepúlveda, su exmarido, en el caso Gürtel, Rodríguez no dejó la cartera por la polémica gestión del ébola, sino por su incontinencia verbal.

Gallardonista declarado, una confesión que provocaba recelos en la etapa de Esperanza Aguirre como presidenta regional (2003-2012) y del PP autonómico, que lidera desde 2004, Rodríguez acabó hace casi un año con su condición de eterno consejero frustrado. La paralización de la privatización de la gestión de seis hospitales de la red pública y un 10% de los centros de salud a finales del pasado enero le costó el puesto a Javier Fernández-Lasquetty, que tampoco tenía el don de la palabra, y le brindó a Rodríguez la oportunidad que aguardaba desde hacía décadas. El gurú de FAES y licenciado en Derecho y Ciencias Políticas cedió el testigo a un médico —especialista en medicina interna y nefrología, y jefe de la unidad de hipertensión del Gregorio Marañón— con una sobrada experiencia política: diputado regional desde 1987, Rodríguez ha estado en ocho de las nueve legislaturas del hemiciclo de Madrid. Sin embargo, Rodríguez fue víctima de su vocabulario, y sus intentos de pacificar el sector no surtieron efecto. Más bien al contrario: sus salidas de tono volvieron a incendiarlo.

Con su perfil de médico, la Comunidad de Madrid buscó apaciguar las críticas del sector —Rodríguez solía desayunar con responsables de distintos departamentos—, aunque las protestas amainaron principalmente por la renuncia a la privatización hospitalaria. Aun así, el consejero saliente se distinguió de sus predecesores en la consejería más inestable del Gobierno regional y con el mayor presupuesto (más de 7.200 millones, el 45% del total). Manuel Lamela, consejero de Sanidad de 2003 a 2007, y Juan José Güemes, que desempeñó su función hasta 2010, no solo no supieron hacerse con la cartera sino que se convirtieron en un ejemplo de las críticas a las puertas giratorias.

Esta mañana, antes de la celebración del Día de la Constitución, el sustituto de Rodríguez asumirá el cargo. También médico, Maldonado será el tercer consejero de Sanidad de la legislatura. Desde febrero era el viceconsejero de Asistencia Sanitaria, en sustitución de Patricia Flores, que dejó el cargo a la vez que Lasquetty la consejería. Previamente fue gerente del hospital Ramón y Cajal y director médico en La Paz. También tuvo algún grado de responsabilidad menor de gestión hace años en el Ministerio de Sanidad. Al contrario que Rodríguez, Maldonado tiene fama de parco en palabras. Justo lo que buscaba González para los escasos meses que faltan para las elecciones autonómicas de mayo de 2015.

Frases célebres de Rodríguez

  • «No descarto que [Teresa Romero] nos pudo haber estado mintiendo».
  • «Si tuviera que dimitir, dimitiría, no le tengo apego al cargo y afortunadamente tengo la vida resuelta. Yo llegué a la política comido».
  • «Para explicar a uno cómo quitarse o ponerse un traje [de protección frente al ébola] no hace falta hacer un máster. Pero unos tienen una mayor capacidad de aprendizaje que otros».
  • «[Teresa Romero] tan mal no debía estar para ir a la peluquería».
  • «Si lo hubiese hecho mal, Romero no estaría hablando. Lo que tengo que hacer es felicitarnos porque no se ha muerto y porque haya tenido un final feliz».
  • «Si mi gestión no hubiese sido la correcta, España seguiría teniendo esta enfermedad [ébola]».

El Análisis

¿Hay alguna posibilidad de no ser frívolo?

JF Lamata

Teniendo en cuenta el número de muertos que provoca al año una enfermedad tan terrible como es el ébola, debería estar prohibido frivolizar… pero cómo no hacerlo teniendo en cuenta todo el circo que se montó, porque si algo quedó claro es que la vida de los misioneros muertos importaba a todo el mundo un pimiento y la muerte de Dña. Teresa Romero importaba pimiento y medio. A los medios de comunicación de la oposición, lo que les interesaba básicamente es saber si podían cargarse políticamente a Dña. Ana Mato o no, y luego a D. Javier Rodríguez. A D. Javier Rodríguez básicamente lo único que parecía importarle era salvar su sillón (algo que no parece que consiguiera). A otros medios les importaba la audiencia y a la competencia de estos que quedara claro que si sus rivales les ganaban era porque pagaban más que ellos. A los animalistas les interesaba el caso Excalibur para poder aumentar su ‘looby’ mediático… en resumidas cuentas ¿a quién le importaba realmente la vida de Dña. Teresa Romero? ¿A quién le importaban de verdad los muertos por ébola en África? Estamos demasiado ocupados con todas estas importantísimas chorradas como para que nos importen esas menudencias.

J. F. Lamata