18 diciembre 1990

Se oficializa el fin del Duvalierismo y se abre la esperanza a una democracia

Jean Bertrand Aristide, sacerdote de la Teología de la Liberación, nuevo Presidente de Haití tras ganar las elecciones

Hechos

Jean-Bertrand Aristide, del Frente Nacional para el Cambio y la Democracia (FNCD) ganó las primeras elecciones en Haití tras el Gobierno de los Duvalier, pasando a ser el nuevo Presidente del país.

17 Diciembre 1990

Indicios de fraude, miedo y masiva participación en las elecciones de Haití

Antonio Caño

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Miedo, confusión y graves irregularidades, que perjudicaron al candidato de la izquierda, el sacerdote salesiano Jean-Bertrand Arístide dominaron la trascendental jornada electoral celebrada ayer en Haití. Desafiando las amenazas de violencia, los haitianos se volcaron en las urnas como una oleada de revolución pacífica, pero el caos creado en los centros electorales amenazaba ayer la credibilidad y la propia viabilidad de los comicios.

Algunos de los principales centros electorales de Puerto Príncipe tardaron más de cuatro horas en abrirse por falta de materiales indispensables para la votación, otros todavía seguían cerrados al mediodía y en otros el sufragio fue suspendido por sospechas de manipulación de las papeletas en contra de Arístide, el principal aspirante a la victoria.En muchos lugares, después de cinco horas de espera en las filas, cientos de hombres y mujeres seguían soportando, bajo un sol infernal, su turno para depositar la papeleta; en otros, la gente, convencida de que se estaba produciendo un fraude encubierto, rompió las colas y se dedicó a cantar y bailar consignas de respaldo al sacerdote populista adorado por los más humildes de los haitianos.

El respaldo a Arístide en las filas que esperaban ante los colegios y los templos de vudú de Puerto Príncipe era públicamente manifestado, y más que mayoritario parecía arrollador. Sin embargo, muchas de esas personas no pudieron votar por el cúmulo de dificultades técnicas que rodearon estas elecciones.

Significativamente, en la localidad de Petionville, doncle residen clases altas de Puerto Príncipe y donde se espera una mayor votación para el candidato de centro-derecha, Marc Bazin, la gran mayoría de los centros de votación funcionaron correctamente desde la hora acordada para la apertura de las urnas.

Los observadores de las Naciones Unidas y de la OEA apenas se hicieron visibles en los barrios pobres de la ciudad -donde las dificultades fueron constantes-, pese a que esas dos instituciones internacionales corrían con la responsabilidad técnica de las elecciones, para cuya organización se han dedicado más de 10 millones de dólares.

Aunque a la hora de cerrar esta edición no se conocía la marcha de la votación en el interior del país, parecía difícil que a Aríspide se le pudiera escapar una victoria en la primera vuelta, a menos que las irregularidades lo impidan.

Si Arístide no supera la barrera del 50% de los votos deberá enfrentarse en solitario el próximo 13 de enero a Marc Bazin, quien contará entonces con el respaldo de todas las demás fuerzas políticas, de las embajadas de Estados Unidos, de Francia y de todos los países latinoamericanos, que observan con pavor la llegada a la presidencia haltiana de un cura revolucionario cuatro años después del fin de la dictadura duvalierista.

Tensión

En las puertas de los centros electorales, la tensión era tal que la explosión de un globo por la mañana provoco una peligrosa estampida. Rumores sobre la presencia de gente armada, antiguos tonton macoute o seguidores del candidato democristiano, Sylvio Claude, circularon continuamente entre los votantes.La capital haltiana vive bajo un toque de queda de hecho desde la noche del sábado, pero la vigilancia militar en los colegios más conflictivos fue muy discreta o inexistente, lo que dio pie a escenas de desorden y continuos incidentes entre los votantes y los miembros de las mesas.

18 Diciembre 1990

El cura que derrotó al duvalierismo

Antonio Caño

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Un místico carismático ha hecho inútiles los millones de sus rivales

Los haitianos tienen que remontarse hoy al general Jean-Jacques Dessalines, el hombre que ganó la última batalla contra los franceses y les dio la independencia en 1804, para encontrar un personaje tan significativo en la historia de este país como el cura Jean-Bertrand Aristide, que ayer ganó la última batalla contra el duvalierismo. Con un físico insignificante, un cerebro de intelectual profundo y una oratoria de místico carismático, Aristide, de 37 años de edad, ha conseguido en poco más de mes y medio de campaña electoral ganarse la confianza de la gran mayoría de los haitianos.

Ha convertido en inútiles las millonarias inversiones y los grandes apoyos internacionales de sus rivales.Con sólo 400.000 dólares gastados en su campaña electoral, Aristide ha conseguido más credibilidad y respaldo que su contricante Mare Bazin, al que sostenían millones de dólares y las embajadas y grandes potencias del mundo occidental.

Pero no es un éxito casual. Aristide ha venido labrando a lo largo de una vida entera dedicada a la lucha contra la dictadura y la defensa de los pobres.

El pueblo haitiano y los propios enemigos de Aristide están convencidos de que el cura está tocado por la paloma del Espíritu Santo. Ha sobrevivido a tres atentados directos contra su vida y a otros tantos contra su Iglesia y sus oficinas.

En 1988 la parroquia de San Juan Bosco, en la que Aristide predicaba, fue incendiada por los tonton macoutes, quienes acabaron con la vida de diez personas en aquel lugar. Otros siete seguidores del sacerdote murieron cuando desconocidos arrojaron una granada contra un mitin de Arístide una semana antes de las elecciones del domingo.

Todo esto no ha convertido a Aristide en un mártir de la Iglesia católica haitiana. Por el contrario, el sacerdote fue expulsado en 1988 de la orden de los Salesianos, se quedó sin, púlpito, se le abrió un proceso en el Vatícano que seguramente acabará con su suspensión a El motivo fue su negativa a trasladarse a Canadá a donde quería enviarle el Vaticano por considerar que su prédica en Haití alteraba demasiado los espíritus.

En repuesta a la jerarquía, Aristide decía que «Jesús no era un sacerdote, era un laico al que llamaron Cristo porque lucho tanto».

Contra Aristide no han valido hasta ahora las balas ni las difamaciones. Su conducta personal es intachable y nadie ha censeguido hacer dudar a los haitianos sobre su honradez y entrega desinteresada.’Teología de la liberación’

Más popular que cualquier otro defensor de la teología de la liberación en otros países de América Latina, la victoria de Aristide pone de nuevo de actualidad esa corriente de la Iglesia católica precisamente cuando parecía ya en franco declive. Más radical y auténtico que otros sacerdotes políticos latinoamericanos, la victoria de Aristide pone en duda la creencia de que la izquierda estaba definitivamente derrotada en América.

Firme y prudente al mismo tiempo, Aristide ha mantenido ya contactos internacionales para darle viabilidad a su gestión. Una semana antes de las elecciones se reunió con el embajador de Estados Unidos en Haití y viajó hasta Caracas para reunirse con el presidente venezolano, Carlos Andrés Pérez, quien le prometió buscar el consenso suficiente para que ningún país intente contra el próximo Gobierno haitiano un bloqueo económico de hecho.Arístide no cuenta con un partido fuerte a sus espaldas. Tendrá que buscar alianzas y formar un Gobierno de amplio espectro en el que la tendencia dominante será, probablemente, la socialdemocracia.

19 Diciembre 1990

La sorpresa Aristide

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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LA ELECCIÓN del sacerdote revolucionario Jean-Bertrand Aristide en los comicios presidenciales de Haití el pasado domingo es un fenómeno que confirma la evolución característica de las consultas electorales de los últimos años en diversos países de América: el triunfo del populismo al margen del poder de los partidos tradicionales. El caso de Aristide, además, tiene rasgos específicamente haitianos: es un cura revolucionario, adepto entusiasta de la teología de la liberación; su ideología le ha creado graves problemas con la Iglesia oficial; sus opiniones son extremas por más que haya moderado el lenguaje antiimperialista de los primeros momentos e hizo la campaña con muy escasos medios económicos.Su victoria se debe a una oleada de simpatía -de veneración en ciertos casos- surgida entre las capas más pobres del país, con las cuales ha convivido durante muchos años y que de pronto han visto la posibilidad de tener a uno de los suyos al frente. Precisamente porque es un caso completamente atípico, la popularidad de Aristide ha crecido bruscamente, sorprendiendo a todo el mundo. Incluso el partido ha¡tiano perteneciente a la Internacional Socialista no era consciente del arrollador movimiento popular que, encabezado por el nuevo presidente, se estaba generando en el país. Sólo pocos días antes, de las elecciones, el presidente venezolano, Carlos Andrés Pérez se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo e invitó a Aristide a Caracas para conocer sus proyectos y prever posibles ayudas y cooperaciones.

En esta ola de simpatía por el cura Aristide juegan dos factores esenciales: por un lado, su enfrentamiento intransigente con la sangrienta dictadura de los Duvalier, que le perseguió y organizó atentados contra él. Hoy, a los cuatro años de la caída de esa dictadura, muchos duvalieristas siguen influyendo en la política haitiana y se sigue hablando de amenazas de los tontons macoute, feroces grupos represivos que no han sido totalmente desarmados y disueltos. Haití ha vivido cuatro años de provisionalidad, sin una consulta electoral auténtica, con Gobiernos sin respaldo popular. Aristide aparece como una garantía de que las cosas van a cambiar. Los haitianos han saludado en las calles su victoria como si fuese una segunda derrota de los Duvalier y de sus amigos. El otro factor es la miseria terrible de amplios sectores de la población, que, como consideran que Aristide es uno de los suyos, esperan e incluso confían en que será un presidente distinto. Su trayectoria personal otorga así credibilidad a la idea central de su campaña: acabar con la corrupción, la violencia y el crimen.

Aún quedan momentos de previsible tensión hasta que se hagan públicos los resultados oficiales. Si se confirma que Aristide ha obtenido la mayoría absoluta en la primera vuelta, no puede descartarse el peligro que corre: algún militar duvalierista ha llegado a decir que «no permitirán que sea presidente». Si hace falta una segunda vuelta en enero -en la que disputaría la victoria al candidato conservador Marc Bazin-, ese intermedio de varias semanas también puede ser utilizado para intentar cerrarle el paso. El condicionamiento de la ayuda internacional al respeto de la democracia es un factor que debería frenar los intentos golpistas. En todo caso, Aristide se esfuerza desde ahora por dar a su política un carácter menos radical. Y los planes para su eventual gobierno se inspiran en esta actitud de amplia apertura.

18 Diciembre 1990

Jean Bertrand Arístide, el «profeta», se convierte en virtual presidente de Haití

Andreu Claret

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El-virtual ganador de las elecciones presidenciales de Haití, Jean Bertrand Arístide, un cura defensor de la Teología de la Liberación, llega a la Presidencia desde los barrios más pobres de Puerto Príncipe, donde ha adquirido fama de profeta. De confirmarse su mayoría absoluta, Arístide será el primer sacerdote que se convierte en jefe de Estado de un país americano. Nacido en Haití el 15 de julio de 1953, Arístide hizo sus estudios primarios y secundarios con los padres salesianos de la capital, que hace dos años le expulsaron de la orden por su compromiso político radical. Licenciado en Psicología por la Universiadad de Haití, Arístide, a quien llaman «Titid» en criollo, estudió también Teología Bíblica en Israel desde 1977 hasta 1982. Consagrado sacerdote ese mismo año, el casi seguro nuevo presidente de Haití fue vicario de la parroquia de San José, en los suburbios de Haití, donde compartió la vida con la clases más marginadas del país más pobre de América. En los suburbios periféricos de Puerto Príncipe fundó «Laganmi Selavi», un hogar para niños de la calle, que alcanzó gran popularidad. Por su oposición radical a la dictadura de los Duvalier, que termina en 1986, fue objeto de un primer atentado, en 1987. El 11 de setiembre de 1988, individuos vinculados al antiguo régimen incendiaron la iglesia de San Juan Bosco, donde oficiaba Arístide, y trece personas murieron carbonizadas. Poco después, las autoridades salesianas de Roma, debido a su compromiso político, le expulsaron de la orden, decisión que aún está pendiente de un recurso presentado por Arístide. En respuesta a su expulsión, el curapresidente comentó: «Jesús no era un sacerdote, era un laico al que llamaron Jesús porque luchó tanto». Arístide decidió presentarse a las elecciones hace escasos meses, cuando destacadas figuras del régimen de Duvalier volvieron del exilio para participar en los comicios. Su principal contrincante en las presidenciales, el conservador Marc Bazin, dijo de él que «es un hombre violento, rodeado de conocidos terroristas». Un ex ministro del Interior de Duvalier, Roger Lafontant, le ha acusado de ser un «ultracomunista», y sostuvo el mismo día de las elecciones: «No permitiremos que sea presidente». A pesar de que, soprendentemente, las elecciones se desarrollaron pacíficamente, una mujer embarazada murió ayer a causa de los disparos efectuados por efectivos de la Policía contra una manifestación de seguidores de Arístide.