13 julio 1991

El canal dirigido por Valerio Lazarov tomará medidas contra el diario del Grupo16, pero no contra el de Unidad Editorial

Jesús Gil aparece en un jacuzzi en TELECINCO (‘Las Noches de Tal y Tal’) desatando críticas en la prensa

Hechos

En julio y agosto de 1991 se emitió el programa ‘Las Noches de Tal y Tal’, en un contexto jocoso, protagonizado por el alcalde de Marbella, D. Jesús Gil y Gil.

Lecturas

D. Jesús Gil aprovechó las cámaras de TELECINCO para hablar despectivamente tanto de D. Juan Tomás de Salas, propietario de DIARIO16, con quien tiene un pleito judicial, como con D. Carlos Boyero, uno de los críticos del diario EL MUNDO.

El diario dirigido por D. Pedro J. Ramírez respondió dedicando artículos contra TELECINCO como el siguiente:

TELECINCO, RESPONSABLE DEL EXCESO DE GIL

EL MUNDO, 5-8-1991

Con su acostumbrado tono insultante y su desprecio por la gramática Jesús Gil y Gil ha aprovechado el programa que hace en una cadena de televisión para lanzar una andanada despectiva contra el crítico de EL MUNDO, Carlos Boyero, y por extensión contra el propio periódico. A estas alturas la conducta de Gil ya no escandaliza ni asusta a nadie. Pero clama al cielo que este tipo de esperpentos se ofrezcan en una televisión, cuyo presidente lo es de una organización benéfica.

11 Agosto 1991

TELEBASURA PARA LA ESPAÑA PROFUNDA

Editorial (Director: Pedro J. Ramírez)

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«Hasta ese tipo de la pantalla que es aún más gordo, más feo, más tonto y probablemente más sinvergüenza que yo tiene la posibilidad de que le planten una teta fresca delante de las narices» viene a rumiar el pobre tipo que se traga a Gil y Gil

El televisor puede llevamos a alcanzar el grado cero de la inteligencia. No son precisas grandes sofisticaciones de semiólogo para saberlo. Basta con tener la paciencia del santo Job necesaria para colocarse delante de determinados programas.

Lo que está sucediendo a lo largo de este verano con las televisiones privadas y públicas de nuestro país eleva la tautología estupidificadora de ese aparato de dimensiones casi épicas. El hallazgo de Berlusconi en Italia -bien analizado por Umberto Eco- es casi de cajón. Se trata, sencillamente de tener la osadía de aceptar las cosas como son y de llevar el medio televisivo hasta las últimas consecuencias de la subnormalidad sin límites.

Todo reposa sobre un supuesto genial de puro obvio: la construcción imaginaria que el televisor genera no pertenece al ámbito del conocimiento sino del reconocimiento. Lo que espera una mayoría de espectadores no es pues que se le proporcionen imágenes que aumenten su depósito intelectual o estético. Ni siquiera espera el ciudadano, tirado en el sofá de su comedor o recostado sobre la barra del bar del pueblo, entretenimiento en sentido propio -el entretenimiento, como Pascal sabía muy bien, implica un alto despliegue de facultad de juego, esto es, de auto codificación interpretativa. El ciudadano tirado en el sofá, rodeado de su santa esposa y de sus vástagos, lo único que espera del televisor es que la jeta -al menos la jeta neuronal, pero, de vez en cuando, también la física- de los personajes que por allí desfilan sea el espejo de su propio mundo, tantas veces cargado de atraso e ignorancia.

Sólo en eso hallará consuelo: «Si semejante gente puede aparecer en la pantalla universal, envuelta además de los atributos del triunfo, es que, en el fondo, yo mismo no soy tan tétrico como parezco» viene a rumiar el pobre tipo que se traga a Gil y Gil y demás fauna insufrible de programa veraniego.

Un buen cacho de glándula mamaria, de cuando en cuando, compensa en la empantanada cabeza del espectador tanta mugre. «Hasta ese tipo de la pantalla que es aún más gordo, más feo, más tonto y probablemente más sinvergüenza que yo tiene la posibilidad de que le planten una teta fresca delante de las narices» fantasea el hombre del sofá calibrando de reojo el tonelaje celulítico de su señora. Que nadie se engañe. En materia televisiva sí es infalible el adagio paleoizquierdista: lo mejor es lo peor. Cuanto más vulgar, cuanto más casposo, cuanto más escapado de los fantasmas atávicos del país, mayor audiencia. Lo fascinante de lo que está pasando, lo que gentes como Berlusconi y sus cofrades de la ONCE han entendido a la perfección, es que, bajo el mito de la España postmoderna, basta rascar un poquitín para que aparezca lo de siempre. Una parte de la España- profunda tiene al verborreico Gil y Gil como a su héroe. Y la tele de la benefactora ONCE es su profeta.

15 Julio 1991

EL SHOW DEL DELINCUENTE

Francisco Yagüe

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En el caso de Jesús Gil dándose un baño en jacuzzi. Mas que un culebrón (por la compañía de Jeanette, de Cristal) parecía un sapo en su charca.

Jesús Gil confesó el viernes, en la asamblea del fútbol que ‘soy un delincuente en libertad vigilada’. No vamos a discutirle el calificativo que se ha adjudicado así mismo. ël sabrá mejor el porqué. Lo qe lamentamos es que haya burlado la vigilancia de su libertad para ofrecernos el odrio del sábado, en su noche del tal y tal en TELECINCO.

Hace muchos años Valerio Lazarov se hizo famoso por ‘El Irreal Madrid’, con todo el mundo boca abajo, y con el que conquistó varios premios internacionales. También se hizo popular por el uso y abuso del zoom, con el que deformaba a sus personajes. En el caso de Jesús Gil no ha necesitado jugar con los objetivos de la cámara para ofrecernos a una estrella deforme con enorme abundancia de michelines y tetillas, dándose un baño en jacuzzi. Mas que un culebrón (por la compañía de Jeanette, de Cristal) parecía un sapo en su charca.

Gil está bien para hablar con su caballo, Imperioso, al que algún día (imitando a Calígula) también hará directivo. Pero de eso a convertirse en presentador y entrevistador media un abismo. Los televidentes merecen más respeto, por muchas tragaderas que tengan últimamente. Mal favor le ha hecho Lazarov a su cadena (y al club de sus amores) con ‘Las noches de Tal y Tal’.

Uno, a punto de iniciar sus vacaciones, está buscando un punto de la geografía hispana donde no lleguen todavía las imágenes de la 5 [TELECINCO]. No quiero que me fastidien la noche de los sabados con el tal Benny Gil de pacotilla. Lo del Dioni cantando se ha quedado pequeño ante el show de Gil y Gil.

Francisco Yagüe

26 Agosto 1991

Remedios Gil

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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LA INQUIETUD que suscitan algunos de los sucesos que se producen en torno a Jesús Gil y Gil no es tanto la de su personalidad corno el interés que despierta en una parte creciento de la opinión pública española. Todo lo que es hoy se lo debe a la elección: la presidencia del Atlético de Madrid, la alcaldía de Marbella y digamos que su puesto de presentador de programa en una emisora de televisión, donde se mantiene por su elevada audiencia. Gil se produce con grosería, a veces con provocación, comó en los episodios recientes del puerto de Marbella. Poco a poco, su lenguaje ha ido pasando de la broma o la comicidad propias de un personaje pintoresco a una seriedad en la que adopta posturas y frases de pensador: es de temer que él mismo crea serlo y que algunas personas con motivos para protestar lo crean también; y deleguen en él la voz de la que carecen.Otros fenómenos parecidos han ocurrido en otros países, aunque, corrio el persortaje de Molière, que hablaba en prosa sin saberlo, es probable que el propio Gil fuera el primer sorprendido -e incluso que se sintiera halagado- al oír que se le comparaba con figuras de la política profesional, como Poujade o Le Pen. Sin embargo, comparte con ellos esa inclinación a vender remedios milagrosos («esto lo arreglo yo de dos patadas») que caracteriza, a quienes, efectivamente, sólo saben patear.

Nada hay tan peligroso como una idea cuando sólo se tiene una: la de Gil es que las cosas son en el fondo muy simples, y que basta voluntad para resolverlas. Aunque sea a patadas e insultos, como han podido comprobar esos jóvenes que en mayo votaron por el simpático presidente de un equipo de fútbol -elegido alcalde con el 80% de los votos- y ahora se han visto tratados de babosos, escoria, drogadictos e hijos de puta.

En algunos momentos y situaciones, otros aventureros de la vida cotidiana llegaron a estar a la cabeza de movimientos populistas o abiertamente fascistas, y hasta en Estados Unidos estuvo a punto de llegar a presidente aquel otro vendedor de crecepelo que se llamó Huey Long. Las condiciones parecen hoy diferentes, por más que entre nosotros un tal Ruiz-Mateos tenga, merced a apoyos muy concretos, su acta de eurodiputado. Pero más que el riesgo que puedan suponer esos personajes en sí mismos, lo que inquieta es la enorme credulidad de las gentes ante cualquiera que ofrezca remedios sencillos y soborne a los electores con algo de circo.

«Si ése ha llegado a alcalde, a famoso, a estrella de la televisión, ¿por qué no habría yo de conseguir lo mismo?»: ese mecanismo de identificación es el filón del que se han aprovechado siempre los aventureros de la política. Casi siempre terminaron mal y provocaron males mayores que aquellos que decían querer resolver. La elección popular, aun abrumadora, no dispensa de respetar las normas que garantizan a la sociedad contra las arbitrariedades de quien ejerce el poder. Alguien entre las numerosas personas que le ríen las gracias y ofrecen sus tribunas para sus alardes de zafiedad debería informar de ello a Jesús Gil.