15 junio 2003

Fue el azote de Josep Lluis Núñez como portavoz de la plataforma 'Elefant Blau' y abogado personal de Johan Cruyff

Elecciones Barça 2003 – Joan Laporta nuevo presidente del Fútbol Club Barcelona al ganar las elecciones a otros cinco candidatos

Hechos

Las elecciones a la Presidencia del Fútbol Club Barcelona celebradas el 15.06.2003 eligieron a D. Joan Laporta como nuevo Presidente

Lecturas

CANDIDATOS A LA PRESIDENCIA DEL BARÇA:

2003Laporta  D. Joan Laporta – 27.138 votos (52,5%)

2003Bassat D. Lluís Bassat – 16.412 votos (31,8%)

2003Majo D. Jordi Majó – 2.490 votos (4,8%)

2003MRovira D. Josep Martínez-Rovira – 2.388 votos (4,6%)

2003Minguela  D. Josep María Minguella – 1.867 votos (3,6%)

2003Llaurado D. Jaume Llauradó – 987 votos (1,9%)

17 Junio 2003

Laporta: Cruyff a cambio de Beckham

Alfredo Relaño

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Ganó Laporta y ganó con una ventaja inimaginable. Se sabía de su fuerza, de su valor revolucionario, de su gancho rupturista, de su arrastre ante los jóvenes. Pero se dudaba de su fuerza para movilizar a un electorado más conservador, al que podría parecer más fiable el modelo de Bassat. Que ya tuvo 20.000 votos en su día; que tenía a Guardiola; que tenía a Salvador Alemany; que tenía mejores contactos con los poderes fácticos, necesarios para desatascar al club de su situación actual. La única duda nacía de la posible dispersión del voto de Bassat entre otros candidatos…

Pero Laporta ha sacado más votos que los otros cinco candidatos juntos, así que ni dispersión de voto ni gaitas. Y la participación, en un domingo sin partido en casa y con un calor que empujaba a las playas, ha sido espectacular. La conclusión es que el barcelonismo ha votado desesperadamente por un cambio casi revolucionario, que no deje el menor rastro del pasado. Con la propuesta de Beckham, Laporta ha hecho ver que piensa en grande; con su construcción, años atrás, del Elefant Blau, se legitimó previamente como crítico frontal de un sistema de incompetencia y corrupción.

Y ya está. Ya ha ganado. ¿Y ahora? ¿Beckham? Apuesto a que no. Beckham irá al Madrid. ¿Y entonces? Sospecho que Laporta ha preparado con ahínco su asalto al poder pero que una vez instalado en él no va a tener claro por dónde empezar, dado que no puede empezar por Beckham. Pero le queda Cruyff, que le mira con buenos ojos, que acudió a votar a un cuarto de hora del cierre de las urnas, cuando ya le veía ganador, y que a quienes le preguntaron vino a decir que ahí está, para lo mande Laporta. Apoyarse en él será una tentación irresistible para Laporta.

02 Septiembre 2003

El nuevo Barça de Joan Laporta

Enric Sopena

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Electoralmente al menos, Joan Laporta, presidente del F.C. Barcelona, ha sido más afortunado que su suegro, Juan Echevarría Puig. Este veterano falangista que sigue ejerciendo de camarada -como demostró en abril con motivo del centenario de José Antonio-, fue también un fervoroso fraguista, amigo de José Santacreu, generoso financiador de Fraga, a la par que ejecutivo de empresas multinacionales.En 1980, en las primeras autonómicas, Echevarría encabezó la lista de Solidaritat Catalana, nombre de AP para esos comicios. Su eslogan, cesarista: «El hombre que necesita Cataluña». Contó con el respaldo del empresariado, cuya patronal, Fomento, había entrado abiertamente en campaña contra la izquierda. Fomento alcanzó su objetivo. El dinero opera milagros: ahora se ha comprobado en Madrid. La suma de diputados de CiU, UCD y ¡Esquerra Republicana! superó -en favor de Jordi Pujol- la suma de diputados socialistas y comunistas. Pero Echevarría no obtuvo ni su propio escaño. Los dioses del conservadurismo también escriben derecho con renglones torcidos.

Por contra, Joan Laporta concurrió por primera vez a unos comicios el pasado junio y, frente a los pronósticos iniciales, barrió a sus rivales, incluido el candidato favorito, Lluis Bassat, al que arropaba buena parte del establishment. La nefasta gestión presidencial anterior -en las antípodas de la protagonizada por Josep Lluis Núñez, de quien Joan Gaspart fuera segundo hasta caer en desgracia- condujo al Barça al abismo. Una economía floreciente -sólo homologable con la del Manchester United-, se convirtió en menos de tres años en un escalofriante agujero negro, todavía no esclarecido. Los resultados deportivos fueron bochornosos.Su imagen cayó en picado.

La elección de Laporta constituyó la sorpresa. Los socios del F.C. Barcelona, hastiados del gaspartismo, optaron por el cambio.O la ruptura. Incluso algunos describieron el éxito de Laporta como si se tratara de una revolución; democrática, por supuesto.Cuando se producen situaciones límite, los colectivos reaccionan modificando enérgicamente el rumbo. «A grandes males, grandes remedios». Bassat era intuido como un remedio de paños calientes, más propio de una gripe que de una pulmonía de alto riesgo. Otros aspirantes aparecían como fantasmones, a caballo entre la demagogia y los deseos de continuar medrando en los turbios negocios del fútbol.

Arrasó, pues, Laporta por sus méritos, por la conjunción de los astros -estaba allí en el momento oportuno, como los goleadores natos- y porque apenas había otras alternativas al margen de la de Bassat, carente de pasión y sobrada de oficialismo. Se halla en plena luna de miel con la gent blau-grana. Que no se confíe. La gloria es con frecuencia efímera. Futbolísticamente, lo que de verdad cuenta es si el balón entra en la portería contraria.Las victorias generan mitos. Las derrotas, pañoladas.

Ni siquiera Núñez sobrevivió a éstas. Claro que Núñez contaba con enemigos poderosos. Jordi Pujol no soportaba que un tipo que no era de los suyos controlara el Barça. Aguantó contra viento y marea, blindado por los triunfos, gracias a un cierto populismo sustentado en la eficacia. Empezó mal su mandato. Fue rectificando. Llegó a la cima. Sin embargo, lo que no consiguiera Pujol lo logró Van Gaal. Núñez se tuvo que ir por la puerta falsa, aunque siga siendo respetado por muchos culés. El día de la elección de Laporta -que había liderado la oposición más dura a Núñez con apoyos logísticos vinculados al nacionalismo-, el ex presidente acudió a votar entre aplausos y muestras de afecto de los presentes.

Laporta, quien asistió a la primera reunión conspirativa como opositor de Núñez en junio de 1997, acompañando a su suegro -español hasta las cachas-, no va a tener problema alguno con el nacionalismo. De hecho, estas elecciones constituyeron, con matices, una competición entre sensibilidades distintas del nacionalismo. Bassat y Laporta, en este sentido, eran coincidentes. El primero, más moderado. El segundo, más en línea con el soberanismo latente de Artur Mas, así como de ERC. Ambos fueron juntos en los comicios de 2000, cuando salió elegido Joan Gaspart, el cual, por cierto, estuvo en un tris de presentarse en 1984 a las elecciones catalanas por AP. Otro de los candidatos, Jaume Llauradó, fue el promotor de la recogida de firmas en favor de las selecciones catalanas.

En la Universitat Catalana d¿Estiu (Universidad Catalana de Verano), Joan Laporta inauguró el curso, expuso su pensamiento nacionalista y explicó cómo lo iba a encarnar el Barcelona. Se refirió a cláusulas en los contratos de los jugadores para que respeten «la Historia, las instituciones, la lengua y la cultura catalanas, y aprendan catalán». Se autodefinió como «un patriota catalán», utilizando así el lenguaje más ortodoxo del pujolismo. Precisó que, mientras no exista oficialmente la selección catalana, el F.C. Barcelona debe asumir ese papel, y subrayó la conveniencia de que, en determinados eventos, Els Segadors suene como himno del club. Eludió pronunciarse en términos partidistas, pero comprometió al Barça cuando afirmó que la entidad se identifica con los partidos que defienden una Cataluña con identidad propia, con un nuevo marco legal y político y que «no deje su futuro en manos de las estrategias y coyunturas políticas de España». En resumen, este Barça bendice a los partidos denominados de obediencia catalana y rechaza, por tanto, a los llamados sucursalistas.

Joan Laporta tiende de facto a excluir de Cataluña -ya que el Barça ha de hacer de selección catalana- a todos aquellos ciudadanos catalanes que son del Espanyol o, como otros muchos, son del Real Madrid o de cualquier otro equipo. ¿Se puede ser buen catalán sin ser del Barcelona? Repasando la tradición pujolista, para ser buen catalán conviene, en efecto, ser culé, aunque quepan atenuantes e incluso eximentes.

¿Quiere decirse, por tanto, que Laporta será un mal presidente para el Barcelona? No, ni mucho menos. Puede ser un presidente magnífico. Aunque no con experimentos como el del partido de la próxima madrugada contra el Sevilla, que más recuerda a uno de los pintorescos inventos del profesor Franz de Copenhague que a un club serio y centenario. No obstante, por otro lado, su apuesta -al parecer, firme- por erradicar a los Boixos nois del Camp Nou, así como a cualquier otro grupo de fanáticos violentos, merece el respaldo general y el aplauso de todos. ¡Ojalá cunda su ejemplo! Pero ha de saber que si el Barça es más que un club, en lo que no ha de convertirse jamás es en caja de resonancia de planteamientos excluyentes, aunque legítimos.

Tiene razón Luis Enrique: «Es muy positivo poder expresarse en la lengua de la tierra que te acoge». Pero también Carles Puyol: «Lo primero que tienen que hacer los jugadores de fuera, antes de aprender catalán, es marcar goles».

Al Barça lo han hecho grande y universal jugadores como Frek Platko, aquel portero formidable de los años 20, nacido en Hungría.No se le recuerda por su dominio del catalán, sino por su portentosa actuación en la triple final de Santander contra la Real Sociedad, en 1928. Rafael Alberti escribió una Oda a Platko: «Nadie olvida, Platko/ no, nadie, nadie, nadie/oso rubio de Hungría». O como Kubala, asimismo húngaro, que se murió sin pronunciar una palabra en catalán y habiendo sido jugador del Espanyol y entrenador durante años de la selección española. Alberti era amigo de Pepe Samitier, otro de los nombres legendarios del Barça. Samitier, nacido en Barcelona, sí hablaba catalán. Pero acabó su carrera jugando en el Madrid -herejía máxima- y siendo más tarde secretario técnico del club merengue. Este mago del balón, como se le conocía, fue ciudadano del mundo, íntimo de Carlos Gardel, hincha en Europa del Barça. Gardel le dedicó a Sami una canción: «¡Caballero Samitier! Cuando llegues a tus lares, a tu tierra ¡la inmortal! Y, en los campos de la añeja, de la fiel, Ciudad Condal (…)/ No te olvides ¡bravo Sami! ¡valeroso capitán!/ Que los buenos argentinos te recuerdan con afán/ Pues dejaste en el Plata simpatías por doquier/ ¡Capitán del Barcelona! ¡Caballero Samitier!».

Haga Laporta del catalanismo un ejercicio sistemático de seny.El otro día, Josep Guardiola, entrevistado por Juan Cruz -que siendo un periodista canario afincado en Madrid es culé total-, hablaba sobre sus sensaciones tras la marcha de Luis Figo al Madrid: «Desde la parte barcelonista no podía entender que se fuera al Madrid. Pero luego entiendes que él no tiene por qué entender la parte barcelonista porque él no es parte de esto».Así de sencillo, así de tolerante, así de sensato. Por lo demás, mucha suerte, president.

Enric Sopena

05 Junio 2003

El Barça no puede ser pardo

Antoni Puigverd

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El candidato a la presidencia del Barça, Jaume Llauradó, un hombre que llegó a la palestra, aureolado de catalanismo y apelando a las esencias del barcelonismo, abandonó el otro día los colores azul y grana y agitó una bandera parda. La bandera del antisemitismo, que en la memoria del siglo XX, apenas traspasado, significa lo peor del alma europea: lo más sucio, doloroso y abyecto. Otros muchos regímenes han combatido a sus enemigos con extremada crueldad y fanatismo, pero sólo el nazismo descendió al infierno de la «solución final»: la depuración sistemática y científica de un colectivo humano, el de los judíos. Parece propio de monstruos, sí, pero, cuidado, prendió con suma facilidad entre las gentes más comunes y tranquilas. Parece propio de hooligans, de boixos nois que agitan en los campos de fútbol sus estómagos hinchados de cerveza y sus banderas con símbolos de la locura. Pero puede prender en la Llotja más elegante. Llevamos el monstruo en las vísceras y el que pretenda un lugar preeminente en nuestra sociedad tiene la obligación de trabajar para domesticarlo, no para liberarlo. La burla de lo judío ya no es inocente, aunque se envuelva en la sal gorda y la pimienta de la propaganda electoral. Lo de Llauradó no ha sido un resbalón. No es el típico codazo en el área. Lo que Llauradó ha insinuado es que es posible ascender a la presidencia del Barça aupado por los peores demonios del siglo XX. No merece presidir este club, fundado en la católica y catalana Barcelona por un extranjero protestante, alguien que no tiene conciencia del horror que sufrieron los judíos; alguien que no sabe que uno de los poetas más representativos de la literatura catalana comparó la terrible suerte de los judíos expulsados de España (Separad) con la desgraciada suerte de los que, como los catalanes, hablan en España una lengua distinta. El Barça ganará o perderá, pero, por origen y tradición debe representar a los distintos, a los raros, a los que llegan de fuera, a todos los que no encajan en un orden homogéneo y puro.