25 enero 1989

El 8º Congreso de CDC es el primero que se celebra tras el estrepitoso fracaso de 'La Operación Roca'

8º Congreso de Convergencia Democrática de Catalunya – Pujol cede la Secretaría General a Roca y pasa a ocupar la Presidencia

Hechos

El VIII Congreso de Convergencia Democrática de Cataluña celebrado en enero de 1989 eligió a D. Jordi Pujol nuevo presidente de la formación nacionalista catalana, mientras que D. Miquel Roca era elegido nuevo Secretario General del partido.

Lecturas

El presidente de la Generalitat de Catalunya D. Jordi Pujol ocupaba el cargo secretario general de CDC desde la fundación del partido en marzo de 1976, cargo que ahora cede para asumir la presidencia.

El 28 de enero de 1989 comenzó el VIII Congreso de Convergencia Democrática de Catalunya (CDC) en el que D. Jordi Pujol Soley cede la secretaria general del partido a D. Miquel Roca Junyent para pasar a ocupar la presidencia del partido en sustitución de D. Ramón Trías Fargas.

El Sr. Pujol Soley fue elegido presidente de CDC con el 99,65% de los votos, mientras que el Sr. Roca Junyent fue elegido secretario general de CDC con el 94,23% de los votos. D. Ramón Trías Fargas hizo notar su malestar al abandonar la sala del congreso en el momento en el que el Sr. Roca Junyent iniciaba su discurso.

El congreso de CDC era el primero que se celebraba de la formación nacionalista desde el fracaso de la ‘Operación Roca’ en las elecciones generales de 1986 (el último congreso de CDC fue en 1985). Sin embargo el ambiente de Convergencia era bastante optimista, pues si bien aquella operación fracasó estrepitosamente, Convergencia y sus aliados de Unió arrasaron en las elecciones autonómicas de 1988.

D. Jordi Pujol fue elegido presidente de CDC con el 99,65% de los votos. D. Miquel Roca era elegido nuevo Secretario General de CDC consolidándose como ‘número 2’ aunque con algo menos de respaldo, un 94,23%. En una entrevista en el diario EL PAÍS el día antes de aquel congreso, el Sr. Roca declaraba que parte del rechazo electoral que hubo en el conjunto de España al Partido Reformista Democrático era por su vinculación con el nacionalismo catalán: «La sociedad española tendría que hacer una pequeña reflexión y reconocer que hubo precipitación en rechazar nuestra oferta».

RAMÓN TRIAS FARGAS, EL GRAN DERROTADO DEL CONGRESO

ramon_trias D. Ramón Trias Fargas fue desalojado de la presidencia de Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) que ocupaba desde 1978 para ceder el puesto a D. Jordi Pujol. Especialmente simbólico fue que el Sr. Trias Fargas abandonara la sala donde se realizaba el congreso justo en el momento en el que iniciaba su discurso el nuevo Secretario General, D. Miquel Roca, lo fue interpretado como su gesto de rechazo ante su exclusión. D. Jordi Pujol no ocultó su enojo por la actitud de su antecesor.

EL MANDATO DE ROCA COMO SECRETARIO GENERAL DE CDC.

D. Miquel Roca dejará la secretaría general de CDC por discrepancias con el Sr. Pujol y con UDC en octubre de 1992, aunque retornará a los pocos meses, en febrero de 1993.

Dimitirá definitivamente en diciembre de 1995 como secretario general de CDC tras perder las elecciones municipales de 1995 en Barcelona.

31 Enero 1989

Un ambiguo discurso

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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El VIII Congreso de Convergéncia Democrática de Catalunya (CDC) ha lanzado un ambiguo interrogante sobre la validez futura del estatuto de autonomía, ha abierto nuevas vías a la política de alianzas en el marco general de la política española, tras el fracaso del intento reformista, y ha ofrecido una imagen de solidez del partido a prueba de bomba, pese a que en él se haya producido la semidisidencia más notoria en sus 15 años de existencia, la renuncia del ex presidente Trias Fargas, quien ha decidido, «por dignidad», pasar a desempeñar «un cargo que yo creo tan o más importante que la presidencia, el de militante de base». La lección de elegancia de este viejo profesor liberal (un periférico del pujolismo, más o menos al modo de Enrique Tierno Galván en la familia socialista) no ha traído más complicaciones, ni tampoco ha supuesto su renuncia como conseller en el Gobierno de Pujol. Así lo demuestran los resultados de las votaciones (99,65% para el nuevo presidente), abrumadores hasta el punto de que el propio Pujol los ha calificado de «casi soviéticos».Esta eclosión de solidez partidaria, que se apoya en un caudillismo mesiánico -pero de trayectoria democrática- del líder, en la continua apelación al sentimiento catalanista y en el largo ejercicio del poder autonómico, ha tenido su contrapunto en el consejo de Trias a sus correligionarios: «Huida de los líderes predestinados impermeables a las ideas nuevas y a la opinión de los demás». El único peligro de este consejo es que caiga en saco roto y que, al cabo, ninguno de los interesados se percate de que la inquebrantable unidad se afianza sobre algunas bases, como el excesivo peso del liderazgo, demasiado fungibles. Hay, en el partido de Pujol, demasiado de movimiento enhebrado en torno a un líder y a un sentimiento, y de ahí la ambigüedad programática por la que transita.

Esta ambigüedad es lo que caracteriza el interrogante, florentinamente condicional, sobre la validez futura del estatuto de autonomía: «Tal como van las cosas, este Estatut no será la solución». El prodigio de amagar y no dar responde a una maniobra para los sectores del partido que más han interiorizado el victimismo y en lógica consecuencia más han radicalizado sus expresiones verbales; se asume su estado de ánimo y al tiempo se les pide paciencia, porque la plenitud de Cataluña se logrará «dentro de muchos, muchos años». Y, de paso, se tranquiliza a amplios sectores de la derecha situacionista que votan nacionalismo porque entienden que es la opción conservadora con mayores posibilidades en Cataluña.

Pero lo que sea útil para cohesionar cosas tan dispares no es necesariamente fructífero para el conjunto de Cataluña ni para su papel en España. Se ha echado en falta un compromiso para un modelo acabado de Estado -del que carece inveteradamente el nacionalismo convergente- y un análisis claro sobre tres cuestiones: ¿está o no desarrollado todo el potencial autonómico del actual estatuto?, ¿es congruente insinuar su reforma sin antes haber aplicado el mecanismo previsto en la Constitución para ampliar las competencias y superar así los obstáculos existentes?, ¿es serio plantearse este asunto sin dibujar una estrategia de consenso en el ámbito autonómico y una política de alianzas en la escena política española?

Sólo sobre esta última cuestión se ha producido una ligera indicación de intenciones. CDC no acepta indiscriminadamente los cantos de sirena que le viene entonando a domicilio la derecha popular y esboza tímidamente un guiño a un PSOE que prevé pronto descabalgado de la mayoría absoluta. La constatación del hábil y ambiguo pragmatismo de estos sugerentes movimientos tácticos, sin embargo, constituye insuficiente balance para un congreso tan cuidadosamente preparado.