22 septiembre 1983

Crisis en la cúpula de Radio Televisión Española a pesar de tener el PSOE mayoría absoluta

José Luis Balbín destituido por José María Calviño como Director de Informativos de TVE, Enrique Vázquez es su sustituto

Hechos

El 22 de septiembre de 1983 se anunció en prensa el relevo de D. José Luis Balbín como director de los informativos de TVE y su reemplazo por D. Enrique Vázquez.

Lecturas

El 22 de septiembre de 1983 se anunció en prensa el relevo de D. José Luis Balbín como director de los informativos de TVE y su reemplazo por D. Enrique Vázquez.

enriquevazquez02“Cuando llegamos aún había muchos restos del franquismo. Hubo que hacer un trabajo para que se notara el cambio”  comentó el Sr. Sopena a LA HEMEROTECA DEL BUITRE cuando fue preguntado por TVE a partir de la victoria del PSOE.

La persona encargada de dirigir RTVE desde 1982 era don José María Calviño, hombre de don Alfonso Guerra, que actuó de padrino en su toma de posesión, al frente de informativos quedó don José Luis Balbín, el presentador de ‘La Clave’ y como Director de TVE, D. Antonio López. Pero en apenas un año, en septiembre de 1983 el Sr. Balbín fue destituído y sustituído por don Enrique Vázquez. Durante ese periodo se habían producido multitud de encontronazos entre el Sr. Balbín por un lado y los Sres. Calviño y D. Antonio López por el otro. El más célebre encontronazo se produjo por el veto a la presencia del disidente socialista D. Alonso Puerta en ‘La Clave’. 

No lo veía así el diario ABC que consideraba al Sr. Balbín un pro-socialista que había puesto los Telediarios al servicio del Gobierno de D. Felipe González y D. Alfonso Guerra. Según comentó el Sr. Arozamena a LA HEMEROTECA, en aquella TVE se producían cosas que apuntaban a ese lado: “Sustituyó a violinistas españoles de la orquesta, por violinistas polacos, por motivos claramente políticos”.

El cese del Sr. Balbín fue muy comentado, porque hasta ese momento se le consideraba un amigo de “el trio de los medios del PSOE”: don Alfonso Guerra, don Eduardo Sotillos (portavoz del Gobierno)  y el propio don José María Calviño, con quién – según él mismo confirmó a LA HEMEROTECA DEL BUITRE – había trabajado codo con codo en RTVE: “Con la llegada al poder del PSOE, había una segunda oportunidad que se frustró. El sectarismo de un lado cambió al del otro”,  nos indicó el Sr. Balbín. El periódico DIARIO16 tituló aquel cese como ‘CAE BALBÍN, QUEDA CALVIÑO’, y colocaron en portada una imagen del Sr. Calviño con la cabeza de un Sr. Balbín guillotinado.

Don Enric Sopena, que calificó al Sr. Balbín como “un profesional excelente”, apuntó un caso concreto para explicar el distanciamiento del Sr. Balbín: “Hubo un problema por ‘La Clave’, por un cambio de invitados en un programa conmemorando el 20 de noviembre en el que el desequilibrio era manifiesto a favor de Franco. Se produjo un incidente lógico y dejó la dirección de informativos. Continuó presentando ‘La Clave’, pero sin tener ya nada que ver con Informativos. Luego Balbín fue girando hacia posiciones de derecha”.

El Sr. Sopena se refería al programa del 18 de noviembre de 1983 al que asistieron tres claros referentes franquistas: doña Mónica Plaza, don Juan  Avalos  y  don  Jesús  Suevos.

El Sr. Balbín seguiría trabajando en TVE al frente del programa de ‘La Clave’, pero estando considerado como un periodista cada vez más enfrentado con el Gobierno socialista, hasta su ruptura total en diciembre de 1985.

¿ENRIQUE VÁZQUEZ, UN ESPÍA DE LA UNIÓN SOVIÉTICA?

enriquevazquez01enriqueVazquez03 El periódico ABC, que dirigía D. Luis María Anson, no tuvo tapujos en vincular al nuevo director de informativos de TVE, D. Enrique Vázquez con los servicios secretos de la dictadura de la Unión Soviética, la temida KGB. Desde sectores periodísticos progresistas se tomaron aquellas acusaciones a risa.

La etapa de D. Enrique Vázquez al frente de los informativos de TVE no significó que hubiera más estabilidad, continuó habiendo multitud de cambios entre los presentadores del Ente Público, en especial los presentadores de informativos. La más destacada fue la salida de D. Luis Mariñas. El mandato del Sr. Vázquez al frente de los informativos no duraría demasiado y sería reemplazado en enero de 1985 por D. Enric Sopena.

15 Julio 1983

Calviño está devorado por Balbín

José Luis Gutiérrez

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LA nefasta y tragicómica pareja televisiva Calviño-Balbín han rebasado hace días sus hasta ahora insuperables récords de necedad, incompetencia y sectarismo, ensuciando con sus peleas de verdulera incluso a La Zarzuela —donde se ha detectado el consabido disgusto por este estúpido «affaire» —, hasta cuyos plácidos y sosegados salones han llegado las zafias tabernícolas salpicaduras de la extraña pareja. Ante el mismo Rey se presentaron con Mario Rodríguez Aragón, que aún no había sido nombrado para el cargo de responsable de la información internacional de TVE, principalmente por la oposición del director de TVE, Antonio López, a este nombra miento propuesto por Balbín.

Que el Gobierno siga tolerando los desmanes de este tándem de adobes, que incluso llegan a implicar en sus refriegas a la más alta magistratura del Estado, es algo que clama al cielo. El no haber puesto coto a tiempo a la desquiciada megalomanía de Balbín permite que ahora este individuo llegue incluso a utilizar la figura del Rey para sancionar psicológicamente un nombramiento con el que el director de TVE, Antonio López, no estaba de acuerdo y que finalmente no se produjo.

Mientras tanto, el Gobierno sigue en silencio, observando a la extraña pareja y sus conductas que en fuentes gubernamentales no dudan en calificar propias de diván. Nadie entiende este caso de vampirismo en el que el director general parece haber caído, devorado por esa lamprea voraz que es el jefe de los Informativos, José Luis Balbín…

22 Septiembre 1983

El cese

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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El cese de José Luis Balbín como director de los servicios informativos de Televisión Española era, desde hace algunas semanas, un secreto propalado a voces por los pasillos del poder y de Prado del Rey. Que el director del Ente Público eligiera el día de ayer -horas después de que el presidente del Gobierno manifestase su insatisfacción respecto al monopolio televisivo- para ejecutar esa medida puede constituir un simple azar, pero no beneficia en nada a la imagen de independencia que Calviño debería guardar respecto al Gobierno. Todo el mundo sabe que el cese de Balbín es ajeno a las opiniones de Felipe González, aunque el director general se ha esforzado en que no lo parezca. Sin embargo, la cuestión no es el papel desempeñado por la casualidad, la astucia o la ingenuidad en la puesta en práctica de una decisión tomada hace días, sino las razones de fondo de ese. despido.A lo largo de casi nueve meses, las críticas lanzadas contra el equipo encargado de realizar el cambio en Prado del Rey han partido de casi todos los puntos -incluido el propio partido del Gobierno- del espectro ideológico y político. Las acusaciones, malévolas o paranóicas, de algunos altos cargos socialistas que atribuían cualquier crítica a los ocultos designios del capital (bueno, por lo demás, para reprivatizar Rumasa, pero perverso, al parecer, para financiar empresas de comunicación) orientados a forzar la autorización de la televisión privada tienen ahora la difícil papeleta de tener que explicar cómo Felipe González se ha unido a los conjurados. Las expectativas suscitadas tras las elecciones generales en torno a las posibilidades de devolver la vida a ese elefante muerto en pie que es Televisión Española infravaloraban las enormes resistencias que ofrecería el armatoste de intereses creados, hábitos burocráticos y oficialista a cualquier tentativa de ponerlo al servicio del pluralismo informativo, la calidad artística y el, entretenimiento digno. Es doloroso admitirlo para todo el que esté de acuerdo o apoye el cambio socialista, pero durante el período de mandato del actual equipo no sólo las promesas de una televisión pública, profesional y pluralista no se han cumplido -para lo que ha habido poco tiempo y sobra impaciencia-, sino que se han deteriorado todavía más el funcionamiento real y la imagen pública del monopolio televisivo. Las responsabilidades de Balbín en ese fracaso eran notorias, aunque no exclusivas. Y sus actitudes -desde la enfermedad imaginaria a la utilización de La clave como propiedad privada e intransferible- han sido avaladas generosamente por el poder. El poder en TVE y el poder político.

¿Por qué, entonces, el cese de José Luis Balbín, si sus errores, desplantes y carencias merecieron el apoyo solidario de quienes hoy le dejan caer? El bochornoso telediario del lunes 12 de septiembre, que conculcó desde un medio oficial principios constitucionales básicos y motivó una nota de protesta del Consejo General del Poder Judicial y el pase del correspondiente tanto de culpa al ministerio fiscal, fue emitido cuando Balbín se encontraba de vacaciones y ocupaba sus funciones Enrique Vázquez, designado, sin embargo, como nuevo jefe de informativos. ¿Cuáles son, entonces, las razones de la medida? Balbín, a quien no se le han ahorrado críticas desde este periódico, era el único miembro del equipo directivo que no había tenido que aguardar un alto nombramiento para ser conocido en el mundo de la comunicación por sus méritos profesionales. Y la bondad de La clave como programa no palidece para nada al lado del desastre que Balbín ha sido como directivo de TVE. A menos que una explicación oficial aduzca otras causas, sólo cabe concluir que el cesante está destinado a cumplir la doble función de papelera en la que sus colegas puedan depositar sus culpas colectivas, y de lastre sobrante que el director del Ente Público arroja por la borda para salvar su puesto. No será la primera vez que una actitud tan poco gallarda, sirva sólo para prolongar la agonía de quienes la toman.

No es ocioso -aunque debiera serlo- explicar las razones por las que los cambios producidos en la incambiada Televisión Española merecen un comentario editorial. Hasta el propio presidente del Gobierno, que suele distinguirse por su capacidad para respetar a la sociedad civil y no confundirla con el Estado, incurrió anteayer en el desliz de comparar el descarado sesgo progubernamental de los informativos de Televisión Española con la distribución porcentual de noticias en las primeras páginas de la Prensa privada española. Balbín, a preguntas de Radio EL PAIS, equipará la medida con los cambios que se puedan producir, y que se producen con frecuencia, en la redacción de este periódico. Tal vez aquí esté la raíz de los viciados planteamientos de la política informativa del Gobierno. Televisión Española es una institución estatal que pertenece a todos los españoles. La sustitución de las partidas presupuestarias para su financiación por la concesión monopolística del mercado publicitario es indiferente a efectos prácticos, ya que esos fondos son igualmente detraídos de su ingreso en el Tesoro. El Ente Público está regido por una ley dictada por las Cortes Generales, cuyo espíritu y -a veces- su letra son conculcados en la práctica cotidiana, y se halla sometido a una comisión parlamentaria de control. Televisión es el único vehículo informativo para sectores significativos de la sociedad española que no leen periódicos y no escuchan la radio, y un instrumento privilegiado para la difusión de noticias en segmentos muy amplios de la población. La sensibilidad ante la manipulación televisiva que los socialistas mostraron cuando permanecían en la oposición hace, por lo demás, superflua cualquier tentativa de convencer al Gobierno de algo que sus miembros conocen sobradamente por su pasada experiencia.

Los ciudadanos españoles tienen plena libertad para adquirir en los quioscos periódicos y revistas de muy distinta orientación, desde El Alcázar a Egin, pasando por semanarios como El Socialista o Actual. También disponen de una abundante oferta de emisoras de onda media y frecuencia modulada, incluida la potente cadena de Radio Nacional. La libertad, en última instancia, se halla en relación directa con el número de opciones disponibles y con la capacidad de poder elegir entre ellas. Al tomar su decisión como lectores o radioescuchas, los ciudadanos no sólo ejercen un derecho, sino que además apuestan simbólicamente en favor de la opción voluntariamente escogida. No vamos a caer en la falacia de que la libertad de empresa es el único, ni siquiera el más fundamental, de los componentes de la libertad a secas. Y seguiremos insistiendo en la necesidad de un control social adecuado del poder de todos los medios de comunicación. Un control social, sin embargo, no es necesaria y absolutamente un control gubernamental, y el monopolio de Televisión Española, cuyos dos canales se parecen entre sí como dos gotas de agua turbia, no deja al ciudadano mas opción que comerse las lentejas o dejarlas en el plato.

22 Septiembre 1983

Calviño: volver a Empezar

Spectador

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Vamos a ofrecer al señor Calviño una prueba objetivamente profesional que descalifica su gestión, sacada del mismo Estatuto en el que se ampara, con débiles razones, para seguir en el mandato. Institucionalmente tiene la responsabilidad de organizar – artículo 11 de la citada norma – el trabajo, la programación y los nombramientos directivos, todo en base a ‘criterios profesionales’. Repitámoslo ‘criterios profesionales’. Ambos términos en sí mismos sintetizan la filosofía de la conducta laboral. Lo hecho o deshecho, con tales exigencias – sindéresis, eficacia, racionalidad, practicidad – es prueba máxima de competencia. Pues bien, hace cuatro meses, si no contamos la diáspora veraniega, el director general presentó su ‘reestructuración’ de llegada, su organigrama operativo, su concepción responsable de los servicios del medio, incluidos, claro está, no solamente los gerenciales, sino los informativos. Spectador avisó entonces del os vacíos que el plan ofrecía – ignorancia de algunos niveles profesionales, reducción drástica lineal y no razonada de estímulos , contrataciones injustificadas, concentración de poder en la cúpula, simplificación de tareas, marginación de grupos profesionales etcétera, y de las consecuencias que tal apresuramiento organizativo iba a producir.  Ahora mismo se nos da la razón puesto que el director general considera que hay que   ¡reestructura! de nuevo. Estamos hablando, señores, de un colectivo de once mil trabajadores encargado de un servicio esencial a la sociedad, con cincuenta y tantos mil millones de presupuesto, con una red de cobertura técnica inmensa, con grupos de profesionales de todo orden, – unos quinientos periodistas , entre ellos – y en permanente discusión, presupuestaria. Poner en movimiento una reestructuración en tal maquinaria exige, por lo menos, dos cosas: estudio a fondo de la posibilidades, desde las necesidades y condicionamiento de cada área y la colaboración matizada de los equipos.

Las centraste sindicales presentaron entonces sus dudas ante el plan. ¿Qué van a decir ahora ante el plan. ¿Qué van a decir ahora ante el plan. ¿Qué van a decir ahora ante otro? Si cada cuatro o cinco meses se desecha lo profesionales’ presentar uno nuevo? ¿Con los mismos? ¿Con qué colaboraciones y en qué tiempo?

Se ha fracasado, señor Calviño, en la estructura anterior. Tememos que la que viene para octubre no sea más que una cobertura para su permanencia personal en el cargo. Deseamos equivocarnos. Porque queremos una buena televisión del Estado en competencia con la televisión libre. Dudamos de que usted, por lo ya hecho, sea el hombre adecuado. Salvo que se reestructure a usted mismo como director general.

Spectator

01 Octubre 1983

Felipe exigió la cabeza de Balbín

Lorenzo Contreras

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Otra área noticiosa rodeada de interés es la que se relaciona con televisión. Allí mantiene su imperio José María Calviño, probablemente el hombre más criticado de toda la Administración española. Y lo mantiene porque Alfonso Guerra ha roto lanzas por él. Las últimas discusiones en el seno del Consejo de Administración de RTVE han sido muy intensas. Naturalmente, el papel de Calviño y su continuidad estaban en cuestión. Nadie se explica que al director general no le haya afectado todavía el poder erosivo de la famosa frase pronunciada por Felipe González en el reciente debate sobre el estado de la Nación. Si al presidente no le gusta TVE y ruedan acto seguido las cabezas del jefe de informativos, José Luis Balbín, y del director de TV, Antonio López, lo lógico sería – como se viene repitiendo – que la responsabilización alcanzase también al vértice. Pero el vértice no se conmueve.

Lo sucedido es tanto más intrigante si se tiene en cuenta que ha sido precisamente Felipe González quien exigió la destitución de Balbín. La presión del jefe del Gobierno revistió la forma de ultimatum. Felipe puso plazo – muy corto, de días – a la decisión que había de tomarse.

A Balbín, por lo que se ve, no llegaron los beneficios de la condescendencia o de la protección guerrista. Fue ejecutado. Antonio López se autoinmoló por vergüenza política del mismo modo que días antes – y por otros motivos – lo hiciera la periodista Asunción Valdés.

Quedaba Calviño. Y queda.

Lorenzo Contreras

El Análisis

ALGO PASA EN LA CÚPULA DE TVE

JF Lamata

Que el propio presidente del Gobierno, D. Felipe González, declarara que ‘no estaba contento con la programación de TVE’ era algo especialmente notable, pero más aún era el constante ‘cambio de cabezas’ en la televisión.

D. Enrique Vázquez ya se había negado inicialmente a ser subdirector de Informativos en diciembre de 1983. El primer secretario general del ente público, el magistrado Luis Castro Fernández, apenas estuvo dos semanas en Prado del Rey. El director de Radio Exterior de España, Eduardo Haro Tecglen, se retiró a los dos meses; y el jefe del Gabinete de Información y Relaciones Externas de RTVE, el también periodista Carlos Luis Álvarez, Cándido, comunicó en abril de 1983 su renuncia. Si a eso se sumaba la destitución/dimisión de D. José Luis Balbín el 21 de septiembre y la de D. Antonio López, militante socialista como director de TVE el 23 de septiembre.

Algo pasaba a aquella cúpula de TVE liderada por el Sr. Calviño que tan sólo llevaba un año en el cargo. Aún le quedaría protagonizar grandes polémicas como la del referendum de la OTAN en un mandato que concluiría en 1986.

J. F. Lamata