27 junio 2013

El cambio se produce a tan solo dos meses de las elecciones en las que los laboristas deberán intentar mantener el poder frente al Partido Liberal

Kevin Rudd recupera el poder en Australia derribando a Julian Gillard dentro de las luchas internas del Partido Laborista

Hechos

El 27.06.2013 Kevin Rudd reasumió el cargo de primer ministro de Australia ante la dimisión de Julia Gillard.

Lecturas

DERRIBADA A TRES MESES DE LAS ELECCIONES

Gillard Julia Gillard se fue forzada a dimitir tras perder la confianza de su propio grupo parlamentario del Partido Laborista, y restituyeron en el poder a Rudd, al mismo al que esos mismos diputados habían derribado para poner a Gillard en 2010.

27 Junio 2013

Gillard sucumbe a la ‘vendetta’

David Jiménez

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Hundida en los sondeos, la primera ministra de Australia Julia Gillard fue ayer desbancada del liderazgo de su formación a tres meses de las elecciones generales. Fue el último episodio en la guerra fratricida que vive el Partido Laborista y que demuestra hasta qué punto la política puede dar vueltas sobre sí misma: el cargo será ocupado por el mismo hombre al que Gillard derrotó en otra batalla interna hace tres años.

Kevin Rudd, diplomático que ya fue primer ministro entre 2007 y 2010, se enfrenta a la misión de dar la vuelta a unas encuestas que predicen una mayoría clara de la oposición conservadora encabezada por Tony Abbott. Los miembros del Partido Laborista vuelven a confiar en un político popular que había lanzado dos intentos previos de vengar su destitución a manos de Gillard y que es conocido por su mal genio.

La imagen de la primera lideresa en la historia del país había sufrido varios golpes desde su llegada al poder y se deterioró más tras la imposición en 2011 de un impuesto sobre emisiones de carbono que incumplía una de sus promesas electorales. Durante su Gobierno Australia ha evitado los problemas de otras economías desarrolladas, sobre todo gracias a sus recursos naturales y el comercio con China.

Rudd se impuso en la votación interna del partido por 57 a 45 votos, poniendo en evidencia la división del partido e indignando a los partidarios de la primera ministra, que había anunciado su retirada de la política en caso de una previsible derrota electoral. «Una venganza como nunca antes hemos visto en la historia de Australia», es como definió la reunión el ex líder laborista Latham Marcos en la cadena local ABC.

La batalla de los laboristas de cara a los comicios del 14 de septiembre ha animado a los conservadores, que han visto cuadruplicar la intención de voto respecto al partido en el gobierno desde que Rudd lanzó su último intento de recuperar el poder en marzo de este año. El último sondeo sitúa a los laboristas con el apoyo del 28% del electorado, frente a un 48% de la oposición.

Gillard, que se retirará de la política tras las elecciones, ha experimentado el contraste de ser admirada en el extranjero y causar un gran rechazo en Australia, donde sus ambiciosos programas sociales han quedado oscurecidos por sus salidas de tono y sus dificultades para conectar con la ciudadanía. Su momento más célebre llegó el pasado mes de octubre cuando describió al líder de la oposición, Tony Abbott, como un «misógino» incapaz de aceptar que el país fuera liderado por una mujer.

La mayor parte de las críticas a Gillard no han sido por sus políticas o su gestión económica, sino por su estilo y maneras. La prensa conservadora ha llegado a atacarla por vestir demasiado provocativa en las sesiones parlamentarias. Su puesto, sin embargo, parecía garantizado hasta después de las elecciones una vez Rudd había descartado desafiarla dentro del partido, antes de cambiar de opinión y asegurar que no tenía más remedio que hacerlo. «Los australianos están frustrados y enfadados. No les estamos dejando más opción que votar por el señor Abbott», decía. El nuevo hombre fuerte del laborismo tiene tres meses para recuperar el apoyo del electorado y unir un partido fracturado, quizá el objetivo más complicado.