1 noviembre 1911

El hasta ahora director, Luis Antón del Olmet, despedido junto a todos los demás redactores para la formación de una plantilla completamente nueva

La Asociación de Propagandistas Católicos de Ángel Herrera Oria toma el control del periódico EL DEBATE y anuncia su ‘refundación’

Hechos

El 1.11.1911 se publicó el primer número de la segunda etapa del diario EL DEBATE.

Lecturas

D. Ángel Herrera Oria se convierte en el nuevo director del periódico El Debate, con el apoyo económico de La Gaceta del Norte iniciando ‘la Segunda Etapa’ del diario, que será la base de la creación de la nueva empresa Editorial Católica (EDICA) que se constituirá oficialmente en noviembre de 1912 a partir de El Debate convirtiéndose D. Ángel Herrera Oria en el director-propietario del medio. 

La nueva etapa de EL DEBATE bajo la dirección de D. Ángel Herrera Oria comenzó el 1.11.1911. Aunque el periódico era continuador del fundado por D. Guillermo de la Riva un año antes, volvió el a poner el marcador a cero en su numeración de ejemplares con la excusa de que era el ‘primer número de la segunda etapa’.

El cambio era conocido desde un mes antes, porque había sido comentado por otros periódicos. Concretamente EL GLOBO había publicado una nota que decía:

EL DEBATE será cedido por la empresa propietaria a la Asociación de Jóvenes Propagandistas Católicos de Madrid. EL DEBATE será rotativo, con amplia información y haciendo una política independiente de todos los partidos que hoy ostentan esa representación. Los redactores todos del colega que hasta hoy trabajaban allí cesan en sus cargos respectivos, incluso el director. Dirigirá EL DEBATE desde el 1 de noviembre, D. Ángel Herrera, que hace sus primeras armas en el periodismo y que de seguro se dará pronto a conocer. Desempeñará el cargo de redactor-jefe D. Rafael Rotllan, escritor de firmeza muy conocida en el campo católico y en la actualidad brillante cronista de EL SIGLO FUTURO. Realmente, al Sr. Rotllan ha de corresponderles de hecho la dirección de EL DEBATE, por tratarse, no de un amateur, sino de un profesional. Según nuestros informes, la redacción del colega será instalado con verdadera confort en uno de los sitios más céntricos de Madrid. 

 

A banderas desplegadas y alta la visera

EL DEBATE (Director: Ángel Herrera Oria)

1-11-1911

Leer

Es costumbre vieja, degenerada en rutina, que los periódicos, al lanzar al viento de la publicidad sus primeras hojas se presenten a sí propios, especifiquen sus aspiraciones, señalen su orientación, fijen el hito y meta adonde tiende su naciente vuelo, a través de la embravecida y huracanada atmósfera política.

Nosotros tenemos por inútil y vana tal usanza, en política, más que en nada, concedemos poco valor a las palabras, menos, cuanto más dulces; desconfiamos de las frases, más, cuanto más bellas, reservando toda nuestra fe o recelo, todo nuestro amor o nuestro odio, para las obras, para los hechos.

EL DEBATE al iniciar su segunda época podría además considerarse excusado de incurrir en la respetada, tanto como vacía, fórmula. Porque EL DEBATE no salta a la liza indocumentado ni sin padrinos. Le valen LA GACETA DEL NORTE y la Asociación Católica Nacional de jóvenes propagandistas. Ni la propaganda de éstos, extendida por toda España y celebrada y aplaudida en toda ella, ni las campañas de aquel periódico, que a veces han constituido la principal preocupación de los Gobiernos y merecido la aprobación y apoyo de todas las fuerzas católicas, son cosa ignorada, velada, disimulada, sospechosa. El que recuerde y piense, antes de salir este primer número, sabía a que atenerse, había tomado posiciones era nuestro amigo o nuestro enemigo.

Pero el sembrador de cizaña, el cultivador de tinieblas y explotador de confusiones, en los días, mientras que organizábamos nuestros servicios, no ha descansado. Su labor ha consistido en acoplar epítetos y yuxtaponer calificativos, los más contradictorios, al de católicos netos, denodados, a la luz pública del día, que nosotros mismos recabáramos para nuestro ser y nombre en las circulares con que al público nos anunciamos.

Pleguémonos, por tanto, a la fuerza de las circunstancias, y ordenemos también las inevitables declaraciones. Afortunadamente, tendrán que ser oídas con respeto.

EL DEBATE sostendrá, como de hecho sostienen muchos nobilísimamente, la tesis católica, y con ella el restablecimiento de la unidad religiosa y que es deber además de todo católico el combatir todos los errores reprobados por la Santa Sede, especialmente los comprendidos en el Syllabus y las libertades de perdición proclamadas por el llamado derecho nuevo o liberalismo, cuya aplicación al Gobierno de España es ocasión de tantos males.

EL DEBATE proclama la necesidad imprescindible en que está todo periódico católico, en tiempos de lucha religiosa declarada, en tiempos de lucha religiosa declarada, como los nuestros, no sólo de no arrollar su propia bandera ante el enemigo, sino de estar como el soldado, dispuesto a la pelea, siempre sobre las armas.

EL DEBATE no forma en ninguno de los partidos políticos  organizados, no es dinástico ni antidinástico, pero pretende, dentro de los límites de la cordialidad más efusiva, colaborar con los colegas que militan en los partidos políticos católicos en la empresa de defender los derechos de la Iglesia y los intereses de la Patria.

Y nada más por hoy. ¿Qué podríamos adelantar sino promesas, qué podríamos manifestar sino deseos, que podríamos descubrir sino intenciones? ¡Ah! Y si por deseos e intenciones fuera, a ninguno cederíamos la palma de abrigarlos altos, nobles valientes. Más nadie, y menos los periódicos, tienen derecho a exigir ni pretender que se les juzgue por sus promesas por sus deseos, por sus intenciones. Son árboles, y no hay forma de conocerlos sino por sus frutos, que son sus obras buenas o malas, y en este caso concreto, sus artículos, sus crónicas, sus campañas, sus informaciones… A todo esto nos remitimos, y es, entre otras cosas, que no estamos dispuestos a dejarnos examinar. Lo que debamos declarar, lo declararemos cuando y como a nosotros nos parezca tiempo y ocasión, no cuando ni como a bien lo tengan nuestros adversarios.

A estos diremos una sola palabra aún.

El espíritu de justicia tendrá en nosotros fervicutes, y si en algún caso es preciso, heróicos propugnadores. Ningún periódico será más decidido en reconocer y aprobar lo bueno en que tal vez acertaren así como ninguno tampoco les hará una oposición más enérgica, una guerra más sin cuartel cuando yerren, que para mal de todo será a diario y casi siempre.

Así, repitámoslo para concluir, así queremos penetrar y penetramos en el estadio de la Prensa, a banderas desplegadas, alta la visera.