8 febrero 1990

El presidente de EFE, Alfonso Palomares y Aguilar mantuvieron un enfrentamiento en antena en el programa 'Protagonistas' de la COPE de Luis del Olmo

La crisis en EFE culmina con la destitución de Miguel Ángel Aguilar como director de la agencia por decisión de Palomares

Hechos

El 8.02.1990 en el programa ‘Protagonistas’ de la COPE de D. Luis del Olmo se produjo una discusión entre el Presidente de la Agencia EFE, D. Alfonso S. Palomares y el director, D. Miguel Ángel Aguilar, cuya destitución se acababa de conocer.

Lecturas

El enfrentamiento entre el Presidente de Efe, Alfonso Sobrado Palomares y el Director de Información, Miguel Ángel Aguilar Tremoya a raíz de las diferencias de este con el equipo gerencial de la agencia pública acaban con la destitución de Aguilar Tremoya que se demora por la negativa inicial de este a aceptarla. El programa ‘Protagonistas’ de Luis del Olmo Marote en Onda Rambla (emitido por la Cadena COPE) juntó en antena tanto a Aguilar Tremoya como a Sobrado Palomares para que ambos discrepasen públicamente tanto por la causa como por el motivo de la destitución.

10 Febrero 1990

El trasfondo político del cese de Aguilar

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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El fulminante cese de Miguel Angel Aguilar, como director de informativos de la agencia Efe, está relacionado con el trasfondo de luchas intestinas entre diversos sectores y familias del PSOE. Aguilar, periodista de larga y brillante ejecutoria, contaba con el apoyo de Felipe González, Rosa Conde y Solana, al frente de un puesto clave en la agencia que preside Alfonso S. Palomares, pero sus veladas críticas a Guerra en una tertulia televisiva, provocaron su caída. El sector guerrista del Partido ha ganado este pulso. Existen, además, otras manifestaciones de ese trasfondo como los alejamientos de Borbolla y de Obiols de la línea oficial al elogiar el papel de la prensa en la investigación del caso Juan Guerra o las críticas de Redondo sobre la comparecencia del vicepresidente.

12 Febrero 1990

El diablo en el cuerpo

Raúl Heras

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Encerrado en su despacho de director de información de la agencia EFE, el periodista Miguel Angel Aguilar se niega a firmar su despido durante todo el viernes 9. En la profesión es proverbial su espíritu numantino ante este tipo de situaciones, tan frecuentes han sido en su vida. El presidente de la agencia oficial de noticias, Alfonso Sobrado Palomares, le ha comunicado su cese 48 horas antes, de forma sorpresiva y tras varios años de trabajar en estrecha colaboración. La explicación oficial que se da al exterior se basa en la necesidad de afrontar una nueva etapa, que los enfrentamientos entre Aguilar y el gerente de la agencia hacían imposible. ¿Qué ha pasado para cerrar en 24 horas una amistad cimentada desde los años 60? ¿Se trata de discrepancias profesionales, que se descubren al cabo del tiempo, o es una prueba más de la larga mano del poder? Las razones que dan los dos protagonistas el jueves día 8 por los micrófonos de la COPE, enfrascados a cada minuto que pasa en una agria polémica, ocultan el punto central de la historia, pero permiten descubrir la estrecha relación de confianza existente entre Aguilar y el presidente del Gobierno. Según el primero habría llegado al puesto directivo de la agencia por expresa voluntad del segundo, que una semana antes de su cese le habría vuelto a reafirmar su confianza. Ante esa confidencia, que el ex director de EFE hacía a las 10.15 de la mañana, ¿cómo se ha atrevido Palomares a dar el paso de cesarle? ¿Quién es el «consultado» antes de comunicar el despido? ¿Qué autoridad le dice al presidenteperiodista: adelante? Y lo más importante de todo: ¿por qué? El propio Aguilar se muestra extrañado por la historia, una historia que podría pasarle a cualquiera menos a él, que recibe llamadas de la Zarzuela, de Moncloa y de varios ministros. Uno de ellos llamará a Palomares para pedirle que reconsidere su decisión, y la contestación no podía ser otra: si lo reconsidero el que debe irse soy yo.

Tanto uno como otro, viven y comparten una curiosa circunstancia: sus mujeres tienen más poder que ellos en la administración. Aguilar está casado con Jubi Bustamante, una de las personas más conectadas con el ministro Javier Solana, del que ha sido estrecha colaboradora durante 4 años, y ahora lo es del ministro Semprun. El matrimonio está muy bien relacionado con los intelectuales. Alfonso Palomares tiene como esposa a la actual delegada del Gobierno en la Comunidad madrileña, Ana Tutor, la antigua secretaria de Enrique Tierno, que Felipe González ha convertido en una de sus fieles. El propio Palomares mantiene desde hace muchos años una «línea abierta» de comunicación con el vicepresidente Guerra y la fontanería de lujo que articulan, por un lado Roberto Dorado, y por otro Guillermo Galeote. Las dos mujeres moverán sus influencias, que son muchas para aclarar la situación. La clave de todo puede estar en una tertulia de televisión: en ella Aguilar unió la libertad con la lucha contra el tráfico de influencias de Juan Guerra.

LA VERSIÓN DE CÉSAR DE LA LAMA

César de la Lama

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Uno de los periodistas que más detalles ha relatado sobre aquel incidente fue D. César de la Lama, que fuera subdirector de la Agencia EFE en su obra 'El Buscador de Colillas' pags. 692-698.

Palomares nombró director de Información al ex opusdeista Miguel Ángel Aguilar. (…) Y la verdad es que con Aguilar me entendí algo cuando desembarcó en EFE en 1986. Llegamos a intercambiar habanos y algún güisqui. Pero lo cierto es que su comportamiento conmigo sería de lo más catastrófico y anómalo. La verdad es que no esperaba esto. (…) Le presenté un proyecto con el nombre de Inter EFE (la inexacta istoria de EFE atribuye a Aguilar su creación).  (…)

Realmente es que Aguilar, haciendo un simil taurino, tenía vocación de primer espada, de matador, no de subalterno. Escoró de tal manera al presidente efesiano que llegó un momento en que éste quedó al pairo y se tuvo que refugiar en su paisano Carlos G. Reigosa, al que nombró director adjunto de Información, o adjunto a la presidencia, algo así; era su hombre de confianza que acabó sustituyendo a Aguilar cuando es cesado por el presidente Palomares en la primavera de 1990, después de haberse enfrentado con los dos últimos gerentes Juan Botella y José Manuel Moreno.

Información y gerencia no se entendían. Hasta que Palomares se cansó de aguantar esta situación conflictiva y le envió la carta de despido. Se comentaba en EFE que Aguilar se atrincheró en su despacho de la tercera planta tras las fieles secretarias Conchita y Alina y pidió ayuda por teléfono a sus valedores del Gobierno que pidieron a Palomares que no destituyera a Aguilar. Pero el gallego se negó y se lo comunicó a su amigo y protector, el presidente Felipe González, que le había llevado de la mano a EFE, y le planteó seriamente:  ¡Felipe: Aguilar o yo!

No acabó aquí este affaire en el el águila-r se quiso engullir a la paloma-res. Después de arduas conversaciones y un cruce de notas con el presidente de EFE, Aguilar exigió a este que le diera la indemnización por despido que le correspondía. Según se comentaba en la agencia, no abandonó el despacho hasta que Palomares le aumentó la cifra y llegaron a un acuerdo. Al parecer se trataba de una substanciosa cantidad, dadas las circunstancias. Los medios se hicieron eco de todo este lío y Aguilar intervino en un programa de radio en el que contó sus cuitas por su cese fulminante en EFE. Palomares, que salió también en antena, le recordó la espléndida indemnización que había recibido por ello.

(D. César de la Lama)

"Felipe González me dijo que a Palomares lo había nombrado para cumplir con el partido, pero que quién hacía EFE era yo"

Miguel Ángel Aguilar

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El 7 de febrero de 1990 una nota oficial de la agencia, de peregrina redacción, daba cuenta de que se había suprimido el puesto de director de Información que ocupaba desde octubre de 1986. Palomares, el presidente, me llamó a su despacho para comunicármelo. Habíamos tenido algunos desencuentros, pero quedé sorprendido. Más aún porque la tarde anterior había estado conversando en Moncloa con el presidente del Gobierno, al que visitábamos Carlos Luis Álvarez, ‘Cándido’, y yo con cierta asiduidad. Lo hacíamos algunos viernes por la tarde. El caso es que Palomares me había despedido. Volví a mi despacho. Llamé a mi amiga Piluca Navarro, secretaria del presidente Felipe González. Le pregunté si había estado la tarde anterior en Moncloa:

– Claro que sí. Te dejé en la sala de columnas sobre las siete y el presidente debió de aparecer en cinco o diez minutos.

– ¿Sabes a qué hora me fui?

– No, pero me marché a casa sobre las diez y allí seguías.

Le conté, que una media hora después, el presidente González me acompañó al coche que tenía aparcado junto al Palacio. Allí le dije que la memoria es muy traidora, pero que en mi recuerdo era él quien había querido que estuviera en EFE. Me confirmó que así había sido. Me dijo que algo le había llegado de desavenencias con Palomares, pero que quien estaba haciendo EFE era yo y que ahí debía seguir. Que a Palomares lo había nombrado para cumplir con el partido, lo mismo, añadió que había sucedido con la Expo, que quien la estaba haciendo era Pellón, aunque hubiera tenido que nombrar comisario general a Manuel Olivencia para cumplir con la ciudad. Y concluyó: “Dile a Palomares…”. Ahí lo detuvo, aunque prosiguió: “Mejor no le digas nada, ya se lo diré yo”. Subí al coche, cerré la puerta y volví a casa. Terminada esta narración, dije a Piluca que sin interrumpir al presidente, solo para evitar que se enterase por la radio, le hiciera saber que acababa de ser destituido.

Minutos después me llamó la ministra portavoz, Rosa Conde, para decirme que no me moviera de mi despacho, que no saliera ni a comer, que prevalecía la palabra del presidente González y que si alguien se iba de EFE sería Palomares. Señores del jurado, como gustaba repetir Javier Pradera, no diré más. Fueron horas críticas donde mi hermano Paco se constituyó en médico de guardia y mi amiga la letrada Lourdes Menéndez en abogada de cabecera. También el magistrado Clemente Auger hizo de consejero áulico. Asunto liquidado. Con la música a otra parte. Las conversaciones aclaratorias que hubieran podido despejar ingógnitas siempre han seguido pendientes.