23 enero 1989

Íñigo Cavero y Pilar Salarrullana rechazan el Grupo Popular y optan por el bando del Duque de Suárez

La Democracia Cristiana de Javier Rupérez se integra en el Partido Popular de Fraga, menos el sector crítico que opta por el CDS

Hechos

  • El 23.01.1989 las agrupaciones parlamentarias de la Democracia Cristiana (DC) del Congreso y del Senado se integrarán en el Grupo Parlamentario Popular, según acuerdo del comité ejecutivo de ese partido, presidido por Javier Rupérez, por 14 votos a favor, dos en contra y una abstención.

Lecturas

El 28 de enero de 1989 la formación política Democracia Cristiana, el antiguo Partido Demócrata Popular (PDP) presidido por D. Javier Rupérez Rubio, somete a su Consejo Político la integración de DC en el nuevo Partido Popular de D. Manuel Fraga Iribarne. El resultado de la votación el siguiente.

  • A favor – 78 votos.
  • En contra – 30 votos.
  • Abstenciones – 29 votos.

Con esto desaparece Democracia Cristiana para integrarse en el PP. Los diputados D. Modestro Fraile Poujade, Dña. Pilar Salarrullana de Verda y D. Íñigo Cavero Lataillade rechazan integrarse en el PP y, en su lugar, optan por integrarse al CDS.

LOS DIPUTADOS ‘CRÍTICOS’ DE DEMOCRACIA CRISTIANA SE PASAN AL CDS

cavero D. Iñigo Cavero y Dña. Pilar Salarrullana

La gran mayoría de diputados de Democracia Cristiana (antiguo PDP) votaron a favor de la propuesta de D. Javier Rupérez de pasarse al Partido Popular. No así Dña. Pilar Salarrullana y D. Manuel Núñez, que votaron en contra de la integración en el Partido Popular. Mientras que el Sr. Pérez Dobón y D. Íñigo Cavero se ausentaron en la votación en desacuerdo con el planteamiento de «disolución encubierta». Lo mismo hizo D. Félix Manuel Pérez Millares.

Al final todos ellos, diputados, se integraran en las filas del CDS del Duque de Suárez. La Sra. Salarrullana, además, espera ser candidata del CDS en las próximas elecciones municipales por La Rioja o Logroño.

25 Enero 1989

Un partido muere.

Lorenzo Contreras

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Mientras un partido – la Democracia Cristiana – sienta en estos las bases de su extinción, otro – un nuevo partido socialista – prepara las de su nacimiento. La desaparición de la DC refuerza al Partido Popular de Fraga. Las gestiones para que surja otra organización política socialista debilitan en principio el crédito del PSOE felipista.

Es más fácil la muerte de la DC que la vida de otro partido socialista. La primera está rodeada de augurios abrumadores. La segunda tiene que vencer obstáculos importantes, fundamentalmente la del completar un proceso en el que entran todas las complejidades propias de un conjunto de dificultades materiales de ideológicas.

La Democracia Cristiana ofrece todos los síntomas de fraccionarse en tres bloques: el de los militantes partidarios de ingresar en el Partido Popular, el de aquellos que prefieren incorporarse al CDS y el de quienes carecen de destino claro y se disponen a permanecer junto a Javier Rupérez, el presidente del partido, todo el tiempo que tarde DC en rendirse a su fatal destino.

Los demócratas cristianos son como los judíos antes de constituirse el Estado de Israel. Van solicitando hospitalidades por doquier, pero no en todas partes son recibidos. Con sus señas de identidad ideológicas trasvasadas al refundado partido de Fraga, muchos de ellos desembocan ahora en la indigencia política, mientras la Internacional a la que pertenecieron , y en la que continúan ahora de precario, ultima los trámites de un traspaso humillante.

La aventura demócrata cristiana termina prácticamente en España cuándo más altas parecían las ilusiones del partido, o de sus dirigentes, para acudir con las siglas DC, por vez primera y sin embozos, a la competición electoral. Ha bastado la transferencia ideológica antes comentada para que el partido se haya sentido vacío de esencias y en trance de despoblación. Ahora asistimos al espectáculo de la recolocación de los últimos ‘tripulantes’. Personas como Íñigo Cavero, Modesto Fraile, Juan José Pérez Dobón, Pilar Salarrullana, Lina Ortas, Manuel Núñez, entre otras, se convierte momentáneamente en incógnitas respecto a su definitivo aterrizaje político. Javier Rupérez ha tocado el silbato de la dispersión, sin ofrecer para nada ejemplo de resistencia, aunque ahora le toque apagar la última luz de las oficinas.

En lo que afecta al nuevo partido socialista proyectado fundamentalemnte por Alonso Puerta y Pablo Castellano, nada más natural que esa tendencia a cubrir un vacío socialista causado por la hegemonía del felipismo. La descapitalización ideológica del PSOE no ha podido ser compensada por Izquierda Socialista, que más que corriente dentro del partido es un regalo sin caudal suficiente para fecundar la mínima fracción de su entorno. Ahora bien, que no venga en ese momento Pablo Castellano, antigu jefe de filas de aquella corriente, diciendo que Izquierda Socialista sólo sirve para decorar al PSOE felipista. Eso ya ocurría cuando Castellano pertenecía al partido. Pero entonces le convenía mantener la ‘coartada’ que ahora denuncia.