22 febrero 2009

Kate Winslet, británica que también recibió el Oscar igualmente se lo agradeció a Weinstein

Premios Óscar 2009 – La española Penélope Cruz logra el Óscar a mejor actriz por ‘Vicky Cristina Barcelona’ y se lo agradece al productor Harvey Weinstein

Hechos

El 21.02.2009 la Academia de Cine de Estados Unidos concedió los premios Oscar, entre ellos a la española Dña. Penélope Cruz y a la británica Kate Winslet.

Lecturas

«PENÉLOPE ES AMIGA MÍA DESDE HACE 12 AÑOS»

 Penélope crece cada día, ha hecho la mejor interpretación del año y se merece el Oscar. Es amiga mía desde hace 12 años y os va a llevar la estatuilla a España este año»

GANADORES DE OSCAR 2009

Película – ‘Slumdog Millionaire’.

Director – Danny Boyle por ‘Slumdog Millionaire’.

Actor – Sean Penn por ‘Mi nombre es Harvey Milk’.

Actriz – Kate Winslet por ‘Thea reader’ (El Lector)

Actor de Reparto – Heath Ledger por ‘El Caballero Oscuro’.

Actriz de Reparto – Penélope Cruz por ‘Vicky Cristina Barcelona’.

Película de habla no inglesa – Okuribito (Japón) de Yojiro Takita.

Película de animación – ‘Wall-E’ de Andrew Stanton.

27 Febrero 2009

Mi amigo Harvey Weinstein

Gregorio Belinchón

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El fundador de Miramax maneja los hilos del nuevo Hollywood - Penélope Cruz y Kate Winslet citaron al magnate en sus agradecimientos al recibir el Oscar

Cuando a Harvey Weinstein algo se le pone entre ceja y ceja, sólo su propio y enorme ego puede pararle. «Yo, desde luego, he recibido toda una lección de promoción. En esto Harvey es muy bueno», confesaba Penélope Cruz la tarde antes de los Oscar. Se refería a que había multiplicado sus encuentros con gente de la industria, con potenciales votantes de la estatuilla. Por ejemplo, la noche antes de los premios Bafta, en Londres, la madrileña asistió a una cena preparada por Weinstein en la que éste la presentó como su nueva musa, su nueva Gwyneth Paltrow.

Weinstein, ex fundador y presidente junto a su hermano Bob de Miramax, es actualmente el responsable de The Weinstein Company. Y con ella ha distribuido en Estados Unidos Vicky Cristina Barcelona y coproducido The reader. O lo que es lo mismo, las dos actrices oscarizadas, Cruz y Kate Winslet, deben parte de su galardón a las artes para el marketing de este viejo zorro de la industria cinematográfica. Once días antes de los galardones organizó un almuerzo en Nueva York, presidido por el cazanazis Elie Wiesel, con 100 invitados para convencer a los votantes dudosos y acallar a quienes decían que The reader era blanda con el Holocausto.

Porque para trapicheos y presiones en los Oscar, nada mejor que un Weinstein. Su departamento de prensa estaba detrás de la campaña que aseguraba que había malpagado a los niños de Slumdog millionaire o que el filme de Danny Boyle había provocado una ola de odio en la India. Y la biografía de este neoyorquino de 56 años está repleta de esas tácticas. Para el gran público, Weinstein es uno de los inventores del mito del cine indie, el movimiento que lanzó a las carteleras a Steven Soderbergh, Todd Haynes o Tarantino. Su carrera comenzó cuando fundó junto a su hermano Bob la compañía Miramax -bautizada así por sus padres, Miriam y Max- a inicios de los ochenta. La empresa fue creciendo gracias a la distribución de filmes de arte y ensayo hasta la campanada de Mi pie izquierdo y Cinema Paradiso. Aquel 1989, Weinstein puso al director Jim Sheridan a promocionar Mi pie izquierdo entre los veteranos de Hollywood, que entonces eran los más numerosos votantes de los Oscar, e incluso consiguió que Daniel Day-Lewis, protagonista, declarase ante el Senado a favor de la Ley de Discapacitados.

Desde ese momento, Miramax, convertido en el estudio independiente más poderoso de la industria con filmes como Pulp fiction, Clerks o Sexo, mentiras y cintas de vídeo, también fue el que sacó más rentabilidad económica a las estatuillas y fue el primero en enviar cintas de vídeos de filmes indies y extranjeros. El publicista Mark Urman recuerda: «Montaban pases hasta en la Motion Picture Retirement Home, la residencia de retiro en la que viven miembros de la Academia».

En 1999, año en que Miramax llegó a los Oscar con Shakespeare enamorado y La vida es bella, la crítica de cine Nikki Finke escribió en la revista New York:«Miramax paga a un ejército de veteranos publicistas, curiosamente miembros de la Academia, no para generar cobertura periodística, sino para meterse en el bolsillo a sus colegas de la Academia. Los indies gastan hasta 250.000 dólares; los grandes estudios, dos millones… En la campaña de Shakespeare enamoradogastaron cinco millones». Y eso incluía ataques sucios contra su gran rival, Salvar al soldado Ryan. Aquella gala de los Oscar fue su noche de gloria, con siete estatuillas para Shakespeare… -incluido el galardón para su musa Gwyneth Paltrow- y tres para La vida es bella. Las malas artes se repitieron años después con En la habitación, y los exabruptos contra Una mente maravillosa. Su estrella se apagó cuando, tras haber vendido Miramax en 1993 a Disney para conseguir dinero fresco -aunque manteniendo su independencia- fue despedido de Miramax en 2004. La publicación del libro Sexo, mentiras y Hollywood, de Peter Biskind, en el que describía sus mañas, tampoco le ayudó. Meses más tarde fundó The Weinstein Company, con la que volvió a la carga.

Hasta hoy. Weinstein es famoso por machacar a sus directores y por presionar hasta el límite a sus compañeros productores. Según Newsweek, agobió en su lecho de muerte a Sydney Pollack y dio la lata a la viuda de Anthony Minghella en el funeral del primero. Ambos eran productores de The reader. «A mí me ha jodido Weinstein». El domingo, en la alfombra roja de los Oscar, Isabel Coixet respondía así entre risas a si se sentía parte de la estatuilla de Penélope Cruz, por haber dirigido a la chica en Elegy. Para un académico de Hollywood, un filme inexistente. Minutos después, Weinstein se acercó a charlar con EL PAÍS y con su mirada directa dijo: «Penélope crece cada día, ha hecho la mejor interpretación del año y se merece el Oscar. Es amiga mía desde hace 12 años y os va a llevar la estatuilla a España este año». En 15 segundos, el mejor mensaje publicitario.

24 Febrero 2008

La gloria de los niños perdidos

Carlos Boyero

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Sintiendo alergia hacia la estética del videoclip y la contaminación que ha provocado en el cine el universo publicitario, factores muy arraigados en la expresividad de Danny Boyle, pocas películas me han descrito con tanto desgarro, veracidad y estilo las esencias, mecánica, goces e infiernos del inframundo del caballo (la otra sería Drugstore cowboy) como Trainspotting. Esa identificable y poderosa capacidad narrativa también le sirvió para crear zozobra y miedo en el espectador ante los depredadores zombis de 28 días después. Boyle, director tan poco acomodaticio como arriesgado, con afición al cambio de género, se embarcó con Slumdog millionaire en una aventura tan exótica como retratar la patética supervivencia de los más tirados, de niños callejeros, explotados y masacrados, con ínfimas posibilidades de futuro, en una ciudad tan dura como Bombay.

Y el complicado experimento en un universo que le era ajeno le ha salido muy bien a este inglés tan destroyer. Sin rasgos de impostura ni de antropólogo cultivado, haciendo auténtica, desesperada, emocionante, tierna y cercana a una fauna de la que los occidentales sólo teníamos espeluznantes noticias a través de los concienciados documentales sobre la miseria extrema. Los personajes, el ambiente y los rituales de sufrimiento que padecen esos críos forzosamente buscavidas podrían ser exclusivamente una taxidermia del horror tercermundista, pero Boyle logra inyectarle vitalismo a la sordidez, combinar luces y sombras, dotar de autenticidad al costumbrismo, implicar al receptor de cualquier parte en esta historia de tinieblas y redención, de amores infantiles que perduran a pesar de los destrozos emocionales que causa el paso del tiempo en circunstancias permanentemente sombrías. Y sales contento del cine después de haber observado la tragedia de los desvalidos, con ganas de acompañar cantando y bailando a sus protagonistas en esos encantadores y postreros títulos de crédito en la estación de tren. Es una película osada y atípica, paradójicamente enaltecedora y bonita, ya que casi todo invita al espanto en la realidad que describe. Esta crónica del miserabilismo respira alegría.

Reconociendo los múltiples méritos de la película que ha arrasado en los Oscar, lamento profundamente que la compleja y emocionante El curioso caso de Benjamin Button (con ella sólo existe el amor o el rechazo) y su fascinante exploración del tiempo y del amor, se haya quedado a dos velas. David Fincher, ese señor tan inteligente, inquietante y duro se ha atrevido a mostrarnos por primera vez su vena lírica. Con resultado admirable aunque le hayan negado el reconocimiento oficial.

Nada que objetar al Oscar a Sean Penn, actor siempre eminente, pero su irreprochable composición del mártir gay Harvey Milk huele plano a plano a obligatorio galardón. Tengo la sensación de que me la sé desde el principio. Algo que no me ocurre con el sorprendente y formidable Frank Langella ofreciendo un turbador retrato del tramposo, atormentado y derrotado Richard Nixon en El desafío.

Hace mucho tiempo que el infinito talento y el camaleonismo con causa de esa actriz tan joven como insólita llamada Kate Winslet se merecía el Oscar. Ella es lo único que posee latido, matices y turbación en la académica y fría El lector, adaptación epidérmica de una novela excepcional que te despierta todo lo contrario. Y no se entiende que no la nominaran por su escalofriante trabajo en Revolutionary Road, una película que sí está a la altura artística del material literario, de la lucidez, la mordacidad y el sentido trágico de ese escritor demoledor llamado Richard Yates.

A diferencia de en sus memorables creaciones en La niña de tus ojos y Volver (interpretaciones magistrales de una actriz irregular que necesita papeles con carne y alma y gente que la sepa dirigir), donde Penélope Cruz disponía de absoluto protagonismo, en Vicky Cristina Barcelona tiene pocas secuencias para demostrar su gracia y su frescura, pero las aprovecha inmejorablemente. Está brillante, neurótica, creíble, sensual, tragicómica, muy divertida. Ojalá que se tope frecuentemente con directores como Trueba, Almodóvar y Allen. Ella lo borda cuando lo que le ofrecen tiene vida.

El Oscar no le va a servir de nada al difunto Heath Ledger, pero es justo que hayan reconocido la perversa personalidad que su rostro deformado y su necesario histrionismo han aportado al incendiario Joker, a la incansable pesadilla del Orden en esa exhibición de gran cine titulada El caballero oscuro.

Los Oscar vuelven a demostrar que el talento no está en crisis. Lanzan a la famélica cartelera una docena de películas que otorgan sentido a ese placer incomparable consistente en ir al cine.