10 noviembre 2005

Miller aseguraba tener pruebas acreditadas de que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva

La periodista Judith Miller abre una nueva crisis en el periódico THE NEW YORK TIMES por sus artículos en favor de la Guerra de Irak

Hechos

El 10.11.2005 la periodista Judith Miller abandonó el periódico THE NEW YORK TIMES.

Lecturas


25 Octubre 2005

El 'caso Plame' abre una guerra civil en 'The New York Times'

Pablo Pardo

Leer

De nuevo, guerra en The New York Times. Cuando no han pasado dos años y medio desde el escándalo de Jayson Blair -uno de los valores al alza del diario, despedido cuando se descubrió que se inventaba las noticias- el periódico de referencia de EEUU vive una nueva crisis que ha llevado a su defensor del lector a criticar públicamente al dueño de la cabecera, Arthur Ochs Sulzberger, el actual representante de la familia que controla el Times desde hace 109 años.

La pelea tiene su origen en el caso Plame, el escándalo derivado de la filtración a la prensa por la Administración de la verdadera identidad de la agente de la CIA Valerie Plame. Hasta la semana pasada, la heroína del caso era la periodista del Times Judith Miller, que pasó 85 días en la cárcel por negarse a desvelar sus fuentes. Pero ahora Miller ha pasado de santa a villana.

El Times ha revelado que la periodista ocultó al diario al menos una reunión que mantuvo con el jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney, Lewis Scooter Libby, que podría ser procesado esta misma semana por obstrucción a la Justicia.

Además, es posible que Miller hubiera llegado a un acuerdo formal con el Pentágono para ocultar información a sus jefes en el periódico.En otras palabras: no está claro si Miller actuó en realidad como una periodista o como una agente secreta de la Administración, divulgando que Plame trabajaba en la CIA. Así que, después de haberla elevado a los altares y de haberse gastado cientos de miles de dólares en su defensa, el Times se encuentra con que ha hecho el ridículo.

Pero el problema va más allá de una periodista infiltrada, y tiene sus orígenes en lo que parece un caso de favoritismo difícil de justificar. Al menos, eso es lo que insinuaba el domingo el defensor del lector del periódico, Byron Calame, en un artículo en el que afirmaba que «la aparente deferencia hacia Miller mostrada por Arthur Sulzberger, el editor, y por los máximos responsables del Times, que se remonta a hace varios años, debe ser examinada de forma más abierta».

¿Tenía Miller algún tipo de enchufe con Sulzberger que hacía que la empresa le perdonara una y otra vez sus fallos? La respuesta en las redacciones del Times en Nueva York y en Washington es un rotundo sí. Elementos de sospecha no faltan. Miller nunca recibió ninguna reprimenda de la dirección, a pesar de sus errores clamorosos en la cobertura informativa de la Guerra de Irak.

El 7 de septiembre de 2002 la periodista firmaba una noticia en la que decía que EEUU había encontrado indicios de que Irak tenía un programa de construcción de armas atómicas y añadía ciertos comentarios de cosecha propia, como «la feroz insistencia de [Sadam] Husein en llevar a cabo sus ambiciones nucleares».Siete meses más tarde, el 21 de abril de 2003, Miller afirmó en The New York Times que EEUU había capturado a un científico iraquí que trabajaba en el programa de armas de destrucción masiva de Sadam, y repitió la afirmación en el informativo de Jim Lehrer, uno de los más prestigiosos de la televisión de EEUU.

07 Julio 2005

Proteger las fuentes

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

Que un periodista deba ir a la cárcel por no desvelar su fuente de información no es algo sobre lo que una sociedad democrática pueda sentirse satisfecha. Judith Miller, una periodista de The New York Times, ingresó el miércoles en prisión, donde deberá pasar cuatro meses, por negarse a revelar la fuente oficial que supuestamente difundió en 2003 la identidad de una agente de la CIA casada con un diplomático.

Un colega suyo, Matthew Cooper, de la revista Time, ha eludido en el último minuto la condena, una vez que su fuente le eximió del compromiso de guardar la confidencialidad. Y un tercero, Robert Novack, un famoso columnista conservador, que fue en realidad el primero y único en desvelar la identidad de Valerie Plame, la agente casada con el embajador Joseph Wilson, ha salido por ahora indemne de este triste asunto. El caso Plame tiene todos los visos de ser una operación de venganza del entorno de la Casa Blanca para dañar la imagen de Wilson, en la que el poder se ha servido de la prensa. Y existe la sospecha de que en el corazón de esta historia pueda estar el asesor del presidente Bush, Karl Rove, aunque éste lo ha negado.

Wilson viajó a África por encargo de la Administración en 2002, poco antes de la guerra de Irak, y desmintió los informes según los cuales el régimen de Sadam había comprado uranio en Níger para desarrollar sus armas de destrucción masiva. Molesto por el silencio de la Casa Blanca, el diplomático publicó sus conclusiones en The New York Times en 2003. Pero poco después, Novack desveló la identidad de su esposa y meses más tarde Miller y Cooper comenzaron a investigar. En octubre del año pasado fueron requeridos por la justicia para que desvelaran la identidad de quien cometió un delito federal al difundir la identidad de un agente secreto, algo que según la ley federal está penado con hasta 10 años de cárcel.

El fiscal sostiene que los periodistas no tienen derecho a prometer completa confidencialidad a nadie y que por tanto la actitud de Miller constituye un desacato; ésta responde que revelar una fuente es perder credibilidad. Y lleva razón: como recordó su periódico, Miller defiende con su actitud algo tan esencial como la libertad de prensa.