22 noviembre 1998

La Confederación de Combatientes no permitirá a Blas Piñar tomar la palabra en el 20-N de la Plaza de Oriente

La prensa airea la división entre los partidos ultras: Alianza por la Unidad Nacional (Ynestrillas) y Democracia Nacional (Pérez Corrales)

Hechos

  • El 22.11.1998 los diarios ‘ABC’ y ‘EL PAÍS’ publicaron sendos reportajes sobre los partidos políticos que clasificaban de ‘ultraderecha’ o ‘extrema derecha’: Alianza por la Unidad Nacional, Falange Española de las JONS y Democracia Nacional.

Lecturas

CONMEMORANDO EL 20-N POR SEPARADO

 Falange Española de las JONS y la Confederación de Combatientes conmemorarán la muerte de D. José Antonio Primo de Rivera en la Plaza de Oriente. Asistirá D. Blas Piñar, pero no se le permitirá tomar la palabra para que el acto no parezca un acto franquista. Por su parte Alianza por la Unidad Nacional celebrará le 20-N en la Plaza San Juan de la Cruz, aunque más con carácter de defensa de la revolución social que el de homenajear al fundador de la Falange.

Democracia Nacional no conmemorará el 20-N.

22 Noviembre 1998

Atlas Ultra. Un recorrido por los partidos de la Extrema derecha española

Cristina López Schlichting

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Ricardo Sáenz de Ynestrillas, alma de Alianza por la Unidad Nacional, quizá el más conocido de estos partidillos es muy franco. Tiene la voz bonita, rauda y rotunda. “¿Qué por qué rechazamos el calificativo de fascistas? Pues porque hoy en día fascista no significa seguidor de determinada política, sino canalla barriobajero, ladrón de radiocasetes, drogadicto y hasta etarra. El franquismo se inventó el término rojo para referirse a todo lo que se consideraba deleznable. Hoy, ser fascista es como ser rojo en época de Franco.

Pero, de hecho, el programa de Alianza – cuyos militantes se manifiestan por separado con respecto a los falangistas de la Plaza de Oriente y acuden a la plaza de San Juan de la Cruz – es impecablemente fascista. Unidad de la patria, economía social (reforma agraria, participación obrera en los beneficios empresariales, impuestos proporcionales) y corporativismo vertical, son las alternativas que proponen.

Para salvar la dificultad con lo del fascismo, Marco Antonio Pérez, responsable de Formación Política del partido, prefiere llamar idealismo a su discurso. Tiene 29 años. Acabó derecho y está en paro. “Rechazamos la violencia para provocar la revolución social. Nuestro objetivo son los focos culturales (los medios de comunicación, la Iglesia…) para a través de ellos acceder por la voluntad democrática de la mayoría al poder. En democracia todo es lícito, si es pácifico, Anguita o Le Pen también cambiarían el sistema si ganasen las elecciones y sin embargo se les tolera”. Toma ya.

Me inquieta el comentario final de Marco Antonio sobre el holocausto: “Ni nos viene ni nos va – dice – Doy por buena su existencia. Lo lamentamos. Pero me extraña que haya historiadores que lo nieguen… digo yo que lo harán con alguna base’. Nos despedimos

Los que tampoco quieren saber nada de Ynestrillas, pero tampoco de los falangistas son precisamente los de Democracia Nacional, una formación ultranacionalista que dice aceptar el sistema político vigente y pretende representar a la derecha política, ‘sobre todo ahora que todo el mundo dice ser de centro’.

El secretario general es un andaluz de Cádiz. Un chico inteligente, de 36 años, casado y con dos hijos, empleado en una caja de ahorros. Los folletos de su partido – un tanto ‘caseros’ de confección – retratan a Javier Pérez Corrales sentado y tranquilo. Con los ojos grandes y francos, muy negros, aire optimista y aspecto agradable, cercano.

Como muestra de la distancia de la que Democracia Nacional hace gala con respecto al resto de estos partidos, baste un botón: no participan en las celebraciones franquistas de hoy.

“¿El 20-N? – dice Corrales – ¡Vamos! No sé ni lo que es, ni los actos que hay convocados. Pero lo cierto es que muchos de los militantes proceden de CEDADE, la formación ultra que en su día encabezó el librero Pedro Varela.

Javier Pérez Corrales es un tipo locuaz – todos estos jefes parecen serlo – cálido en la conversación, práctico y accesible. Por teléfono emite un acento que recuerda al del ministro Javier Arenas, y debe ser incansable, porque hace compatibles las jornadas en el banco con los fines de semana y las tardes de sede en sede y provincia en provincia. “Bueno, nadie nos obliga –a firma orgulloso – lo hacemos por convicción, por romanticismo”.

Les leo un par de epígrafes del folleto que me entregaron en la sede dos chavales de veintipocos años extraordinariamente simpáticos. En el piso apenas hay otra cosa que una gran pancarta con el nombre del partido, alguna bandera nacional y multitud de carteles por las paredes denunciando la disgregación nacional.

“Proponemos – explica el texto – vigilar el contenido de los mensajes de los medios de comunicación, advirtiendo severamente contra toda exhibición (…) de conductas inmorales’ o perseguir eficazmente y someter a censura pública las conductas inmorales o delictivas de los ciudadanos de especial notoriedad (con ellos, Clinton no se hubiera salvado).

Sobre los matrimonios interraciales dice Javier Pérez ‘Nada en contra, siempre y cuando sean los naturales. Otra cosa son las mezclas artificiales, favorecidas por la inmigración masiva y la propaganda mundializante…’ Una afirmación que recuerda demasiado, para mi gusto, a la del neonazi alemán Klaus Baier: “Los matrimonios mixtos no son frecuentes. De vez en cuando se oye acerca de la unión de un deportista negro y alguna actriz blanca, pero son casos aislados”.

Desgraciadamente, los comentarios de Corrales o de Baier se parecen demasiado al ensalzamiento de la raza blanca y el desprecio hacia los inmigrantes que demuestra más de un futbolero enfurecido después de batear a un moro en la cabeza.

Es imposible predecir el futuro de estas formaciones. Pero Marco Antonio Pérez constata que, en toda Europa, nacen y avanzan partidos de ultraderecha, y se pregunta: “¿Quién recogerá el estandarte en España, nosotros, Gil y Gil, los neonazis?: Esa es la cuestión

Cristina López Schlichting.

22 Noviembre 1998

¿El último 20-N?

Jesús Rodríguez

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La extrema derecha celebra su fecha emblemática, la muerte de Franco, dividida y debilitada

20-N de 1998. Una vez más la ultraderecha no se pone de acuerdo. Esta vez para celebrar el culto a sus próceres. Su fecha emblemática es un páramo de división y debilidad. Un repaso: Ricardo Sáenz de Ynestrillas, líder de la Alianza por la Unidad Nacional (AUN), se manifiesta hoy con su grupo en la madrileña plaza de San Juan de la Cruz, «no para rendir culto a Franco ni a José Antonio, porque para nosotros es una jornada de lucha para recuperar España y no tenemos nada que ver con las momias que resucitan una vez al año».Los miembros de la Confederación de Ex Combatientes, las momias a las que se refiere Ynestrillas, sí acudirán este mediodía a la plaza de Oriente a homenajear a Franco y a José Antonio, pero han prohibido hablar en el acto a Fuerza Nueva y al Movimiento Católico Español, que aunque apoyan la convocatoria deberán asumir el papel de franquistas mudos. El presidente de la Confederación, el industrial Eduardo Toledano, aclara: «No me da la gana que hable Blas ni nadie de todos esos grupitos. Ya está bien; ya estoy harto de escucharles año tras año. Este año leeré yo un comunicado y se acabó».

Falange Española de las JONS conmemoró la fecha el viernes con una marcha nocturna a pie al Valle de los Caídos, pero Franco se quedó sin corona mortuoria, porque «no queremos saber nada de él; fue nuestro enemigo».

Falange Española Independiente (FEI), la falange integrista, celebrará su 20-N el 27-N con una misa solemne en honor de José Antonio. Patria Libre, una suerte de activa guerrilla ultra, no asistirá por primera vez a la plaza de Oriente en virtud de su reciente acuerdo con Falange Española de las JONS, «pero tendremos un recuerdo emocionado hacia ese acto que recuerda al caudillo». Y Democracia Nacional, los últimos en llegar al club, no quieren saber nada ni de Franco ni de José Antonio. Ni de nada que suene a facha. Su estrategia se lo impide.

«La extrema derecha no tiene aspecto de levantar cabeza en nuestro país», explica José Luis Rodríguez Jiménez, profesor de Historia en la Universidad Rey Juan CarlosI, de Madrid, y autor, entre otros, del ensayo ¿Nuevos fascismos?«Está estigmatizada. Su problema no es tanto que se la identifique con la dictadura de Franco, sino con la violencia. Y su mensaje ultranacionalista ya no vende».

Pocos y mal avenidos. Sin financiación, aunque todos miran en dirección de los países árabes. Sin ninguna conexión con el Ejército, excepto un pequeño grupo de jubilados irreductibles (los generales Armando Marchante y Rafael Casas de la Vega o los coroneles Carlos de Meer y Luis Tapia) atrincherados en el semanarioLa Nación, el último bastión periodístico. Incómodos para la Iglesia oficial. Sin representación parlamentaria. Pero permanecen en estado latente. «Las ideas no mueren, somos la llama, el fermento», afirma Luis Fernández Villamea, director de la revista quincenal Fuerza Nueva (4.000 ejemplares).

«En estos momentos conviven dos corrientes en la ultraderecha española», explica Xavier Casals, doctor en Historia y autor de La tentación neofascista en España. «La tradicional, cuyos rasgos son la religión exaltada, los presupuestos ideológicos de los años treinta y el mito de la hispanidad. Y otra que intenta copiar el estilo político y estético del Frente Nacional francés (FN). Su idea es entrar en el sistema democrático, moderar el discurso, renunciar al pasado y a la violencia y buscar un mensaje que conecte con el electorado, como ha sido la apelación al peligro de la inmigración en Francia». Casals explica la historia de la extrema derecha en España desde la muerte de Franco en tres fechas: «De 1975 a 1982, el éxito; de 1982 a 1993, la derrota; y, a partir de 1995, la puesta al día».

1979 fue su año: 425.000 votos, un acta de diputado para Blas Piñar, hilo directo con los cuarteles. Una partida de ajedrez simultánea con el Estado: por un lado aceptando el juego parlamentario; por otro, provocando al Ejército. Y mucho poder en la calle.

En sólo tres años el entramado se derrumba. Con el eco de los disparos del 23-F en la mente de los votantes, la extrema derecha pierde 300.000 votos en las elecciones de octubre de 1982 que recalan en las urnas de Alianza Popular. Fuerza Nueva, el gran acorazado ultra, se autodisuelve como partido en contra de la opinión de sus cuadros. El anuncio del abandono se hizo (cómo no) el 20-N. Una persona cercana al caudillo poscaudillo afirma: «Blas Piñar tuvo miedo del triunfante PSOE y cerró el chiringuito. Pensó que le iban a fusilar». La explicación (oficial) de Fernández Villamea es que Fuerza Nueva tenía una deuda de 228 millones de pesetas. «Sin un acta de diputado era imposible mantener el partido. Tuvimos que vender nuestra sede de Mejía Lequerica a una compañía de seguros». La desaparición de Fuerza Nueva cortocircuitaba la conexión militar y desmovilizaba a sus 50.000 afiliados. Comenzaba el ocaso. En las elecciones siguientes, la ultraderecha no conseguiría en conjunto ni un 1% de los votos. Hoy los militantes de todas las organizaciones no llegan a 10.000.

Tras 13 años de desavenencias y enfrentamientos, 1995 fue el año del renacimiento. Ynestrillas y otros cinco pequeños partidos constituyen AUN. Su liderazgo es apoyado económicamente por Eduardo Toledano. Será un idilio efímero entre la vieja y la nueva ultraderecha. Un pacto que acaba a bofetadas ese 20-N cuando Toledano le cedió la palabra a Ynestrillas y éste se descolgó con un discurso heterodoxo inaceptable para la vieja guardia. Según un asistente, «en mitad del estrado Toledano le amenazó con pegarle dos hostias a Ricardo. Blas estuvo a punto de desmayarse». También ese 1995 la Falange Auténtica (una suerte de Falange de izquierdas) desembarcaba en la vetusta y fraccionada FE de las JONS. Y la conquistaba. Su proyecto: «Aceptar la Constitución. Transigir, pero para cambiarla». Y servir de imán para todo «el universo azul». Su primer éxito ha sido su fusión, el pasado mes de octubre, con dos pequeños grupos de extrema derecha: Patria Libre (más activa y violenta) y FENS (más arcaica).

También en aquel verano de 1995 se puso de largo Democracia Nacional como resultado de la unión de miembros de Juntas Españolas y de la organización neonazi Cedade (disuelta en 1993), con el propósito de ser un calco del FN francés. Hoy es el proyecto más innovador. Una imagen sin pasado ni símbolos. Sin caudillos. Su mensaje, de corte populista, promete el pleno empleo, un salario para las amas de casa, un rechazo visceral a Maastricht, a las autonomías y a la OTAN. Sin olvidar la expulsión de los inmigrantes ilegales. Pero «no somos extrema derecha», afirma su secretario general, Francisco Pérez Corrales.

El debate actual entre los ultras españoles es hasta qué punto pueden renunciar a los símbolos, a los yugos, flechas y águilas imperiales para obtener votos. Hasta qué punto pueden aceptar una democracia que les repugna y renunciar a tomar el poder por la fuerza. Este 20-N puede ser el último.

Más difícil aún es adoptar un banderín de enganche que atraiga militancia y votos. La apelación al peligro de la inmigración no ha funcionado. En lo que va de año, la ultraderecha española ha tenido dos buenos motivos para la movilización: el debate parlamentario sobre el cuarto supuesto del aborto y la tregua con ETA y una posible reformulación territorial del Estado. «Las fuerzas nacionales somos los que más nos hemos movido en las manifestaciones contra el aborto», explica José Luis Corral, presidente del integrista Movimiento Católico Español. Domingo González, consejero nacional de FEI, añade que «la violencia es legítima si la justifica un ideal, como ocurre hoy en España con el aborto o el separatismo». Dos filones que podrían explotar los ultras junto a su visceral y populista rechazo a la Europa del euro. Son posiblemente sus últimos cartuchos.

El Análisis

POCOS Y DIVIDIDOS

JF Lamata

Que la prensa saque reportajes sobre los ultras del 20-N suena un poco como al titiritero de los guiñoles que saca un guiñol de un diablito o una brujita y anima al os niños a abuchearles: tocaba sacar a los malvados líder de AUN o DN como si fueran peligrosos delincuentes a los que había que temer miedo.

Pero cuantitativamente, ¿cuántos votos representaban? La AUN encabezada por el Sr. Sáenz de Ynestrillas agrupó en las europeas de 1999 la cifra de 12.486 votos, mientras que La Falange de D. Jesús López logró 10.792 votos y Democracia Nacional del Sr. Pérez Corrales se quedó en 8.053 votos. Para hacerse una idea, todos quedaron bastante por detrás, en esos mismos comicios una formación tan residual como el PADE de D. Juan Ramón Calero (que no tuvo reportajes en la prensa como los ‘ultras’) que alcanzó los 16.000 votos. Igualmente insignificante. La prensa querría que los ultras dieran miedo, pero en realidad más bien daban pena.

J. F. Lamata