17 abril 1979

El juez de la Audiencia Nacional, Gómez Chaparro, le concedió un permiso que le ha servido para huir de España

Uno de los asesinos de Atocha, Lerdo de Tejada, logra fugarse tras conceder una entrevista a Alfredo Semprún Bañares (BLANCO Y NEGRO)

Hechos

  • En abril de 1979 Lerdo de Tejada, uno de los acusados de participar en la matanza de Atocha logró fugarse durante un permiso. Poco después de conocerse su fuga, apareció una entrevista suya con el periodista D. Alfredo Semprún de BLANCO Y NEGRO.

Lecturas

EL JUEZ GÓMEZ CHAPARRO APARTADO DE LA AUDIENCIA NACIONAL

El juez Sr. Gómez Chaparro que concedió el permiso a Lerdo de Tejada, fue expedientado y tras la sanción fue apartado de su puesto como responsable del juzgado Nº1 de la Audiencia Nacional, puesto en el que será reemplazado por el Sr. Varón Cobos.

¿ENCUENTRO CASUAL ENTRE EL PRÓFUGO Y EL PERIODISTA DE BLANCO Y NEGRO?

Lerdo_Semprun El Sr. Lerdo de Tejada con D. Alfredo Semprún.

El Sr. Semprún aseguró que su encuentro con el acusado de asesinato había sido ‘casual’, aunque sus enemigos no olvidaban que D. Alfredo Semprún es ‘policía honorario’, porque durante el régimen franquista se le concedió tal distinción por sus colaboraciones como periodista con operaciones policiales.

17 Abril 1979

Huye uno de los principales implicados en la matanza de Atocha

Alfredo Semprún

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Entrevista de Alfredo Semprún a Lerdo de Tejada.
  • – ¿Y ahora qué?
  • – ¿Ahora? Tratar de salir adelante. Enderezar mi vida con los medios que se ponen a mi alcance… Si es que se puede decir que voy a enderezar mi vida.

Fernando Lerdo de Tejada con todo el enorme peso de su juventud, con la alegría que en su rostro refleja la sensación de saberse en libertad, se nos antoja, no obstante un hombre aplastado por la fatalidad.

  • – Es lógico – nos responde así se lo hacemos constar – si he logrado escapar de la injusticia de mi prisión. Si me encuentro lejos y a salvo de esta larga pesadilla que para un hombre joven como yo, de derechas, español cien por cien, representa hoy el encarcelamiento en cualquier centro español, por otro lado, me oprime alejamiento de España; me pesa el disgusto que voy a dar a mi madre y hermanos y me inquieta lo incierto del futuro inmediato que, como solución, me he visto obligado a elegir…

Fernando Lerdo de Tejada ha aprovechado, según nos confiesa, unos días de libertad concedidos por la Dirección de la prisión de Ciudad Real para, engañando a todos, incluso a su madre y hermanos, elegir la libertad.

  • – Tu siempre has dicho que eres inocente de lo ocurrido en Atocha. Incluso se ha demostrado que no utilizaste la pistola que llevabas y que, por añadidura, el arma cacería de munición. Se nos ocurre, pues, pensar que tu responsabilidad no sería mucha a la hora de verse el juicio. ¿Por qué has tomado esta decisión que te coloca en una situación que tú acabas de definir como poco grata?.
  • – Usted lo ha dicho. A la hora de ‘verse el juicio’, yo tengo la sensación de que ese momento no está muy próximo. Hay intereses políticos que se imponen al espíritu de justicia de nuestros tribunales. Si no se me ha concedido ni la libertad bajo fianza cuando a otros, demostrados asesinos, se les ha amnistiado y hoy se pasean alegremente por España en pleno uso de sus derechos legales, dígame usted. ¿Qué esperanzas podían mantenerme a mí confiado en la Justicia? Hay que vivir como yo he vivido dos años largos en la cárcel bajo la continua amenaza de muerte de quienes por tenerlo todo, aun en prisión, pueden llegar a eliminar a sus rivales políticos impunemente. Hay que vivir ese tiempo sin esperanza, repito, para comprender que yo, a mis 24 años, haya tomado esta decisión aun sabiendo que nadie, absolutamente nadie, pueda acusarme de haber matado a un semejante. Lo de Atocha interrumpió mi vida. Luego, la política ha tratado de destruir. No me resigno a ser una víctima inocente de maniobras que desconozco.

Jamás sospeché aquel final.

  • – Pero tú estuviste allí, en Atocha.
  • – Sí. Yo estuve allí, en Atocha, como 20 días antes había estado en casa del señor Navarro, a fin de darle un escarmiento que le obligara a reflexionar para que dejara en paz con sus maniobras políticas a los transportistas y éstos pudieron vivir de su trabajo honrado y alimentar a sus familias sin que se lo impidieran los piquetes que dirigía ese sinvergüenza. Pero ese día no tuvimos suerte.
  • Ese día no le encontramos en casa y sólo pudimos sacudir como advertencia a su amiguito, que, naturalmente, se quedó con la paliza y no presentó denuncia alguna, como tampoco lo hizo el dueño de la casa, su protector. Yo estuve en Atocha, pero sabe Dios que cuando García Julia me vino a buscar a la cafetería donde me encontraba con mi novia tomando unas cervezas, sólo pensé en que íbamos a darle un escarmiento al Sr. Navarro. Pero jamás hubiera sospechado el lamentable final de aquella salida. Es más, cuando me preguntaron que si tenía pistola, yo les dije que sí, pero que no tenía munición, y ellos insistieron en ir a buscarla y me acompañaron a casa por el arma, hubiera tenido muchos más motivos para pensar que de nada grave se trataba, porque a nadie se le ocurre ir a matar sin balas.
  • – Entonces, tú, según tenemos entendido, te quedaste en el portal ¿no?
  • – No. Eso no es cierto. Subimos todos hasta el piso. Oímos ruido de mucha gente dentro y decidimos esperar en el rellano del piso superior fumando bastante nerviosos. Al cabo de un rato oímos cómo varias personas abandonaban el despacho y entonces fue cuando bajamos de nuevo y llamamos a la puerta. Nos abrió ese militante comunista que han hecho figurar como pasante y que se echó a temblar al ver nuestras pistolas. Nos franqueó la entrada, y a mí me dijeron que me quedase en el recibidor vigilando la puerta. Ellos entraron en la habitación donde estaban reunidos. Entonces oí esa serie de exclamaciones de: ¡Arriba las manos!», etcétera, propias del caso y a los pocos segundos un disparo. Entonces me asomé por un ventanal y pregunté que había ocurrido. Paco García Julia me contestó que nada de importancia, que se le había disparado la pistola y, segundos después, yo calculo que segundos, a lo mejor fueron minutos, empecé a oír la serie de disparos. Abrí la puerta y sólo acerté a ver cuerpos tendidos en el suelo, porque mis compañeros me arrastraron escaleras abajo, diciendo que teníamos que escapar lo más rápidamente posible. Bajamos las escaleras corriendo y tardamos bastante en abrir el portal, porque el nerviosismo no nos dejaba ver un cerrojo de seguridad allí instalado. Por fin logramos abrir la puerta.

Mi conciencia está tranquila. No maté a nadie y fui a Atocha creyendo que se trataba exclusivamente de dar una paliza a un abogado.

25 Abril 1979

Las vacaciones de un criminal

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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El quebrantamiento por el señor Lerdo de Tejada del régimen de prisión preventiva, situación derivada del gravísimo delito por el que fue procesado hace más de dos años, ha producido en la opinión pública una reacción de estupor e indignación que puede cobrar mayor amplitud si las autoridades no dan una explicación satisfactoria de lo sucedido.La primera reflexión que surge en torno a la fuga del señor Lerdo de Tejada no tiene como objeto el hecho en sí mismo, sino la lentitud con que se ha ido arrastrando la instrucción del sumario, tanto menos disculpable cuanto que los actos criminales sometidos a investigación tuvieron una trascendencia y significación históricas. La matanza de Atocha y el emocionado entierro de sus víctimas fueron acontecimientos decisivosen la prehistoria inmediata de nuestras recientes instituciones democráticas. De añadidura, las declaraciones ante el juez y a los medios de opinión de los encartados en esa siniestra y cobarde vendetta han esclarecido parte de los hechos, aunque no hayan aclarado más que mínirnamente las complicidades y encubrímientos que forman la base oculta del iceberg, y han suministrado incluso elementos suficientes para escribir el guión de una pelíCula sobre aquellos trágicos días de enero. Por lo demás, causa sorpresa conocer la generosa liberalidad de los permisos de que han disfrutado los procesados en este sumano para abandonar la prisión de Ciudad Real y los motivos puramente vacacionales para concederlos. Porque es difícilmente comprensible que los acusados de autoría por un crimen como la matanza de Atocha puedan salir de su reclusión como si de, alumnos en un internado se tratara. La noticia, todavía no confirmada, de que la decisión del juez instructor de la Audiencia Nacional para conceder esa merced al señor Lerdo de Tejada no fue precedida del inforime del ministerio fiscal sería cuando menos chocante, y la información de que la acusación privada no fue notificada de esa medida suscita algo más que perplejidad, ya que la ley de Enjuiciamiento Criminal establece la obligación de notificar los autos y providencias del juez instructor a las partes. En cualquier circunstancia, habría que plantear una seria interrogante sobre los criterios de oportunidad que animaron a mostrar esta benevolencia y, por supuesto, exigir una investigación sobre las complicidades que han permitido al

señor Lerdo de Tejada cruzar la frontera.Desde órganos de opinión de la derecha autoritaria se ha lanzado, en los últimos meses, una virulenta campaña contra la reforma penitenciaria iniciada, con bastantes mejores intencionesque resultados, por el señor García Valdés. El incremento de la delincuencia comun sería, según las opiniones de los críticos, la segura consecuencia de transformar las cárceles en luigares ligeramente menos invivibles y de establecer regímenes de prisión abierta para los condenados por sentencia firme. Los biempensantes, que olvidan los condicionamientos sociales de los delitos comunes y que erigen altos muros, disciplina legionaria y largas condenas para los que invaden el ámbito de la propiedad privada, tienen ahora una excelente ocasión para meditar. Mientras, el señor Lerdo de Tejada ha roto su palabra y ha defraudado la confianza que en su honor depositara el juez de la Audiencia Nacional, con la consecuencia añadida de perjudicar a todos los procesados y condenados, que pueden verse privados de ese beneficio por el precedente de su fuga, Eleuterio Sánchez cumple a entera satisfacción sus compromisos.Pero en este caso se trata, dirán los críticos, de un delito de motivación política. Aun dejando a un lado la circunstancia de que los autores de la matanza de Atocha no se vieron beneíiclados por la amnistía de octubre de 1977, resulta difícil para quienes condenan la violencia, venga de donde venga, dejar de comparar la prisión de Ciudad Real con la cárcel de Soria y el permisivo régimen a que han estado sometidos los procesados por la matanza de Atocha con la dureza que se aplica a los acusados de haber participado en las acciones criminales de ETA.

26 Abril 1979

Autonomía y arbitrariedad

Manuel Martín Ferrand

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El juez Chaparro, que conoce bien los mecanismos de la irregularidad judicial de sus tiempos de juez de Orden Público, tiene, después de dos años de la matanza de Atocha, en plena fase sumarial el procedimiento. No hay contabilidades que analizar, grandes dictámenes que recibir, ni argumentos conocidos que justifiquen una dilación semejante en un tema tan grave. No es cosa, evidentemente de administrar justicia a vuelta de correo, pero tampoco de alargar los temas hasta el punto que, en lo que a la matanza de Atocha se refiere, de seguir el ritmo actual estamos todavía a tres o cuatro años de la Sentencia.

Ahora, de ser cierto que el juez Chaparro obró por si en el delicado asunto de las vacaciones de Lerdo de Tejada estamos ante una nueva, grave y pintoresca situación.

Podría especularse, a propósito de todo esto, de si se trata de alguna manera de ayudar a un mocito de la extrema derecha o de vengarse ante las reformas carcelarias emprendidas con más voluntad que acierto por García Valdés, pero entiendo que eso es lo fácil, lo circunstancial y lo demagógico. Lo oportuno, pienso, es llegar a una conclusión: en un sistema democrático todos tienen control y vigilancia de su actuación. El Gobierno, el Ejecutivo, tiene a todo un Legislativo tras de sí en antena vigilancia de cualquier posible desmán. Más aún, sin control no hay democracia. Y dada nuestra peculiar organización, sin mecanismos eficaces de control judicial, un juez de instrucción tiene más poder que un ministro o que el propio presidente del Gobierno. Ese es el gran tema que suscita la acción del juez Chaparro y que merece la atención y el análisis de los expertos.

Una cosa es la necesaria autonomía del poder judicial – y los señores jueces son especialmente celosos de ella – y otra muy distinta su arbitrariedad. Ahí está la cuestión.

28 Abril 1979

La fuga de Lerdo de Tejada y la amnistía

Francisco Gor

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La fuga de Fernando Lerdo de Tejada está originando toda una serie de consideraciones, unas que se atienen a hechos objetivos, cuales son la situación penal y las circunstancias procesales del fugado, el delito que se le imputa la repercusión social del mismo y la gravedad de la pena que le corresponde, y otras que pretenden equiparar este suceso a otras situaciones pasadas, que, al mar gen de ciertas apariencias, no dejan de ser distintas, tanto por las normas legales que las ampararon como por las circunstancias en que se produjeron. Las primeras destacan el hecho insólito, dentro de la práctica penal, de conceder permisos vacacionales a presos que no son acreedores del beneficio de la libertad provisional, en virtud de las graves acusaciones que pesan sobre ellos y de las penas que en principio les corresponden. A este respecto, habría que preguntar al juez que autorizó las vacaciones de Lerdo de Tejada en cuántas ocasiones dió permisos vacacionales a los numerosos procesados políticos que en el pasado fueron a la cárcel en virtud de sus autos de procesamiento. Es cierto que la autorización del permiso de Lerdo de Tejada es legal, pues entra dentro de las atribuciones del juez, siempre que se cumplan ciertas condiciones.

Condiciones no suficientes

Pero en el caso de Lerdo de Tejada estas condiciones, mínimas y reglamentadas para todos los presos preventivos, no son suficientes, pues entran en juego otros factores que deben ser examinados y valorados a la luz de la prudencia y de la responsabilidad. Declinar la responsabilidad de la huida en el mal uso que el fugado hizo del permiso concedido no es serio, pues, si existía esa posibilidad, la obligación del que tiene a su cargo la custodia de ley es impedir que tal hecho se produzca. La consecuencia es que la ley ha sido burlada, y si esto es grave siempre, lo es más todavía cuando la ley ha sido tan gravemente lesionada como lo fue en el quíntuple asesinato del despacho laboralista de la calle de Atocha.

Las otras consideraciones, sin dejar de condenar la fuga de Lerdo de Tejada, pretenden equipararla a las medidas de gracia concedidas en el pasado a los presos políticos del franquismo. Sin embargo, se puede estar a favor de la amnistía a aquellos presos y estar en contra de la huida de Lerdo de Tejada, y de las circunstancias que la han hecho posible. Pretender poner en el mismo nivel uno y otro hecho sólo puede arrojar confusión sobre ambos e impedir conocer su verdadera naturaleza

Diferencia cualitativa

Aparte de la diferencia cualitativa entre los hechos que fueron amnistiados y los que se produjeron en la noche del 24 de enero de 1977 en el despacho de la calle de Atocha, las medidas de gracia fueron decisiones del Gobierno, ampliamente apoyadas por la sociedad española.

Si hay algo que criticar en aquellas medidas es su medrosidad, el gota a gota como se produjeron, que en algún momento llegaron casi a neutralizar los efectos beneficiosos que pretendían. Por otra parte, si hubo en su aplicación casos dudosos, los que más alardean de respeto y de reverencia a la independenciajudicial fueron los que más pusieron el grito en el cielo y resaltaron la supuesta benevolencia de los jueces.

Necesidad histórica

La amnistía fue una necesidad histórica, una medida política prudente y acorde con el régimen democrático que surgió de la inviabilidad de la dictadura anterior. Las medidas de gracia cerraron una época de excepción, por muy larga que fuera su duración, y marcan la línea divisoria entre un régimen de opresión y otro de libertad, en el que todas las fuerzas democráticas sin excepción han mostrado una y otra vez su repulsa contra los crímenes del terrorismo.

Los que propusieron o aclamaron aquellas medidas tienen autoridad moral para exigir ahora a la autoridad judicial responsable mayor prudencia en casos como el de Lerdo de Tejada, y de las instancias policiales el máximo celo en la busca y captura de los que tan gravemente se burlaron de la ley.

Estuvo bien la amnistía y está mal que, por negligencia de unos y otros, Lerdo de Tejada haya burlado a la justicia.