27 agosto 1978

Ha sido apodado como 'el Papa de la sonrisa'

Los cardenales eligen a Albino Luciani, patriarca de Venecia, nuevo Papa que reinará con el nombre de Juan Pablo I

Hechos

El 27.08.1978 El Vaticano proclamó a Juan Pablo I como nuevo Papa de la Iglesia católica.

Lecturas

Nacido en 1912, Albino Luciani tomó los hábitos sacerdotales en 1935, tras haber estudiado teología y filosofía. Fue profesor de teología moral, de derecho canónigo y de arte cristiano.

Obispo de Vittorio Veneto en 1958, patriarca de Venecia en 1969, había sido nombrado cardenal en 1973.

Tras la muerte del papa Pablo VI, en agosto, el cardenal Luciani fue elegido su sucesor en el curso de un cónclave de una duración sorprendentemente breve.

27 Agosto 1978

Juan Pablo I

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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Un cónclave resuelto rápidamente y una tensión informativa que no ha dejado de manifestarse desde el fallecimiento de Su Santidad Pablo VI, el pasado día 6, evidencian la existencia de un consenso en el Colegio Cardenalicio rápidamente manifestado y cuyo resultado no era fácil prever, así como la persistencia del alto rango mundial del Romano Pontífice y de su elevado significado moral para todos, pese a que nuestro mundo se secularice y se defina nuestro tiempo por algunos como el de la Muerte de Dios. Cada persona consultada, perteneciente al pueblo fiel, a la jerarquía celesial o a los estratos superiores de la política, no ha dejado de manifestar sus propias preferencias sobre el sucesor en la cátedra de Pedro, a veces tan dispares, que si se construyese un retrato robot, en él aparecerían probablemente rasgos muy difíciles de integrar. Sería, por ejemplo, un Papa atento a la Iglesia y a los problemas del Tercer Mundo. inflexible con los poderosos, pero propiciador de la coexistencia pacífica; renovador. pero dentro de un orden: italiano, pero internacionalista o capaz de armonizar la comprensión sociológica con la firmeza del dogma, etcétera.Juan Pablo I, nombre de por sí comprensivo de los dos papados que le han precedido, puede ser el Romano Pontífice que sepa integrar todas aquellas esperanzas que en él se depositan, que no responden sino a una misma comunidad de más de setecientos millones de personas, unida y plural en la misma fe. Aunque figurase en algunas listas de papables. su elección ha constituido, en cierto modo, una sorpresa. Sorpresa relativa, sin embargo. en cuanto a la solución final. Frente a los rasgos múltiples que se le pedían a Su Santidad, incluso frente a los que pretendían una renovación en la nacionalidad mantenida desde hace siglos. un dato, que por lo demás no ha sorprendido a nadie, podía acabar con todas las discrepancias: que se tratase de un Papa italiano. Dado el sólido carácter romano de la cátedra de Pedro y el peso esencial que en la Iglesia católica tiene la burocracia vaticana, una nueva promoción de un cardenal italiano no es, en principio, un signo negativo. Más bien responde a las características actuales del gobiernode la Iglesia. características que, por otra parte, trataría de alterar Pablo VI.

Tampoco es fácil opinar de algún modo sobre la personalidad del cardenal Luciani o aventurar juicios sobre lo que será la travectoria de Juan Pablo I. Siempre incide el poder sobre la personalidad que lo recibe, incluso tratándose del poder espiritual heredado de Pedro e instituido por Cristo. Caracterizado como tradicional. opuesto al divorcio y firme partidario de la Democracia Cristiana, el que hasla ayer era patriarca de Venecia recibe también los elogios por su profunda cultura la finura de su espíritu, así como lo que nos parece extremadamente importante, por su lejanía respecto al espíritu del provincialismo italiano. En este sentido, cuando el cardenal Montini fue elegido Romano Pontífice no constituyó apenas sorpresa, encabezaba la lista de los favoritos, se le sabía progresista y proclive a los conflictos entre la voluntad de cambio Y la inercia de la tradición. Pero Juan XXIII, también patriarca de Vencia como el cardenal Luciano, por su edad y su sentido de la vida sin complicaciones, jamás haría creer que sentaría las nuevas bases de la perdurabilidad de la Iglesia. Lo que Juan Pablo I sea nos lo dirá la luz del Espíritu Santo y los signos de nuestro tiempo.

Si insistir en las cábalas sobre Juan Pablo I se nos antoja un juego algo irrelevante, no nos parece lo mismo todo aquello que no se establece en la cúspide de la Iglesia católoica. sinio en su base, en el pueblo de Dios y, es en general, en toda la comunidad mundial que, creyente o no en una religión positiva, vinculada o no a la fe de Cristo, sigue concediendo gran importancia al impulso moral del Vaticano y a su visión espiritual de los conflictos de nuestro tiempo. Juan Pablo I, por ello, se debe a todo un cúmulo de aspiraciones de la Humanidad en el camino hacia un punto Omega donde pueden ser necesarios los predicamentos teológicos y las disciplinas eclesiales, pero donde la esencialidad reside, a nuestro juicio, en la comprensión y el amor hacia todos los hombres que, cada cual en su camino, sin que frecuentemente les sean ahorrados ningún tipo de sufrimientos, miran en ese espejo oscuro donde San Agustín decía que Dios enseña a descubrir la fe.

27 Agosto 1978

Tenemos Papa

YA (Director: Alejandro Fernández Pombo)

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Con la frase ritual de ‘Os anuncio una gran alegría, tenemos Papa’, el primer cardenal del orden de los diáconos comunicó ayer, a la caída de la tarde, la noticia de la elección del patriarca de Venecia y cardenal Albino Luciani, como el Pontífice que hace en la serie de los sucesores de Pedro el número 263. El nuevo Papa ha elegido el nombre de Juan Pablo I y es claro el alcance y significado de esta elección el nuevo Pontífice desea que su ministerio pastoral recojo, prolongue y sea una síntesis fiel de las pontificados de Juan XXIII y de Pablo VI, sus inmediatos predecesores.

Recoger, prolongar y sintetizar la línea de los Papas que iniciaron y llevaron a término al Concilio Vaticano II es programar el nuevo Pontificado con el decidido propósito de seguir la reforma de la Iglesia según las normas, criterios y espíritu de la magna asamblea ecuménica. Es mucho ya lo que la Iglesia lleva recorrido a esta respecto, pero no ha acabado de irrumpir el ‘nuevo Pentescostés”, que fue – como es sabido – el gran objetivo de la puesta al día de la Iglesia. Las tensiones que se han producido en la etapa posconciliar, el desconcierto que los cambios han causado en algunos sectores, la rutina que impide la asunción de las grandes líneas de fuerza en que se sustenta la nueva imagen que la Iglesia se formó de sí misma en el Concilio, han sido otros tantos obstáculos para el rejuvenecimiento plano de la comunidad creyente. Cuando ya las pasiones se van serenando, el momento parece oportuno para lanzar a la Iglesia, con total decisión, por las rutas abiertas por el Concilio, El Papa Juan Pablo I con su significativa elección de un nombre que invoca a los dos Papas anteriores, está indicando ya desde ahora que seguirá adelante y con un máximo de profundidad la reforma conciliar de la Iglesia.

Y hay más. Juan Pablo I se presenta ante los hombres y los creyentes de hoy, por su ascendencia familiar y por la trayectoria de su ministerio sacerdotal y episcopal, como un Pontífice que conducirá, a la Iglesia hacia una mayor pobreza, hacia una más vivida y comprometida solidaridad con los trabajadores, hacia una más exigente línea evangélica. Hijo de un hogar marcado por el socialismo de su padre y por la imprenta de la emigración, el nuevo Papa ha demostrado en sus años de ministerio la resonancia extraordinaria que tiene en su corazón y en su pensamiento el mundo del trabajo. La radical pobreza de su vida de sacerdote y de obispo – ahí está ese noble gesto de desprenderse de su cruz pectoral y de su anillo de pastor en beneficio de un hogar de niños subnormales – hace esperar de él un Papa que comprometa a la Iglesia a hacer realidad esa ‘Iglesia de los pobres y para los pobres’ a la que en su día apeló Juan XXIII. ¿Y su talante profundamente religioso? Todavía son pocas las referencias que se tienen del nuevo Pontífice, pero los primeros comentarios subrayan unánimemente esta condición del hasta ahora patriarca de Venecia. Este extremo merece ser muy tenido en cuenta. ¿Por qué?

Está claro que el conclave, rapidísimo, ha elegido a un Papa eminentemente religioso, porque en el análisis del momento actual de la Iglesia, hecho durante las congregaciones generales del Colegio Cardenalicio, se ha visto con precisión que la verdadera reforma de la comunidad creyente reclama una puesta al día de las energías evangélicas de todos los cristianos. La expansión de la fe por todas las naciones, el desafío que el ateísmo y el indiferentismo de las nuevas generaciones plantea a la Iglesia, la masiva incorporación a ésta de los grandes pueblos del Tercer Mundo, la necesaria y urgente plasmación de la doctrina cristiana en la nueva cultura humanística, la rehabilitación de los seminarios, noviciados y movimiento apostólicos seglares, el relanzamiento del movimiento ecuménico son tareas que sólo podrán ser abordadas con éxito si se parte de una renovación de la conciencia religiosa de los miembros de la Iglesia. No se trata de contraponer Iglesia comprometida con la problemática social y de los derechos humanos a Iglesia fomentadora e impulsora de sus propias estructuras y fuerzas. Se trata de que la mayor dedicación de la Iglesia al mundo moderno para servir a los hombres de esta hora y, particularmente, a los más desheredados, está exigiendo una renovación de las energías evangélicas de todos los creyentes. El impulso evangelizador de Pablo VI y el carisma religioso de Juan XXIII se van a dar cita en el nuevo Papa Juan Pablo I. El mundo y la Iglesia están de enhorabuena.

29 Agosto 1978

El Papa Juan Pablo

José María Javierre

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Me avisan de España que algunos periódicos del domingo publican una semblanza negativa del Papa nuevo, presentándolo como un conservador derechista que va a frenar los impulsos renovadores de la Iglesia católica. Quisiera decir a mis lectores que no se dejen invadir por la tristeza de semejantes profecías. No voy a elaborar ahora un retrato triunfalista de Juan Pablo I a base de los epítetos piadosos que hace algunos años usábamos siempre para hablar de los Papos. Pero sí voy a decir con toda sinceridad lo que pienso. Somos hijos de una época que aplica el espíritu crítico sin contemplaciones. Y esto es saludable con tal que quienes criticamos lo apliquemos también a nosotros mismos. Supongo que los periodistas al ponernos a opinar sobre el Papa nuevo debiéramos tener en cuenta que tocamos un tema cargado de resonancias espirituales; y podemos ser injustos si nos entregamos alegremente a un juego de previsiones infundadas. Ocurre, además, ahora mismo en España que muchos escritores de asuntos religiosos han salido de las filas del clero o de los dirigentes apostólicos por conflicto personal, digno, naturalmente, de todo respeto, pero siempre doloroso. Sin darse cuenta o dándose cuenta, aplican su óptica conflictiva y emiten juicios condicionados por su propia decepción. El resultado es que apagan esperanzas a la buena gente creyente, sin darle a cambio absolutamente nada. Considero una frivolidad decir que la destrucción de los mitos educa al pueblo sencillo. La devoción de los creyentes al Papa quizá era necesario descargarla de ciertos aspectos retóricos, grandilocuente; pero constituye una riqueza que debemos y queremos defender. El sucesor de Pedro significa para los católicos un vínculo de amor que nos tiene a todos los miembros de la gran familia enlazados por encima de diferencias y fronteras. Pienso que no es una gloriosa tarea la que cumplen quienes se dedican a echar puñados de barro sobre la sótano blanca del Papá.

 

¿Va a ser reaccionario Juan Pablo I?

 

Ya parece extraño que si su talante le impulsara a frenar los programas del Concilio haya querido llamarse con el nombre de los Papas que han quemado su existencia al servicio del Vaticano II. El título elegido por el nuevo Pontífice tiene un aire deportivo que hace sonreír a los italianos. Muchos, en vez de Giocanni Paolo’, dicen Gianpaolo, expresión familiar, cariñosa. Ese nombre vale por un programa. Juan XXIII le hizo obispo y lo consagró en San Pedro. Pablo VI lo mandó a Venecia y lo nombró cardenal. Ahora él une las tres cuentas de rosario, tomando para sí los nombres de sus dos antecesores. Y pronuncia un discurso programático que resume los movimientos pendulares desde el Concilio hasta hoy.

 

A pesar del secreto del conclave, algunos criterios dan la pista para interpretar la elección del cardenal Luciani. En sus conversaciones previas habían aceptado los cardenales la conveniencia de elegir ‘todavía’ un italiano. Los católicos de otros países deseamos que se rompa ya la tradición secualr de Papas siempre italianos, pero el nombramiento a favor de un cardenal ‘extranjero’ ha de sortear múltiples inconvenientes: el recelo de otros países, la independencia absoluta de cualquier influencia política, el desconocimiento que desde lejos pueden tener acerca del sistema de gobierno. Sólo la aparición de una figura atractiva y resplandeciente puede competir con las ventajas de un Papa italiano ‘normal’.

 

De acuerdo, un Papa italiano. ¿Escogido entre los cardenales de la curia? Dicen que la opinión de América, Africa y Asia fue tajante: preferías un Papa que no venga de los cuadros burocráticos ni diplomáticos, deseaban un ‘obispo en ejercicio”, un Papa “pastor” acostumbrado al trato directo con el pueblo. Esta misma petición formulaban los teólogos y pastoralistas de todo el mundo.

 

A los cardenales italianos de la curia les resultaba cómodo elegir un obispo de fuera de Roma, porque los tres candidatos principales que la curia podía presentar – Pignedoli, Baggio y Bertoli, eliminados por juventud; Benlli, de curia, aunque esté en Florencia, y Piornio, nacido en Argentina – representan corrientes matizadas que no confluyen de buena gana en el contrincante.

Así resultó que unos y otros se pusieron a buscar un cardenal italiano de diócesis, que fuera bueno, ejemplar, simpático, en la línea de Juan XXIII y Pablo VI… Dieron con él. ¿Quién dio con él? He aquí un asunto que otro día me gustará comentar con los lectores.

¿Pero es conservador?

La biografía de un hombre admite interpretaciones múltiples. Ya veremos lo que trae el tiempo. El Papa Luciani nació no de la familia distinguida como Pacelli, ni de burgueses como Montini; nació de la msima pobre gente que Roncalli. Con la diferencia de que los Roncalli estaban apegados al campo y los de Luciani salieron a probar fortuna en la emigración. Es hijo de un militante socialista. Ha vendido joyas para sostener colegios de subnormales. Acaricia los niños, visita personalmente las escuelas, charla en la calle con la gente. Sonríe…

¿Pero es conservador? Creo que le entiendo. Ha sido cura y obispo en contacto directo con el pueblo. Le gusta que nadie roce los principios de la fe. Le disgusta la pornografía. Predica las normas morales. Defiende la familia. No me extraña que algunas exquisiteces intelectuales de nuestra época hayan chocado con él. Ni siquiera digo que algunos no hayan tenido razón para lamentarse. ¿Y qué? ¿Por eso es conservador? Los curas que tratamos el pueblo sabemos que muchos intelectuales no ayudan a sostener la fe. Y al levantar la voz merecemos que nos llamen reaccionarios. Por favor, amigos decid a todos que quienes le hemos conocido recién estrenado los ademanes de Papa le vemos sonriente, humilde, bondadoso. Da la estampa de un padre. Que nadie se apresure a colocarle etiquetas, por favor.

José María Javierre