30 octubre 1974

El presidente del Gobierno intenta calmar a los sectores 'ultras' que se ponen radicalmente a sus reformas

Arias Navarro destituye a Pio Cabanillas como ministro de Información, y el ministro de Economía, Barrera de Irimo, anuncia que dimite en solidaridad con el cesado

Hechos

  • El presidente del Gobierno destituyó a D. Pío Cabanillas como ministro de Información y Turismo, siendo reemplazado en el cargo por D. León Herrera. El vicepresidente y ministro de Economía, Sr. Barrera de Irimo dimitió y fue reemplazado por D. Rafael Cabello de Alba.

Lecturas

El 29 de octubre de 1974 el presidente del Gobierno D. Carlos Arias Navarro destituye a D. Pío Cabanillas Gallas como ministro de Información. El vicepresidente 2º y ministro de Economía, D. Antonio Barrera de Irimo, dimite, oficialmente por solidaridad con este, aunque coincide en un contexto de crisis económica.

Ambos ministros ocupaban sus puestos desde enero de 1974, cuando fueron designados en el primer gobierno del Sr. Arias Navarro. 

D. Rafael Cabello de Alba Gracia será el nuevo vicepresidente económico y D. León Herrera Esteban el nuevo ministro de Información.

leon_herrera D. León Herrera fue nombrado nuevo ministro de Información y Turismo reemplazando al cesado ministro D. Pío Cabanillas.

ARIAS NAVARRO: «BARRERA DE IRIMO ESTABA ASUSTADO».

En una entrevista de D. Carlos Arias Navarro a D. Pedro J. Ramírez publicada el 22.04.1977 valoraba este así la dimisión del ministro de Economía.

«Cuando llegué al Ministerio de la Gobernación con Carrero ya estaba mal el panorama económico, pues se había producido la elevación de los precios petrolíferos. Hubo, sin duda, miedo ante la impopularidad que supondría el encarecimiento de los combustibles y se decidió ir drenando el déficit con fondos del Tesoro en espera de una estabilización del precio de los crudos. Fue la época en la que llegó Antón Barrera. Antón Barrera estaba asustado y buena prueba de ello es que desembarcó tirándose del tranvía en marcha con el pretexto de lo de Pío Cabanillas. Hubiera sido lo mismo que hubiera cesado el ministro de Agricultura o que hubiera descarrilado un autobús. El caso era marcharse». 

CHOQUE EMILIO ROMERO vs TÁCITO.

Un artículo del seudónimo Tácito en el Ya lamentando la destitución del ministro Pío Cabanillas Gallas por parte del presidente Carlos Arias Navarro es replicado en portada por el diario Pueblo de Emilio Romero Gómez considerando ese texto como ‘una pataleta’ ligera, pueril y falaz por parte de Tácito.

30 Octubre 1974

La Gestión de Cabanillas

INFORMACIONES (Director: Jesús de la Serna Gutiérrez Repide)

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Nos resultaría muy fácil – y desde luego muy cómodo – pergeñar hoy lo que en la jerga periodística se entiende por un editorial de circunstancia. Proceder en suma a un desganado y banal reparto de adjetivos elogiosos entre los ministros salientes y de sustantivos cargados de esperanzas entre los titulares entrantes. Igualmente podría resultarnos más cómodo y más fácil obviar todo comentario y facilitar el lector una información escueta y deshuesada.

Pero si tal hiciéramos iríamos contra uno de los puntos básicos de la política del presidente Arias Navarro: sustituir la adhesión acomodaticia por la participación activa y asumir lealmente nuestra parte alícuota de responsabilidad en la cosa pública, a la que no sólo tenemos derecho, sino a la que nos obliga un deber ciudadano.

Dejando por sensato y conocido nuestro deseo de feliz gestión a los señores Cabello de Alba y Herrera Esteban, cuyas dotes de solvencia política y capacidad administrativa no vamos a descubrir ahora, dejando también por sentado el reconocimiento que se le debe a un hombre como Barrera de Irimo, que ha bregado con momentos económicos muy duros, es preciso abordar un tema que pudiera ser clave: la gestión del señor Cabanillas al frente de Información y Turismo.

La designación del Sr. Cabanillas para la cartera de Información en los críticos comienzos del año no fue hecha a humo de pajas. Repásense las colecciones de cualquier periódico de aquellas fechas y se advertirá como recién designado el presidente Arias, el señor Cabanillas fue el primero en tenerse como hombre seguro para ostentar una cartera concreta: Información..¡

¿Por qué? Por coherencia política. El presidente tenia que proceder con ímpetu y ritmos propios al desarrollo de la Ley Orgánica del Estado, obra de culminación política anidada ya en el último discurso parlamentario del extinto presidente Carrero. Y tamaña operación política sólo podía ser factible con un correlativo desarrollo de los niveles de libertad de expresión. Diríamos más: no existe proceso de ‘liberalización’ política sin la elevación del techo informativo que la preceda y la apoye.

¿Quién podía timonera ese salto adelante por los medios informativos siendo a la vez garante de posibles excesos? Pío Cabanillas. El hombre que bajo la batuta de Fraga había redactado la ley de Prensa e Imprenta y conocía por tanto al dedillo la letra, el espíritu y las posibilidades de la ley. Un hombre de notable ejecutoria política junto al ministro Fraga, en el Consejo del Reino, y de indiscutible lealtad al régimen y al Jefe del Estado. Un hombre que, por emplear un símil que nos es caro por significativo, sabía que la flexibilidad es la condición que impide alcanzar el punto de fractura. Una ley física perfectamente trasladable a la policía.

¿Cuál ha sido el balance de gestión del señor Cabanillas? Prima lo positivo. Y al decir esto lo afirmamos en dirección ambivalente. En los diez meses de su despacho ministerial se se ha hablado – lamentablemente por boca de notables del periodismo – de un desmadre de la Prensa. Nada más falso. Ahora que tan al uso están las comparaciones históricas es hora de decir que nunca un régimen de parecidas características del nuestro ha tenido una Prensa ni tan leal ni tan colaboradora. Y no ha dejado de ser así durante la gestión de Cabanillas. Se dio un paso adelante – cierto – en la crítica y en la información. Pero en todo momento desde posiciones de lealtad y sinceridad y como apoyo y preparación a la más vasta operación de desarrollo último de las posibilidades que entrañan las Leyes Fundamentales.

¿Ha sido Cabanillas un ministro débil? Ningún profesional de la información puede suscribir tal aserto. El señor Cabanillas y sus colaboradores han desarrollado una política inteligente, poniendo muy por alto en todo momento el interés del Estado, pero en ningún momento han sido complacientes o pasivos. La nómina de suspensiones, secuestros, expedientes o informaciones levantadas tras hábil negociación es notable. Esa es la parcela que hay que conjugar con la tarea de servicio al Estado, de facilitar por otro lado una información más veraz y más digna de un pueblo al que se le convoca a autorresponsabilizarse.

Sin embargo un sector de la clase política española, muy digno, muy respetable, no ha estado de acuerdo con la gestión del señor Cabanillas y planteó sus pretendidos excesos, e incluso con acusaciones públicas dignas de contestarse en un Juzgado de Guardia.

Atacar una serie y responsable – y leal, siempre leal – libertad informativa no pasaba de servir de fistraz a un ataque de mucha más altura: el ataque a la liberalización política ‘constitucional’. ‘Liberalización’ que traspasaba todo el discurso de Cortes del presidente el pasado 12 de febrero y que a nuestro modesto juicio suponía y supone uno de los más abnegados servicios al régimen que estadista alguno se ha echado a las espaldas en las últimas décadas. El equipo Cabanillas asumió el papel de tropa de choque es tan ilusionante empeño. Y su desgaste ante un sector de opinión – peligro que asumió conscientemente – es un servicio que a tales hombres ha de contabilizársele, so pena de caer en justicia.

31 Octubre 1974

Sobre el momento político

Grupo Tácito

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Si los signos externos reflejan de algún modo el auténtico sentir profundo de los acontecimientos, debemos pensar que una línea política ha muerto ayer.

Para nadie era un secreto que en las últimas semanas se había desencadenado una serie ofensiva contra el discurso del 12 de febrero. Las declaraciones de septiembre y un sector del Gobierno del presidente Arias. Enumerar los síntomas no es necesario ahora.

Ante una situación confusa como la que se habían creado se imponía una clarificación. No hace aún muchas semanas que ‘Tácito’ preguntó desde esta columna: ¿Dónde estamos?

Ahora todo tiende a ser más claro. El discurso del señor Labadíe ante todo el Estado, el cese del señor Cabanillas y la dimisión del Sr. Barrera no puede dejarnos ninguna duda. Se tuvo la oportunidad de elegir un camino, el que los discursos presidenciales señalaban y nosotros apoyamos. Se ha elegido otro.

‘Tácito’ quiere hoy rendir homenaje a la coherencia en las convicciones de los dos ministros cesantes, actitud que en el clima general reconfortan y mantienen la esperanza.

La política ha de proyectarse hacia el futuro. Cuando el pasado predomina, sólo los arcaizantes se imponen y con ellos es difícil intentar una nueva andadura. Cada uno es libre de extraer sus conclusiones; nosotros, por supuesto, lo haremos también.

Tácito

01 Noviembre 1974

Una rabieta

PUEBLO (Director: Emilio Romero)

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No habíamos leído en los últimos meses un texto tan ligero, pueril y falaz como el comunicado del grupo político ‘Tácito’ y que insertaba ayer nuestro querido colega YA. Se refiere – en plena cacería de brujas – a una supuesta ofensiva desencadenada en las últimas semanas contra el discurso del 12 de febrero, cuando precisamente el pasado día 29 el Consejo Nacional del Movimiento rubricaba la política del Gobierno Arias mediante una declaración expresa del Consejero Nacional Labadíe Otermín, animada de esperanza y de adhesión abierto, con general aceptación nacional por el Presidente Arias en las Cortes Españolas. Precisamente la razón política más válida y atractiva del Presidente del Gobierno ha consistido en abrir el sistema político con una interpretación más realista, más moderada y más sugestiva de nuestras Leyes Fundamentales.

Pero donde el grupo político ‘Tácito’ alcanza el nivel más alto de ligereza y hasta de osadía es cuando dice que se acaba de elegir otro camino que aquel establecido por los discursos presidenciales. Con esa peregrina declaración, este minúsculo grupo político distribuye la especie de un acto interno de fuerza avalado por la propia actitud presidencial. El hecho sería grave si no fuera claramente ridículo. Nunca la obsesión por alcanzar el poder ha producido en la historia del Régimen rabietas de este tamaño, pero habrá que ponderar benévolamente la boutade tratándose de un grupo político donde el encuadramiento ofrece la obligatoriedad ocurrente de no tener más años de los debidos y habrá que aplicarles por ello aquel refrán manipulado graciosamente por un castizo pudibundo de que ‘quien con niños se acuesta problemático se alborea’, aunque ciertamente buena parte del grupo ‘Tácito’ tenga experiencias maduras y suculentas de altos cargos, de servicios y de beneficios.

Aquí no ha muerto nada, sino que todo sigue, y el texto vigente del rumbo político es el discurso del 12 de febrero. Precisamente una lectura reposada de aquel discurso no consuela la euforia maltrecha de los ‘Tácito’ pero ofrece las claves de una política seria, profunda y audaz, no apta para menores.

03 Noviembre 1974

Carta a Tácito

José María Ruiz Gallardón

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“Debemos pensar que una línea política ha muerto ayer”. Así, con esa nitidez, se expresa ‘Tácito’ en la nota de urgencia publicada con motivo del cese de los ministros Barrera y Cabanillas.

No es ésa exactamente mi opinión. Esa línea política, la de la apertura y el diálogo, ni ha muerto ni puede morir. Pero, sobre todo, no debe. Los problemas siguen siendo los mismos. Urgentes y graves. Y ni uno solo de los postulados de que partían Cabanillas y Barrera, en su actuación política, ha perdido vigencia.

Sigue vigente la ineludible precisión de estructurar, con honrada claridad, el pluralismo social. Continúa en pie la necesidad de alcanzar la incorporación de todos los españoles, los jóvenes especialmente, a las tareas de la cosa pública. Está en vigor la aceptación de la crítica, desde la Prensa y desde fuera de ella, como fiel contraste de cualquier actuación pública. Siguen siendo válidos, en fin, todos y cada uno de los objetivos que el presidente Arias – hombre de honor – señaló en su discurso el 12 de febrero y en sus declaraciones de septiembre.

Y si todo lo anterior es operativo, la línea política que pretende asumirlo y realizarlo no ha muerto, aunque dos excelentes ministros, insertos en ella por sus convicciones y actos, hayan cesado. No es, pues, ésta la hora de abandonar el campo, del ‘apaga y vámonos’ y dejar nada menos que en el futuro en manos retrógradas.

Nada ni nadie nos dice que los dos nuevos ministros piensen de otra manera, ni menos aún que el presidente del Gobierno haya, de grado o no, olvídalo su programa o desertado de su puesta en práctica. No sean, pues, los grupos de opinión – entre ellos, y en muy destacado lugar, el que se integra en las filas de ‘Tácito’ – quienes nieguen su colaboración. También desde la discrepancia leal se colaboradora.

No ha triunfado el inmovilismo. No ha sucumbido la fuerte corriente de la apertura. En toda tarea política continuada hay que recibir heridas y rasguños en el largo caminar. Pero mientras con sus actos el Gobierno no demuestre otra cosa; mientras no se clausura el diálogo ni se amordace la labor crítica, ni quien tiene el Poder se desdiga de las solemnes promesas a plazo hechas a la nación; mientras quepa alcanzar desde nuestras premisas constitucionales la democratización estructurada del sistema, no todo se ha perdido. O, ¿es que alguien pensaba que no íbamos a encontrar resistencias?

Ayudar y urgir, ésa es la pauta para quienes, como ‘Tácito’ y tantos otros, quieren un país más habitable. No exiliarse ni siquiera por inacción. Ayudar a que el Programa Arias sea efectivo, real. Urgir su puesta a punto. No en otra cosa, entiendo, consiste el patriotismo en 1974.

Insensato sería repetir la frase histórica ‘que gobiernen ellos’. ‘Ellos’ no pueden de verdad gobernar de espaldas a la poderosa realidad social. Y lo que ésta pide, a lo que tiene derecho, está muy claro: construir con un futuro estable y en participación con reconocimiento eficaz – legal – del derecho de todos a hacerse oír dentro del respeto a las normas constitucionales, en el marco jurídico de una Monarquía asentada en el pueblo y que a él se debe.

José María Ruiz Gallardón

30 Octubre 1974

CESE DE CABANILLAS Y DE BARRERA

YA (Director: Alejandro Fernández Pombo)

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Titulábamos nuestro comentario de ayer ‘Lealtad al futuro’ y en él desarrollábamos una vez más la tesis de que sólo la apertura al futuro puede ganar la batalla de la continuidad política; pero al final del comentario, y a la vista de los acontecimientos de última hora, confesábamos nuestra perplejidad.

El lector entendería que aludíamos al cese de los ministros de Hacienda y de Información y Turismo, señores Barrera de Irimo y Cabanillas y aquel, además, vicepresidente segundo del Gobierno.

El hecho es que sobre dichos ceses corrían rumores que les atribuían una significación que permitía deducir de ellos la interrupción de la línea expuesta. ¿Se trataba solamente de la gestión de un ministro con la que se solidariza n compañero de Gabinete, o lo que en el fondo se planteaba era la viabilidad del programa anunciado por el presidente del Gobierno en su discurso del 12 de febrero ante las Cortes? Esa es la pregunta que se han hecho muchos españoles que en el desarrollo íntegro, rápido y sin equívocos de ese programa ven la única garantía de porvenir.

El discurso del presidente en Burgos donde ha reafirmado su tesis del 12 de febrero sobre el desarrollo político, puede responder a esas interrogantes y despejar algo la situación; algo decimos porque no podrá disipar en todos la aprensión de que, a partir de ahora, ciertas resistencias se habrán fortalecido, el ambiente estará más enrarecido y la aplicación del programa mencionado será más difícil y el resultado más problemático. Esa aprensión sólo los hechos la podrán desvanecer. Ellos y sólo ellos dirán la última palabra.

Mientras tanto, después de reiterar nuestra adhesión al presidente, señor Arias Navarro, considerando vigentes tanto su discurso del 12 de febrero como ss declaraciones de septiembre, cúmplenos decir algo sobre los ministros.

Los señores Barrera de Irimo y Cabanillas han justificado las esperanzas que se pusieron en ellos. Hace aún muy pocos días los españoles conocieron el plan económico en el que culminó la labor del primero, enfrentado con unas circunstancias mundiales cuya gravedad no necesitamos encarecer, pues son de dominio público. Por lo que respecta al señor Cabanillas, cuya intervención como subsecretario del Ministerio de Información en la elaboración de la ley de Prensa no debe olvidar el país (esa ley ha constituido la apertura en solitario durante ocho años), de su gestión posterior como ministro nos basta con decir que prácticamente ha sido sólo en el campo de la política informativa donde se ha manifestado la línea abierta que imponen las circunstancias. Podrán haberse cometido errores, y sin duda lo ha habido; no queremos decir que defendamos todas y cada una de las modalidades de esa política; pero en conjunto no dudamos en afirmar que el balance ha sido manifiestamente positivo.