18 julio 1970

Los guerrilleros trastocan al Gobierno dictatorial actual encabezado por Levingston

Magnidicio en Argentina: El ex presidente y ex Dictador Pedro Eugenio Aramburu es asesinado por terroristas Montoneros

Hechos

El 18.07.1970  la prensa argentina informó del asesinato Pedro Eugenio Aramburu.

Lecturas

Al cabo de 24 horas de intenta tensión, se ha confirmado el cadáver descubierto en el pueblecito de Timote, a unos 380 kilómetros al sur de la capital argentina, pertenece sin duda al general Eugenio P. Aramburu, ex presidente provisional de la nación.

En el sótano de una casita de campo, a la que condujeron las investigaciones realizadas, las fuerzas de seguridad observaron indicios de tierra movida. Al excavar, bajo una gruesa capa de cal, apareció el cadáver del ex presidente, maniatado y con los ojos vendados. El cuerpo, en avanzado estado de descomposición, presentaba dos impactos de bala, uno en el pecho y otro en la cabeza.

Queda confirmado así el ajusticiamiento que se anunciaba en un comunicado anónimo del 2 de junio firmado por ‘Montoneros’.

La fecha parece coincidir, según las pruebas periciales realizadas, con la del asesino.

Las pesquisas han podido llegar a su fin gracias a la amplia difusión de fotografías de los líderes montoneros Mario Firmenich y Luis Abal Medina, buscados como principales autores del secuestro.

Se pudo comprobar así que Firmenich había adquirido la casita de Timote, donde además del cadáver de Aramburu, la policía halló un par de docenas de armas entre fusiles y pistolas.

La policía ha detenido a un sacerdote, el padre Carbone, por su presunta vinculación con los autores del secuestro que tuvo lugar en Buenos Aires, el pasado 27 de mayo. El general Aramburu, de 65 años, había sustituido a Lonardi en noviembre de 1955 como presidente provisional de la Revolución Libertadora que derrocó a Perón.

Aramburu, que fue un hombre clave de la rebelión antiperonista, gobernó hasta 1958, en que entregó el poder a Frondizi y pasó a situación de reserva.

Durante su mandato se granjeó la repulsa de determinados sectores populares cuando, para sofocar un golpe peronista, fusilo a varios civiles y militares.

19 Julio 1970

El trágico hervor

Horacio Sáenz Guerrero

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Se diría que se trata de un entretenimiento adolescente: comandos, sellos ovalados, mensajes, juicios secretos, objetos enviados como prueba… Pero al cabo aparece bajo tierra y bajo cal un hombre con los ojos vendados, las manos atadas y dos balas en el cuerpo.

Los mensajes eran pues auténticos y los hechos que contaban verídicos: el teniente general Pedro Eugenio Aramburu, secuestrado, a fines de mayo, por unos visitantes que se fingieron oficiales del Ejército, había sido ejecutado el día 1 de junio por ese comando ‘Montoneros’ que ha sacado el nombre de las luchas civiles de hace un siglo y la motivación del crimen, a lo que parece, de hechos ocurridos hace tres lustros cuando Aramburu ocupo la presidencia de la República, con carácter provisional de 1955 a 1958, entre el derrocamiento de Juan Perón y las elecciones que dieron el poder a Frondizi. Pero no nos engañemos. Con explicaciones diversas y aun contrarias, los secuestros y los asesinatos se suceden en el trágico hervor iberoamericano. Los extremismos, enfrentados y subdivididos en el poder o en la clandestinidad, y a veces en una penumbra que tiene algo de lo uno y algo de lo otro, presentan pretextos diversos y no siempre inteligibles. A mediados del mes pasado, nuestro corresponsal en Buenos Aires recordaba que recientemente Aramburu había declarado que si volviera a la presidencia llamaría inmediatamente a elecciones y entregaría el poder a quien las ganara, incluso a los peronistas. Y añadía que tales declaraciones había encolerizado a los antiperonistas, por lo que no se descarta que el secuestro pudiera venir de ellos a modo de guerra de nervios, en cuyo caso Aramburu estaría vivo. Mes y medio ha pasado en esas incertidumbres, aunque cada vez con más débiles esperanzas de vida. Y al fin resulta que lo mataron quienes, en efecto, se atribuían la muerte. Pero ¿Qué sacaron con ello?

El mal, en realidad, no está tanto en los fines como en los medios. El mal está en la violencia que se practica y la intolerancia que se predica en el absolutismo que falsea la realidad y frustra la convivencia. La inmadurez de las razones y el aire de confabulación adolescente que tiene todo esto, compone una trágica combinación con armas de verdad y verdaderas muertes. Y, más aún con la inanidad de esos sangrientos sacrificios a no se sabe qué dioses vengativos. Pues nada cambia. ¿En qué se ha modificado la situación de Guatemala, pongamos por caso, con el asesinato del embajador de la República Federal de Alemania?

La confusión ideológica se añade al desprecio por la vida humana y por los derechos humanos más sencillos y más profundos. Las armas parece más eficaces que las razones, aunque no dejen de envolver con razones los abusos y los excesos que cometen. Y mientras se suceden las más diversas, extrañas y apasionadas intervenciones, las más amenazadoras presiones encaminadas a conseguir tal o cual resultado político, la vida pública pierde sustancia y sentido al faltar la verdadera y armoniosa participación de todos los ciudadanos, sin discriminaciones, y al no verse siquiera progreso bastante en el camino de eso que no se consigue con la violencia: la convivencia humana, la pacífica colaboración en el proceso cívico.

El mal es profundo y no llevan camino de resolverlo ni el tejer y destejer de presidencias frustradas ni los llameantes desafueros de comandos desesperados. La vida cívica, la vida política, no puede ser eso.