5 julio 2004

Primer congreso celebrado desde la llegada de Zapatero a La Moncloa

36º Congreso PSOE (2004) – Manuel Chaves y Rodríguez Zapatero reelegidos Presidente y Secretario General

Hechos

En julio de 2004 se celebró al XXXVI Congreso del PSOE que reeligió a D. José Luis Rodríguez Zapatero como Secretario General.

Lecturas

El 4 de julio de 2004 se celebra el XXXVI Congreso del PSOE, el primero tras la llegada de este partido al Gobierno con D. José Luis Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno.

  • Presidente- D. Manuel Chaves González.
  • Secretario General- D. José Luis Rodríguez Zapatero
  • Secretario de Organización- D. José Blanco López.
  • Secretario de RR Institucionales- D. Alfonso Perales Pizarro.
  • Secretaria de Relaciones- Dña. Trinidad Jiménez García-Herrera.
  • Secretaria de Pol. Municial – D. Álvaro Cuesta Martínez.
  • Secretaria de Igualdad – Dña. María Isabel Montaño
  • Secretario de Educación y Ciencia – Dña. Eva Almunia Badía.
  • Secretaria de Economía- Dña. Inmaculada Rodríguez Piñeiro.
  • Secretaria de Bienestar Social – Dña. Matilde Valentín
  • Secretario de Movimientos – D. Pedro González Zerolo
  • Secretario de Cultura – Dña. Carme Chacón Piqueras
  • Secretaria de Medio Ambiente – Dña. Soraya Rodríguez Ramos.

Secretarios Ejecutivos – D. Jesús Caldera Sánchez-Capitán, Dña. Leire Pajón, D. Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Dña. Consuelo Rumí, D. José Montilla Aguilera, Dña. Lucía Gómez, D. J. F. López Aguilar, D. Diego López Garrido, Dña. María del Mar Moreno, D. Óscar López Agueda, D. Andrés Rojo, Dña. Carmen Gallego, D. Javier Torres, Dña. Rosa Peñalver, D. Rodolfo Ares Taboada, D. Francina Armengol Socias, D. José Andrés Torras Mora y Dña. Josefa Pellicer.

COMITÉ FEDERAL:

  1. D. José Bono Martínez, D. Carmen Alborch Bataller, D. Javier Solana Madariaga, Dña. Cristina Narbona Ruiz (Borrellista), D. Jordi Sevilla, Dña. Micaela Navarro, D. Javier Rojo, D. Isabel Pozuelo, D. Carlos Solchaga, Dña. Lentxu Rubial, D. Joan Clos, Dña. Gloria Calero, D. Enrique Martínez, D. José López Orozco, Dña. Mercedes Gallizo, D. Jesús Eguiguren Imaz, Dña. Clementina Díez, D. Javier de Paz Mancho, Dña. Ana Leiva, D. Javier Barrero, D. Joana Barceló, D. Rosa Díaz Tezanos, D. Juan Antonio Barrio de Penagos, D. Andrés Perelló Rodríguez (Izquierda Socialista), D. Elena Berruelo, D. Francisco Fernández Marugán (Guerrista), Dña. Mar Jiménez, D. José Acosta Cubero (Guerrista), D. Martín Soler, Dña. Luisa Caicedo, D. Manuel Martín, D. Txiki Benegas Haddad (Guerrista) y Dña. Manuela de Madre (PSC).

05 Julio 2004

Historia de un éxito

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

La trayectoria de José Luis Rodríguez Zapatero desde el 35º congreso del PSOE, hace cuatro años, hasta el 36º congreso, que ayer se clausuró, es la historia de un éxito sin paliativos. Como reconocimiento de este éxito y preparación para renovar su mayoría parlamentaria en 2008, el congreso ha reelegido a Zapatero por abrumadora mayoría al frente de una ejecutiva sensiblemente renovada (y fiel al principio de paridad) en la que los socialistas andaluces y catalanes encuentran la representación que les corresponde como principales soportes sociales y electorales del partido.

Alcanzados todos los objetivos electorales en un tiempo muy corto, el congreso del PSOE prometía ser triunfalista y aburrido, porque en política, cuando no hay discrepancia, sólo la desmesura -y ésta no forma parte del estilo del secretario general del PSOE- puede provocar un acontecimiento. Los éxitos de Zapatero anulaban cualquier posibilidad de enfrentamiento político. Hace cuatro años hubo cuatro candidatos al puesto de secretario general; esta vez había uno sólo al que nadie tenía el más mínimo interés en contestar. En tiempos poco dados a las grandes disquisiciones ideológicas, tampoco había posibilidad alguna de debate en este terreno.

Zapatero hizo una amplia exposición de los presupuestos del socialismo liberal que fundamentan su política de gobierno -su «socialismo de los ciudadanos»-, sin ninguna sorpresa y reiterando algunos de sus compromisos esenciales: la defensa de la legalidad y de la multilateralidad en política exterior; la idea de una España plural, solidaria y a la carta en la cuestión territorial; la prioridad absoluta de la lucha por la igualdad de las mujeres, y la defensa de una sociedad abierta basada en la adaptación de las instituciones del derecho a la diversidad de opciones de los ciudadanos y en la laicidad como marco de convivencia.

El camino congresual, sin embargo, ha sido menos rectilíneo de lo que cabía esperar y de lo que se podría deducir de las unanimidades finales. Y a la hora de la elección de la ejecutiva, como suele suceder, las disputas por el poder ocuparon los tiempos que no merecieron ni las estrategias políticas ni las ideas. El reparto del poder, en los partidos, como en la política en general, es, finalmente, lo único importante.

Si, como ha dicho alguna vez el propio Zapatero, el perfil del PSOE se corresponde con el de España, es lógico que en casa tenga los mismos problemas que tiene el país. Las querellas entre barones por las cuotas de poder en la ejecutiva han sacado al congreso de la monotonía. Una vez más, los socialistas catalanes han asumido el papel de aguafiestas y han puesto en marcha toda su capacidad de presión (no en vano Cataluña es -junto con Andalucía- la autonomía donde es mayor la distancia electoral entre el PSOE y el PP) para colocar a su líder y primer secretario, José Montilla, en la nueva ejecutiva. Se confirma algo obvio y que es sano que tenga expresión política en un partido de implantación estatal: que las cosas no se ven igual desde el centro que desde la periferia. Pero los socialistas catalanes -que han sabido reivindicar su condición de partido federado frente a quienes les ven como una mera federación- deberán saber modular también sus protestas para no correr el riesgo de que queden en mero ritual.

El congreso acaba bien, e incluso muy bien, pero con suficiente dosis de pasillos y nervios como para que no todo sea a mayor gloria del presidente, que hará bien en entender el mensaje de que ni aun cuando se tiene todo a favor se domina por completo. El propio Zapatero tuvo que advertir de que el triunfo electoral «no es para siempre; da derecho a llevar adelante un proyecto, pero no da derecho a creer que se está siempre en posesión de la razón», e insistió en la necesidad de que el partido esté vigilante y le envíe las señales necesarias para evitar el síndrome de la torre de marfil de La Moncloa. Al mismo tiempo, ahí queda algún argumento para que la oposición pueda seguir con la cantinela de que Zapatero es un rehén de los socialistas catalanes. De algo tiene que vivir Mariano Rajoy.

Sabiendo el placer que provocan en los partidos las unanimidades y lo poco que gusta tener que reconocer diferencias, es sorprendente que no se haya llegado al congreso con la ejecutiva pactada. Zapatero quería trasladar al partido el mismo reparto que tiene pensado para su reforma constitucional: la política ideológica en el Congreso, la política territorial en el Senado. De ahí su propuesta de reforzar la Comisión Territorial del partido y destinar a ella a los barones. Pero el resultado final en la composición de la ejecutiva deja a la Comisión Territorial en el papel secundario que ya tenía. Y la correlación de fuerzas queda bien clara: quien más aporta, más manda.