5 diciembre 2010

"Los Días de Gloria" ha sido editado por Martínez Roca

Mario Conde saca un libro para ajustar cuentas contra el Rey, la clase política y la empresarial española

Hechos

El 5.12.2010 el diario EL MUNDO publicó un artículo de D. Jaime Peñafiel sobre el libro de «Los Días de Gloria» de D. Mario Conde.

05 Diciembre 2010

Las memorias de Mario y la Casa Real

Jaime Peñafiel

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Muchos han sido los personajes de la realeza, la política, las ciencias, las artes y las letras que, con un gran bagaje intelectual y una gran experiencia personal y profesional, decidieron redactar sus memorias. Todos ellos abordaron el trabajo con respeto a sí mismos y hacia los demás. Con temor, con humildad, rigor, sinceridad y pudor, sobre todo pudor. José Luis de Vilallonga decía que las memorias o son inmisericordes con quienes las escriben o no tienen razón de ver la luz.

No me cabe la menor duda de que los recuerdos de Mario Conde, en forma de memorias, pueden ser vientos que inventan nubarrones, tormentas y hasta tempestades. Cuando Lee Iacocca, presidente que fue de la Ford y más tarde de la Chrysler, escribe Autobiografía de un triunfador, lo justifica explicando que no lo hace «por el afán de ganar publicidad, ni para lucrarse, ni con el afán de venganza de Henry Ford, sino para dar una idea aproximada de aquellos valores por los que merece la pena luchar».

No es el caso del libro de Mario Conde, donde no deja títere con cabeza. Tal parece un ajuste de cuentas. Del Rey a Juan Abelló pasando por Aznar. Con respecto a la Casa Real, da la impresión (a lo peor me equivoco) de que en un tiempo mandaba mucho utilizando la relación con Su Majestad para intentar hacer y deshacer. Incluso para abonar el terreno desde el que el Rey pudiera sustituir al inolvidable general Sabino, la lealtad personificada, a quien descalifica sin respeto alguno. Lo hace a sabiendas de que ya no puede defenderse. Ni responderle con sus memorias que nunca verán la luz porque, a lo peor, no las escribió. A lo mejor, sí. Su lealtad al Rey vamás allá de su propia muerte.

Increíble, insólito

En La Zarzuela el libro no ha gustado nada porque es la primera vez que alguien que tuvo el honor y la oportunidad de relacionarse, íntimamente, con el Rey utiliza lo que Su Majestad dijo ó dejó de decir, cuando la norma, no escrita, es no desvelar nunca las conversaciones que se mantienen con el Soberano. Mucho menos el juicio del Monarca sobre determinados personajes.

«Felipe González sabía que García Vargas es un ministro amigo y, además, le había mantenido en Defensa para complacer al Rey, sabiendo que yo estaba detrás de la presión del Monarca para que continuara en su puesto. Era por tanto, como dijo un miembro del gobierno, un ministro de Mario Conde». ¡Increíble! ¡Insólito! ¡Inaceptable!

Muchos se preguntan qué pretende el ex banquero con estas memorias. A lo mejor tan sólo es vanidad de vanidades, todo vanidad, según el Eclesiastés.


Existe una norma, no escrita, para no desvelar jamás y mucho menos hacer público, el contenido de las conversaciones mantenidas, a nivel privado, con Su majestad el Rey. Hacerlo viola el más elemental principio de respeto a la persona y a la confidencialidad. Si se trata de secretos de Estado, puede ser de … juzgado de guardia.

Divulgar lo que el Rey te ha dicho en la intimidad, ni para defenderte. Un ejemplo, el general Armada quien solicitó permiso a Su Majestad para hacer uso de determinadas conversaciones que había mantenido con él para defenderse en el juicio al que fue sometido y condenado tras el 23 F. Como no recibió permiso, nunca lo desveló.

Eurípides decía que una lengua de discreción segura es lo más precioso que un hombre puede encontrar.

A otro nivel, este columnista tuvo que soportar en silencio unas durísimas palabras, contra mi persona, atribuidas al Rey, en un encuentro en casa del desaparecido general Sabino, con motivo de su 90 cumpleaños. Era la primera vez que coincidía con don Juan Carlos tras la publicación de mi libro “Retrato de un matrimonio”, en el que desvelaba algunos pasajes de la vida privada de los reyes que podían no ser de su agrado.

En aquel tenso encuentro, el Rey me dijo lo que tenía que decirme y que no era, en modo alguno, las durísimas palabras que cierta periodista “presente” en la reunión puso en boca de Su Majestad.

Durante una semana, guardé silencio, negándome a desvelar el contenido de aquel encuentro, a pesar de que las palabras que esta “compañera” ponía en boca de don Juan Carlos eran insultantes para mi persona. Incluso una periodista, tan cortesana como Almudena Martínez, lo elevó a la categoría de su columna en ABC.

Fue entonces y solo entonces cuando decidí romper el silencio, desvelando las palabras exactas que el Rey me había dirigido. Lo hice porque eran términos tan simples y vulgares como “¿Por qué no hablas menos?”.

Llevado por una vanidad sin límites, Mario Conde, quien parece que se avergüenza menos de sus delitos que de su debilidad y vanidad, ha utilizado cientos de conversaciones de carácter privadísimo que mantuvo con el Rey en sus “días de gloria”, título del voluminoso libro puesto a la venta estos días.

Su lectura demuestra que no solo tenía línea directa con el Soberano sino una especie de “teléfono rojo” por el que se comunicaba sin pasar por la centralita de La Zarzuela.

Mario Conde presume de su relación personal y privada con el Rey: “Felipe González sabía que García Vargas es un ministro amigo y, además, le había mantenido en Defensa para complacer al Rey sabiendo que yo estaba detrás de la presión del monarca para que continuara en su puesto. Era, por tanto, como dijo un miembro del gobierno, un ministro de Mario Conde”.

También reconoce que “nuestros afectos se encontraban más que cimentados sobre todo desde los episodios que nos tocaron VIVIR JUNTOS , DRAMÁTICAMENTE JUNTOS, en el verano/otoño/invierno de 1992″… “Como yo nunca me he sentido súbdito ni monárquico ello me permitía hablar con el Rey con todos los respetos pero con la “persona humana” (sic) que había detrás que, en mi opinión, merecía mucho más la pena que el cargo en si mismo considerado”.

La relación llegó a ser de tal confianza, según el autor, que no solo habla con el rey de Felipe González, de Aznar, por el que no disimula la poca ó nula simpatía (¿compartida con el Soberano?) sino que según Conde “al Rey le hacían gracia estas coñas mías. En general la gente se asusta cuando habla con los monarcas”.

No hay duda que tras la lectura de las 860 páginas se llega a la conclusión que Mario no era un cortesano pero tampoco un hombre leal. Leal, el general Sabino que tan siquiera dejó sus memorias. Y si las ha dejado, nunca verán la luz, por su lealtad y respeto más allá de su propia muerte.

Me gustaría conocer la opinión de Su Majestad sobre el libro de su “viejo amigo”. ¿Se habrá sentido traicionado? Al menos utilizado, sí. Su nombre aparece en el índice onomástico nada menos que 69 veces.