5 octubre 1995

La emisión de las dos series por TELECINCO y ANTENA 3 TV se producen en medio del pleito entre los productoras por presunto plagio

‘Médico de Familia’ de Emilio Aragón en TELECINCO aplasta en audiencia a ‘Tres hijos para mí Sólo’ de Frade en ANTENA 3

Hechos

El 3.10.1995 se estrenaron a la misma hora las series ‘Médico de Familia’ producida por Globomedia para TELECINCO y ‘Tres hijos para mí sólo’ producida por D. José Frade para ANTENA 3 TV.

05 Octubre 1995

EMILIO, EN PLAN ABUSÓN

María Penedo

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A tenor de los índices de audiencia, poca más gente aparte del propio Frade y allegados y yo misma seguimos una serie que llegaba con el marchamo de la originalidad como principal mérito. Y si he de ser sincera, los más de siete millones de espectadores que se decantaron por el viudo Aragón acertaron de pleno. Ni siquiera el dato de que la serie visionada fue inscrita antes que su competidora en el Registro de la Propiedad Intelectual sirve de excusa a un trabajo extremadamente original, según su productor, y extremadamente flojo, según la que suscribe.

En cualquier caso, los vencedores cuando se saben tales, deben ser generosos en su victoria, no ensañarse con el enemigo moribundo e incluso ofrecerle unas condiciones más ventajosas de rendición que no le conviertan en un rencoroso crónico. Emilio Aragón no cumplió ayer tales premisas e infringió a José Frade (el productor de ‘Tres hijos para mí solo’) una humillante derrota.

‘Tres hijos para mí solo’ es peor que la de Emilio, que mejora cada semana, pero lo del martes no es de recibo. Si falla el plagio, Frade debería denunciar ante el Tribunal de Defensa de la Competencia el abuso de posición dominante en el que sin duda ha incurrido el ‘tal Milikito’.

María Penedo

05 Octubre 1995

Un huevo y una castaña

Javier Maqua

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Tres hijos para mí solo, la serie que ha producido Frade para Antena 3, y Médico de familia, la telecomedia a mayor honra y gloria de Emilio Aragón, estandarte, dicen, de la renovación de Tele 5, se parecen entre sí como un huevo a una castaña. Así que habrá que suponer que la querella por plagio era sólo una habilidosa maniobra publicitaria para salir en los periódicos. En fin, es listo Frade; ha dejado a todos contentos: a los diarios porque llenan páginas; al público porque huele sangre que no llega al río; y a él y a Emilio Aragón porque han conseguido campaña publicitaria gratis.

Lo único en común es que ambos protagonistas son viudos de buen ver que, tras la defunción de su prójima, se tienen que hacer cargo, ellos solitos -quiero decir: con su mamá, su suegra, sus pretendientas, y un sinfín de voluntarios-, de su prole huérfana. Lo cual puede querer decir que, para Frade y Aragón, esa idea tan simple y tan vieja (Jerry Lewis batió récord de taquillas en USA en los 60 con Yo soy el padre y la madre), vale hoy oro. No había notado yo que aumentara el número de viudos, la verdad. Pero lo que sí es cierto es que un viudo joven, haciendo de papá y mamá, ha dado siempre mucho juego y, en época en que tanto se habla de la liberación de la mujer, puede ser un señuelo magnífico para la audiencia; a las mujeres les gustará, se reirán con ternura de él, de su torpeza, de su invalidez: «Para que te enteres de lo que nos cuesta, rico». Y ellas, con liberación o sin ella, siguen siendo mayoría en la audiencia, llevan la sartén por el telemango.

A Frade, y sobre todo a su realizador, Ganga, les interesa, además, la comparación. Con razón: en términos profesionales ganan de calle, no hay color. Lo de Emilito es una chapuza notable. Sin embargo, los datos de audiencia dicen que Aragón tuvo más de siete millones y Frade no llegó a dos. Lo cual podría llevarnos a la conclusión de que Frade ha perdido y que el público es idiota, no aprecia la profesionalidad.

En tiempos como estos de degradación de todos los valores considerados hasta hace poco positivos, muchos se agarran, como a un clavo ardiendo, a su profesionalidad; sucede en todos los trabajos; el profesional, que se ve obligado a obedecer bajezas sin cuento, protesta y reivindica su profesionaldad. Ser un buen profesional de lo que sea no es demasiado difícil, pero no todos los son, y, a falta de otros valores por los que luchar, se ha convertido en la batalla de muchos: «Lo que hago será cutre, pero lo hago bien»; hacer telecomedias es grabar barato y a matacaballo en un plató, produciendo capítulos en serie, hasta conseguir un producto amable, que no te dé mucha vergüenza ajena y consiga la audiencia esperada; y no todos lo saben hacer.

Pero, por lo que se ve, con datos en la mano, para la audiencia, hacerlo bien o mal, ser buen profesional, importa poco. Ni siquiera esa mínima batalla se puede ganar.