18 agosto 1936

Su decisión de abandonar Madrid para irse a Granada protegido por los Rosales le costó la vida

Asesinado Federico García Lorca, poeta de la Generación del 27 en plena Guerra Civil por Activistas católicos del bando nacional

Hechos

El 18.08.1936 fue asesinado el poeta Federico García Lorca.

Lecturas

El poeta de la Generación del 27, D. Federico García Lorca, que se declaraba independiente, pero era considerado afín a la II República y a la izquierda republicana de D. Manuel Azaña, se había escondido al estallar la Guerra Civil en Granada bajo la protección del también poeta D. Luis Rosales, falangista como su hermano.

Este 19 de agosto de 1936, un mes después del comienzo de la guerra civil que desgarra España se ha cobrado una nueva víctima. El poeta D. Federico García Lorca, sin duda el mejor de su generación, ha encontrado la muerte en la aldea granadina de Viznar, donde fue fusilado en confusas circunstancias, por un grupo de franquistas de Granada.

El Sr. García Lorca se había marchado a esta ciudad el 16 de julio con la intención de pasar una temporada de descanso en el campo, poco después de finalizar su drama ‘La Casa de Bernarda Alba’, en el que había trabajado en los últimos tiempos. AL estallar la guerra y enterarse de que era perseguido, se ocultó en casa de la familia del poeta D. Luis Rosales, de conocida ideología falangista, donde, sin embargo, fue rápidamente encontrado y detenido hasta esta madrugada, en que murió junto con otros vecinos de Granada. Aunque de reconocidas ideas progresistas, el Sr. García Lorca no era militante de ninguna fracción ni partido político.

No obstante era notorio el recelo que despertaba en los círculos conservadores.

LOS NOMBRES VINCULADOS A LA MUERTE DE GARCÍA LORCA

 D. Ramón Ruiz Alonso, candidato a diputado por Granada por la CEDA, al que se le había rechazado su ingreso en Falange Española, fue la persona que denunció la presencia de D. Federico García Lorca en casa de la familia Rosales, dirigió personalmente el registro por el cuál fue detenido. D. Luis Rosales le acusó de ser el ‘cerebro’ del asesinato del Sr. Lorca para desprestigiarles a ellos por haber ‘refugiado en su casa’ a ‘un rojo’.

 Luis García-Alix y Juan Luis Trescastro, también miembros de la CEDA y Acción Popular, acompañaron a Ramón Ruiz Alonso al registro de la casa de Rosales por la cuál fue apresado D. Federico García Lorca.

 José Valdés, Jefe de Milicias del bando sublevado en Granada, máximo responsable de las ejecuciones en Granada, aceptó la denuncia del Sr. Ruiz Alonso y ordenó la ejecución del Sr. García Lorca.

 Los soldados afines al levantamiento nacional del 18 de Julio en Granada, Salvador Baró, Juan Jiménez, M. Martínez Bueso y Mariano Asenjo, han sido señalados por los historiadores como los responsables de fusilar a D. Federico García Lorca.

 El General Queipo de Llano era el máximo responsable del alzamiento nacional sublevado contra la II República en la Guerra Civil y máximo responsable, por tanto, de toda la represión de los nacionales en Andalucía.



DECLARACIÓN DE LUIS ROSALES

Luis Rosales

1936

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Se defiende antes los nacionales que le acusan de traidor al alzamiento por haber intentado proteger a Federico García Lorca

«Camarada jefe de milicias (tachado), jefe provincial.Doy, para tu conocimiento, información exacta de mi conducta en relación con la detención de Federico García Lorca.

En fecha (en blanco), una escuadra de Falange, al mando del jefe de milicias, practicó un registro en casa del detenido, con resultado infructuoso. Este día le fue comunicado por nuestro jefe que no existía acusación alguna contra él.

Al día siguiente, y por elementos distintos, se practicó otro registro en dicha casa para capturar al antiguo arquitecto de Granada Alfredo Rodríguez Orgaz. El resultado fue también infructuoso.

A los dos días, varios individuos armados irrumpieron en el domicilio del detenido con la finalidad de aprehender a uno de sus colonos. En este registro se procedió con bastante violencia. Habida información sobre el caso en la comisaría, se puso en libertad al acusado.

Teniendo en cuenta que los que practicaron el segundo y tercer registros no habían presentado la orden necesaria para practicarlos, la insistencia en las molestias, y con la única finalidad de que no pudiera ser violentado por personas que no tuvieran autoridad para ello, le albergué en mi casa a partir del último registro, en que había sido golpeado, hasta el día de su detención, dejando orden en su domicilio para que, si había nuevos requerimientos, indicasen el lugar en que se encontraba para ponerlo inmediatamente a disposición de la justicia.

En apoyo de mi actitud digo:

1. Que no había en aquel momento ninguna clase de requerimiento oficial contra el detenido.

2. Que nuestro jefe de milicias en el primer registro, y dados sus resultados, le había puesto en libertad.

3. Que, dado el carácter literario de mi relación con el detenido, nunca supuse pudiera ser enemigo para la causa que defiendo.

4. Que mi obligación como autoridad era defender al detenido contra cualquier clase de atropello o incorrección.

5. Que mi obligación como autoridad era tener al detenido a disposición de la justicia cuando ésta procediera contra él.

6. Que no contento con esto, y comprendiendo que si no había orden de detención el primer día pudo haberla después, pregunté, por medio del camarada jefe de sector Cecilio Cirre al camarada jefe de milicias Manuel Rojas, si había alguna clase de denuncia u orden de detención contra él, con la única finalidad de ponerlo a disposición de la autoridad competente.

7. Que me fue comunicado, dos horas antes de la detención de García Lorca, que no había nada contra él por nuestro jefe de milicias, por mediación de Cecilio Cirre.

8. Que durante el tiempo que estuvo en mi casa no solamente no estuvo oculto, sino que de modo bien ostensible lo han visto y conversado con él cuantos falangistas han pasado por allí: Rojas, Cirre, Serrano, Casas, Reyes y muchísimos más.

9. Que, cumpliendo mis órdenes, al primer requerimiento se puso al detenido a disposición de la justicia.

10. Que he podido saber, después de practicada la detención, que un día antes la escuadra al mando de Francisco Díaz Esteve se personó con orden de prenderlo en su domicilio, sito en los Callejones de Gracia, y allí se le notificó, cumpliendo mis órdenes, que estaba en mi casa.

11. Que el mismo día le fue dada orden al jefe de esta escuadra, por el camarada Sánchez Rubio, para que se me presentara con la intención de que yo pusiera al detenido a la disposición de la autoridad.

12. Que dicho jefe no cumplió esta orden, por lo cual yo no pude saber que se procedía contra el preso.

Creo que he cumplido siempre con celo en la defensa de mi religión, mi bandera y mi patria.

Mis escritos, mi palabra y mi conducta han respondido, responden y responderán en todo momento de ello.

Tengo que contestar urgentemente ahora de una imputación calumniosa y pido se exijan las responsabilidades derivadas de la conducta observada por quien o quienes hayan ordenado se rodease mi domicilio con fuerza armada, realizando con ello un intolerable atropello y una notoria vejación hacia mi casa, mi familia y el crédito de mi nombre.

Dejo el cargo que ostento a tu disposición en tanto no tenga un certificado de la legalidad de mi conducta.

¡¡¡Arriba España!!!

Luis Rosales (firmado)».

22 Agosto 1977

LORCA: AÚN HAY DEMASIADAS INCÓGNITAS

Fernández Ventura

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El extraño asesinato de Federico García Lorca, en la madrugada del 19 de agosto de 1936, llevado a cabo por fuerzas nacionalistas, siendo gobernador civil de Granada Valdés de Guzmán, aparece aún hoy envuelto en una ola de confusiones.

Quiénes fueron los autores de la denuncia, cuál fue la acusación contra Lorca, dónde está enterrado el poeta, son todavía incógnitas sin resolver satisfactoriamente sobre el cruento asesinato.

Con la muerte de los últimos testigos, entre ellos el militar José María Nastares, capitán en 1936 en el puesto de Viznar y encargado de cumplir las ejecuciones a muerte del Gobierno Civil de Granada, la cuestión del esclarecimiento se hace todavía más difícil.

El ex diputado de la CEDA Ramón Ruiz Alonso, que dirigió personalmente la detención de García Lorca y probablemente único testigo directo vivo en estos momentos, continúa mudo sobre el dramático acontecimiento.

Hace cuarenta y un años

Hace cuarenta y un años. Todavía está sangrando Lorca en su tierra granadina, después de ver tantas muertes su propia muerte. Todavía, desde entonces, no ha podido olvidar la tibia luz de Granada cuando sintió la ráfaga, la vida, el último olivo. El lagarto está llorando. El asesinato de Federico García Lorca se estrelló contra España, pero nos la difuminaron en las escuelas, emborronándolo con tiempo.

De aquel Federico que llegó en 1919 a la residencia de estudiantes (la de Machado, la de Juan Ramón Jiménez, la de Unamuno) casi adolescente, al Lorca poeta en Nueva York, enfrentándose con el asfalto, el verde viento, verdes ramas, había quedado enganchada una tierra andaluza. El Romancero gitano y los Poemas del cante jondo envuelven a García Lorca en su tierra. Por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos.

La noche se pudo íntima como una pequeña plaza.

Muerte por la espalda

Ignacio Sánchez Mejias, el gran matador de toros, el amigo de García Lorca. Sevilla, una vez más. La muerte, siempre acercándose a la vida del poeta. El llanto por Ignacio Sánchez Mejias. A las cinco en punto de la tarde.

El piano, cuando Federico soñaba; sus dibujos con no sé qué de niño y de genio; sus amigos, sus versos y ese olor a sangre y a muerte de torero: por la espalda. Hace cuarenta y un años. Las piquetas de los gallos cavan buscando la aurora.

Fernández Ventura

30 Julio 1978

HABLA EL SOBRINO DE LORCA

Manuel Fernández Montesinos

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Hijo de Manuel Fernández Montesinos, primer y hasta ahora único alcalde socialista de Granada – y de Conchita García Lorca – la mayor de las dos hermanas del más célebre poeta granadino de todos los tiempos.

Eduardo Castro – Conforme va pasando el tiempo, cada vez son menos las personas que continúan vivas de las que participaron en los hechos o fueron testigos de ellos. En la actualidad, después de la muerte de José María Nestares el año pasado, prácticamente el único que todavía vive de cuantos participaron de modo directo en la detención o la muerte de su tío, me refiero a aquellos cuya responsabilidad ha sido comprobada y aceptada por los investigadores, es Ramón Ruiz Alonso, hombre que era de la CEDA y que en los comienzos de la guerra  trataba por todos los medios de ganarse las simpatías del gobernador civil y jefe de Falange de Granada, el tristemente famoso comandante Valdés. ¿Cree usted, como miembro y portavoz del a familia García Lorca, que a esta persona se le podría aún obligar a hablar?

Manuel Fernández Montesinos – Bueno, yo lo que creo, efectivamente, es que la participación de Ruiz Alonso en todo aquel proceso, no solamente en el caso de mi tío, sino en el de miles de personas más, porque mi tío fue sólo una entre varios miles de víctimas, está clarísima. Y este señor, desde luego, continúa gozando de inmunidad, como tantos otros, en su casa de Madrid. ¿Obligarlo a hablar? Pues precisamente los socialistas hemos defendido en el Congreso un tipo de justicia penal diferente a la que consigue sacar las declaraciones a la fuerza. Yo no puedo, por tanto, estar en absoluto de acuerdo con que se obligue a nadie a declarar con ningún tipo de presión psicológica o física. Pero, eso sí, que la verdad de los hechos habrá que buscarla de otra manera. ¿Para qué obligar, por otro lado, a hablar a este hombre, cuando ya creo que hay suficientes datos que prueban su participación directa en la muerte no sólo de mi tío, sino de otros muchos ciudadanos? Eso está ya claro y no llegaríamos a descubrir nada nuevo.

Para limpiar un poco el pasado, no sería mala idea que se llamara asesino a aquél que hubiera asesinado y encubridor al que le hubiera encubierto.

24 Agosto 1982

LA MUERTE DE GARCÍA LORCA: LO QUE NO SABEMOS TODAVÍA

Ian Gibson

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Cuarenta y seis años después de la muerte de Lorca, quedan aún bastantes detalles por saber en relación con los últimos días, y momentos, del poeta. ¿Vale la pena seguir indagando? Yo creo que sí, desde luego. Viven todavía personas que detentan una importante información al respecto, pero pronto habrán desaparecido. Hay que localizarlos, procurar que digan lo que saben. Si no, será demasiado tarde.

Yo sugeriría las siguientes áreas (Hay otras muchas) en las cuales todavía nos faltaban precisiones.

Federico llegó a Granada en la mañana del 14 de julio de 1936. Demostrado. Ahora, ¿quiénes le vieron entre aquella fecha y el 20 de julio, día en que empezó el Movimiento en Granada? Tenemos los testimonios de Miguel Cerón, Isabel Roldán, Eduardo Rodríguez Valdivieso. Seguramente le vio mucha gente más. ¿Dónde están?

¿Quiénes participaron en los registros de la huerta de San Vicente? Parece seguro que, entre ellos, iba algún miembro de la familia Roldán, de Valderrubio. Se me ha dicho recientemente que Ramón Ruiz Alonso y los Roldán eran amigos, acaso amigos políticos (de la CEDA). ¿Es cierto? ¿Quién sabe algo de las fricciones que por lo visto, existían entre los Roldán y don Federico García Rodríguez, padre del poeta? No sería difícil investigar esto. ¿Y quién fue aquel capitán de la Guardia Civil, ‘retirado’ que, según IDEAL, detuvo al casero de la huerta, Gabriel Perea Ruiz?

La denuncia. Pepinique Rosales juró, pocos días antes de morir, que iba firmada por Ruiz Alonso. Este, claro, lo niega. No es posible que no haya en toda Granada alguien que esté perfectamente enterado de quienes pusieron aquella denuncia, gentes, casi seguramente, de la CEDA. A ver si los hijos preguntan a los padres. No olvidemos que Valdés estaba rodeado de asesores, cuyos nombres figuran en varios libros, entre ellos el mío. No es cuestión de una caza de brujas, sino de saber la verdad.

Sigo creyendo que Lorca pasó tres días en el Gobiern Civil (del 16 hasta la noche del 18-19 de agosto). Allí le vieron, según declaración propia, Angelina Cordobilla (la criada de los Fernández Montesinos), Pepe Rosales y Julián Fernández Amigo. ¿Quiénes más?

¿Consultó Valdés con Queip de Llano antes de condenar a Lorca? Creo que sí. Pero Valdes estaba rodeado de mucha gente, así como Queipo y alguien tiene que saber más. Pero ¿quién?

¿Quién conducía el coche que trasladó a Lorca a VIznar aquella noche, acompañado del maestro nacional de Pulianas, Dioscoro Galindo González, y acaso otros? Se han barajado muchos nombres, sin pruebas. ¿Quiénes más iban con los prisioneros?

Agustín Peñón, norteamericano (de origen español) que estuvo en Granada en los años 50 investigando sobre Lorca, habló con Jose Jover Tripaldi, que aseguraba haber estado de guardia en la colonia de Viznar, cuando llegó allí el poeta, y haber hablado con él. Jover murió. Pero ¿no viven todavía bastantes personas que operaban en Viznar? Es difícil creer que no.

La muerte. He oído infinitas versiones. ¿No hay nadie en Granada que tenga información fidedigna sobre el particular? ¿No sabremos jamás nombres?

¿Dónde fueron a parar en 1972 o 1973, creo, los libros del cementerio en los cuales figuraban los nombres de los fusilados? ¿Sabe algo del asunto quien fue por aquellas fechas alcalde de Granada, don José Luis Pérez Serrabona?

Y ¿es verdad que había hasta hace poco en Capitanía un expediente sobre ‘El Caso Lorca’ que luego fue destruido? ¿Alguien nos puede informar?

Buscar, y acaso encontrar respuestas a estas preguntas sería una de las mejores formas de homenajear al poeta. ¿O es que todo queda solucionado ya en las famosas fichas de Eduardo Molina Fajardo, cuya publicación, por cierto, seguimos esperando con auténtico interés?

Ian Gibson

19 Enero 1983

Mi testimonio sobre lo ocurrido en la muerte de Federico García Lorca en agosto de 1936

Julio Aguacil González

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Cuando sobrevino la sublevación militar de julio del 36, que en Granada fue exactamente el 20, lunes yo desempañaba el cargo de secretario local de Falange Española, a la que pertenecía desde octubre de 1934. No quiero entrar en detalles accesorios pues no tengo tiempo, ya que deseo enviar esta nota no más tarde de mañana, por cuanto el día 17 me han de hacer una doble intervención quirúrgica y de seguro habré de permanecer unos días confinado en la Clínica de Puerta de Hierro, y el tiempo de que dispongo es limitado.

El centro de Falange lo habíamos instalado en la Gran Vía, en la casa de don Celestino Echevarría, en la que estaban las jefaturas. Delegaciones y servicios provinciales y locales. Pocos días después del 20 de julio, el jefe provincial Antonio Robles, gran corazón de entrañable humanidad, me había nombrado secretario provincial.

Deseo limitarme, pues, a exponer cuando directamente conocí relacionado con García Lorca y trataré de hacerlo de la forma concisa y clara que me sea posible.

Federico, en casa de los Rosales

En la tarde del 12 o 13 de agosto – no puedo precisar más la fecha – vino a mi despacho en Falange Antonio Rosales, tesorero provincial de Falange, excelente camarada desde 1934; y me informó que estaba en su casa de la calle de Angulo, Federico García Lorca, debido a lo siguiente.

En la Huerta de San Vicente, donde estaba Federico con sus padres, se había presentado el ex diputado de la CEDA, tipógrafo de IDEAL y aspirante a político profesional Ramón Ruiz Alonso, acompañado de algunos milicianos, y había realizado un registro a fondo. Le contó – sigo el relato que me hizo Antonio Rosales – que en dicho registro nada habían encontrado comprometedor, pero se habían llevado un carné de Federico de pertenecer en Madrid a la Asociación de Amigos de Rusia: que se sentía intranquilo, dados los días de inseguridad que se vivían en Granda y pidió consejo Federico a Luis Rosales sobre lo que debía hacer. Entonces Luis le contestó que se fuera a casa de los Rosales, pues teniendo tres hermanos falangistas, confiaba en que su casa le representara un refugio tranquilizador.

En efecto, además de Antonio, auténtico Camisa Vieja, sus hermanos, Pepe y Miguel ingresaron también en Falange después de febrero del 36 y el primero era jefe del sector.

García Lorca lee los puntos de falange

Un par de días después, pudo ser el 14 o 15 de agosto, me dijo Antonio: Oye, este García Lorca es un tío estupendo. Le he dado a leer los puntos de Falange, discursos de José Antonio, artículos de FE y reacciona magníficamente. Hasta creo que llegué a escribir algo, en unión con Luis sobre Falange y sus caídos.

El día 16 por la tarde, me volvió a ver Antonio, muy alterado y me dijo que estando sola su madre en su casa se había presentado en ella Ramón Ruiz Alonso, acompañado de varios guardias que rodearon la casa y al abrirle, preguntó:

  • ¿Está escondido aquí Federico García Lorca?
  • La madre de los Rosales, doña Esperanza, una gran señora, con unos ojos vivos que reflejaban una gran dignidad e inteligencia, contestó:
  • Aquí no está escondido. Sencillamente está.

Dijo Ruiz Alonso que traía orden de detenerle; y se lo llevó a la Comisaría.

Estaba entonces la Comisaría y no sé si sigue allí, en la calle de Duquesa frente al Gobierno Civil: y de ella era público que salían cada madrugada detenidos para ser ‘paseados’. Por tanto, la preocupación de Rosales respecto a García Lorca era grande.

Valdes trataba de congraciarse con los falangistas puros

Le indique que la única forma de aclarar lo que hubiera sobre ello era hablar con el gobernador civil, José Valdés, comandante y jefe de milicias de Falange, en la que había ingresado en marzo del 36. Yo conocía algo a Valdés, siempre por cuestiones puramente de Falange, en su casa de la calle de San Antón nos habíamos reunido el día 20 de julio, por la mañana, y recibido instrucciones para concentrarnos en el cuartel de Artillería, de donde salí ese día por la tarde con un pelotón de soldados y falangistas para ocupar la Casa del Pueblo y el Gobierno Civil. No tenía especial amistad con él, pero creo que de cierta forma consideraba mi condición de falangista antiguo, y él que no lo era, trataba de congraciare con el grupo más puro de la Falange.

Fui con Rosales desde la Gran Vía a la calle de Duquesa, cálculo que sería como la siete y media a ocho de la tarde del día 16. En el Gobierno Civil me dijeron que Valdés estaba ausente, pero no tardaría en regresar de una visita al frente que estaba realizando. En efecto, sobre las nueve de la noche volvió me recibió pronto  – en presencia de su gran amigo y asesor, antiguo Triunvirato de Falange, Manuel Jiménez de Parga – y la conversión con él fue algo así:

  • “Me dice Antonio Rosales que esta tarde se han llevado detenido de su casa, por Ramón Ruiz Alonso, a Federico García Lorca, que estaba pasando en ella unos días, por ser amigo de su hermano Luis. Creo necesario enterarse bien de los cargos que pesen sobre él, pues Rosales me dice que, por temperamento, no es persona que se meta en política activa, y no se debe cometer un error con él, dada su relevante personalidad. Por otra parte, la intervención de Ruiz Alonso da mucho que sospechar, pues quiere apuntarse méritos para seguir en el carro de la política a la que le ha tomado gusto y ese no vacila en sacrificar a quien sea con tal de seguir estando en un lugar destacado”.
  • Valdés: “No sé nada de cuanto me dices, pero vamos a preguntas a la Comisaria”

La orden de detención del Gobernador Militar de Granada

En mi presencia llamó al comisario, que recuerdo se apellidaba Romero, y este le informó que la orden de detención de Federico la había dado el general gobernador militar de Granada, Antonio González Espinosa. Entonces me dijo Valdés:

-Esta noche, a las diez, he de despachar con el general, y te prometo que me ocuparé de este asunto. Vuelve por aquí hacia las once, en que espero estar de regreso, y te podré informar.

Salimos del Gobierno Civil Rosales y yo, y cada uno fuimos por nuestro lado a cenar a nuestras respectivas casas, y quedamos en que a las once volveríamos a vernos en el Gobierno Civil.

Así fue, esperamos algo al regreso de Valdés, quien me recibió enseguida, y me dijo:

-Nada se puede hacer. EL general ha dado orden de que sea fusilado García Lorca, pues Ruiz Alonso ha presentado denuncia contra él de que es militante activo de izquierdas, que actúa como enlace con los rojos, con los que se comunica por radio, y es un activista peligroso.

Ninguna Prueba

Volví a argumentarle:

  • “Se va a cometer un tremendo error. Por la postura incalificable de Ruiz Alonso, por sus ambiciones políticas de mal estilo, y su desprecio a las personas, se ha decidido sobre la vida de una persona, sin tener ninguna prueba de que sea cierto nada de lo que se le acusa. Esto es un disparate, y te pido por favor que llames a la Comisaría y digas que se detenga la ejecución de la orden del general González Espinosa, al menos hasta que se haga alguna comprobación y os cercioréis de la inexactitud de la denuncia”.

Accedió Valdés a llamar al señor Romero, pero éste le dijo que ya se lo habían llevado para ser fusilado, y que el destino era, según había averiguado, Viznar, donde estaba la Primera Bandera de Falange mandada por el capitán Nestares.

Le pedí entonces que llamara a Nestares para que aplazara el cumplimiento de la orden, y me dijo que desde el Gobierno no tenía línea telefónica con Nestares, que por estar en primera línea el teléfono era estrictamente militar.

Me ofrecí entonces a salir, en el coche oficial que tenía para Viznar y solicitar personalmente de Nestares la demora en el cumplimiento de la orden para que en este corto plazo volviera Valdés a a hablar con González Espinosa, se hicieran mayores averiguaciones sobre la insidiosa denuncia de Ruiz Alonso, y que estaba seguro que se revocaría una orden tomada sin una elemental comprobación de la personalidad del condenado.

Accedió a ello Valdés, y salí del Gobierno para hacer solo el viaje a Viznar, adonde llegué más o menos, hacia las doce y media de la noche, presentándome en La Colonia, donde tenían su puesto de mando el capitán Nestares. Recuerdo que allí vi a los camaradas Antonio Morales Souviron y Antonio Embid que prestaban servicio en la Primera Bandera.

Esperé poco al capitán Nestares, al que conocía como falangista de Granada, aunque su nombre, por su condición de militar, nunca figuró en los ficheros de la organización. Le expuse el motivo de mi visita, contándole todas las gestiones hechas ese día y asegurándole que la espera habría de ser breve pues ya sabía la responsabilidad que significaba para él.

Me contestó “lo siento, Julio. Estamos en guerra, y yo en el frente. He recibido una orden de mi superior, y he de decirte que ya está cumplida”.

Era del general González Espinosa, terminante: Algo así “Al recibo de la presente deberá pasar por las armas a los detenidos… Eran cuatro. El primero Federico García Lorca.

Procuré enterarme de quién realizaba estas ejecuciones, pues como mando de Falange me sentía en la obligación de conocerlo, ya que nadie debía obligar a los falangistas a cumplir semejante cometido. Me dijeron que para eso estaban allí dos Guardias de Asalto – Cuerpo en el que el capitán Nestares prestaba sus servicios hasta el comienzo de la guerra-  y que ese era su único cometido. Tuve ocasión meses después, de conocer a esos dos elementos que continuaban agregados a la Bandera cuando yo me incorporé a ella, aunque en esa fecha ya no se fusilaba a nadie en Viznar.

 

¿Hizo teatro Valdés?

Esto fue todo. Fracasé en el intento de evitar lo que unas circunstancias atroces y una confluencia de bajos instintos, y de presiones sobre personas cuya responsabilidad era mayor de lo que serenamente podían soportar, hicieron inevitable. Desde entonces – nunca la he podido contestar con fundamento – me hago la pregunta: ¿Me hizo teatro Valdés? ¿Avisó incluso a Nestares de mi viaje, para que me dijera que ‘la orden ya había sido cumplida’, aunque no fuese cierto? De esta manera se acababa con toda posible complicación posterior.

Es lo cierto que alguien que en ese momento llevaba la representación de Falange Española actuó para evitar una irreparable atrocidad que después todos hemos lamentado. Se podría aquí matizar sobre las relaciones en aquellos días entre Falange y el Mando Militar; sobre el encarcelamiento del jefe provincial de Falange por orden de González Espinosa…. Pero todo ello, que ayudaría a crear el ambiente que de alguna manera explicaría algo de lo ocurrido, sería largo, subjetivo y, en este momento, fuera de lugar posiblemente. Pero quienes vivimos en Granada aquellos días tenemos tantos recuerdos dolorosos…

El fin fue el previsto. Falange quedó subyugada bajo el Mando Militar. Nuestros puntos y aspiraciones no se cumplieron. Desapareció José Antonio y España perdió otra ocasión. Nos quedó a algunos la alusión de lo que pudo haber sido…

Julio Alguacil González, secretario provincial de Falange Española

15 de enero de 1983