23 julio 2004

La causa de la muerte parece ser una sobredosis

Muere Carmina Ordoñez, máxima exponente de la prensa del corazón y tertuliana de ‘A Tu Lado’ (TELECINCO)

Hechos

El 23.07.2004 los medios de comunicación anunciaron la repentina muerte de Dña. Carmen Ordoñez, colaboradora habitual de los programas del corazón que, en aquel momento, era tertuliana de ‘A Tu Lado’ de TELECINCO.

Lecturas

‘POR LA MAÑANA’ DE TVE, PRIMERO EN TV

zap_PorLaMañana El primer programa de sociedad en informar de la muerte de Dña. Carmen Ordoñez, fue ‘Por la Mañana’ (TVE) por boca de su presentadora, Dña. Inés Ballester.

«HA MUERTO EL MÁXIMO EXPONENTE DE LA PRENSA DEL CORAZÓN»

zap_AngelsBarcelo_informativosT5 Los ‘Informativos TELECINCO’ que presenta Dña. Angels Barceló abrieron con la noticia de la muerte de Dña. Carmina Ordoñez a la que la Sra. Barceló describió como ‘el máximo exponente de la prensa del Corazón’.

LÁGRIMAS DE EMMA GARCÍA, LA PRESENTADORA DE ‘A TU LADO’

zap_muereCarmina1Dña. Emma García, la presentadora de ‘A Tu Lado, el programa del que Dña. Carmina Ordoñez era tertuliana, no pudo evitar la emoción ni retener las lágrimas en el momento de informar de la muerte de Dña. Carmina Ordoñez.

LA ÚLTIMA BRONCA DE CARMINA ORDOÑEZ

zap_muereCarmina2  Tan sólo un día antes de su fallecimiento Dña. Carmina Ordoñez había participado como tertuliana en el programa ‘A Tu Lado’ manteniendo una de sus habituales broncas, la última fue con la tertuliana Dña. Nuria Bermúdez, de la que dijo que nunca la querría como novia de su hija «Ni a ella, ni a Blanca Romero, porque son iguales», así como aseguró que nunca la invitaría a una de sus fiestas.

ESPECIALES EN ANTENA 3 TV SOBRE CARMEN ORDOÑEZ

Aunque era tertuliana de TELECINCO, la cadena ANTENA 3 TV también dedicó varios especiales a la figura de Dña. Carmen Ordoñez. Entre su participantes D. Jesús Mariñas: «Su vida no era un desastre. Era su vida. Tenía todo el derecho a vivir como le dio la gana. La vivió y la murió como le dio la gana». Por su parte D. Miguel Temprano García lamentó que la Sra. Ordoñez fuera ‘una adicta a las pastillas y a las drogas».

24 Julio 2004

La Estrella del Mundo Rosa

LA RAZÓN (Director: José Antonio Vera)

Leer

La dramática muerte de Carmen Ordoñez González-Lucas ha trascendido su ámbito habitual, los espacios que los medios de Comunicación denominan ‘del corazón’, para convertirse en noticia de portada y apertura de noticiarios de Radio y Televisión. Es la demostración más clara del alcance mediático de un fenómeno, el del mundo rosa, que desde la pantalla catódica ha hecho enormemente populares a personas cuya trayectoria vital era el único objeto posible de interés. El caso de Carmen Ordóñez, ‘Carmina’, es, pues, el paradigma de un hecho social contemporáneo de difícil clasificación; es de la simbiosis perfecta entre el medio y el personaje. Porque esta mujer, hija, sobrina, esposa y madre de grandes figuras del toreo; ha generado por sí misma un mundo propio, una galaxia informativa poblada de actores secundarios y de extras de segunda fila, que en ella empezaba y en ella terminaba.

Esta es la explicación más aproximada, si se quiere, a la expectación que ha despertado su muerte; una expectación que, sin embargo, tiene más ecos de curiosidad, que de sentimientos profundos. Porque la estrella por antonomasia del mundo rosa reflejaba perfectamente esa nueva realidad televisiva del entretenimiento que alcanza a cientos de miles de españoles y en la que nada de lo que ocurre, divorcios, peleas, riñas familiares, traiciones y amores, es realmente trascendente o interesante; sólo espectáculo curioso.

Y así, Carmen Ordoñez, cuya infancia y primera adolescencia estuvo poblada de personajes míticos como Antonio Ordóñez, Luis Miguel Dominguín, Ernest Hemingway u Orson Welles, a quien llamaba tío y que se hizo enterrar en una finca de la familia, ha muerto rodeada por otros apellidos, por otras maneras de entender la vida; por “famosos”, que no ilustres, compañeros de viaje en una peripecia vital siempre expuesta la morbo por voluntad propia y que tenía por fuerza, que dejar huella.

Su final, dramático, prolongará el fenómeno mediático que fue Carmen Ordóñez durante muchos meses, como esas estrellas cuya luz sigue llegando a la tierra, aunque lleven milenios extinguidas. Pero sobre lo importante, lo que fue realmente trascendente en su vida, se hablará poco.

25 Julio 2004

Carmina de la perdición

María Eugenia Yagüe

Leer
LA NOCHE anterior a su última fiesta en Marbella, Carmen Ordóñez llamó a un amigo para pedirle «algo que meterse». Ahora queda su hermana Belén, que la imita en todo

El sábado 10 de julio, Carmen Ordóñez asistía en Marbella a la fiesta donde la hemos visto en público por última vez. Era en La Notte, un exquisito bar de copas, detrás del palacio del rey Fahd. Carmen vestía un traje negro de poca envergadura con los hombros al aire. Había engordado unos cuantos kilos, ya no era Carmina la divina, pero su aspecto era sano y alegre. Se presentaba La locura de vivir, el libro de memorias de su amigo Yeyo Llagostera, protagonista activo de la Marbella dorada de los años 70.

Llagostera gastó su inmensa fortuna en divertirse y hacer felices a sus amigos. Uno de ellos era Antonio Arribas, un playboy lleno de cicatrices que fue el gran amor de Lolita Flores, -«Él marcó mi pauta y su huella estará en mí para siempre», nos contaba en la fiesta-. Fue también el amor de la mejor amiga de Lolita, Carmen Ordóñez, esas cosas pasan.

Carmen le dejó y Arribas no la olvidó hasta el último momento de su vida, hace ocho años. Murió solo en su apartamento, como ella. Esas cosas también pasan.

Después de la fiesta en La Notte, Carmina se fue con otros invitados a la casa, en la urbanización La Virginia, de Rodrigo, un amigo íntimo de Nacho Angulo, otro personaje de la Marbella clásica también muerto hace pocos meses.

La fiesta de La Virginia acabó por la mañana. Y de Marbella Carmina viajó a Barcelona, para pasar uno de sus controles en la clínica donde ha estado tratándose de su adicción a diversos fármacos y a la cocaína. Después de esquivar durante varios años una realidad conocida por todo su entorno, Carmina había llegado a reconocer que «en alguna ocasión» se había metido alguna raya, «como todo el mundo, un acto social».

Lo cierto es que uno de sus últimos acompañantes, Pepe el Marismeño, declaraba hace pocos días en una televisión que Carmen y él habían consumido cocaína juntos. El cantante se trata desde hace muchos meses en la misma clínica catalana que abandonó Belén Ordóñez a los diez días de haber ingresado, incapaz de seguir el tratamiento.

En la fiesta de Marbella, alguien comentó que la noche anterior, cuando Carmina llegó tarde al hotel Guadalmina, llamó a un amigo para preguntarle dónde podía conseguir algo que meterse dentro.

Y también cuentan que esa persona, que la quería bien, se negó en redondo, la riñó y le dijo que debería tomarse muy en serio, y para siempre, su rehabilitación.

Carmen desesperaba a mucha gente que la quería. Desde sus amigos, a sus propios hijos, y a Belén, la hermana que la imitaba en todo, en lo malo y en lo peor, y con la que mantenía relaciones desiguales. A veces se ha culpado a su entorno de convertir a Carmen en un espectáculo para ganar dinero. La verdad es que tanto Kiko Matamoros como Alvaro García Pelayo han sido más que mánagers, amigos pacientes.

Una noche que Carmen y unos tipos cubanos se habían pasado de la raya fueron Matamoros y García Pelayo quienes la ingresaron en un hospital por la vía de urgencia, después de echar a patadas a la calle a aquellos sujetos. Como muchos drogadictos, ella aseguraba que controlaba sus adicciones, algo que dificultaba su curación.

Por otra parte, era generosa hasta el extremo. Todo el dinero que ganaba lo gastaba con su gente. Ayudaba a amigos, a ex maridos.En un año llegó a facturar 180 millones de pesetas, pero se esfumaron enseguida.

Carmen se puso al mundo por montera desde niña. Su madre, Carmen Dominguín, una mujer de extraordinaria bondad y con principios muy sólidos, estaba preocupada por el futuro de sus hijas. «Creo que he sido muy blanda con ellas», le contaba un día a una de sus amigas. «No sé cómo les irá». No se equivocaba. Como tampoco otra persona próxima a la familia que anunciaba en el funeral de Carmen Dominguín los peores augurios. «A partir de ahora, esto va a ser un desastre. Esta familia se va al garete».

Después de la muerte de sus padres tanto Carmina como Belén han ido cuesta abajo. Después de su primer matrimonio con el torero Beca Belmonte, Belén se enamoró de Curro Ruiz, el padre de su hija Belén, una niña cariñosa con su madre, atenta y responsable.Pero Curro se murió enseguida de un cáncer linfático, el mismo mal que afectó años más tarde a la propia Belén.

Después, el matrimonio de Belén con un torero suramericano duró poco. El tipo era violento y agresivo. Estos días Belén ha contado en televisión lo que había negado hasta entonces, los malos tratos que sufrió por parte de aquel individuo que le hizo la vida imposible.Otra vez, la hermana pequeña imitaba a su hermana mayor, que también había denunciado malos tratos y vejaciones.

Las hermanas Ordóñez siempre han sentido una atracción fatal por la autodestrucción. Era su destino.

María Eugenia Yagüe

06 Septiembre 2006

¿Quién mató a Carmen Ordóñez?

Karmele Marchante

Leer

Conocí a la «Divina» ya separada de Paquirri, afincada en Marbella y sorbiendo la vida en propulsión a chorro con Antonio Arribas, entre otros. Era joven, guapa, de buena cuna, facha y muy seductora con el personal masculino. Ellos, todos, le bailaban el agua.

   En aquella época de su vida le importaba el dinero porque lo derrochaba, como siempre siguió haciendo. Era la reina de las fiestas y lo mismo triunfaba enseñando muslamen en un tablao fino-pijo que se derretía con una de sus vírgenes paseando por la S.S. sevillana. Claro que a continuación levantaba el brazo en la Plaza de Oriente. Hubo una generación de periodistas que no tragábamos con sus formas y maneras. Otra, también, que le bailaba la danza del peloteo que a ella tanto la gustaba. Y así comenzó todo el mal rollo.

   Mucho más tarde le dio el Siroco marroquí, una etapa en la que intentaba convencernos de que sí trabajaba. No logró que tragásemos.

   Luego ya vienen en cascada las riñas con I. P. por una herencia que la folclórica negaba a sus hijos. Su vida en Marruecos junto a un Contreras en perpetuo estado de vagancia, sus exclusivas, que ya habían comenzado bastante antes, las peleas con su padre por cuestiones económicas. Mil guerras todas ellas documentadas, publicadas e, incluso algunas, admitidas posteriormente por ella misma. Todas sus intervenciones televisivas están a disposición de la recién llegada hornada de testaferr@s chupópter@s.

   Y dando un salto en el tiempo recuerdo perfectamente el día en que en la plaza de toros de Marbella, verano, nace para el mundo de los medios la figura de Ernesto Neyra. Aquel día el postinero bailarín llevaba una camisa a rayas blancas y azules y saludaba desde un palco fino a tan neófita afición promovida por un gacetillero-vocero que pregonaba a los cuatro vientos las maravillas del nuevo amor de su querida amiga. «Emporio Armani» era un asteriode que también estaba naciendo para el mundo de Carmina. Desde ese día aciago hasta que ella se cansa, Neyra era, fue y vivió como el actual Alatriste de la madame. Hasta que pasó lo que pasó y duró lo que duró.

   En sus últimos y degradantes tiempos todavía, a quienes tenemos memoria, nos queda la imagen de sus entradas en clínicas para desintoxicarse, de sus visitas a los platós en circunstancias penosas, de lo sola que estaba, de las amistades que se aprovechaban hundiéndola más en el abismo de los bajos fondos sevillanos, de vari@s que se llamaban amig@s y sacaban dinero de su deterioro a la totalidad. De un Contreras senior que mucho protestar cobrando en los platós pero jamás en un juzgado. Mil millones de miserias, mil millones de mentiras. Pena, penita, pena. A la Carmen divina y en su apogeo que yo había conocido la mató el tipo de vida que ella eligió y los meandros venenosos en los que lavaba sus soledades y su ruina física y económica. A Carmen Ordóñez se la llevó su mala vida. Ni la mató su prensa no afín, ni las críticas severas a las que ella se expuso voluntariamente. A Carmen Ordóñez, ya ex divina, se la llevó un destino del que ni ella ni quienes decían ser sus amistades, pudieron cambiar. Son, a mi entender, esas gentes las que deben entonar un mea culpa coral y alejarse de sus mentiras.