21 noviembre 1975

La agencia EUROPA PRESS de Antonio Herrero Losada fue la primera agencia de noticias en informar de la muerte del General Franco, derrotando a la agencia PYRESA de Julio Merino

Muere el Dictador de España, General Francisco Franco: Toda la prensa española llora su pérdida

Hechos

El 20 de noviembre de 1975 el Gobierno anunció la muerte del General Franco

Lecturas

Los principales periódicos catalanes como LA VANGUARDIA (propiedad de la familia Godó), EL CORREO CATALÁN (propiedad de D. Jordi Pujol) o EL NOTICIERO UNIVERSAL (propiedad de D. José María de Porcioles) también publicaron elogios al dictador Franco ante su muerte.

La portada ‘El caudillo ha muerto’ de la revista ¡HOLA! fue calificada por su redactor jefe D. Jaime Peñafiel como «La portada que D. Antonio Sánchez Gómez – el director propietario de ¡HOLA! – «nunca hubiese querido dar», porque el Sr. Sánchez Gómez era fiel seguidor del dictador Franco.

¡HOLA! también llevaría a su portada el abandono por parte de Dña. Carmen Polo de la residencia del Pardo.

21 Noviembre 1975

FRANCO

Emilio Romero

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Franco fue una biografía militar admirable y políticamente un colosal estadista. Detuvo en las fronteras al Ejército nazi en la II Guera Mundial, que aspiraba a ocupar la Península.

España pasa en estos instantes por uno de sus momentos históricos más trascendentales, más sobrecogedores y decisivos: la muerte de Franco. Los dos acontecimientos más capitales de esta figura excepcional, que llena toda una época de nuestro siglo, es que fue, nada menos, que el gran vencedor de una guerra civil que duraría casi tres años y después su permanencia en el Poder a lo largo de cuarenta. No hay un solo personaje histórico contemporáneo de esta singularidad, cuando, por otro lado, pertenece a un tiempo de hombres con estaturas históricamente importantes, como Churchill, De Gaulle, Stalin, Hitler, Mussollini, Roosevelt, Adenauer, Tito, Kennedy, Mao, Nasser, Fidel Castro o Perón. Francisco Franco aparece cuando es más alto el triste nivel de la decadencia española; en el marco más decisivo de la pobreza, de la desgana y de la injusticia; en las cotas más altas de enfrentamiento y de las discordias civiles; en el mismo borde del asalto de las doctrinas totalitarias – fascistas y comunistas – a nuestro país. En esos momentos encabeza una guerra en la que intervienen fuerzas extranjeras como ensayo de la II Guerra Mundial, consigue vencer militarmente esta gran prueba e inmediatamente – sin concluir todavía el conflicto – se dispone a abrir un proceso constituyente y a construir un Estado donde establece ideas modernas socializadoras, comienza la revolución industrial desde el Estado mismo, al tiempo que restaura valores tradicionales morales y espirituales de la persona, de la familia y de la sociedad.

El General Franco fue una biografía militar admirable y políticamente un colosal estadista. No quiso ser, en ningún momento, un político en el sentido corriente del concepto; sabía que sus tiempos no eran dialécticos – como lo son ahora – sino pragmáticos y acuciantes para hacer un país socialmente y humanamente habitable y un Estado con autoridad, con crédito y con sentido de creación. El Estado tuvo que ser, efectivamente, autoritario – aunque con instituciones representativas – como han de ser todos aquellos Estados que nacen de la pobreza, del analfabetismo, de la decadencia, de la desmoralización histórica. Sus primeros veinte años de Poder no podían ser liberales, sino justicieros y remodeladores de una Nación. Había que crear prosperidad, progreso, bienestar, con las menores heridas o expoliaciones posibles a intereses de familias o de grupos, en una convocatoria a la solidaridad y a las exigencias comunitarias de los tiempos morderos  Franco era un estadista conservador y reformador en una sola pieza. Tenía, a su vez, de su pueblo y de los políticos un análisis verdadero y hasta su radiografía. Frente a la tradición histórica que aseguraba que este país era ingobernable, Franco sostenía que era gobernable, y donde estaban las quiebras no era ne el pueblo, sino en sus clases dirigentes. Por eso, corrientemente las tuvo a raya. Los socialistas más penetrantes de los años treinta se lamentarían después de no haber construido en 1931 una República autoritaria, puesto que tenía exactamente aquella situación política, cultural, económica y social de gran depresión, y lo que hicieron fue un régimen discursivo y estéril. Eso que se ha reprochado desde fuera, y por algunas voces interiores – la Dictadura o el Estado autoritario de Franco – no era otra cosa que el tratamiento obligado para poder ser hoy la décima potencia industrial del mundo, tener dos mil dólares de renta, contar con medio millón de alumnos en las Universidades  erradicar el analfabetismo, poseer uno de los parques automovilísticos más importantes de Europa, acabar con la vivienda infrahumana, desplazar poblaciones rurales a las zonas industriales, escolarizar a más del noventa por ciento de la población infantil, liquidar las endemias clásicas de los pueblos atrasados, aprovechar el agua para la naturaleza fecunda y la energía, abrir la incomunicación entre las regiones, dotar suficientemente a los Ejércitos de las tres Armas y desproletarizar a nuestro pueblo componiendo clases medias generalizadas y mayoritaria. Y muchas cosas más. La España que heredó Franco del régimen monárquico de don Alfonxo XIII y de la República de socialistas, de republicanos, de liberales y de comunistas, era una pesadilla, y la actual es el resultado de su talento y de su sacrificio. Esta será la obra perdurable e imborrable del General Franco, quien desde su heroica contribución de joven teniente en Africa hasta su muerte de Generalísimo octogenario y lúcido, Jefe de Estado y fundador de un Régimen, dedicó su vida por entero, sin una sola concesión a la ligereza y a la frivolidad, al servicio abnegado de su país. Su vida y su obra, por todo ello, son ejemplares.

A lo largo de estos cuarenta años ha sido un estadista dotado de una sagacidad universalmente reconocida. Detuvo en las fronteras al Ejército nazi en la II Guera Mundial, que aspiraba a ocupar la Península y a hacer más difícil o imposible la victoria aliada y cerró unos años más tarde el paso en los mismos lugares o comandos, invasores o guerrilleros que al amparo del resultado de esa II Guerra aspiraban a torcer el resultado de nuestra guerra civil y a sumirnos en una segunda catástrofe de sangre. Soportó el injusto bloqueo del mundo, representando enérgicamente el espíritu clásico de la independencia de los españoles respecto a la injerencia extranjera, y tuvo el gozo de ver quebrarse aquel bloqueo con una política de espera, de paciencia y de toda ausencia de provocación. Tranquilizó al mundo en 1947 respecto a las formas de continuidad del Régimen del 18 de Julio, mediante la Ley de Sucesión, y diría bastantes años más tarde quién iba a ser su sucesor, a título de Rey, con el consenso de las Cámaras del país. El proceso constituyente que empezaría en 1938 se alargaría hasta 1966 con una intención preconcebida de no precipitarse en la elaboración de una Constitución – integrada por Leyes Fundamentales – que tuviera la triste vida efímera de las impacientes y apasionadas Constituciones del siglo pasado, sino que recogieran la experiencia de una mudanza de ideas, de problemas y de influencias. Franco no quiso hacer nunca una Constitución que valiera para todos, y por eso no tuvo prisa, esperando que las pasiones cedieran y fueran soluciones jurídicas y políticas de todos.

El pueblo español había depositado en esta figura histórica una confianza como no lo hizo con ningún otro estadista en ningún tiempo, incluidos los Reyes . A lo largo de muchos años se han sentido el pueblo confiado y tranquilo por la acción de un hombre especialmente dotado para gobernar, que sabía el tratamiento que había que darle a cada circunstancia. Por eso el consenso de Franco era multitudinario y fervoroso allí donde comparecía sin perjuicio de que las Leyes sometidas a Referéndum recibían aplastantes mayorías afirmativas. Cuando todavía falta un cuarto de siglo para acabar esta centuria, puede decirse ya sin una sola duda que en lo que se refiere a España, el General Franco llena todo este siglo. Fue el General más joven de nuestro Ejército y ha muerto a una edad que le ha permitido ser testigo y protagonista de los más grandes sucesos históricos de la humanidad, porque es en este siglo cuando tienen lugar las grandes guerras, los inventos, la conquista del Universo, la gran revolución tecnológica, la parcialización del mundo en dos o tres grandes influencias. Franco era prudente, cauteloso, astuto, penetrante, tranquilo y valeroso. Sus aliados eran el tiempo, que no le jugaba nunca malas pasadas, y unos nervios acomodados a su voluntad.

Volveremos a escribir durante mucho tiempo sobre esta gran figura, en virtud de la huella profunda que va a dejar tanto por las realizaciones alcanzadas como por las perplejidades que plantea su desaparición respecto al futuro. Resulta verdadero que sin perjuicio del buen funcionamiento de los mecanismos constitucionales, donde la sucesión aparece asegurada y no hay una sola vacilación jurídica de poder, el vacío que produce la muerte del General Franco no es posible llenarlo con ninguna Constitución. Ese es el precio que hay que pagar cuando desaparecen los hombres de excepción. Cuando la Historia hace nacer y luego arranca a la grandes figuras se produce una situación donde los pueblos tienen que dar la medida de su grandeza histórica para que la necesidad de vivir y el recuerdo inevitable, no sean contradictorios. Durante toda una vida Franco ha cumplido rectamente, heroicamente, con su deber. Ahora es el pueblo español – único depositario del poder y de la influencia de Franco – quien tiene que dar la medida de su serenidad, de su realismo y de su capacidad de concordia.

Emilio Romero

21 Noviembre 1975

FRANCO HA MUERTO

Vicente Cebrián

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Franco nos fue, sin duda alguna, el primer trabajador de una España que en sus manos pasó de empobrecida y triste, a afortunada y reidora.

Tres palabras escuetas, sencillas repetidas una y otra vez en la primera página de todos los periódicos se han clavado hoy como ardientes dardos en el corazón de todos los españoles. Tres palabras que, con el tremendo laconismo de un parte de guerra, cierran cuarenta años de la mejor historia de la Patria.

Durante más de un mes, el pueblo español ha estado sometido a la terrible angustia de enfrentarse con la dolorosa realidad que ahora, fatalmente, se lo presenta. Día a día, minuto a minuto, el corazón y el pulso de la Patria han latido al desbocado ritmo de las noticias – alentadoras unas, otras llena de desesperanza – de la que iba a ser la última y definitiva batalla del general mil veces victorioso. La batalla que ningún hombre podrá jamás ganar.

Ahora, la angustia y la esperanza han dado paso al dolor. Dolor de España entera ante lo irremediable, ante la pérdida del hombre que supo quemar la vida en su servicio del soldado político que fue capaz de forjar un Estado, del hombre, en fin, que supo devolver al pueblo la confianza y la fe en su presente, así como la esperanza en su futuro.

De Francisco Franco nos queda el excepcional ejemplo de su vida y de su muerte. Fue, sin duda alguna, el primer trabajador de una España que en sus manos pasó de empobrecida y triste, a afortunada y reidora. De él recibimos entrega y sacrificio y de él aprendimos el inestimable valor que para la vida de los pueblos supone el acabar con la lucha de clases, sustituyéndola por un eficaz diálogo entre los distintos estamentos que comportan el mundo del trabajo. El recuerdo imperecedero de su obra, de su batallar incansable en el resurgir y en el progreso de la Patria, en sus logros, en la conquista de una paz estable y de una más amplia y generosa justicia social le acompañará para siempre en el libro de la historia.

Nos lega, por último, el conmovedor recuerdo de su breve y emocionante despedida, en la que quedan para siempre plasmadas la inmensa generosidad de su corazón de cristiano y el encendido amor por esta España que deja en manos de un joven Rey, para el que solicita el afecto y la lealtad.

En estos momentos dolorosos  y difíciles, nos cabe como único consuelo, el gritar, con el corazón ese ‘Arriba España’ con el que nos abraza por última vez, Francisco Franco.

Vicente Cebrián

FRANCO, ESE SINDICALISTA

Jaime Campmany

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El dolor por la muerte de Francisco Franco conmueve hoy hasta lo más profundo, las entrañas de la Patria en carne viva. Ningún español necesita de invitaciones o de estímulos para sumarse a un dolor que es de todos. España entera llora sobre Franco muerto con la misma naturalidad con que aclamaba y vitoreaba a Franco vivo. Su nombre y su presencia eran como un signo misterioso que desataba los clamores más espontáneos y su muerte es una noticia que desencadena el llanto de un pueblo entero.

Todos somos, en estos momentos, protagonistas del dolor y del luto de España, porque todos hemos perdidos a quien pensó siempre en todos, a quien a todos entregó su vida ejemplar y su obra inmensa. Pero el mundo del trabajo le debe un tributo muy especial. Francisco Franco tomó en sus manos una España pobre, rota e injusta y nos deja en herencia una España rica, entera y disparada hacia las más  ambiciosas conquistas de justicia. Franco hizo de la Organización Sindical la primera casa común, la primera escuela de convivencia pacífica y dialogante, la primera plaza de la paz social para que cicatrice en el pueblo español la vieja herida de la lucha de clases. Desde las primera horas de la madrugada, los españoles más madrugadores, los españoles que antes empiezan su trabajo, los españoles que más le ayudaron a levantar España, lloran la muerte de aquel que hizo del trabajo, en este país, un canto de vida y esperanza. Los empresarios y los trabajadores de España, que es como decir toda la España suya, pronuncian hoy su más triste y reconocido adiós al que fue fundador tenaz de la hermosa empresa de la paz, de la gigantesca fábrica del progreso y la prosperidad y el desarrollo. Los trabajadores de España despiden hoy al primer trabajador de nuestro pueblo, al hombre que nos enseñó a trabajar con su ejemplo y que dignificó el trabajo con sus leyes, al hombre que sólo se ha tomado descanso en el descanso de la muerte.

En un día que ya nos tenía acostumbrados al dolor, el Sindicalismo español ha perdido a quien nos acercó la paz y nos alejó de la pobreza, a quien dedicó su vida a esa sublime manera de justicia que consiste en dar a cada uno lo suyo, a ese viejo y honrado sindicalista que se llama Francisco Franco. Su nombre, que es ahora nuestro dolor, nos abrió para muchos años la más grande esperanza. Los empresarios y los trabajadores españoles hemos aprendido de él a mantener nuestra paz atada y bien atada. Y a saber que España es una empresa de todos, una joven empresa de todos hacia el futuro.

Jaime Campmany

21 Noviembre 1975

CÁNDIDO

Carlos Luis Álvarez 'Candido'

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No es el hecho histórico de la desaparición de Franco lo que mantiene ahora a los españoles en tensión aguda, sino su muerte personal.

No es el hecho histórico de la desaparición de Franco lo que mantiene ahora a los españoles en tensión aguda, sino su muerte personal. Este hecho, con todas sus dramáticas connotaciones, se sobrepone a todos los demás como es de rigor. Vivimos el interregno de un silencio civil que tal vez sirva para reflexionar acerca de la gran tarea pública que tenemos por delante, y que se iniciará en cuanto don Juan Carlos de Borbón se pronuncia por primera vez, como jefe de Estado. El problema es el de remontar el ‘continuum’ político sin desvertebrar la sociedad y sin arrojarse a la incoherencia. Pero este asunto, como he dicho, está sumido hoy en una conmoción dificilmente expresable, que se concreta en un ansia informativa desacostumbrada. Si lo inédito se diferencia de lo incierto, el futuro está inédito.

21 Noviembre 1975

DIETARIO PERSONAL

Rafael García Serano

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¿No hay resonancia de aquel testamento de José Antonio en este mensaje final de Franco? Clásicos ambos

Jueves 20. Hoy es un día de llanto de hombres, como ya sucedió en nuestra historia hace treinta y nueve años. Tardamos entonces dos en conocer el testamento de José Antonio, documento cristiano, político y humano de carácter excepcional. Unas horas después de la muerte del Caudillo hemos conocido la despedida que éste escribió, con la certeza de su muerte, para todos los españoles, a través de la voz rota, contenida, del Presidente Arias, cuyo sollozo final quebró el último ¡Arriba España! de Franco de manera inolvidable.

, de firme confesionalidad católica los dos, con deseo de perdonar y ser perdonados tanto el joven jefe de una Revolución de vida breve y rica en aventura y esperanza, como el soldado y estadista de vida colmada, plena, larga, terminan, en cambio, sus palabras finales de distinta manera: José Antonio, tras de ‘dejar en esta coyuntura cuenta sobre algunos de mis actos’, acaba su testimonio con rigor y fórmula de hombre de leyes; Franco, en cambio, parece arrebatarse como si le volviese al cuerpo maltrecho aquella gloriosa juventud legionaria, y así da su última orden y la corona con algo que a mí me suena a arenga: ‘Quisiera, en mi último momento – dice – unir los nombres de Dios y de España y abrazaron a todos para gritar juntos, por última vez, en lo umbrales de mi muerte, ¡Arriba España! ¡Viva España!’.

La muerte hay que esperarla así, con esa inmaculada serenidad de José Antonio, con esa especie de acogimiento al rito legionario que aparece en el último párrafo de Franco, serenamente escrito –  ‘al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio’ – pero finalizado de acuerdo con el protocolo de la Legión, que para todo lo tiene, y más para la muerte, su más leal compañera.

Tanto es así que cuando el Caudillo supo que el general Millán Astray, Teniente Coronel fundador del Tercio, que a él le eligiera como Lugarteniente y Jefe de la Primera Bandera, se moría, dejó El Pardo y se fue a la casa de su camarada. Ante la puerta de la alcoba de Millán, tomó al ayudante del glorioso mutilado y la encomendó:

– Entra y dile al Teniente Coronel que desea verle el comandante de la Primera Bandera.

Esta suprema elegancia ante la muerte es señal de fé, de corazón entero, de hombre cabal. Ante Millán volvió a su juventud. Ante su propia muerte regresó al tono militar de su juventud.

Pensaba haber comentado esto con un hombre de alma gigante, de lealtad incomparable, pero yo no he tenido cuajo y mi amigo y jefe, por vez primera en la vida, me ha colgado el teléfono con su voz de mando duramente dulcificada por la incontenible pena.

La calle, a aquella hora, estaba soleada, silenciosa, casi deshabitada e irremediablemente triste.

Rafael García Serrano

21 Noviembre 1975

Una obra extraordinaria que ha cambiado radicalmente España

Carlos Godó Valls, Conde de Godó

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La profunda emoción que siento por la pérdida del Caudillo de España, Generalísimo Franco, viene condicionada por la obra extraordinaria que ha cambiado radicalmente a España en unos pocos años, si bien personalmente aumenta, por los sentimientos de amistad que me había siempre demostrado y que venía ratificada por el nombramiento con que he sido honrado en dos ocasiones como procurador en Cortes de designación directa del Jefe del Estado. Es difícil en unas pocas líneas, dar una idea de lo que ha representado el Caudillo en la vida de España, porque en cualquier orden que se considere, vemos el progreso inmenso que han representado estos años en los cuales nuestro país ha pasado de ser una nación de segundo orden a situarse junto a los países más industrializados y de mayor rango cultural. Con lágrimas en los ojos he escuchado esta mañana la alocución de nuestro presidente, don Carlos Arias Navarro, quien, visiblemente conmovido, nos ha leído el último mensaje de Franco y no solamente yo, sino las personas que estaban a mi lado, no han podido contener la emoción que la lectura les ha producido. Me siento orgulloso de pertenecer y formar parte de la España de Franco. Y, en el tiempo que me quede de vida, he de recordar siempre la fecha histórica del día de hoy para todos los españoles, a cuyas plegarias uno las mías por el eterno descanso del alma de nuestro querido Caudillo.

20 Noviembre 1975

DOLOR DE ESPAÑA

Francisco Sanz Cagigas

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Franco ha muerto. La noticia corrió con un estremecimiento de angustia, de corazón en corazón, por todas las ciudades por todos los pueblos y campos de la patria. Hasta el final luchó el viejo soldado a brazo partido con la muerte. Su mente, lúcida incluso en la agonía, estaba íntegramente puesta en España a la que amó siempor por encima de todas las cosas. España y sus hombres, España y sus problemas: los de hoy, los de mañana, los que esperan tras las próximas esquinas, indescifrables, de la Historia. El anciano general – dicen los testigos – se mostró hasta el último instante tranquilo y firme saturado su corazón de un apacible sosiego. Veía desgranarse ante sí, en el trance supremo, los episodios de su vida, las batallas ganadas con esfuerzo sobrehumano, con paciencia increíble, a la fragmentación, al desgobierno, a la injusticia, a la miseria. Veía a la España anémica de ayer y a la España pujante de hoy. Sus ojos hondos y penetrantes, veían todo eso. Y a sus oídos llegaba el silencio espeso de la pena hecha pueblo, hecha sollozo agarrotado. Porque el pueblo sabía que su padre se estaba muriendo, allí, en ese castillo de proa vigilante y tenaz que ha sido EL Pardo durante treinta y seis años. ¡Dios, que frío bajaba de la sierra y se colaba por la espina dorsal y hacía brillar los ojos! ¡Que frío angustioso, Señor!

El dolor puede constituir también un estímulo poderoso. A manera de acicate fortalece el corazón del hombre y aviva la conciencia de los pueblos. Porque Franco, que llenó cuatro décadas de la Historia de España, no solo nos llevó de la mano en esa larga y problemática andadura, sino que supo mostrarnos los caminos del futuro con asombrosa clarividencia. De todas sus advertencias quizá la cardinal, la que resume todo su pensamiento, es aquella que nos apremia a permanecer unidos. Unidos por encima de todo. La unidad nos dará por añadidura fortaleza, libertad, justicia y progreso. Es la falta de esa unidad la que nos arrastró al enfrentamiento fratricida, a la degradación, a la anarquía. Desde el ejemplo sobrehumando de su vida como soldado, como hombre y como estadista; desde el dolor que atenaza hoy a todos los españoles; desde la Historia en que su nombre figurará siempre inscrito con brillo excepcional,  Franco nos señala, como síntesis de su testamento política, esta única y lacónica consigna: Unidad.

Francisco Sanz Cagigas.

23 Noviembre 1975

NUEVA ETAPA

María Consuelo Reyna

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Ayer, el Rey lo dijo, empieza una nueva etapa para nuestro país. El mensaje de don Juan Carlos fue un primer paso hacia ese futuro que ha de basarse en un efectivo consenso de concordia nacional.

Con palabra tranquila y serena, con voz emocionada, el Rey enumeró una serie de cuestiones que los españoles queríamos escuchar. Fue recorriendo brevemente algunos de los problemas y aspiraciones del pueblo, apuntando, al mismo tiempo cuál iba a ser su actitud.

En el discurso de la Corona están ya esbozados las líneas maestras de lo que va a ser la política española en esta nueva etapa, en la que nadie debe temer que su causa sea olvidada y en que nadie debe esperar una venteja o un privilegio. Va a ser una tarea de todos, hecha por todos, sin exclusiones de ninguna clase, porque España será lo que los españoles queramos que sea. Estos fueron los puntos de su mensaje al pueblo:

  • Homenaje a Franco
  • Libertad y  justicia
  • Peculiaridades regionales
  • Llamamiento a los inteletuales.
  • Una monarquía para todos.
  • Canalizar las demandas del pueblo
  • Reconocimiento de los derechos sociales y económicos
  • Asegurar a los españoles las condiciones de carácter material  que les permitan el efectivo ejercicio de sus libertades.
  • Participación.
  • Europa
  • Restauración de la integridad territorial
  • Al hacer realidad estos puntos se comprometió ayer nuestro Rey, y en esa tarea todos debemos secundarle con ‘generosidad y altura de miras’.

Una gran figura acaba de desaparecer, y un hombre joven un Rey para todos, con propósito decidido de servicio, de hacer realidad las aspiraciones del pueblo se ha puesto a la cabeza del país, que, expectante tranquilo, sereno, esperanzado ha depositado su confianza en él.

Una nueva etapa ha comenzado y esta nueva etapa ha de estar presidida por un efectivo consenso de concordia nacional, en el que todos y cada uno de los españoles tengan su lugar, y nadie se sienta marginado, ni apartado, porque es una empresa colectiva que a todos compete. Hay que empezar a caminar. Ayer, ante La Cortes se dio un primer paso al que seguirán otros muchos, hasta llegar a ese efectivo ejercicio de las libertades anunciado por el Rey.

María Consuelo Reyna.

21 Noviembre 1975

DECLARACIONES DEL PRESIDENTE DE 'EL CORREO'

Javier de Ybarra

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Una impresión muy dolorosa, como lo es para todos los de mi generación, que hemos vivido con él toda la vida en la guerra y en la paz. Con gran dolor, nacido de lo más hondo de nuestros corazones, hemos visto que se nos marcha el Capitán de la guerra y el Capitán de la paz. Su muerte es sentida, como la muerte de un padre. Lo que recuerdo, aparte de lo que es notorio y todo el mundo sabe como son sus excepcionales aciertos en las relaciones internacionales y en la organización interior de España que nos ha llevado al resurgimiento que ahora contemplamos, tengo recuerdos muy vivos de aquellos momentos que hemos compartido con él, durante mi gestión como presidente de la Diputación y como alcalde; recuerdo sobre todo, aquella visita triunfal del año 1964, en que le aclamaba el pueblo de Bilbao, cuando bajaba de Begoña, acompañándole en el coche, las mujeres le levantaban los niños para enseñárselos. Aquella fue una entrada apoteósica. Tengo un recuerdo gratísimo.

21 Noviembre 1975

El Péndulo

Fernando Ónega

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ASÍ NO MUEREN, VIEJO CONTINENTE, LOS DICTADORES. ASÍ SOLO MUEREN, EUROPA, LOS GRANDES HOMBRES DE LA CIVILIZACIÓN.
TIEMPO I.- Fue –tenía que ser-un 20 de noviembre. Murió como un caído más, como el más humilde de los caídos, precisamente el día que dedicó a su honra. Entrelazó su nombre, para las conmemoraciones e la historia, con el de José Antonio. Va a descansar bajo el mismo techo, y el destino, que escribe sus designios con caracteres misteriosos, escribió ahora esta grandiosa coincidencia.
 –
Fue con el alba, cuando el país dormía. Y ese país se despertó después con la mañana de luto y la historia cambiada. A las seis de la mañana ya estaban encendidas las luces de casi todos los hogares. Se resistía la niebla a dar paso a alguna noticia que no fuera la del milagro, pero ya era tarde. Ya era el gran vacío. Estaban cerradas cuatro décadas de gloria. El edificio estaba construído. El pueblo salía de sus casas, como todos los días. Aparecían las primeras banderas a media asta, como los sentimientos, y el pueblo salía de sus casas, como todos los días.
 –
Yo estoy seguro que Franco –un Franco difunto, ¿os dais cuenta?- hubiera deseado un amanecer justamente así: con el pueblo, con su pueblo, que lleva un nudo en la garganta, se desayuna con su amargura, se afeita con su luto, pero acude a su trabajo con la enorme y sagrada serenidad de la esperanza en la normalidad. Ni un histerismo, ni un grito callejero, ni una parálisis, ni siquiera el silencio. Un dolor seco, pero una vida del país llano que seguía su ritmo normal. Era, sin duda, el amanecer que hubiera deseado Franco para la hora suprema de “rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio”
 –
TIEMPO II.- Y luego, aquél brazalete negro por la calle. Y aquellos rostros que lloraban sin ningún reparo. Y la imagen entrañable de la viuda, cortada por el dolor. Y las voces emocionadas de los encuestados por televisión. Y cerca de cuatro millones de ejemplares de periódicos vendidos en una sola ciudad. Y una comitiva de catorce coches que cortaba el aire frío de una mañana para todas las derrotas. Hasta ese momento se había creído en el milagro. Ahora, Franco había sucumbido en su última batalla. Y esta España nuestra, huérfana de un caudillaje, se miraba a sí misma y se repetía: sin Franco. En los pueblos las campanas sonaban a muerte. España estaba de luto. La música fúnebre no se oía solo en los receptores. Esta España nuestra era ya, irremisiblemente, una España sin Franco.
 –
TIEMPO III.- Estaban conectados, seguramente, todos los televisores del país: “Franco ha muerto”. Carlos Arias, resumen humano perfecto de veintidós meses trepidantes, en los que se dieron cita la angustia y la ansiedad, los mayores compromisos y los mayores problemas para un gobernante, comparecía otra vez ante la sociedad. Contemplad su rostro: es una imagen para el recuerdo, como algo muy patético de emoción. Sus palabras se entrecortaban, fue preciso repetir la grabación, y al final, como cada español, dijo el “Viva España” de Franco con toda la zozobra que cabe en un cuerpo humano, con toda la tristeza que puede caber en la geografía de una nación. “No os faltará mi capitanía”. A las seis horas de faltarnos, supimos que Franco había tenido la previsión de estadista de dejar su testamento político, escrito desde el amor y el perdón, recuadrado en aquellas palabras que Franco escribió tan alto: unidad, Patria, paz, pueblo, justicia social. El, que no pudo físicamente asistir a la jura del Rey de España, sólo dejó dos peticiones básicas: la unidad y “que rodeéis al futuro Rey del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado”. Ha sido su último gran gesto. Y entre el amor y el perdón ha entrado en el juicio de la Historia. Así no mueren, viejo continente, los dictadores. Así solo mueren, Europa, los grandes hombres de las civilización.
HOY ES MAÑANA.- Todo está consumado. De lo que ahora se trata es de que ese gran testamento no quede en un archivo, aunque sea primorosamente cuidado. Cuando estas líneas se escriben, en alguna imprenta de Madrid se están editando un cuarto de millón de “posters” con la imagen del Caudillo perdido y el texto de sus últimas palabras. Cuando, el próximo jueves, los escolares vuelvan a sus aulas, ese “poster” pasará a presidir un cuarto de millón de habitaciones, un cuarto de millón de estudios, de un cuarto de millón de muchachos que ahora heredan, sencillamente, una cosecha de paz.
Hasta ahora, con precisión milimétrica, entraron en juego puntualmente los mecanismos institucionales. Con madurez ejemplar, que ya nadie podrá discutir, el pueblo se comportó singularmente. Hoy, con el alba, ese pueblo acudirá a ofrecerle su homenaje de despedida final a su cuerpo, ya que su obra es patrimonio colectivo. Pero hoy es ya el mañana, veinticuatro horas antes de la jura del Rey Don Juan Carlos. La pena y el luto son inmensos, pero sobre ellos se abre el mandato social de los tiempos: “Continuar”. Mañana, a los seis años y cuatro meses de su proclamación como heredero, un hombre joven, ya Capitán General de los tres Ejércitos, cogerá el timón que Franco condujo a lo largo de cuatro décadas. Hereda un Estado construido, pero necesitado de las modificaciones que requiere la nueva sociedad. Ayer terminó, por ejemplo, su vigencia, la ley de Prerrogativas. Ese simple hecho enmarca un enorme compromiso. El final de esta ley significa lo mismo que el tránsito del Régimen de Franco a una Monarquía constitucional: el paso del poder personal a un poder institucional y popular. Pero no es tiempo de cábalas. El gran umbral del futuro sólo se abrirá mañana con el mensaje del Rey a la nación. Mientras tanto, es hora de silencios.
Fernando Onega

21 Noviembre 1975

RESPONSABILIDAD Y PARTICIPACIÓN

EL CORREO CATALÁN (Editor: Jordi Pujol)

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El momento del cambio político, tan deseado o temido a lo largo de tantos años, ha llegado, como fatalmente tenía que suceder.

No es posible al filo de la noticia hacer un balance y menos aún una prospectiva con garantía de acierto. El asunto por los dos lados es demasiado complejo y los hechos y las variantes son tan numerosas que ni el cerebro mejor organizado sería capaz de formular inmediatamente una síntesis definitiva y convincente. Cada uno puede elucubrar aspectos parciales en busca de un pronóstico particular, según la parcela de historia que le haya tocado vivir y sus deseos y aspiraciones de futuro. Pero lo que nos parece indudable y no discutible es que se ha producido en el ámbito español un acontecimiento que cierra un periodo de su historia.

Y que por consiguiente abre otro, da paso a un porvenir, cuyos detalies y quizás incluso sus grandes líneas, son difíciles de dibujar en este momento, aunque sabemos seguros que ha de suponer una mayor participación ciudadana en la vida política, como ya anunció el presidente Arias en su discurso del 12 de febrero de 1974: “No nos es licito por más tiempo continuar transfiriendo inconscientemente sobre los nobles hombros del Jefe del Estado la responsabilidad de la innovación política. Él lo ha hecho todo y sostenido todo hasta aquí. Asumamos conscientemente nuestras cuotas de responsabilidad comunitaria, cuotas que queremos invitar a que suscriban treinta y cuatro millones de españoles”.

Pero también una mayor responsabilidad. Propia del ser adulto en el campo político, de quienes tenemos entre nuestras manos la posibilidad de moldear el bienestar futuro de un país forzosamente a partir de una realidades de las, pero que deberán ser sobrepasadas cuando haga falta, para conducir todos los pueblos de España por los caminos de la convivencia necesaria, de la justicia auténtica y de la democracia verdadera.

En particular, a los catalanes, con cuyas preocupaciones y anhelos nuestro periódico se ha sentido siempre tan unido, hemos de decirles que la llamada a la participación y a la responsabilidad les es dirigida muy especialmente en su especial situación dentro del contexto político del Estado español.

Deseamos y esperamos finalmente que el sucesor en la Jefatura del Estado sepa valorar la excepcional coyuntura en la que acaece su encubramiento, recogiendo el sentir de la mayoría con respeto para la minoría, y aceptando la participación responsable del pueblo, única garantía de que se cumplan, bajo su égida, los fervorosos deseos que hemos tratado de interpretar.

20 Noviembre 1975

EL RETO

Manuel Tarín Iglesias

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Franco ya no está. Durante estos últimos meses se ha desarrollado al entorno de lo que puede llamarse la ‘era franquista’ un curioso fenómeno: en el espacio de pocos meses se ha pasado desde una violenta ofensiva internacional, congelación de negociaciones con la CEE, manifestaciones antiespañolas, mini-retirada de embajadores y poco después, cuando la enfermedad de Franco cumple su última singladura, en los mismos países, casi en la misma prensa, se inicia el ‘sí, pero…’. Y resulta que Franco no fue responsable de la guerra civil, que elevó el país hasta dejar el subdesarrollo, que merced a él, en esta centinela de Europa, que es la Península, pudo impedirse cualquier frivolidad extremista; que se preocupó del nivel educativo. Resulta paradójico casar las reacciones de ha un par de meses y las de hace un par de semanas. La conclusión es que Franco fue un hombre incómodo, desde el 1 de octubre de 1936 hasta el mismo momento de su fallecimiento; e incómodo porque nadó siempre en contra la corriente que trataba de atraerlo, infructuosamente, a sus aguas jurisdiccionales. Basta leer ,a extensa literatura escrita desde los comienzos de la guerra civil, con las opiniones e informes de los gobernantes del llamado Eje: las infructuosas exigencias de los mismos cuando eran los amos de Europa, y las mismas exigencias de los amos posteriores para que aceptaran su constante, una necesidad en la travesía de Franco y cada vez que el Imperio de su Gobierno se encontraba más sólido, más duras debían de resultar las ofensivas.

La primera gran incógnita a despejar es el por qué el régimen de Franco pudo durar 40 años, con unos planteamientos domésticos rudimentarios. Acaso la frase de Franco, a sus legionarios, “sólo os pido voluntad y eficacia” resume la estrategia, su programa de gobierno a lo largo de la andadura. El carisma de un hombre joven – que asciende al poder después de obtener una gran victoria bélica – honesto, prudente y pacificador, arrastró a la inmensa mayoría del pueblo español, partidario de la voluntad y eficacia, moviendo sus peones con la habilidad de un Fhisher metido a la política. En cada momento – por encima de las pasiones y los intereses que crecen y se multiplican con el tiempo – estuvo atento, incluidos los fallos, a no dejar el timón, a no aceptar presiones – de ahí la incomodidad que producía su prolongada presencia – y a la eficaz misión de un caminar seguro. Es posible que los españoles de esta etapa, por su parte, acataron con docilidad, no un programa, sino una figura, una figura de estas características y con el halo de la victoria. El gobierno, el poder, ha sido evidentemente personal. Fuera del triunfalismo que podría representar, a estas alturas cualquier elogio a su gestión, ya será la historia la encargada de poner los puntos sobre las íes.

Lo indudable, es que, a partir de este momento, las circunstancias han variado, y de un poder personal se a pasar a un poder colegiado, más vecino a lo existente en Europa, más próximo a las fórmulas continentales y de entrada, sin duda causará buena impresión: seremos admitidos en las romerías y meriendas internacionales. Además. Pero ¿Y la política doméstica? El gran reto que hoy está sobre la mesa, es adivinar si los españoles son capaces de gobernarse con un mínimo de sentido común, sin querellas sangrientas, tolerantes unos con otros. Una gran masa de marginados se incorpora a la política. Bien para que también quepan los otros. Pero que unos y otros no aspiren a convertirse en monopolio, en aumentar las querellas que el gobierno a Franco impidió; en evitar las alteraciones de orden que Franco obtuvo; en paralizar el desarrollo que impuso el fallecido Generalísimo. A partir de esta fecha los exclusivísimos por otros, el fracaso sería rotundo. El reto que está lanzando es saber si los españoles, todos, colectivamente y en paz somos capaces de gobernarnos solas. Si se retrocede a la disputa diaria, a la paralización de actividades, a la exigencias desorbitadas del resultado, frente a un estado de anarquía, podría surgir la necesidad de un nuevo poder personal, con el agravante de que figuras como las del fallecido Caudillo, ya no se dan en el país.

Evidentemente con la muerte de Franco acaba su régimen, su sistema. En estos cuarenta años – ¡cuántos sudores, señor! – ya los juzgará la historia, pero la responsabilidad ha dejado de ser un solo hombre, para alcanzar a 35 millones de españoles que habitan en este país.

Manuel Tarín Iglesias

21 Noviembre 1975

Todo atado

José Barberá Armelles

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Valencia, entera, ha sentido en la fría madrugada del 20 de noviembre un temblor de congoja con la noticia de la muerte del primer español. Las flores que desde el amanecer han ido espontáneamente rodeando la estatua del generalísimo en la plaza del Caudillo han sido un vivo testimonio de admiración, ternura y homenaje.

Franco ha exhalado su último suspiro en la habitación 1.040 en la residencia de La Paz de la Seguridad Social. Hospital fundado por él mismo como en tantos otros puntos de la geografía nacional. Ha dejado, pues, de existir entre las cuatro paredes una institución creada para mitigar el dolor de los españoles y un trabajador más fuerte y sólida ligadura. La justicia social, su gran preocupación.

Por otra parte la tristeza y la serenidad de la capital valenciana han dado la imagen de una última jornada inolvidable. Tristeza y honor. Ha desaparecido el hombre que ha llenado con su talento y su entrega una larga etapa de la historia seguida por la confianza que supo despertar en el ánimo y en el corazón del pueblo. Todo ha quedado bien atado. En efecto, las leyes y las instituciones le suceden con matemática precisión. Durante la enfermedad del jefe del Estado el príncipe asume sus funciones en momentos especialmente delicados. Al fallecimiento del Caudillo el Consejo de Regencia se hace cargo de la máxima magistratura del país. El próximo sábado al mediodía al toque del Ángelus Juan Carlos jurará sobre los evangelios como Rey siendo testigos Las Cortes. En ese preciso momento un inocente niño rubio, el infante Felipe ascenderá al rango de príncipe heredero del trono de España, quizá un escalofrío de emoción recorra su infantil cuerpecito. El futuro ha comenzado. La institución monárquica se inicia y asegura su permanencia el joven Rey y el niño príncipe. Todo atado.

El pueblo valenciano con un temblor de congoja como la del presidente Arias ¡Que destino! cuando nos leía la despedida con la última voluntad del Caudillo ha tenido una frágil pero eterna ligadura de flores de nuestros campos. La bandera hondea a media hasta. Ha muerto Franco, ese hombre.

Don Pepe

El Análisis

"FRANCO HA MUERTO, SNIF..."

JF Lamata

Las lágrimas del presidente Arias Navarro han quedado en la historia, y en los años posteriores serían más fuente de coñas que otra cosa. Sin embargo, la realidad es que representaban bien en aquel momento lo que el dictador representaba para toda la derecha española.

En muy poco tiempo el oportunismo se iba a mezclar con la capacidad de adaptación y la reconciliación, para que las huestes de la derecha se apresuraran en arrancarse todas las medallas y fotos y, bajo las alas del Sr. Suárez los más o las del Sr. Fraga, los menos, tratar de distanciarse del franquismo, cuando no de intentar borrarlo de su pasado. Pero los hechos, hechos son: la historia de la derecha española estaba unida a la del régimen que sometió a España a una dictadura durante 40 años  no hay nada que pueda hacer cambiar eso. Y aquel 20.11.1975, todo la derecha (en distintos grados) lloró junto al Sr. Arias Navarro la muerte de su referente político.

J. F. Lamata