3 junio 1937

Había ido a supervisar personalmente los efectos de la ofensiva de las tropas de Indalecio Prieto en la Granja

Muere el General Emilio Mola, uno de los cabecillas del bando nacional, al estrellarse su avión en plena Guerra Civil

Hechos

El 3 de junio de 1937 falleció el General Emilio Mola.

Lecturas

Este 3 de junio de 1937 el general Mola, general en jefe del Norte del bando franquista de la Guerra Civil española, ha fallecido en un accidente aéreo, en el término de La Ida, municipio de Alcocero (Burgos) cuando se disponía a acudir al frente de Segovia. Según parece, las malas condiciones atmosféricas hicieron que el avión 41-I en el que viajaba se estrellara.

Con él han fallecido el teniente coronel Pozas, el comandante Serrat, y los tripulantes del avión, capitán Chamorro y sargento Fernández Barrero.

Una gran pérdida que, sin embargo, despeja aún más al General Franco como líder único del bando de la derecha en la Guerra Civil española.

04 Junio 1937

¡ADIÓS, MI GENERAL!

Raimundo García 'Garcilaso'

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Día de dolor y de llanto este día para España. Dios se ha llevado al General Mola… ¡Vamos ahora nosotros a merecer por nuestro dolor y por nuestras obras, que Dios se digne llenar con su misericordia, el tronco vacío que deja en nuestros corazones!

España ha perdido una de sus esperanzas.

El Ejército ha perdido el segundo de sus caudillos gloriosos.

Navarra ha perdido a su General.

El Generalísimo ha perdido su brazo derecho.

¡Mano el Generalísimo, Navarra sin Capitán, el Ejército de luto y España acongojada, todos habremos, sin embargo, de alzar mañana la cabeza; y cuadrados ante el espectro del General después de haber sacudido el dolor de nuestros pechos, habremos de gritarle como si estuviera vivo delante de nosotros en aquel domingo luminoso de Julio.

  • ¡Por Dios y por España, contigo, General Mola a la victoria!

No ha querido Dios que nuestro General pasara bajo los arcos del Triunfo a la cabeza de su pueblo el día en que Él tomará de nuevo posesión de toda la tierra de España que para su honor y gloria estamos reconquistando.

¡No importa! ¡Desde el cielo nos ayudará, y desde el Cielo nos verá al General un día pasar bajo el Arco de las Victorias, con las banderas altas y los corazones heridos de emoción y de gratitud por la espada de luz de su recuerdo edificante!

¡Caudillo Franco, personificación de la Patria, esperanza de todos a V. E., cuyo nombre vitorean al morir nuestros héroes, a quien las madres dan alegres los hijos… a V. E. en quien hemos depositado con entera seguridad patriótica el tesoro íntegro de nuestras esperanzas a V. E. va mi pésame por lo que ha perdido.

¡Porque Vuecencia, Generalísimo Franco, Caudillo de España, alma, corazón y brazo de la Patria, ha perdido el colaborador más fiel, el amigo más leal, el soldado más obediente, el español más adicto a su persona!

¡Y era quien era! ¡Algún día sabrá España quien fue y qué hizo por ella, el General Mola! ¡Porque no lo sabe; ni es hora de decírselo!

Y por eso, porque el General Mola – a quien yo conocía bien – era todo eso, creo que nuestro mejor tributo de amor y de gratitud al ilustre muerto y lo que él mismo nos hubiese mandado, si hubiera podido dictar su testamento, es que juremos, después de haber purificado nuestros corazones con la oración por su alma, imitarle en estas virtudes que eran el adorno providencial de su corazón y de su alma.

¡Corazón y alma de Cristiano y de español!

¡Adiós mi General!

¡Adiós con un Viva España!

En mi corazón resuena su voz remota que contesta:

¡Viva Navarra! ¡Viva Franco!

Raimundo García ‘Ameztia’

04 Junio 1937

EL TRÁGICO SINO DE MOLA

Máximo Silvio

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No podía escaparse Emilio Mola de morir violentamente. Por error de trayectoria no le dio en mitad del corazón al rebotar en las paredes del Hospital de San Carlos de Madrid, una de aquellas balas que, para asesinarlos, hizo lanzar contra los estudiantes de la facultad de Medicina. Por excesiva generosidad de la República – generosidad que ahora estamos pagando bien cara por ciento – no fue fusilado y se engalló publicando unos libros que merecían por lo menos la reclusión de su autor en un presidio. Se sometió voluntariamente a un régimen de aislamiento, después de una breve estancia en prisiones militares, y se negó a colaborar en la sublevación del 10 de agosto, porque comprendía que no estaba el terreno aun abonado para determinadas experiencias subversivas.

Ruin, falso y rastrero, Emilio Mola llegó a ganarse la confianza de algunos de los hombres de la República y logró ocupar cargos de responsabilidad hasta en Marruecos, donde inició una campaña de preparación de la militarada de julio. Casares Quiroga, presidente del Gobierno y ministro de la Guerra, le dio el mando militar de Navarra – la región española más antirrepublicana – y Emilio Mola se encontró allí muy a gusto, y seguidamente se puso en contacto con el senecto Cabanellas y el coronel Benítez y, descaradamente, conspiró contra la República, a la que había prometido defender lealmente y organizó las inhumanas mesnadas de requetés y falangistas que, hasta la llegada de italianos y alemanes en territorio rebelde, actuaron a sus órdenes.

Mola era el mejor general de cuantos se sublevaron contra la República. Era un buen estratega y sabía organizar una ofensiva tácnicamente; pero toda su capacidad de estrategia, toda su técnica militar se quebró primero a las puertas de Madrid y en estos últimos días en Euzkadi, donde los valientes vascos han formado una barrera infranqueable.

Los desastres militares de Mola los han pagado las poblaciones civiles de Madrid y Euzkadi. Centenares de edificios derrumbados, hogares deshechos, mujeres y niños cobardemente ametrallados, gloriosos recuerdos históricos bárbarmente destruidos. Recordemos Guernica…Toda la vesania, toda la maldad del cien mil veces maldito general se volcó sobre poblaciones indefensas para consolarse sádicamente de sus fracasos militares.

En el trágico póker de esta guerra, llevan las de perder los facciosos. Comenzaron las jugadas con un repoker de generales: Mola, Sanjurjo, Franco, Cabanellas y Queipo. Desaparecidos para siempre los dos primeros, ahora les queda un miserable trío con el cual es imposible ni tan sólo iniciar un fuerte envite aun en do mantengan agarrarse a los complices de Hitler y Mussolini.

Trágico sino el de Mola, como el de Sanjurjo. Trágico sino también el de Franco y Cabanellas, que ahora se debaten furiosos en su impotencia rodeados de atléticos alemanes y de empalagosos italianos.

Queipo de Llano no morirá ni en accidente de aviación ni en el frente. A lo mejor, un día, lo recogen tumbado para siempre en el micrófono-bar de RADIO SEVILLA, autointoxicado por su palabrería huerta y por la manzanilla que, de tanto consumo como ha hecho de ella, se la sirven ahora falsificada.

Maximo Silvio