8 febrero 1999

Logró mantener relaciones amistosas con Israel

Muere el Rey Hussein de Jordania, reconocido internacionalmente, que es reemplazado por su hijo el príncipe Abdallah

Hechos

El 7.02.1999 falleció el jefe de Estado de Jordania, rey Hussein, que fue reemplazado por su hijo Abdallah.

07 Febrero 1999

El último suspiro de Husein

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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El Gobierno jordano declaró ayer «incapaz» al rey Husein, clínicamente muerto. Inmediatamente, su hijo Abdalá juró el cargo como regente.

Husein de Jordania ha estado casi medio siglo a la cabeza de un país pobre, pequeño, artificioso -creación geopolítica del Imperio Británico y legado de la I Guerra Mundial- y rodeado de formidables actores del drama de Cercano Oriente: Israel, Egipto, Siria, Irak, Arabia Saudí… Durante ese larguísimo periodo, el pequeño rey, amenazado a cada minuto por conjuras y atentados, se convirtió en un ancla de estabilidad y sentido común en una región donde de eso ha existido bastante poco. Enfrentado en un momento con los palestinos, que componen la mayoría de la población jordana, acabó siendo un sólido soporte de Yasir Arafat y de su naciente entidad política. Fiel a sus lazos con Irak cuando la guerra del Golfo, consiguió no perder la amistad de Estados Unidos. Durante muchos años fue el discreto intermediario entre Israel y muchos sectores árabes.

La desaparición de todo ese complejo entramado político, diplomático y estabilizador, que durante tantos decenios tejió el sonriente rey con su mano de hierro, es algo que hoy temen sus súbditos, los dirigentes de la región y los de las grandes potencias. Esa inquietud ha sido alimentada por la precipitación con la que Husein tuvo que acudir el mes pasado a Amán para quitar a su hermano Hasán la condición de heredero y otorgársela a su hijo Abdalá. El penúltimo viaje de Hasán ha dejado una impresión de que no todo está atado y bien atado.

Husein ha atendido siempre la razón de Estado más que sus preferencias personales. Y ha sabido, en particular, establecer en su país las bases de una incipiente sociedad libre, rodeada de regímenes autocráticos. Ese esfuerzo de medio siglo merece la oportunidad de sobrevivir a su agonizante protagonista.

08 Febrero 1999

De Hussein a Abdallah

Joan Tapia

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Ayer, tras el fallecimiento de Hussein, su hijo Abdallah juró como Rey y dictó su primer decreto proclamando heredero, de acuerdo con la voluntad de su padre, a su hermanastro Hamzeh, hijo mayor de Hussein y de la reina Noor. Se completa así la sucesión diseñada por Hussein a finales de enero. Pero el futuro de Jordania en la convulsa región de Oriente Medio no será fácil, aunque hoy es más prometedor que hace unos años. Leyendo las condolencias unánimes de los dirigentes mundiales por la muerte Hussein, es difícil no recordar los tiempos en que era descalificado como agente del imperialismo. Cuando hoy en Ammán se reúnan estadistas tan diferentes como el presidente Clinton, los jerarcas árabes, moderados y progresistas y los líderes de Israel, para despedir a Hussein, se evidenciará que el mundo es diferente. Hoy se rinde tributo a Hussein porque supo mantener unido un país inexplicable sin el rastro del colonialismo británico, porque aguantó – no siempre bien – la terrible presión de las guerras entre Israel y los árabes, el drama de los refugiados palestinos y la guerra de Irak. Como han explicado estos días Tomás Acoverro y Xavier Batalla, Hussein quería la paz. Y su sentido del equilibrio le ayudó a superar etapas de Oriente Medio en las que la pasión generaba irracionalidad y la paz implicaba la derrota total del contrario. Hoy algo ha cambiado.

Joan Tapia

08 Febrero 1999

Jordania, sin Hussein

Editorial (Director: Jesús Ceberio)

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Con la desaparición del rey Hussein de Jordania, cuyo corazón dejó de latir ayer en la clínica de su nombre en Ammán tras varios días de agonía, se abre una nueva e incierta etapa en un país clave en Oriente Próximo, una de las zonas más convulsas del mundo, y que a partir de ahora ya no podrá contar con el aval de la fuerte personalidad de quien ha regido los destinos de Jordania durante casi cuarenta y siete años. La herencia recibida por el ya rey Abdalá, de 37 años, hijo primogénito del rey fallecido y fruto de su segundo matrimonio con la princesa Muna, no es ciertamente liviana. Su reinado se inaugura en una Jordania debilitada política y económicamente y con el grave condicionante de un proceso de paz árabe-israelí sumido en una profunda crisis. Consciente seguramente de ello, el nuevo monarca ha querido transmitir en sus primeras palabras un doble mensaje: uno interno, apelando a la unidad nacional, dirigido al pueblo jordano, y otro externo, prometiendo continuidad y fidelidad al legado de su padre, destinado a la comunidad internacional.

Pero es inevitable preguntarse si el nuevo rey, en unas circunstancias distintas pero no más fáciles que las que tuvo que afrontar su padre en las distintas etapas de su largo reinado, será capaz de llenar el vacío dejado por su muerte. En reconocimiento al papel desempeñado por Hussein en el complicado tablero de la política árabe, más de cuarenta dirigentes extranjeros, con el presidente Clinton a la cabeza, se darán cita hoy en Ammán para asistir a sus funerales.

En el ámbito interno, en el que el rey Hussein consiguió cierto equilibrio entre el sistema de palacio, de fuerte estructura militar, y determinadas formas de participación popular, a su sucesor no parece quedarle otra salida que democratizar la teóricamente monarquía constitucional existente en Jordania, lo que implica entregar al Parlamento los poderes que le son propios y reconocer la legitimidad de la oposición política y la plena libertad de prensa. Sólo la personalidad de su padre y el papel histórico que le tocó desempeñar en la consolidación del Estado jordano, transformando un país artificial, dividido y políticamente frágil en otro más o menos unido y gobernable, explican el carácter personalista de la monarquía jordana y sus carencias democráticas, aunque infinitamente más benignas que las de las tiranías vecinas. Es posible que esa etapa haya concluido y que a su hijo y sucesor le corresponda gobernar de otra manera.

Pero es quizá en el ámbito externo donde el nuevo monarca encara los retos más fuertes y también los peligros. En cada uno de sus cuatro puntos cardinales, Jordania se enfrenta a una crisis. Apenas muerto Hussein, los vecinos de Jordania ya se acusan mutuamente de querer aprovecharse de su desaparición. Israel acusa a Siria de querer desestabilizar a su vecino y Damasco replica que Israel no ha renunciado a su idea de hacer de Jordania una patria de recambio para los palestinos. Y éstos quieren proclamar su independencia en el momento en que Israel, donde los halcones están en el poder, se encuentra inmerso en una campaña electoral a cara de perro entre la derecha integrista, decidida a congelar el proceso de paz, y las fuerzas políticas que apuestan por llevarlo a la práctica. Hussein asentó Jordania sobre dos ejes de política exterior bien definidos: su privilegiada alianza con EE UU y la paz con el tradicional enemigo judío, sellada formalmente en un impopular tratado con Israel en 1994. El Gobierno israelí ha recibido la muerte del monarca jordano con muestras de condolencia inauditas, pero en Israel son muchos, y muy poderosos, los que insisten todavía en expulsar a los palestinos al lado jordano. Por otra parte, EE UU puede tener la tentación de convertir a Jordania, una vez desaparecido Hussein, en plataforma de su particular cruzada contra el Irak de Sadam. Cualquier pequeño cambio en este delicado tablero de ajedrez puede poner en peligro una Jordania sin Hussein.