21 noviembre 2014

La mujer con más títulos nobiliarios del mundo será reemplazado por su hijo, hasta entonces Duque de Huescar

Muere la Duquesa de Alba Cayetana Fitz-James Stuart, la aristócrata más popular de España

Hechos

El 20.11.2014 falleció Dña. Cayetana Fitz-James Stuart ‘Duquesa de Alba’.

Lecturas

EL NUEVO DUQUE DE ALBA

alba_huescar El hijo mayor de la difunta, D. Carlos Fitz-James Stuart, que hasta entonces usaba el título de Duque de Huescar, pasará a ocupar el alto rango aristocrático de ‘Duque de Alba’ a la muerte de su madre.

ELOGIOS Y CRÍTICAS EN LOS MEDIOS

La mayoría de los medios de comunicación mostraron respeto hacia la difunta, figura destacada de la historia de España. Pero no faltaron voces que consideraron que no se debería hablar tanto de la mujer fallecida por tratarse de ‘una rica’. Entre ellas la del periodista D. Toni Bolaño en ‘Espejo Público’ (Atresmedia) el mismo día de su fallecimiento. También el ‘defensor’ del lector del diario EL PAÍS se hizo eco esa semana de cartas de lectores que protestaban por dar tanto aire al citado fallecimiento.

PLEITOS CONTRA MEDIASET Y ATRESMEDIA

zap jorge javier tomatezap_coto_DEC A pesar del respeto con el que los dos principales operadores de televisión de España, Mediaset y Atresmedia, tuvieron con ella ante su fallecimiento, las relaciones de la Duquesa de Alba con ambos no fue siempre buena. En abril de 2006, por ejemplo, la aristócrata demandó a ambos (por entonces TELECINCO y ANTENA 3) por hacerse eco en sus respectivos programas de cotilleos ‘Aquí hay Tomate’ y ‘¿Dónde Estás Corazón?’ de un libro que narraba supuestas relaciones entre ella y el difunto artista ‘Antonio el Bailarín’. La Duquesa de Alba logra ganar aquel pleito a los dos gigantes audiovisuales.

20 Noviembre 2014

La otra Alba: felipista, machadiana, rompedora, bética...

Alfredo Sánchez Monteseirín

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Nunca me sentí como el clásico político acomodado entre las caricias de la aristocracia. Las diferencias entre el mundo que ella encabezaba y el que yo representé eran abismales. Pero la duquesa, por rebelde, y yo por vestir el cargo, hacíamos como de ‘agente doble’ (es un decir). Y ahí nos encontrábamos. Por eso a mí en este momento, a bote pronto, solo me sale contar un rosario deslavazado de anécdotas convividas. No servirán para entender al personaje de papel cuché, pero a lo mejor sí a comprender que la persona no era, ni para bien ni para mal, la caricatura simplona que se reflejó.

Ya la primera vez que almorzamos en su casa de la calle Dueñas, Cayetana —como para romper el hielo— me soltó a bocajarro: “Una cosa, presidente (yo lo era entonces de la Diputación): no le voy a decir que yo sea socialista, ¿verdad?, pero sí le digo que soy felipista, sí señor”. Ahí quedó. Años después se me quejaba- ella, la aristócrata por antonomasia, la terrateniente, anticomunista genéticamente- porque quería conocer a Antonio Rodrigo Torrijos (IU) y no entendía que este no se le acercara a saludarla. “Es teniente de Alcalde y yo no le he hecho nada a ese hombre ni él a mí”. Ni el rebote que pilló con las protestas del SOC, el Sindicato de Obreros del Campo de Juan Manuel Sánchez Gordillo, a las puertas de las Medallas de Andalucía le hicieron refugiarse en la caverna. Sé que mandó despedir a uno de sus administradores por faltar al respeto gravemente a los presidentes Zapatero y Chaves en cierta ocasión.

Machadiana

Se volcó con las conmemoraciones en Sevilla de la Red de Ciudades Machadianas (todas las ciudades donde Machado vivió) que presidíamos. A pesar de su amor a la sangre de los toros y al humo de los altares, más que a los alamares las sedas y los oros, con nosotros parecía —como don Antonio— más de don Giner que de don Guido. Se la notaba muy a gusto con los que no éramos de su mundo y especialmente con aquella gauche divine local y universal que, antes y después de casarse con Aguirre, pasó en muchas ocasiones por aquellos patios donde madura el limonero. Eran, frente a los de la vieja y tahúr, zaragatera y triste, los de la España que alboreaba, la de la rabia y de la idea.

Ciudadana

Muchas veces —sobre todo cuando ya estábamos en la Alcaldía— recibí cartas con sucinto membrete («Alba») escritas a mano con su letra picuda. Intercedía en ellas por estos o aquellos colectivos que confiaban en su influencia para cosas benéficas y sociales. Y era a la vez taurina y animalista. Recuerdo la autorización que nos solicitó para que los coches de caballo pudieran invadir las zonas peatonales en verano a fin de colocar a la sombra a los animales. A veces ella misma mandaba comprarles pienso para que no se comieran la corteza de los emblemáticos naranjos de las calles de Sevilla. Me insistía sobre mi obligación de impedir que se derribaran las viejas casas del centro. Y no terminaba de quedar convencida cuando le contestábamos que todo lo moderno que habíamos hecho lo habíamos levantado sobre solares o espacios derruidos, nunca tirando nada. Asentía, pero creo que hubiera preferido unos buenos ‘pastiches’.

Rompedora

Le encantaba ser rompedora. Provocadora, incluso, a veces. En todo. Quería sentirse fiel heredera de aquella que posó desnuda y vestida para Goya. No entraré aquí en cuestiones mayores. Pero sí que nos llamó por teléfono para que le ayudáramos a salirse con la suya en cuanto a su última boda. De vez en cuando nos soltaba, como quien no se daba cuenta, lo atractivo que era aquel mozo…o su marido, su yerno, su novio…

En muchas ocasiones, ya con lo de la cadera, cuando salía de un acto social o ciudadano- siempre se podía contar con su solidaridad- se enganchaba de mi brazo. Hablábamos profundamente de Sevilla, de sus virtudes y de sus problemas. Pero cuando yo pretendía ahorrarle el agobio de los paparazis, cambiaba el tercio, me pegaba un tirón hacia ellos y me decía: «Deja, Alfredo. Si a mí me gusta».

Bética

A las duras y a las maduras. Del Mucho Betis y del manque pierda. Estábamos ambos en el Calderón cuando el Betis ganó la Copa de Rey y nos dimos un largo abrazo. Y en el palco de Heliópolis nos quedamos la Duquesa y yo aguantando el chaparrón cuando el descenso. El presidente del club ya no acudía y al vicepresidente le dio una arritmia. Los aficionados solo tenían nuestras caras conocidas para desahogar su ira. Le dije a Cayetana que se fuera… pero no quiso dejarme solo. Y allí estuvimos hasta el final, encajando los gritos de los más exaltados a través de las botas de los antidisturbios, subidos en el murete delantero de aquel palco.

Al fin…

La acompañamos cuando falleció Jesús Aguirre, con el que compartimos algunos intensos ratos de sus últimos meses. Y fue en Liria, y luego en Loeches, helándosenos el corazón de las dos Españas, cuando asumimos al fin nuestras enormes contradicciones y la complejidad no ya del personaje, ni de la persona, sino de la vida misma: “No le des más vueltas Cayetana: eres, por encima de todo y de todos, una sevillana en Madrid. Y ya está”. A partir de ahí, otra vez se puso el mundo por montera. Ahora andará diciendo, paradójicamente, como la madre del poeta cuando iba al encuentro de la muerte igualitaria: “Hijo, ¿cuándo llegamos a Sevilla?”.

21 Noviembre 2014

Protagonista de la prensa rosa y protectora del patrimonio español

EL MUNDO (Director: Casimiro García-Abadillo)

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EL FALLECIMIENTO ayer de Cayetana Fitz-James Stuart y de Silva, a los 88 años de edad, en el palacio de las Dueñas de Sevilla ocupó, por derecho propio, portadas de la prensa digital y boletines informativos de medio mundo. Con el fallecimiento de la duquesa de Alba no sólo desaparece una de las celebridades de la crónica social, sino que se cierra una página en la historia de la nobleza española y europea.

No es por lo tanto de extrañar que el óbito de la aristócrata por antonomasia, cuya misa funeral se celebrará hoy en la Catedral hispalense, se convirtiera en trending topic internacional, con profusión de mensajes de pésame, además de en España, en Grecia, Escocia, México o EEUU. Tampoco que personalidades de todos los ámbitos de la vida pública y decenas de miles de sevillanos se acercaran a la capilla ardiente para expresar sus condolencias a la familia Alba.

Sus 46 títulos nobiliarios, con 14 grandezas de España, hicieron de ella una de las aristócratas con más pedigrí del mundo. Su linaje, que se extiende desde los nobles castellanos de la Edad Media hasta la reina María Estuardo, y su extraordinario patrimonio artístico, que ella se dedicó a conservar y engrandecer, son esenciales para comprender parte de la Historia de España. Y su carácter libre, su querencia por la bohemia y su llaneza explican, por otra parte, su popularidad. Muestra de su apego a la ciudad de Sevilla es que una de sus últimas voluntades ha sido que sus restos incinerados sean depositados entre el panteón familiar de Loeches en Madrid y la Iglesia del Cristo de los Gitanos, a la que le unían profundos lazos sentimentales.

Con todo, hay una dimensión que trasciende su faceta más conocida como protagonista recurrente de la prensa rosa, que es su labor de mecenazgo y la creación de la Fundación de la Casa de Alba en 1975. Con esta institución, la heredera de un legado cultural de 500 años vinculó las propiedades de su familia al patrimonio nacional para impedir su venta y dispersión después de su muerte. Como contrapunto, hay que señalar que la principal terrateniente del país no prestó al cuidado de sus latifundios el celo que sí dedicó a la salvaguarda de sus bienes artísticos y culturales. Vivió como quiso sin olvidar las obligaciones de su linaje y fue consciente de su papel en la Historia.

21 Noviembre 2014

La duquesa de Alba, mi madre

Alfonso Martínez de Irujo

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Su hijo la recuerda como una mujer solidaria y que supo romper estereotipos

Ha muerto mi madre, la duquesa de Alba, y quiero decir unas palabras que abarquen su figura y su trayectoria. Aunque el titular dice mi madre, es solo una manera de acercarme a la persona que ha fallecido ayer y que ha tenido una trayectoria brillante y original hasta sus 88 años de vida.

La duquesa Cayetana, como casi todos la conocen, era hija de Jacobo Fitz-James Stuart, duque de Alba, y de Rosario Silva, heredera de la casa de Híjar. Mi abuelo fue un intelectual destacado, un político brillante y un diplomático fundamental en la historia reciente. Además, impulsó valores patrióticos sofisticados y mantuvo un esfuerzo constante para que las personas de su alrededor hiciesen las cosas bien.

En esos valores intentó educar a su hija única, la empujó a tratar a las gentes más diversas, más internacionales y más brillantes de la época. Esa impronta quedó en mi madre de modo destacado y la convirtió en una mujer abierta a las corrientes de pensamiento más diversas sin dejar su profundo sentido del deber y del servicio a España y a la Corona.

Además, Cayetana tuvo una educación excepcional por el sitio en donde había nacido y por las oportunidades que tuvo ocasión de recibir en sus viajes y en las estancias en los más variados lugares y en contacto con las personas más importantes de la época. De su madre recibió también el sentido de una gran casa y su continuo interés por ayudar a los más necesitados.

Después del incendio que durante la Guerra Civil sufrió el palacio de Liria mi abuelo decidió su reconstrucción. Al morir el duque de Alba, mis padres, la duquesa de Alba y Luis Martínez de Irujo, otra persona adelantada a la época y que ayudo extraordinariamente a la consolidación de la Casa, continuaron en ese empeño donde pusieron un extraordinario esfuerzo en tiempos muy difíciles hasta lograr su total reconstrucción.

En el terreno del arte tuvo especial sensibilidad, y ejerció un mecenazgo extraordinario, aumentando mucho, asimismo, las obras de arte y colecciones de la casa de Alba. Trató a los artistas más destacados de la época, pintores, músicos, intelectuales, escritores de todas partes del mundo. E impulsó su actividad, permitiendo que muchos que pasaban por el Palacio de Liria comprendiesen y se identificasen mejor con la cultura y la sociedad españolas en tiempos de aislamiento.

Fue miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla y perteneció a muy variadas asociaciones.

Quisiera ahora hacer referencia a otra faceta de su vida que merece destacarse. Me refiero a su enorme labor de ayuda a los demás presidiendo y actuando en las más diversas asociaciones benéficas, lo que la llevó a obtener la Gran Cruz de la Beneficencia, una más de las muchas condecoraciones que recibió a lo largo de su vida. Esta cualidad junto con una personalidad diversa que la llevó a ejercer diferentes deportes, bailar flamenco y romper, en muchos momentos, estereotipos la han hecho enormemente popular, seguramente llegando a una sociedad que entendía su ejercicio de la libertad e intuía el extraordinario esfuerzo que estaba haciendo para abarcar tantos campos.

Desaparece una figura relevante de la aristocracia española, que en cada caso supo valorar quién era, a qué tradición se debía y qué valores eran irrenunciables y debía mantener. Muy humana y muy cercana a la gente y pongo como ejemplo el enorme cariño que ella sentía por Sevilla, ciudad a la que se encontraba muy unida y de la que era Hija Adoptiva, y como los sevillanos le correspondían en ese cariño a ella.

Sean estas breves pinceladas en estos tristes momentos un homenaje emocionado a una vida brillante, diversa y reconocida.

22 Noviembre 2014

¡Guapa!

Boris Izaguirre

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No podemos imaginarnos una semana sin un escandalazo. Muere la duquesa y la reina de la copla entra en la cárcel. Todo ocurre en Sevilla

La muerte de la duquesa de Alba ha terminado por hacerla legendaria. Observando las imágenes de su rica y personalísima vida hay una constante en su estilo. El pelo va cambiando tanto por décadas como por matrimonios. Pero ella siempre es la misma, propietaria de un estilo que es un delicado equilibrio entre la arbitrariedad y el protocolo, entre ser una figura abrumadoramente popular y la persona con más linaje de Europa.

Cayetana de Alba era todo nombres y títulos, un paisaje de palabras y propiedades que van desde Goya a Montoro pasando por Villanueva del Fresno. Pero muchos prefieren proclamarla “¡guapa!” En cualquier acto público, tanto inaugurando unos jardines, recibiendo el título de ciudadana de honor en Sevilla, bailando flamenco instantes después de casarse a los 85 años por tercera vez y hasta en su propio entierro recibía los gritos de «¡guapa!» por parte de sus fanáticos. Un título más que envolvía a una mujer históricamente única. Una pop star. Esos gritos redefinían la propia palabra que proferían. Cayetana de Alba más que guapa era un aspecto esencial del país. Claro que vamos a extrañarla, no dejaremos de recordarla. Ibiza no será igual, la esencia de ¡Hola! tampoco. La eterna referencia al glamour extravagante, la personalidad insólita, de un egoísmo completamente aceptado, comprendido, incluso envidiado, que nos ha dejado como herencia, seguirá. Sin embargo, el hecho que halla fallecido en uno de los peores años para España nos deja con una reflexión obvia: Cayetana de Alba no hubiera podido existir en otra nación que no fuera la nuestra.

A medida que se acerca el final de 2014, domina la sensación que ha sido tremendo. Abdicó el Rey, surgió Pablo Iglesias, Pantoja va a la cárcel, fallece la duquesa de Alba. María Teresa Campos redescubre el amor junto a Bigote Arrocet, una feliz noticia aunque su hija Terelu es amenazada por un amigo traidor. ¿Puede pasarnos algo más? Sí, la pederastia ha alcanzado a nuestros curas y debería costarle la dimisión al arzobispo de Granada, acorralado por sus pecados y por el mismo Papa. Ciertamente es inexplicable que el arzobispo observe día tras día todo lo que se expone en los medios de comunicación sobre el pederasta de Ciudad Lineal, sin que reflexionara sobre el ocultamiento de los sacerdotes acusados del mismo abuso organizado en su entorno. O sea, hay dos tipos de pederastas: aquellos que protege la iglesia y el resto, que se convierten en criminales condenados por el público. Los curas pederastas de Granada funcionaban como una secta, instruyendo una mezcla de fe, sexo y lujo, porque aunque la mayor parte de sus abusos ocurrían en mansiones y pisos caros exentos de impuestos, sus presuntas víctimas eran captadas en barrios populares. Una Sodoma y Gomorra disimulada. Seguramente actuaban confiados en que ninguna denuncia los alcanzaría. Como un Gürtel más. El escandalo se nos ofrece como el primer caso de este tipo en nuestro país, pero solo es la primera vez que se publica así.

En la vida siempre existen vías paralelas. El piadoso exministro Acebes, siempre defendió que existían dos líneas de investigación durante los terribles días posteriores al atentado de Atocha. Insiste en ello ahora que es imputado, negando conocer a un arquitecto comprometedor mientras el juez Ruz le exhibe fotografías donde sale estrechándole la mano en compañía de Bárcenas y el presidente Rajoy. Acebes insiste que esa foto debió tomarse en una fiesta de Navidad, donde uno saluda a gente que luego no recuerda. ¡Que complicada es la vida en la calle Génova! Y no solo por el tráfico. En una fotografía estás feliz, rodeado de amigos. Unos años después, la misma fotografía es un oprobio. Seguramente en la celebre reforma que hicieron en la sede del Partido Popular se les olvidó consultar un experto en feng shui para eliminar el mal rollo que dejan los espíritus de los caídos en desgracia, esos que van multiplicándose y dejando todo tipo de rastros. Fotos, discos duros, papeles, sobres, confeti, esperanzas, botellas y cargos.

El año ha sido cruel, pero al mismo tiempo esa crueldad nos ha traído un nuevo hábito: no podemos imaginarnos la semana sin un escandalazo. Necesitamos ese ruido, permanentemente. Son las verdaderas dos líneas de defensa. Muere la duquesa y la reina de la copla entra en la cárcel. Todo ocurre en Sevilla. Y ya se barajan nombres de presidiarias que la esperan ansiosamente en el centro penitenciario de Alcalá de Guadaíra. Quizas sirva de alivio saber que muchos célebres que han estado presos, como Mario Conde o Sofía Loren, han declarado que las mejores personas que han conocido en sus vidas estaban dentro. Y las peores fuera. Allí Pantoja podría encontrar ese buen amor del que hablan sus canciones. Al final, esa cárcel será el primer paso para la rehabilitación de su personaje.

Hemos visto las imágenes de las cacerías que organizaban algunos personajes y alcaldes implicados en la red púnica. ¡Es asombroso como contrastan los rechonchos y enfundados cuerpos de los cazadores con la magra y fibrada elegancia de los venados muertos! Un flagrante triunfo de la fealdad sobre la belleza. Esos señores imputados con el rifle en mano dan la sensación de que la corrupción mas que una plaga de bichos es un ejército entrenado tanto para mal matar como para seguir abusando de nosotros mientras puedan. Y son feos.

23 Noviembre 2014

El fin de la España cañí

Luz Sánchez-Mellado

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Todo empezó a irse al traste con el cambio de milenio. Aunque muchos elegidos, borrachos de vino fino, rosetones en el pelo y euros recién acuñados, aún no lo supieran, tenían los días contados. Corría el año 2003, acabado de estrenar el siglo XXI, cuando dos ya entonces casi cincuentones, Isabel Pantoja y Julián Muñoz, encandilaron y abochornaron a partidarios y detractores dándose un lotazo de órdago como adolescentes en celo arrellanados en un coche de caballos en El Rocío. Olé nosotros, que se mueran los feos –y los pobres–, parecían pregonar la exviuda de España y el exalcalde de Marbella, la Pantoja y Cachuli para el mundo, fundiéndose quizá los fondos públicos que esquilmaban a serones. Hoy, cada uno pena sus respectivos delitos en la trena como delincuentes convictos, que no confesos. Apestados sociales. Proscritos hasta de ¡Hola!, el oráculo que daba y quitaba el marchamo de celebridad de pata negra en estos lares.

Isabel, que regateó hasta el final con su señoría el monto de la multa y la fecha de entrada, entró en prisión con las botas camperas puestas, como dijo que haría. Antes tuvo tiempo de enviar una corona de claveles a la Duquesa de todas las duquesas, de cuerpo presente en la catedral de Sevilla. Con ese deceso y ese ingreso acaba una época. El firmamento de la España cañí se apaga. Salvo el Lucero del Alba, con Cayetana- Venus alumbrando desde arriba su leyenda, muchas de sus antes rutilantes luminarias han devenido en enanas marrones o aerolitos caídos.

El Rey ya no es el Rey. Ni la Reina, la Reina. Ni las Infantas, las Infantas. De ahí para abajo, el escalafón de las celebridades más carpetovetónicas del país ha dado un vuelco irreversible en los últimos años. No consta que el tsunami de Podemos haya tenido nada que ver en la debacle, porque, entre otras cosas empezó antes de que Pablo Iglesias saliera en ninguna tele. En la mayoría de los casos, ha sido el tiempo, el infortunio o el propio empeño de los interesados en destrozarse la reputación, el que ha acabado llevándoselos por delante. Corría septiembre de 2004 cuando Rocío Jurado, la más grande intérprete de copla de su época según tirios y troyanos, anunciara que tenía un cáncer de páncreas devorándole las entrañas en el jardín de su casa de La Moraleja. Su muerte, año y diez meses después, dejó a sus fans huérfanos y a los suyos gravemente desarbolados ante la vida. Hoy, su viudo, el legendario torero Ortega Cano, purga dos años y medio de cárcel por un homicidio imprudente provocado por conducir ebrio, y los problemas de su hermano y de sus hijos constituyen muchas tardes el menú de los programas del corazón más salvajes de la parrilla.

Los toreros tampoco ya no son lo que eran. Hasta bien entrados los 2000, quien no tuviera un abono en Las Ventas o en La Maestranza, o en ambas, que para eso estaba el AVE, no era nadie en según qué círculos. Los toreros eran mitos vivos, y poco menos que héroes nacionales en la consideración de la mayoría. Hoy, recién fallecido José María Manzanares y retirados de los ruedos Jesulín de Ubrique y Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez, muchos diestros en activo se las ven y se las desean para llenar los cosos, están prohibidas las corridas de toros en Cataluña, y muchos presuntos “festejos taurinos”, como el Toro de la Vega, acaban con problemas de orden público entre aficionados y defensores de los animales.

 

Manolo Escobar, el rey del pasodoble, y Sara Montiel, nuestra primera pica en Hollywood, elegantes hasta el fin, hicieron discretamente mutis por el foro y, con sus exequias, resucitaron brevemente su leyenda en la memoria colectiva de los mismos que les llevábamos ninguneando desde hacía lustros. Hasta monseñor Rouco Varela, eterno arzobispo de Madrid y el prelado español con más poder en los últimos 40 años, tuvo que irse por la puerta pequeña el pasado 14 de octubre en una misa de despedida de perfil bajísimo en la catedral de La Almudena, caído en desgracia ante los nuevos vientos del Papa Francisco. Con lo que a Su Eminencia le hubiera lucido ocupar un sitial de privilegio en el solemne funeral de la Duquesa.

La vida, no obstante, sigue. El pasado viernes a media tarde, la baronesa viuda Carmen Thyssen Bornemisza, Tita Cervera para la hemeroteca de la fama patria, firmaba ejemplares de las memorias de su esposo el barón a las señoronas del barrio de Salamanca de Madrid y a mitómanos de todo pelaje en El Corte Inglés de Goya sin que se le cayeran los pedruscos de los anillos. A ella nunca le importó arremangarse y ponerse manos a la obra. De hecho, las ha dictado, editado, y supervisado ella hasta la última coma, con la “inestimable ayuda” de José Antonio Olivar, director adjunto de ¡Hola! Sería interesante si Olivar, testigo privilegiado del quién es quién patrio, piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor. Lo que parece claro es que películas como La escopeta nacional y Todos a la cárcel son un prodigio de sofisticación, exquisitez y elegancia al lado de la insoportable vulgaridad de la correa de transmisión de Gürtel, el mangoneo de Nóos, los papeles de Bárcenas, las tarjetas negras de Bankia, los latrocinios de los Pujol, las cacerías de Los Púnicos y los tejemanejes de, al cierre de esta edición, el último futuro preso y político, Carlos Fabra. ¡Vuelve, Berlanga!

24 Noviembre 2014

La duquesa

David Trueba

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A la duquesa de Alba no la ha pintado un esmerado y tozudo artista, la ha pintado Telecinco en sus tertulias de mesa camilla y los programas de sobremesa mal llamados del corazón

La duquesa de Alba ha muerto sin tener un Francisco de Goya que la pintara. A la duquesa de Alba no la ha pintado un esmerado y tozudo artista que rondaba la Corte para sostener la genialidad de su pincel y su arte contra viento y marea, y hasta contra su propio país, al fin y al cabo murió en el exilio como tantos otros talentos. No. A la duquesa de Alba la ha pintado Telecinco en sus tertulias de mesa camilla. A la duquesa de Alba la han pintado los programas de sobremesa mal llamados del corazón con sus micrófonos a pie de coche, a la salida de los toros, en el posado fotográfico de entrada a algún sarao. Es el signo de los tiempos. Podemos lamentarnos, pero es tan inútil como escupirle al reloj. Nadie sabe si en el futuro para ofrecer un retrato preciso de su XVIII heredera, habrá que recurrir a una exposición en palacio de pantallas de tele donde salga ella con su voz herida contestando preguntas y bailando en la boda tardía donde se ganó al país.

Porque en un país empobrecido y tocado, donde hay niños que ya no hacen tres comidas, la aristocracia tradicional no le ha hecho ni un guiño solidario al siglo XXI. Y sin embargo la más renombrada cabeza de familia latifundista se ha metido en el bolsillo al pueblo llano, que es más bien un pueblo pedregoso y lleno de pliegues y a menudo poco previsible en sus filias y fobias. Su popularidad llegó por la rebelión en la ancianidad, por sacudirse el yugo del retiro cuando ya le tocaba dejar paso a las portadas de los hijos, por renunciar a la discreción y casarse en la edad en que a uno se le fractura la cadera con tan solo estornudar. No conocen los españoles, a los que se aparenta tener tan informados, ni una pizca de las anécdotas profundas de la duquesa de Alba, que dan para una sobremesa de cena hasta las claritas del día. No son aptas, me temo, para menores de edad y el espectador televisivo español, no nos confundamos pese a la apariencia libertaria, es siempre tratado por las cadenas como menor de edad. Ha sido ese amor de España por lo estrafalario, ese cariño por quien le regala espectáculo y feria, el que se ha expresado de nuevo.

El Análisis

SEÑORES, LA ARISTOCRACIA HA MUERTO

JF Lamata

Sin duda en la historia de España hay muchos ‘ducados’ de innegable relevancia, a fin de cuentas, los ‘Duques’ se destacan, principalmente, por tener controlado lo que hicieron sus familiares desde unos cuantos siglos atrás, mientras que los no-duques apenas llegamos a conocer lo que hicieron nuestros antepasados de más de una generación. Pero ¿para qué engañarnos? ¿Cuántos españoles de 2014 conocen algo del actual Duque de Ahumada, pese a ser uno de los títulos nobiliarios más conocidos de este país por ser el fundador de la Benemérita? ¿O el Duque de Veragua, pese a ser el título del que descienden los descubridores de América? Nada de nada. La Duquesa de Alba, por su forma de ser, su físico, su forma de hablar, lo que fuera, era la única que había alcanzado suficiente popularidad como para ser ‘todo un personaje’ en los medios. Con la llegada del nuevo Duque de Alba desaparecía la única aristócrata que había logrado entrar en ese rankin de famosos de España desde hacía décadas.

J. F. Lamata