15 febrero 2003

FUERTE DIVISIÓN MEDIÁTICA EN ESPAÑA ANTE EL CONFLICTO INTERNACIONAL

División mediática en España ante la inminente Guerra de Irak: Invasión por EEUU apoyada por el Gobierno de Aznar

Hechos

El 15.02.2003 se celebró una manifestación masiva contra la invasión de Estados Unidos a Irak, apoyada, entre otros, por el Gobierno de D. José María Aznar de España y el de Mr. Tony Blair de Gran Bretaña.

Lecturas

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOBRE LA GUERRA DE IRAK

El Gobierno de Estados Unidos de América presidido por George W. Bush había hecho público su propósito de invadir Irak y deponer a su dictador Sadam Hussein en una medida respaldada por el Gobierno del Reino Unido (Tony Blair), el de España (D. José María Aznar) y el de Portugal (Sr. Durao Barroso).

– TVE ¿LA 1 A FAVOR Y LA 2 EN CONTRA?

zap_urdaci_huelgazap_irak_lorenzomilaOficialmente TVE aseguraba dar información neutral, pero la oposición criticó constantemente que el Telediario de la 1, dirigido y presentado por el Director de Informativos de TVE, D. Alfredo Urdaci, daba una cobertura claramente favorable al Gobierno del PP y, por tanto, a la Guerra de Irak. En curioso contraste el programa informativo de la segunda cadena de TVE, ‘La 2 Noticias’ que presentaba D. Lorenzo Milá y dirigía D. Fran Llorente mantenía posturas más cercanas al ‘No a la Guerra’. El propio D. Lorenzo Milá se declararía públicamente contrario a la Guerra de Irak  ante las cámaras en marzo de 2003.

– EL GRUPO PRISA, EL MÁS FIRME OPOSITOR A LA GUERRA

zap_irak_gabilondo El primer grupo de comunicación del país, el Grupo PRISA, fue firme detractor de la política del Gobierno del PP en relación a Irak, tanto en el diario generalista EL PAÍS, el más leído, como en la Cadena SER, destacando con luz propia el programa ‘Hoy por Hoy’, el programa radiofónico más escuchado del país presentado por D. Iñaki Gabilondo, el periodista estrella de PRISA, que declaró que ‘sentía vergüenza’ del Gobierno español, al que acusaba de violentar la legalidad internacional.

 TELECINCO ‘¡NO A LA GUERRA!’

zap_irak_valentínEl canal de televisión privada más visto de España, TELECINCO, mantuvo posiciones próximas al ‘No a la Guerra’, en sus informativos, que dirigía D. Juan Pedro Valentín. Otros programas de la cadena como ‘La Noche… con Fuentes y Cia’ y, por encima de todos, el exitoso Late Night de D. Xavier Sardá ‘Crónicas Marcianas’ que se convirtió en un auténtico altavoz del ‘No a la Guerra’.

 ANTENA 3 TV SE PONE DE PERFIL

zap_irak_anarosa El canal ANTENA 3 TV no tomó postura oficial ante la Guerra de Irak, y aunque sus servicios informativos controlados por D. Ernesto Sáenz de Buruaga estaban considerados próximos al Gobierno Aznar, el canal no apoyo estrictamente a la Guerra de Irak. Una de las pocas profesionales del canal que se posicionó claramente fue la presentadora de ‘Sabor a Ti’, Dña. Ana Rosa Quintana que expresó públicamente su rechazo a la invasión de Irak, pero también rechazó que entre los detractores de la Guerra hubiera grupos violentos.

– ¿LA TELEMADRID DE GALLARDÓN CONTRA LA GUERRA Y CONTRA AZNAR?:

zap_alfonsogarcía_irak Los informativos de TELEMADRID dirigidos por D. Alfonso García, dieron en dieron en directo e íntegra toda la manifestación contra la Guerra de Irak y contra el Gobierno nacional del PP, lo que sería mal visto por dirigentes nacionales del PP que creían ver en ello una estrategia del PP-Madrileño comandado por D. Alberto Ruiz Gallardón de marcar distancias con el Sr. Aznar.

DIARIO EL MUNDO, CONTRA LA GUERRA

zarzalejos_pedrojota_irak El director de EL MUNDO, D. Pedro J. Ramírez, fue otro firme detractores de la Guerra de Irak, siendo de los pocos medios de comunicación no-progresista que se posicionaba en contra de la invasión.

DIARIO ABC, A FAVOR DE LA GUERRA

zap_irak_zarzalejos El diario ABC dirigido por D. José Antonio Zarzalejos (diario propiedad del Grupo Correo, rebautizado en Vocento) mantuvo un apoyo a la postura del Gobierno español y a la Guerra de Irak y acusó al PSOE de no tener un postura clara ante el conflicto.

DIARIO LA RAZÓN, A FAVOR DE LA GUERRA

zap_irak_julianlago El diario LA RAZÓN no apoyó oficialmente la guerra de Irak, pero la mayoría de sus columnistas de referencia como D. Julián Lago, se mostró a favor de la postura del Gobierno Aznar.

CADENA RADIO NACIONAL DE ESPAÑA (RNE): APOYO MAYORITARIO A LA GUERRA DE IRAK

zap_irak_antoniojiménez La mayoría de los tertulianos de Radio Nacional de España (RNE), en especial del programa de la mañana ‘Buenos Días’ que conducía D. Antonio Jiménez y el ’24 Horas’ que dirigía D. Manuel Antonio Rico se posicionaron a favor de la Guerra de Irak. Aunque hubo excepciones como los tertulianos de EL MUNDO, como D. Casimiro García Abadillo.

CARLOS DÁVILA (RNE / ‘TERCER GRADO’), APOYO ENTUSIASMADO AL GOBIERNO 

zap_irak_dávilatrillo  D. Carlos Dávila, tertuliano de RNE y de TVE, fue uno de los más firmes partidarios de la Guerra de Irak. En TVE tenía su propio programa, ‘El Tercer Grado’, en el que entrevistó al ministro de Defensa, D. Federico Trillo, para que explicara los motivos para invadir Irak.

CADENA COPE: APOYO EUFÓRICO A LA GUERRA DE IRAK

zap_maquina_losantos A pesar de que la Conferencia Episcopal se manifestó contraria a la Guerra de Irak, los dos programas principales de la Cadena COPE (cuyo accionista mayoritario era la citada Conferencia) ‘La Mañana’ de D. Luis Herrero y ‘La Linterna’ de D. Federico Jiménez Losantos, se manifestaron a favor de la contienda. El programa del Sr. Jiménez Losantos de una manera especialmente entusiasta.

CADENA ONDA CERO, UNA DE CAL Y OTRA DE ARENA

zap_irak_carlosherrera Pese a que ONDA CERO estaba considerada una cadena de radio próxima al Gobierno del PP, sus locutores estrella, D. Luis del Olmo en la franja de la mañana y D. Carlos Herrera en la franja de tarde, evitaron posicionarse de manera visceral en el conflicto, manifestando dudas en torno a la posición del Gobierno ante la Guerra de Irak, pero también en la actitud del PSOE, planteándose si podía ser interesada o electoralista.

15 Febrero 2003

Irak, una guerra indeseable

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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La guerra contra Irak no sólo es indeseable, sino evitable. Si hasta ahora se había repetido que dependía esencialmente de Sadam Husein, hoy está claro que la última palabra la tiene George W. Bush y su belicosa Administración. Sadam es un dictador sanguinario, en buena medida alimentado en los ochenta por la política de EE UU contra Irán. Su caída para dar paso a un régimen abierto es deseable, pero no a costa de un conflicto que, por muy limpio que se pretenda, producirá inevitablemente miles de muertes, acarreará enormes sufrimientos a millones de inocentes y abrirá un futuro impredecible en la región más caliente del planeta.

Sadam es una amenaza que es preciso desactivar, pero resulta desmedido el precio que ha fijado Bush en forma de primer objetivo de su nueva estrategia de «guerra preventiva». A la espera del informe provisional que los inspectores de Naciones Unidas deben entregar mañana al Consejo de Seguridad, no hay evidencia fehaciente por el momento acerca de los arsenales de armas de destrucción masiva que Sadam ha acumulado y sobre los cuales la Casa Blanca estaría dispuesta a aportar pruebas decisivas «en su momento». Bush, sin embargo, está dedicado a convencer al mundo de que es así por la vía de la aserción, aunque el foso que por momentos le separa de sus aliados a propósito de Irak, y que adquiere dimensiones y características especialmente relevantes en el caso de Europa, le haya llevado este fin de semana a admitir, junto con sus fieles escuderos británicos, la posibilidad de dar más tiempo al trabajo de los expertos de Hans Blix y de la Agencia de la Energía Atómica. El 27 de enero no debe ser una fecha fatídica.

Tampoco se ha probado hasta ahora ningún vínculo consistente entre el régimen de Bagdad y el terrorismo global de Al Qaeda. Es más, los preparativos de la guerra están distrayendo a EE UU y a algunos de sus aliados de lo que debería ser objetivo prioritario de su esfuerzo: la lucha contra ese fanatismo ciego y tentacular al que sin duda beneficiará un estallido bélico en Oriente Próximo. En este sentido resulta un sarcasmo el escaso interés que la Casa Blanca presta al desbocado conflicto palestino-israelí, que el mundo árabe percibe como raíz de todas las crisis regionales. Y ello pese a que el otro acontecimiento decisivo que afecta al horizonte de la guerra son las elecciones en Israel del próximo martes, y que la alianza de hierro entre el Gobierno de Ariel Sharon, seguro vencedor, y la Administración estadounidense es uno de los motores de la política para derrocar a Sadam.

La amenaza creíble del poderío de EE UU ha resultado decisiva a la hora de plegar a Bagdad a la inspección de sus arsenales. La cercana posibilidad de una conflagración ha impulsado también a varios países árabes a plantear un abandono pactado del poder por parte del tirano iraquí y su corte político-militar. Ese trajín diplomático es positivo no sólo porque otorga todavía cierto margen a la negociación, sino también porque revela la disposición de regímenes inmovilistas a aceptar la inevitabilidad de cambios. El peligro es que la dinámica de la amenaza lleve inexorablemente al uso de la fuerza. Algo que parece irrebatible cuando se observa el formidable despliegue aeronaval y terrestre de EE UU en el Golfo, que a mediados de febrero rondará los 150.000 hombres y media docena de portaaviones con sus grupos de combate. Un peligro que se incrementa si las razones de Bush para golpear, que vienen de antes del 11-S, incluyen secretamente el control del petróleo iraquí y el rediseño del mapa político de Asia Central. El ala más belicista del republicanismo viene dibujando ante la opinión pública el paisaje de la posguerra como el de una región transformada y modernizada por la fuerza de las armas.

Tras el informe de los inspectores, los próximos días resultarán decisivos para calibrar hasta qué punto el discurso de Bush sobre Irak se aleja inexorablemente del de sus aliados. Parece poco probable que tengan alguna fuerza disuasoria los tímidos intentos de Tony Blair para reconducir hacia la concertación lo que se perfila como el supremo acto unilateral de una presidencia imperial, que ya ha exhibido ese talante en otros ámbitos relevantes, desde el Tratado ABM hasta el Protocolo de Kioto o el Tribunal Penal Internacional. ¡Qué lejos esta arrogancia de la prédica de Bush en la campaña electoral de 2000, cuando señalaba que EE UU sería tanto más respetado cuanto mayor humildad exhibiera en el escenario internacional!

La opinión pública estadounidense apoya todavía mayoritariamente el ataque, pero ya son mayoría quienes lo condicionan a una decisión de Naciones Unidas. Sensible a las encuestas, la Casa Blanca comienza a aceptar la posibilidad de una nueva resolución del Consejo de Seguridad antes de lanzarse contra Bagdad. El país que se pretende espejo de la democracia y las libertades debería entender que una aventura en solitario contra Sadam no sólo deslegitimaría de raíz sus pretensiones de legalidad, sino que dinamitaría la escasa credibilidad que le resta a la ONU como instrumento de gobernación global. Irak no es Kosovo, un conflicto que se libró sin resolución del Consejo de Seguridad, y en el horizonte asoma el gran interrogante de si la hiperpotencia no perjudicará su alma democrática en este intento de ejercer como imperio.

Un Gobierno siseñor

Las crecientes sospechas de que en la decisión de Bush influyen poderosamente razones económicas acrecientan el resentimiento. Los desajustes a ambos lados del Atlántico, OTAN incluida, nunca han sido mayores. Al tensar la cuerda, Washington está dañando unas relaciones esenciales para preservar el orden y la paz mundiales. Europa se juega su escaso margen de autonomía en esta crisis, que la divide en los despachos -ahí quedan los buenos propósitos sobre una política común-, pero no en la calle, unánime en contra de la guerra.

En este sentido, el liderazgo o las convicciones exhibidas por algunos Gobiernos europeos faltan en España. Frente a la posición aparentemente firme de Alemania o Francia -esa Europa vieja a la que se ha referido Rumsfeld despectivamente- y los debates parlamentarios en varios países, chirría el silencio del primer ministro Aznar, que no ha tenido a bien explicar personalmente la política de su Gobierno sobre Irak -la comparecencia de la ministra Palacio debe considerarse un simulacro- y contrastarla con la oposición. Los españoles se han enterado por el presidente Bush de que se les incluye, por descontado, entre quienes se alinean con las posiciones de la Casa Blanca. Al menos los británicos lo han sabido por Blair.

España, desde su asiento recién estrenado en el Consejo de Seguridad, va a tener que pronunciarse sobre cuestiones decisivas en las próximas semanas. Y no es de recibo que la voz de la nación resuene en la ONU sin que antes el Gobierno haya agotado en el Parlamento, la casa de todos, el debate con el resto de las fuerzas políticas sobre las opciones abiertas y los argumentos en favor de la finalmente elegida. A los ciudadanos se les deben todas las explicaciones necesarias sobre el alcance de la implicación española, la eventual participación de nuestro Ejército en un conflicto de serias proporciones o el uso de las bases de utilización conjunta.

En estas vísperas de catástrofe, José María Aznar se ha separado abiertamente de las posiciones de otros dirigentes europeos más coherentes, con más peso y más en sintonía con sus conciudadanos. Con ser esto grave, lo es más el grado de tancredismo político alcanzado por el Gobierno ante acontecimientos de semejante gravedad; y, sobre todo, su lamentable confusión entre lealtad y servilismo respecto a Washington.

15 Febrero 2003

Un clamor mundial

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Millones de manifestantes se han echado a las calles en medio mundo para oponerse a una guerra contra Irak, uniéndose así al coro de dirigentes políticos que piden a Washington que dé una oportunidad a la paz. En España, la afluencia masiva en las principales ciudades ha puesto de relieve de forma espectacular, como en otros países en circunstancias similares, el foso que separa a opiniones públicas y Gobiernos. La oposición popular a la guerra es tanto más acusada cuanto mayor es el apoyo oficial de sus Gobiernos a los planes bélicos de Bush. España, Italia o Reino Unido son ejemplos contundentes. En este último país, la enrocada actitud de Blair como fiel escudero de Washington puede llevarle al desastre político. Haría bien Aznar mirándose en el espejo de su amigo Blair.

El corolario de lo sucedido ayer en Europa occidental es claro: si sus Gobiernos carecen de una política exterior común, los ciudadanos sí parecen tenerla. Blair, Aznar o Berlusconi pueden sentirse hipnotizados por la Casa Blanca, pero sus pueblos decididamente no comparten el hechizo. La política no la hacen las manifestaciones, pero ignorar la calle es insensato en una democracia: son los pueblos quienes eligen a sus gobernantes, no al revés.

La casi unanimidad de unas ciudades en pie de paz contrasta con las graves discrepancias que sobre Irak, y para deleite de Sadam, están cuarteando los más relevantes ámbitos de decisión a ambos lados del Atlántico, desde la OTAN y la Unión Europea (ambas en proceso de redefinición) hasta la misma ONU, cuyo Consejo de Seguridad va a ser definitivamente puesto a prueba tras el informe presentado el viernes por Hans Blix. En este ámbito, la cumbre extraordinaria de la UE, mañana, representa una oportunidad para salvar los muebles. Tanto más importante cuanto que el cisma de la OTAN, tres meses después de su proclamada refundación en Praga, unido al ocasionado por la carta de los ocho en defensa de Bush, ha reducido a un sarcasmo la pretendida voz única de Europa proclamada en Maastricht.

La preocupante falla que se abre entre EE UU y Europa occidental, en estos momentos el espacio traidor por antonomasia para la Administración de EE UU, abarca también a sus opiniones públicas. Los estadounidenses, traumatizados por la magnitud del 11-S, creen mayoritariamente que es necesario abortar cualquier amenaza potencial a su seguridad antes de que pueda concretarse. A este lado del océano -Gobiernos de peso incluidos- muchos piensan que aquella tragedia ha oscurecido el juicio de quienes dirigen los destinos de la única superpotencia. Percepciones diferentes que allí utiliza el ala más ultra para proclamar que el multilateralismo es una utopía y que la cooperación con Europa debe jibarizarse.

Las marchas han sido una expresión ambulante de lo anticipado por las encuestas. Los ciudadanos de la vieja aislada Europa, en palabras del agresivo Donald Rumsfeld, se oponen a una guerra contra el déspota iraquí sin el mandato de Naciones Unidas. Consideran que Sadam Husein no representa actualmente una amenaza fuera de sus fronteras. Y que, pese a la letra de la resolución 1.441 de la ONU, la eventualidad de que lo sea en el futuro puede ser neutralizada y no merece los costos humanos, la injusticia y los riesgos que acarreará el conflicto bélico.

En el caso español, el divorcio progresivo entre el Gobierno y la calle ha pasado ya una abultada factura, visible ayer en nuestras ciudades. La conexión con la ciudadanía se ha hecho aquí de la peor manera posible. José María Aznar ha esquivado el toro desde el principio, y cuando finalmente ha decidido dar explicaciones lo ha hecho, y lo repetirá el martes, en un corsé procedimental que impide el verdadero e imprescindible debate. El resultado es una clamorosa soledad, incluso respecto de socios como CiU y Coalición Canaria, que no pueden aliviar las complacientes entrevistas televisivas ni los folletos en los que el partido gobernante, hurtando siempre el cuerpo a cuerpo, da ahora su versión de los hechos. Así, soldados españoles pueden acabar interviniendo en la guerra en ciernes sin que la sociedad haya tenido la oportunidad de expresarse articuladamente.

Parece evidente a estas alturas que Bush ha perdido la batalla de la opinión pública a nivel global. Desde Vietnam no se ha conocido un clamor como el expresado ayer. Pero es poco probable que, pese a que las voces en favor de la paz parecen ganar terreno, eso disuada a la Casa Blanca en sus elaborados planes bélicos. En buena medida, la dinámica de la intervención armada desatada por EE UU está ya al margen de los hechos, ocurridos o venideros. Tiene que ver no sólo con sus colosales preparativos militares, que alcanzarán su cénit en los próximos días, sino también con un concepto de credibilidad en materia exterior acuñado a lo largo de los años y pulido hasta extremos peligrosos por el círculo íntimo de Bush. Su premisa es que Estados Unidos debe actuar ahora para seguir inspirando en el futuro todo el temor necesario a quienes se planteen desafiar un orden cuyo último garante y ejecutor de las normas es la propia hiperpotencia.

En consecuencia, EE UU actúa como si no necesitara aliados o como si fuera a encontrar en otra parte socios más fiables que los europeos. Un error de dimensiones históricas que puede acabar costándole, en un mundo progresivamente inseguro, el apoyo y la cooperación de aquellos más imprescindibles. Y, en cualquier caso, de los más necesarios para esa posguerra de Irak que se otea en el ominoso horizonte.

27 Febrero 2003

El PSOE apoya, de hecho, a Sadam

César Alonso de los Ríos

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LAS posiciones del PP en relación con la crisis de Irak son antipopulares; las del PSOE son demagógicas. Lo primero es claro: el Gobierno español está llevando a cabo una de esas tareas que no pueden exigirse a los ciudadanos o respecto a las cuales un gobierno tan sólo puede pedir comprensión. Nunca la sustitución. Aunque los españoles piensan en un porcentaje altísimo -el 65%- que Irak es un peligro para la paz mundial, no quieren ser ellos los que se manchen las manos porque para eso tienen a los políticos.

¿Y las posiciones del PSOE? Son la fuga populista impropia del coraje y la responsabilidad que debe tener un partido que aspira a gobernar y que, por cierto, gobernaba en 1991. ¿Hasta dónde puede llegar la impudicia de quienes se colocan ahora tras las mismas pancartas que les insultaban hace doce años a ellos? Aduladores del «sentir popular», se han entregado, en esta difícil hora para el mundo, a la búsqueda de votos y al aislamiento del partido que otrora los arropó. Su imperdonable fallo es que siendo un partido político quiere razonar como lo hacen, con todo derecho, los ciudadanos.

¿Puede haber un apoyo «de hecho» más eficaz a Sadam que este que le presta Zapatero? Un día enarbola la bandera de la seguridad de los ciudadanos iraquíes y otro los intereses vinculados al petróleo. Critica como ominosa la presencia en la zona del armamento estadounidense, británico y australiano. Signo inequívoco de intervención. Evidentemente. Y de presión. ¿No sabe acaso que una mera delegación de inspectores, sin las armas detrás, sería absolutamente inútil? ¿Cree que puede haber un desarme real sin presión? No puede ser tan poco inteligente: sencillamente Zapatero quiere sacar ventaja de la situación, ventaja electoral. Y moral. Aunque sea a costa de un apoyo real, «de hecho», al régimen de Sadam.

Porque el régimen de Sadam, al que de forma indirecta y no reconocida e involuntaria apoya el PSOE es, en efecto, una dictadura criminal y una amenaza hacia el exterior. Lo fue en la guerra con Irán y en la ocupación de Kuwait pero su voluntad desborda la zona. Compró un reactor nuclear a Francia para esos designios, utilizó armas químicas en las guerras locales, las probó con los kurdos. ¿Cómo hablar de ataques preventivos cuando los miles de muertos nos reclaman una respuesta?

Como solución última, Chirac y Schröder han pedido un aplazamiento de cuatro meses y Zapatero se suma a esa petición. Es verdad que más temerario, más audaz y aún más irresponsable, ha dicho que no aceptará en todo caso el veredicto del Consejo de Seguridad de las NU. Porque a él los que le interesa es la guerra interior, la nuestra, la lucha por el poder. No quiere la caída de Sadam Husein sino la de Aznar. Pero no deberíamos de pasar por alto la parte más «naif» de nuestro estratega local. No se ha dado cuenta de que Chirac ha pedido cuatro meses más no porque crea que este es un tiempo necesario para el desarme (¿cómo iba a serlo para alguien que ha tenido doce años para hacerlo?). El presidente francés quiere cuatro meses más para él mismo: para desenredarse de su propio lío, para justificar un cambio de actitud ante su electorado. Ha tenido que defender a su viejo socio de negocios -treinta años de comercio de petróleo y armas no convencionales- y ahora deberá variar de posición, lo que no es fácil de hacer en unos días. Pero Zapatero… ¿Por qué y para qué pide esos meses? ¿Acaso ese es el límite que separa a los amantes de la paz de aquellos que están por la guerra y los americanos?

Los cuatro meses que pide Zapatero no sólo son un insulto a la lógica sino un apoyo más, «de hecho», al régimen criminal de Sadam Husein.

18 Febrero 2003

¡Viva Aznar!

Carlos Semprún Maura

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Sí, ¡viva Aznar! y Blair y Hável y los demás jefes de Estado o de Gobierno europeos (18 en total, la mayoría absoluta) que se han opuesto al eje del mal francoalemán y proiraquí. Francia tiene, además de una tradición política antiyanqui, inmensos intereses petroleros en Irak; y Alemania, que se declaraba hace poco, y con razón, curada de su trauma histórico del nazismo, considera con su gobierno rosiverde, que la mejor manera de demostrarlo es ayudando objetivamente a las dictaduras terroristas. Vaslav Hável, quien llegó a la Presidencia checa llevado por la ola de la revolución de terciopelo concluye su mandato con una nueva lección de democracia.

Pero repito ¡viva Aznar! porque también nos importa España y estamos en vísperas de elecciones y asistimos a un derroche de demagogia barata, con su ¡No a la guerra!, que va desde las minifaldas a prácticamente toda la prensa y que, en realidad, en nombre de la paz, apoya al tirano Sadam Husein, que se pasa, él, la paz por el sobaco, que no ha hecho sino alternar guerras contra Irán, contra Kuwait, con masacres de kurdos y otros ciudadanos iraquíes. Pero esta propaganda pacifista es tan violenta y popular, las cosas como son, que Irak aparece como una pacífica Suiza oriental que en vez de bancos y vacas tuviera petróleo. Se dice que es para el petróleo que los USA quieren la guerra, cuando es Francia la que quiere la paz para proteger sus intereses petroleros. USA no necesita el petróleo, ejemplo de ambigüedad: declara conjuntamente con Chirac que la guerra es el último recurso hay que explorar todas las vías de desarme pacífico en Irak. O sea, mantener la comedia de los inspectores de la ONU, que nunca encuentran nada, y cuando lo encuentran se les expulsa, como ocurrió en 1998. Pero, al mismo tiempo, Putin y su ministro de Exteriores, Ivanov, rechazan toda idea de ruptura con los USA, o de veto en el Consejo de Seguridad, distanciándose al mismo tiempo que fingen solidarizarse con París y Berlín. Es evidentemente cierto que la guerra es el último recurso, nadie declara guerras por capricho personal, ni siquiera el malvado Bush. En las hipócritas banalidades de los dirigentes rusos, he notado que reafirman su solidaridad con los USA en ‘la lucha mundial contra el terrorismo’. Y, uno se pregunta si francamente no está Irak en primera fila de los Estados terroristas. Claro que sí, Ben Laden no es el único jefe de una banda terrorista. También es cierto que si la situación actual es tan complicada, buena parte de la culpa recae en Bush senior, quien logró montar una impresionante alianza contra Irak, con países árabes, como europeos, ganó rápidamente la guerra, pero se detuvo a las puertas de Bagdag, convirtiendo, así, esa victoria en derrota. Derrota que evidentemente desempeñó un papel muy negativo en el desarrollo mundial del terrorismo islámico. Porque al pan, pan y al vino, vino. Ese terrorismo del que todo el mundo habla, pero muchos en términos tan vagos que a veces da la impresión de que los terroristas son marcianos y además taoístas moderados. Pues no, se trata esencialmente de islamistas fanáticos; y si Irak, en el pasado fue una dictadura nacionalsocialista laica, se ha convertido al integrismo islámico no por fe, sino por cálculo político. Tampoco olvidemos que como Siria, Egipto, Argelia y otros países árabes, Irak formó parte de la zona de influencia soviética, progresista, para la izquierda europea, y si la URSS ha desaparecido, Putin intenta mantener en lo posible el Imperio empezando por Chechenia, en donde también se manifiesta el sangriento terrorismo islámico. Las cosas no son nunca tan sencillas como la presenta el seudopacifismo franco-alemán. Las cosas han llegado a una situación tal que si los USA, con los aliados que logre convencer, no liquida a la dictadura iraquí y no encierra en cualquier isla de Elba al tirano Husein y a su séquito, la situación mundial empeorará. Si los USA se ‘rajan’ mañana, todas las dictaduras árabes, todos los países y organizaciones islámicas extremistas y, además, todos los antimundialistas y anticapitalistas del mundo considerarán que el Gran Timonel Mao tenía razón que EEUU es un tigre de papel, y con la bendición de Alá se lanzarán a una ofensiva mundial. Porque si vosotros sois pacifistas, ellos no.

Los desastres, las destrucciones, los muertos no pueden cifrarse de antemano. Lo único seguro es que serán mucho más graves que una operación militar contra Sadam y su régimen. La existencia misma de Israel peligraría, los países árabes menos belicistas se verían obligados a unirse a los más; lo poco que existe de Europa saltaría hecho añicos, los grupos terroristas europeos, como las Brigadas Rojas se reactivarían, como la propia ETA, bien pertrechadas en petrodólares y en armas, para cometer nuevos atentados antidemocráticos, y los 11-S se multiplicarían hasta el infinito. Ya sé que ésta es una opinión minoritaria, y lo que domina es que una operación militar contra Husein desataría las catástrofes que anuncio. El miedo, unido. El miedo, unido a interés económico y a un antiimperialismo carca, blanquea tanto el dinero como la memoria. Hemos intervenido militarmente en Bosnia en Kosovo (sin visto bueno de la ONU), hemos bombardeado Serbia, intervenido militarmente en Afganistán contra los talibanes, y si los resultados no siempre han sido muy brillantes al menos hemos contenido las depuraciones éticas en ex Yugoslavia, los delirios monstruosos de los talibanes y más generalmente el terrorismo mundial. Para intentar capear el peligro de una guerra de Irak, muchos son quienes afirman que no es la única dictadura y que las hay más peligrosas, como la de Corea del Norte. Claro que Irak no es la única dictadura, pero el ejemplo de Corea del Norte es de párvulos. Arruinado por 60 años de comunismo, famélico y con millones de muertos de hambre, ese país sólo tiene un tesoro: su armamento nuclear. Y, estando en las últimas ejerce un cínico chantaje para intentar cobrar el máximo para destruir su tesoro.

Pero, si la superpotencia norteamericana se echa atrás de nuevo, después de haber amenazado tanto, también Corea del Norte se convertirá en peligro real. Como Pakistán, Siria, Libia, Irak lo seguirá siendo, y mirando a nuestro patio, hasta el GRAPO podrá volver a serlo. Pero, como el cura bilbaíno en 1914 soy optimista, habrá guerra.

Carlos Semprún Maura

11 Marzo 2003

Lo que no somos

Eduardo Haro Tecglen

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No somos «compañeros de viaje» de Sadam: pero el pueblo que le sufre no debe ser además castigado por nosotros (ellos). No somos terroristas: odiamos todas las formas de terror, y ahora el de los tres mil proyectiles que van a caer sobre Irak. No somos pacifistas (yo, sí); creemos que hay guerras de defensa, resistencias. No somos islamistas: muchos advierten por primera vez el peligro general de las religiones y su papel en las guerras. No somos crédulos: no creemos que Irak tenga ocho toneladas de virus, ni ninguna otra arma de «destrucción masiva», sobre todo después del informe de Blix. No creemos en Bush: no es él quien mantiene el «ardor guerrero», ni Rumsfeld, ni Powell ni Condoleezza: es una maquinaria política y económica que mueve los hilos de estos personajes. No somos rojos (yo, sí) a los que acusar de destruir el orden mundial, debilitar a Occidente, hacer caer el capitalismo. No somos fascistas (ellos, sí). No creemos que haya comenzado una nueva era con el bombardeo de Nueva York y la respuesta de un hombre heroico llamado George B. No somos aznaristas ni siquiera desde que apareció en el horizonte, aunque algunos creyeron que nos iba a salvar del separatismo, la delincuencia y la emigración, porque era un hombre de «mano dura», de esas que dicen que necesita España (¡vamos, vamos!).

No somos antiamericanos. Yo nací en clima de antiamericanismo por el asunto del Maine y la intervención en Cuba, pero yo creía, con mi madre, que venía de allí, que España fue cruel en ésa y en otras colonizaciones. Entendí mejor que representase la verdadera democracia, con Francia, en declaraciones paralelas de derechos del hombre y de independencia; y su gran literatura, su gran cine. No creemos que Estados Unidos sea esto, que va a seguir matando inocentes por millares; no creemos que los ingleses sean esto, y menos los laboristas, que quitaron de en medio al conservador Churchill con la guerra aún sin terminar. No somos cándidos, ingenuos, tonta gente que no sabe mirar cuando el Eje del Mal se apresta a devorarnos con sus alfanjes de ántrax. No somos más que un montón de personas, un país entero, que se despierta de un largo conformismo y dice no a la guerra. Somos los que dijimos no a Franco, a Hitler. No a Bush.

Ayer salió, al comenzar la columna «No hay escuelas ateas en el XIX y el XX hasta que los católicos se lanzaron sobre ellas»; quise escribir «No hay escuelas ateas: las hubo…». Lástima.

04 Marzo 2003

Sr. presidente

Baltasar Garzón

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Le escribo estas notas de urgencia con la ansiedad de quien se hace múltiples preguntas y apenas encuentra respuestas, y casi con la certeza de que difícilmente se pueda conseguir alguna fórmula que haga reflexionar a quienes -como usted- dirigen esta locura, con una sordera tan desconcertante como peligrosa, que nos conduce hacia una deriva y un desequilibro emocional y psíquico del que la generalidad de los españoles saldremos con dificultad.

A veces, señor presidente, me da la sensación de que enfrente no tenemos políticos -utilizo el término en el sentido clásico del mismo y no en la derivación utilitarista que muchos le dan ahora-, sino muros de piedra resbaladiza por la humedad y el humus pestilente de quienes carecen de sentimientos.

No recuerdo un grado de protesta y de auténtica rebelión popular como el que su postura, señor presidente del Gobierno, está generando en todos los estratos y clases sociales españoles. Tampoco recuerdo mayor grado de cinismo en algunos líderes políticos, que utilizando toda la demagogia y la manipulación de los medios de comunicación que controlan confunden gravemente a los ciudadanos jugando con su seguridad y sometiéndolos a un «bombardeo» constante de mentiras y medias verdades que apenas les dejan respirar.

Como no aspiro a ningún puesto, ni a ningún nombramiento, y ni tan siquiera me preocupa perder el que ahora tengo, disfruto de la libertad suficiente para escribir y decir «Basta ya»; perdónenme los abnegados luchadores de esta plataforma por hacer mía esta expresión que tan valientemente defienden con su actuación insumisa, pacífica y beligerante frente al terror, pero también aquí se trata de luchar contra la violencia dialéctica institucional impuesta por unos gobiernos mutantes de la realidad que, día a día, menosprecian a aquellos que les hemos dado legitimidad democrática en las urnas con nuestros votos, positivos o negativos, obligándonos a la aceptación de una realidad inexistente y a un estado de cosas, creado a propósito por alguno de ellos, para justificar ahora la pesadilla que sufrimos la mayoría en todos los países de la Tierra.

En el último mes -desde el 27 de enero de 2003 al día de hoy-, señor presidente, he seguido, como tantos otros, los debates en el Parlamento español sobre la guerra de Irak, así como las noticias de los diarios, los debates y las imágenes en las televisiones, y especialmente los esfuerzos de usted y del señor Blair -el señor Bush ya ni lo intenta- para explicar su postura y justificar la disociación de la misma con la de los ciudadanos de Gran Bretaña y España.

He comprobado cómo una vez más se impone la ley no escrita de la sumisión acrítica de los diputados del Grupo Popular y, cómo algunos, en forma desafortunada, insultaban a los actores que dignamente discrepaban en silencio desde la tribuna, o lanzaban improperios a la oposición por su discrepancia democrática, y, sobre todo, cómo adulaban con la sonrisa y el aplauso a su líder, es decir, a usted; y he sentido miedo, un miedo frío, físico, palpable y denso como el chapapote; pero también he constatado cómo alguno de ellos, al aplaudir y al sonreír, se removía en su escaño, sin duda pensando en la vergüenza que tendría que pasar cuando, al llegar a su casa, tuviera que mirar a sus hijos, a sus padres, a su esposa o a su marido y explicarles lo inexplicable. A estos últimos me dirijo, pidiéndoles que expresen lo que sienten y que actúen en consecuencia.

No han sido uno, ni dos, ni tres, sino decenas y decenas de militantes y votantes del partido que preside, con los que he tenido oportunidad de hablar, y en todos he hallado un rictus de amargura por su posición, y una preocupación verdadera por la deriva que ha tomado y que, para ellos, compartirla roza el problema de conciencia. Pero, a la vez, y lo digo con el cariño que le tengo a algunos, callan en forma cobarde, temiendo las «consecuencias» de su discrepancia ante sus dirigentes. Por mi parte siento pavor de que su miedo, el de «prietas las filas, recias, marciales, nuestras escuadras va…» o el de las apelaciones del señor Rajoy «al orgullo, al honor y las convicciones», se confundan con mi miedo y el de los españoles que, en defensa de nuestra patria, nos oponemos a una guerra injusta desde la libertad y la coherencia.

Señor presidente, cuando usted y los dignos representantes parlamentarios elegidos por el pueblo recibieron la legitimidad que otorgan los votos de los ciudadanos -esos que tan pronto olvidan algunos de ustedes cuando han conseguido el escaño y de los que no vuelven a acordarse hasta que necesitan pedírselo de nuevo-, la obtuvieron para representarlos y defenderlos; pero el mandato no incluía las cartas marcadas, no suponía la actuación en contra de aquella confianza ni a favor de una posición sobre la guerra que tan sólo defiende una minoría -por lo demás, poco informada- ni de los intereses a favor de unos líderes que quieren ocupar un lugar en la historia a costa del sufrimiento de todos. Creo, humildemente, que entre las obligaciones que ahora deben cumplir está la de sumarse al grito de oposición a la guerra y hacerlo abiertamente en el ámbito de sus competencias. Como ciudadano, tengo derecho a pedírselo, e incluso exigírselo, porque el derecho a la paz es mi derecho y la guerra es la negación de este derecho, y de la justicia más elemental, a la vez que la derrota de todos.

Ninguna disciplina de voto puede obligarles a votar por encima de aquel derecho. Y, si finalmente lo hacen, no olviden su responsabilidad en la masacre que se anuncia, porque ustedes son responsables directos si avalan esta locura. Ningún reglamento de régimen interno les obliga a votar en contra de su conciencia, pero si a pesar de ello ustedes votan en contra de aquel derecho, no olviden que serán responsables de cada una de las vidas que se pierdan en esta posible guerra, incluida la de los soldados españoles que sean enviados al escenario del conflicto. Ninguna sanción administrativa, ni incluso la pérdida de expectativas de una inclusión posterior en listas electorales, les obliga a votar en contra de aquel derecho, pero si a pesar de ello lo hacen, no olviden, ni por un momento, al margen de lo que digan sus líderes, que ustedes serán responsables del desastre humanitario que se cierne sobre todos.

Ustedes deben decidir en qué bando juegan, si en el de la legalidad internacional y nacional, pero la real, no la del marketing, ni la fatua, ni la de las palabras huecas, o en el bando de la falsedad y del interés oculto de unos pocos que pretenden sobornar nuestras conciencias ofreciéndonos las riquezas de las minas del Rey Salomón.

He observado con atención la actividad desplegada por usted, señor presidente, en diversas partes del mundo, sus reuniones con diferentes líderes, incluso con Su Santidad el Papa Juan Pablo II, y ello está bien, pero no acabo de entender cuál es la razón última de tanta acción en «primera línea». No sé si es la finalidad de obtener el reconocimiento de gran estadista la que le guía, o es la necesidad de comprensión la que le motiva, o en fin, la urgencia de obtener un perdón preventivo por sus acciones. En todo caso, sería muy fácil para usted conseguir esas finalidades sin poner en riesgo valores esenciales; bastaría con sumarse a la postura que todo el mundo civilizado, y los líderes políticos más dispares -franceses, alemanes, rusos, sirios, chinos…- mantienen. Ésta sí es una apuesta por la paz. ¿Qué hará usted, señor presidente, si el Consejo de Seguridad no aprueba la resolución que usted ha preparado con los señores Blair y Bush?

Ustedes dicen que están agotando todas las posibilidades y afirman que Irak ha incumplido la resolución 1.441 y por ello quieren dar vía libre a la guerra; entonces, ¿a qué viene el paripé de tantos contactos y visitas y sin embargo no hacen ninguna a Irak para hablar con su enemigo?; ¿cuál es la razón de esa segunda resolución, cuando los inspectores están haciendo su trabajo bien? Miren, yo pienso que sólo es la excusa que la Administración norteamérica necesita para iniciar un ataque que ya tiene decidido. Señor presidente, ¿cómo puede usted hablar en referencia a la decisión iraquí de destruir los misiles Al Samud 2 como «juego muy cruel con el deseo de paz de millones de personas en el mundo»?. No se ha dado cuenta de que estos millones que usted cita están a favor de que no se intervenga en Irak, es decir, en contra de su postura, la del señor Blair y la del señor Bush. ¿Cuándo se darán cuenta de que es necesario algo más que palabras grandilocuentes, alambicadas o estentóreas, para convencer a los ciudadanos? Señor presidente, Turquía -cuyo Parlamento ha dicho no- recibirá treinta mil millones de dólares por su colaboración, ¿cuál es el precio que pagaremos por prestarnos a esta farsa? Pero no olvide que dicho precio estará manchado de la sangre de muchos inocentes y ello les avergonzará para siempre.

Siento que la palabra Paz se está prostituyendo de tanto usarla mal. Excepto para todos aquellos que estamos entendiendo y viviendo que es la primera vez en la historia de la humanidad en la que, saliendo a la calle o de cualquier otra manera, estamos creando una «Revolución por la Paz». En general, somos personas que la pronunciamos poco, pero la defendemos con nuestras acciones, desde cada uno de nuestros puestos de trabajo y responsabilidad, y si hace falta la gritaremos una y mil veces.

Mire, señor Aznar, el día 15 de febrero de 2003 sentí un orgullo que difícilmente podrá entender. Mis hijos y mi mujer estuvieron conmigo en la manifestación, codo con codo, gritando a favor de la paz. Vi sus caras y su decisión, como la de tantos miles y millones de personas, y ellos me han reconfortado como padre y como ciudadano y me han transmitido la fuerza que necesitaba para seguir.

Después de todo lo dicho quiero hacer un esfuerzo y entender por qué nuestro Gobierno -o mejor dicho, usted, señor presidente- se ha encastillado en una espiral que puede llevarle a una especie de suicidio político; para ello he decidido parar de escribir y continuar dos días después de meditar sobre ello. Durante estas 48 horas he pasado revista a las explicaciones de Ana Palacio; a todas las opiniones, entrevistas y ruedas de prensa que usted, señor presidente, ha expresado y realizado; a todas las comparecencias del portavoz del Gobierno; a los debates parlamentarios; a las comparecencias en el Consejo de Seguridad; a las estrambóticas ruedas de prensa del secretario de Defensa norteamericano; a las de la consejera de Seguridad, Condoleezza Rice; a las del propio George W. Bush, y, cómo no, a las del señor Blair. Pues bien, entiendo la postura de EE UU; también, aunque menos, la de Gran Bretaña; pero la que no comprendo es la suya, señor presidente, la cual me parece más dura y más extrema que la de aquéllos, a pesar de la aparente moderación que emplea en sus comparecencias públicas para intentar explicarla.

Veamos, primer asunto: el terrorismo. No creo quebrantar ningún secreto profesional si digo que, al menos hasta donde yo conozco, no existe al día de hoy ni un solo indicio de que la implicación de Sadam Huseim con Al Qaeda existe. Quien acusa tiene la carga de la prueba y no puede desplazar esta obligación a otros, y ustedes no han aportado esa prueba.

Segundo asunto: violación de derechos humanos. Hasta ahora sólo se ha hablado y, ello es cierto, de las violaciones masivas de los derechos fundamentales por parte de Sadam Huseim, pero nada se habla de las violaciones de los derechos humanos que Estados Unidos está cometiendo en forma flagrante y reiterada con los más de mil talibanes detenidos en Guantánamo; y de los que también se hallan en idéntica situación en Afganistán y Pakistán bajo el control norteamericano, o de los más de cien detenidos en EE UU en lugares desconocidos, simplemente por su situación irregular y por su vinculación étnica árabe y cuyo paradero no se da por razones de «seguridad nacional». A todos ellos no se les ha permitido contactar con familiares, abogados, y sus condiciones de vida son infrahumanas, desde hace más de un año. Y frente a esto, señor presidente Aznar y señor primer ministro Blair, ¿qué dicen y qué hacen ustedes?, ¿por qué no se ha tratado este tema en la reunión del rancho del señor Bush en Tejas?, o ¿por qué no exigen a éste un pronunciamiento claro y definitivo para que cese esa situación de ilegalidad? ¿Cómo se puede apoyar a un líder o a un país que está violando groseramente los mismos derechos que dice defender?

Tercer asunto: Se acabará con las armas de destrucción masiva, las armas químicas y la amenaza terrorista que representa Sadam, si éste se exilia o se le elimina. Realmente pueril esta argumentación. Lo único que va a generar esta injusta guerra es, por una parte, una quiebra ya inevitable de la legalidad internacional, y por otra, el aumento del terrorismo integrista a medio y largo plazo, el cual hallará una plataforma de justificación objetiva, de la que ahora carece. Su crecimiento en otros puntos del planeta, entre ellos España, como dijo Tarek Aziz, sin que se apreciara tono amenazante en su afirmación, sino constatación lógica de los hechos, es algo tan evidente como terrible y usted no quiere o no sabe verlo.

Señor presidente, evitar esta guerra en ciernes es misión de todos, y debe darse cuenta de que millones de ciudadanos ya hemos comenzado a dar forma a la «Revolución por la Paz» y hemos ganado frente a usted y sus «compañeros de aventura» la «moción de censura» que les obliga a abandonar su postura, a dar más tiempo a los inspectores y a cumplir la legalidad internacional y, a su vez, les niega el derecho de instar una nueva resolución que dé vía libre a la guerra.

Señor presidente, con respeto pero con enorme firmeza, le digo que usted no puede ni debe ir de la mano de quien está haciendo gala con su política de la consumación de la doctrina de «los espacios sin derecho»; ni de la mano de quien se ha desvinculado de la Corte Penal Internacional; ni unido a quien, de hecho, está construyendo espacios de impunidad que perjudican a la comunidad internacional: ¿acaso usted tampoco cree en la justicia internacional?