7 febrero 1988

La directora de RTVE aceptará que una parte de las películas que emite la única televisión existente en España salga en original con subtítulos

Nueva campaña contra el doblaje de películas en prensa a favor de que TVE emita las películas subtituladas

Hechos

El 7.02.1988 el diario EL PAÍS publicó un reportaje sobre el doblaje de las películas en castellano.

07 Febrero 1988

Los espectadores las prefieren en versión original

Ángeles García

Leer

Hace unos 12 años, las carteleras de los periódicos madrileños ofrecían una media de cinco películas programadas en versión original y proyectadas con subtítulos en español. Hoy, esas mismas carteleras disponen de una oferta de un mínimo de 25 filmes que pueden verse íntegramente y oírse con el sonido con el que han sido rodados. Los responsables de las salas en las que se proyectan coinciden en afirmar que si el cine en general vive un momento de crisis, los auténticos amantes del cine eligen ver las películas en pantalla grande y en su versión original y completa.

Cuando en España se estrenó la versión original de Mogambo y los subtítulos en español hacían desaparecer el incesto entre Donald Sinden y Grace Kelly para devolverlo al adulterio original, en la sala se oyeron gritos de «¡Falso, falso! ¡A mí no me engañan, ésos son hermanos. No son marido y mujer!». La anécdota es orientativa del fraude que a través del doblaje obligatorio de las películas extranjeras se realizó en España a partir de 1939. Esa españolización de las películas no sólo dejó a los espectadores sin poder disfrutar de la voz de los actores, el 50% como mínimo de una interpretación, sino que supuso dejar en manos de la censura más retrógrada el cine de varias décadas.El respeto a la versión original comenzó vinculándose exclusivamente al llamado cine de autor, aunque a lo largo de los últimos años, y siguiendo la demanda del público, las salas programan filmes considerados como comerciales en versión original y doblada al castellano. Uno de los primeros casos en los que se produjo esta doble oferta fue PeggiSue got married, de Francis Ford Coppola. Dado el interés de los espectadores, mostrado en la taquilla de los cines en los que se proyectaban ambas versiones, son ahora numerosas las salas que habitualmente realizan ambas proyecciones.

La recuperación de las versiones originales cinematográficas es un fenómeno extendido en toda España que en Madrid ha tenido un auge especial debido a la amplitud de los circuitos comerciales, según asegura Ángeles Gutiérrez, subdirectora general de Cinematografía, quien añade que anualmente se proyectan en España unas 180 películas en versión original de un total de 2.350 filmes extranjeros exhibidos en los cines españoles el año pasado, de enero a agosto.

En Madrid, unas de las salas pioneras en la proyección de versión original son los Alphaville. Las cuatro salas de que disponen -con capacidad para 236, 180, 150 y 140 espectadores cada una de ellas- fueron abiertas hace 10 años y se especializaron en cine de autor, con especial atención a los creadores europeos. La sociedad anónima propietaria de estas salas cuenta con una distribuidora propia, Musidora. Patxi Irigoyen, portavoz de esta empresa, asegura que las razones por las que eligieron esta forma de exhibición son obvias: «Nos interesa dar la versión completa de la película. Los grandes actores opinan que la voz es el 85% de una interpretación. Suprimir un porcentaje tan alto de una obra es excesivo».

Con una media de 15 películas estrenadas por año, Irigoyen asegura que la respuesta de los espectadores es alta y que en ningún momento se ha producido un descenso de público. Como grandes éxitos que día tras día han provocado largas colas ante la taquilla, Irigoyen cita los títulos de Eamigo americano, El tambor de hojalata, Choose-me, After hours y Hombres, hombres. Todas ellas han sido vistas por más de 100.000 espectadores.

A pocos metros de los Alphaville, en junio de 1986 Enrique González Macho abrió los cines Renoir, cuatro salas con una capacidad de unos 130 espectadores en los que además de las llamadas películas de autor se proyectan en versión original grandes clásicos de la historia del cine. «La única línea que yo sigo es que la película» -González Macho es también distribuidor- «me guste». En las salas Renoir hay un público fijo que asiste habitualmente a cada una de las proyecciones. Los espectadores pueden rellenar unas fichas que se ofrecen en la taquilla a través de las cuales González Macho afirma que su público es fiel, de una media de edad entre los 25 y los 45 años.

Sin dirigismo

Ninguna de estas salas disfruta de facilidades especiales por la proyección de las películas en versión original. La opinión sobre la conveniencia de estas ayudas es diferente. Mientras que Patxi Irigoyen es partidario de conseguir alguna ayuda, González Macho prefiere seguir en la situación actual, «porque toda ayuda supone dirigismo».Rubén Katzowicz, responsable de la programación de seis salas (Rosales, Alexandra, Bogart, Torre de Madrid, Dúplex y Groucho), dice que no concibe ver cine si no es en su versión completa. «Una película doblada es algo bastardo, una degeneración». A Katzowicz no le interesa sólo el cine de autor, sino que elige las películas que por cualquier motivo le gustan y que pueden enganchar al público.

Entre los mayores éxitos registrados en estas salas, Katzowicz señala casos tan orientativos como el ocurrido con Body heat, de Lawrence Kandan. El filme fue estrenado sin pena ni gloria hace seis años, doblada al castellano, en una sala madrileña. La reposición en versión original en el cine Alexandra la pasada temporada contó con más de 60.000 espectadores.

Aunque es en Madrid donde la elección de los cinéfilos por la versión original aparece más clara, el fenómeno está extendido en toda España, y aunque ciudades como Sevilla carezcan todavía de salas específicamente dedicadas a la proyección en versión original, otras ciudades con menor número de habitantes (Valladolid, Pamplona) disponen de varios locales especializados. Parece que los amantes del cine quieren dar por olvidado aquel famoso chiste en el que uno preguntaba «¿Has visto ya Cuando ruge la marabunta?». «Sí. Qué cantidad de hormigas». «Pues en la versión original, en lugar de hormigas salen señoras desnudas».

07 Febrero 1988

Ver la voz

Ángel Fernández-Santos

Leer

El aumento, según parece considerable, de la audiencia que obtienen en España las películas en versión original, no tiene otra interpretación que esta: un porcentaje cada vez mayor de nuestros espectadores de cine ha aprendido (cosa no tan fácil como parece) a ver cine.Hace muy pocos años, las películas intactas que se exhibían aquí eran destinadas a estrechas minorías de cinéfilos, que nada significaban a la hora de cuantificar la rentabilidad de un filme. O se consideraba a éste tan poco rentable de por sí, que nadie arriesgaba un duro en su doblaje y se le destinaba a las cuevas del arte y ensayo, cunetas del negocio. Pero esas minorías están ganando anchura y comienzan a ser atendidas por exhibidores con olfato. Es sólo el primer paso de un camino donde la vieja excepción comienza -sobre todo entre gente joven de ciudades grandes- a parecer norma. De ahí que suyo sea el futuro.

El doblaje ha existido, de manera asistemática, desde los comienzos del cine sonoro. En el Hollywood de los años 30 se hacían, allí mismo, dobles e incluso triples y cuádruples versiones, en otros tantos idiomas, de una misma película. Pero el doblaje, como sistema excluyente de la versión original, es una invención típicamente española, de la estirpe del ferrocarril de vía estrecha, ese que, en vez de unirnos, nos separa de Europa. La ocurrencia fue del franquismo victorioso, que así protegió a nuestras católicas orejas del veneno de las voces judeomasónicas.

Seguirán doblándose las películas. Que así ocurra, si el filme es mediocre, tanto da. Pero si este dice algo no común, si merece la pena contemplarlo, su versión integral ganará partidarios, y los buenos filmes de éxito (que no los muchos pésimos que arrollan) serán ofrecidos (por partida doble, como ya ocurre) en versión original y en otra doblada. Una duplicación de la oferta que es moneda común en todo el mundo y que, a la larga, beneficia al platillo de oro (el de la versión intacta) de la balanza, ya que uno a uno le roba espectadores al de hojalata.

Nadie debe negar la existencia a un filme doblado, ya que hay -y son los más- quienes así desean verlo. Pero también cada día son más quienes buscan en el cine más que un pasarratos, y el tiempo se mueve lenta, pero inexorablemente, a su favor.