19 diciembre 2011

Moa seguirá colaborando con la radio del grupo, ESRADIO, en el programa de Luis del Pino

LIBERTAD DIGITAL despide a Pío Moa como columnista y le retira su blog después de meses de polémicas con César Vidal, se traslada a la web de INTERECONOMÍA

Hechos

El 19 de diciembre de 2011 la dirección de LIBERTAD DIGITAL decidió suprimir el blog de D. Pío Moa, que se trasladó a la web de INTERECONOMÍA.

Lecturas

La polémica en la secciones de opinión y blog del digital Libertad Digital comenzada en junio de 2011 entre D. César Vidal Manzanares y D. Pío Moa Rodríguez sobre sus distintas formas de ver y analizar el régimen franquista (la dictadura que gobernó en España entre 1939 y 1975), queda zanjada el 19 de diciembre de 2011. Después de que el día 15 D. Pío Moa Rodríguez publicara un último artículo de réplica contra el Sr. Vidal Manzanares, el 19 de diciembre de 2011 la dirección de Libertad Digital, que ejerce D. Dieter Brandau Hevia a las órdenes de D. Federico Jiménez Losantos, anuncia que el Sr. Moa deja de participar en la sección de opinión del digital y que su blog queda suprimido (D. César Vidal Manzanares es accionista y miembro del Consejo de Administración del Grupo Libertad Digital).

D. Pío Moa Rodríguez dará su versión de los hechos en la web de Intereconomía, donde inicia un nuevo blog denominado ‘Presente y pasado’.

El Sr. Moa Rodríguez no rompe del todo con Libertad Digital dado que seguirá colaborando ocasionalmente en el programa en EsRadio, la radio de ese grupo, en el programa de D. Luis del Pino González.

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11 Diciembre 2011

Separación de poderes

César Vidal

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Ya fue bastante desgracia que España –y con ella las naciones donde no triunfó la Reforma– se viera privada de la ética del trabajo del norte de Europa, del impulso educativo, de la revolución científica, de la nueva cultura crediticia, de la aceptación del imperio de la ley e incluso de un notable horror frente a conductas reprobables como la mentira o la violación de la propiedad ajena. Lamentablemente, no se detuvieron ahí nuestras diferencias. Entraron en el terreno político y, de manera muy especial, en un instrumento tan esencial para la defensa de las libertades como la separación de poderes.

Las naciones en las que triunfó la Reforma supieron siempre que el poder absoluto corrompe absolutamente. A decir verdad, el papado era para ellos un paradigma de esa realidad. Un obispo de Roma que no contaba con frenos a su poder había terminado abandonando desde hacía siglos la humildad del pesebre de Belén o de la cruz del Calvario por la basílica de san Pedro en Roma, sin duda extraordinaria desde un punto de vista artístico, pero levantada con fondos de procedencia moralmente discutible. No se trataba de un episodio aislado sino de la continuación de lo que consideraban un proceso de degeneración. ¿Acaso los papas no habían trasladado la corte de Roma a Aviñón por razones meramente políticas (1309-1376)? ¿Acaso durante el siglo XIV no había padecido la iglesia católica un Cisma que se tradujo en la existencia de dos papas –llegó a haber hasta cuatro– que se excomulgaban recíprocamente (1378-1417)? ¿Acaso los papas guerreros del Renacimiento –magníficos mecenas e incluso dotados políticos por otra parte– no habían destacado precisamente por, en general, no ocuparse de la piedad como su primera tarea (1417-1534)? Pues si eso sucedía con gente que, por definición, tenía que ser ejemplar, ¿qué se podía esperar del poder político?

Para la teología protestante, en seguimiento de la Biblia y de teólogos como Agustín de Hipona, el ser humano tiene una naturaleza corrompida por el pecado y, por lo tanto, lo mejor – lo único – a lo que puede aspirarse en términos políticos es a un poder que no sea absoluto y que gestione bien sus funciones. En apenas unas décadas, esa visión –ciertamente novedosa y, desde luego, radicalmente opuesta a la de la Europa de la Contrarreforma– fue articulando una serie de frenos frente al absolutismo en las naciones donde había triunfado la Reforma. En Holanda se optó directamente por una república con libertad de culto donde, por ejemplo, se otorgó asilo a los judíos que habían sido expulsados de España en 1492 siendo la familia de Spinoza un ejemplo de entre tantos judíos que encontraron allí un lugar donde prosperar libremente. En las naciones escandinavas se asistió al nacimiento de un parlamentarismo creciente. En Inglaterra, en la primera mitad del siglo XVII, un ejército del Parlamento formado fundamentalmente por puritanos se alzó contra Carlos I. Su intención no era una revolución que implantara la utopía sino que consagrara el respeto a derechos como el de libertad de culto, de expresión o de representación y de propiedad privada. Así, en 1642, el mismo año en que los heroicos Tercios españoles iban camino de su última e inútil sangría para mayor gloria de los Austrias y de la iglesia católica, los soldados del parlamento inglés contaban con una Biblia del soldado que se había impreso por orden de Cromwell. El texto –una antología de textos bíblicos– comenzaba señalando la ilicitud de los saqueos y continuaba manifestando, bíblicamente, la justicia de la causa de la libertad.

Bien es cierto que los ingleses contaban con una ventaja sobre los españoles y es que la Reforma había permitido que su porcentaje de alfabetización fuera muy superior al del Imperio donde no se ponía el sol. En esa época, los puritanos que habían emigrado a América –entre los que había estado a punto de encontrarse Cromwell– contaban con una tasa de alfabetización superior al 70 por ciento según se desprende de los documentos de la época. En España, era unas siete veces inferior y así continuó por siglos. El resultado iba a ser obvio. Los ingleses lograron la victoria del parlamento contra el despotismo monárquico; los españoles –que fueron la primera nación que conoció un embrión de parlamentarismo con las cortes medievales– contemplarían como su hegemonía se perdía gracias al encadenamiento de reyes absolutos empeñados en ser la espada de la Contrarreforma. Las cosas en Historia –mal que les pese a algunos– no suceden por que sí.

De hecho, Teodoro de Beza, el sucesor de Calvino en el pastorado ginebrino, ya había escrito su El derecho de los magistrados donde justificaba la resistencia armada contra los tiranos. Y en 1579, se había publicado el Vindiciae Contra Tyrannos (Claims Against Tyrants) donde se formulaba la idea del contrato social esencial para el desarrollo del liberalismo posterior afirmándose que «existe siempre y en todo lugar una obligación mutua y recíproca entre el pueblo y el príncipe…. Si el príncipe falla en su promesa, el pueblo está exento de obediencia, el contrato queda anulado y los derechos de obligación carecen de fuerza».

Beza o el autor de Vindiciae no fueron una excepción. John Knox, un discípulo de Calvino que fue esencial en la Reforma escocesa sostuvo los mismos principios que fueron objeto de otros aportes jurídico-teológicos esenciales. John Ponet, un obispo de la Iglesia anglicana en torno a 1550 escribió A Shorte Treatise of Politike Power donde justificaba, apelando a la Biblia, a la resistencia contra los tiranos. Ponet fue, desde muchos puntos de vista, un antecesor del fundador del liberalismo, el también protestante y teólogo John Locke. Se puede indicar que también los jesuitas creían en el tiranicidio, pero lo cierto es que la diferencia era radical en los planteamientos. El derecho de rebelión se legitimaba en los reformadores sobre la base de la defensa de las libertades y no –como pretendían los jesuitas– para acabar con un monarca que fuera, por ejemplo, hereje. Los protestantes podían vivir bajo un señor que tuviera otra religión y servirlo con lealtad, como vimos en otras entregas, pero no veían legitimidad alguna en quien suprimía los derechos de sus súbditos y los oprimía.

No puede, pues, sorprender –en realidad, era totalmente lógico– que el liberalismo político lo pergeñara John Locke, el hijo de un puritano que había combatido contra Carlos I de Inglaterra. En la parte final de su vida, Locke –que estuvo muy influido por la Confesión de Westminster y otros documentos puritanos– estaba convencido de que sus escritos más importantes eran sus comentarios al Nuevo Testamento, pero la posteridad no lo ha visto así, como, por otro lado, tampoco lo ha hecho con Newton. Cuando Lord Shaftesbury recibió la orden de escribir una constitución para la Carolina, pidió la asistencia de Locke. En el texto que escribió a instancias de Lord Shaftesbury, insistió en la libertad de conciencia y en la extensión de la misma no sólo a cristianos de cualquier confesión sino también a judíos, indios, «paganos y otros disidentes». Se trataba de un punto de vista que era derivación natural de la Reforma, pero que necesitó llegar a la segunda mitad del siglo XX para que pudiera ser aceptado por la iglesia católica.

Locke era un protestante muy convencido –quizá algunos lo calificarían hoy de fundamentalista– y precisamente por eso creía que solo las religiones que son falsas necesitan apoyarse en la «fuerza y ayudas de los hombres». Por supuesto, como buen protestante, también era consciente de que la naturaleza humana presenta una innegable tendencia hacia el mal y por ello los poderes debían estar separados para evitar la tiranía.

Semejante visión liberal encajaba como un guante en las naciones donde había triunfado la Reforma. Era inaceptable en aquellas donde la Contrarreforma se había impuesto. Para los primeros, no había institución alguna –incluyendo la eclesial– que no pudiera verse salpicada por esa mala tendencia humana y curiosamente el reglamento de algunas denominaciones de la época, como los presbiterianos, recogió una división de poderes que maravilla al que lee sus documentos. Para los segundos, sí era obvio que había instituciones inmaculadas a las que, por añadidura, no se podía ni limitar ni someter al imperio de la ley.

Los frutos de esa visión no se hicieron esperar. Como han recordado en un más que interesante libro Carlos Rodríguez Braun y Juan Ramón Rallo, en 1884 el padre Félix Sardá y Salvany escribía El liberalismo es pecado. Las razones que daba el citado clérigo para señalar la maldad del liberalismo no tenían desperdicio. El liberalismo era pecado porque defendía «la absoluta soberanía del individuo con entera independencia de Dios y de su autoridad; soberanía de la sociedad con absoluta independencia de lo que no nazca de ella misma; soberanía nacional, es decir, el derecho del pueblo para legislar y gobernar con absoluta independencia de todo criterio que no sea el de su propia voluntad, expresada por el sufragio primero y por la mayoría parlamentaria después; libertad de pensamiento sin limitación alguna en política, en moral o en religión; libertad de imprenta, asimismo absoluta o insuficientemente limitada; libertad de asociación con iguales anchuras».

La definición del sacerdote era errónea en algunos aspectos esenciales porque, como han señalado muy bien Rodríguez Braun y Rallo, el liberal sabe que existe un sometimiento a la ley que limita sensatamente los derechos enunciados –otra herencia del pensamiento bíblico pasado por el tamiz de la Reforma–, pero el padre Sardá y Salvany difícilmente podía entender un principio reformado como el de la primacía de la ley sobre toda institución y, sobre todo, tenía pavor a la idea de que el pueblo decidiera su destino –¡y lo votara!– sin someterse a los dictados de la iglesia católica. Ahí iba a residir una parte considerable de las causas del fracaso de la modernización de España en el siglo XIX. José María Blanco White, liberal y amigo de Argüelles, lo advirtió precisamente cuando se redactaba la constitución de Cádiz. En sus Cartas de Juan sin Tierra, Blanco White subrayó que la Constitución liberal de 1812 iba a fracasar porque no reconocía el derecho a la libertad religiosa. Al permitir que un derecho tan esencial fuera conculcado para satisfacer las imposiciones de la iglesia católica, los liberales españoles –según Blanco White– toleraban que una institución no precisamente liberal decidiera lo que tenía que haber en la conciencia de toda una nación, algo que, dicho sea de paso, habría repugnado a Locke. El resultado sería que la división de poderes se difuminaría y que cuando regresara el rey se aliaría con la iglesia católica y acabaría con el régimen liberal que se estaba fraguando en Cádiz. Blanco White –que acabó sus días siendo un exiliado protestante en Inglaterra– acertó de lleno en su tristísimo pronóstico. Así, en no escasa medida, el siglo XIX español, sobre el que volveremos, fue un desangramiento nacional provocado por el intento –no siempre feliz– de los liberales por crear un estado moderno y la insistencia de la iglesia católica por abortar esa posibilidad, ora apoyando al carlismo, ora a un liberalismo emasculado.

Con esa Historia a las espaldas, no debería sorprendernos que la separación de poderes haya quedado en España limitada a unas pocas mentes cultivadas y, generalmente, liberales. Tanto la izquierda como la derecha han deseado históricamente que la separación no pudiera existir. En ocasiones, porque habría afectado a instituciones intocables como la iglesia católica o la monarquía; en otras –como el franquismo– porque se llegó a forjar un principio distinto basado en una supuesta coordinación y opuesto frontalmente a la funesta separación de poderes que preconizaban los liberales. Éstos, en muchos casos sin saberlo, sólo estaban insistiendo en la vigencia de una fórmula protestante, la que insiste en que la concentración de poderes sólo puede degenerar en tiranía y que, por tanto, deben separarse. Cualquiera que haya visto lo que ha significado simplemente en la politización de la justicia española en las últimas décadas comprenderá que así es y que resulta indispensable desandar el mal camino transitado.

En esta cuestión, España es también históricamente diferente aunque, como ha sido habitual, comparte su diferencia con aquellas naciones como Italia, Portugal o las repúblicas iberoamericanas donde la idea de la división de poderes o es desconocida o no es deseada. Así se explica nuestra triste historia constitucional tan distinta de la de otras naciones. Pero de eso hablaremos otro día.

15 Diciembre 2011

César Vidal disparata, lamentablemente

Pío Moa

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****Señor Moa: sus respuestas a César Vidal aparecen solo durante un día, mientras que los artículos de Vidal permanecen toda la semana. No me parece justo ni liberal. Por otra parte llevo años leyendo LD y he reparado en que sus artículos de opinión, que empezaron expuestos en la primera línea han ido descendiendo a segunda, luego a tercera, y últimamente aparecen ya fuera del “cuadro de honor”, sin fotografía. Doy por supuesto que eso se debe a que son cada vez menos leídos, cosa que lamento mucho, porque siempre me han parecido muy interesantes (…) Antonio Margarit Ropero.

 Lo de las réplicas a César Vidal se debe a que los blogs van pasando a segunda línea según aparecen otros, aunque quizá convendría discriminar entre los que abordan en un momento dado cuestiones más de fondo y los más pasajeros. En cuanto a lo segundo, el progresivo descenso creo que no obedece a falta de lectores sino a otras razones, que no comparto, y por lo cual he decidido dejar de enviar artículos a la sección de opinión. El de este blog sobre el socialismo iba a salir este fin de semana, pero lo he anulado.  

Hace tiempo, César Vidal me preguntó por qué perdía el tiempo replicando a quienes me atacaban. Y era verdad, no me criticaban, sino que me atacaban, generalmente con malas artes. Pero aún así, le contesté, la réplica, si se mantiene en un terreno racional, ayuda a aclarar las cuestiones o a matizarlas. Por otra parte, el debate es connatural al liberalismo, que no presupone, como muchos afirman, que todas las ideas y opiniones valgan lo mismo, sino que la verdad es difícil de alcanzar, rara vez la tiene nadie por completo, y la investigación, y la confrontación de datos y argumentos ayuda a descubrirla o a aproximarse a ella. Acercarse a la verdad cuesta mucho esfuerzo.

Por estas razones he estado replicado a las posturas de César Vidal, a las que tiene todo derecho, faltaría más, pero que sin réplica quedarían como posturas, si no oficiales al menos oficiosas, de Libertad Digital, lo que me parece peligroso. Máxime cuanto que no se trata de estudios serios y respetuosos con la historia, ni siquiera bien argumentados, como vamos viendo, sino de colecciones de tópicos del más rancio protestantismo ligado a la Leyenda Negra. De ahí, también, que me haya cansado un tanto recordar cosas que debían ser archisabidas a estas alturas. Por tanto me limitaré ahora a enlazar una crítica detallada de don Bruno Moreno, en que trata casi frase por frase los artículos de don César. Por otra parte, muchos comentarios en los artículos de don César y otros de lectores de este mismo blog me parecen  suficientemente explicativos:   

http://infocatolica.com/blog/espadadedoblefilo.php/1112130429-cesar-vidal-y-el-prejuicio-an

    También expondré próximamente un trozo de Nueva historia de España, donde hablo de las guerras religiosas en Francia organizadas por los hugonotes, de las que el gran rey Felipe II supo salvar a España… y en gran parte a la misma Francia.

****  http://historiademonesterio.blogspot.com/2011/12/promocion-de-navidad-2011-de-mi-libro.html

19 Diciembre 2011

César Vidal y el XIX español

Pío Moa

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Afirma  César Vidal: En no escasa medida, el siglo XIX español fue un desangramiento nacional provocado por el intento –no siempre feliz– de los liberales por crear un estado moderno y la insistencia de la iglesia católica por abortar esa posibilidad.

¿De verdad? El poco estimulante siglo XIX español fue un regalo de la invasión napoleónica, de carácter estrictamente contrario a la Iglesia. Hubo una resistencia no solo de gran parte de la Iglesia, sino popular, a unas reformas liberales bienintencionadas aunque sin mucho talento, que el pueblo identificaba con la Revolución y la invasión francesa, y sus destrozos. Por desgracia, en la mentalidad popular el liberalismo llegó a España como un acompañamiento de dicha destructiva invasión y en parte también del brutal comportamiento (saqueos, asesinatos, violaciones, destrucción de manufacturas) de los “aliados” protestantes ingleses. Por ello fue una tendencia muy minoritaria que tomó auge apoyándose fundamentalmente en el ejército y en capas minoritarias.

Una muy dura guerra civil resolvió el asunto a favor de los liberales (las otras dos guerras carlistas tuvieron mucha menor importancia y las ganaron también los liberales). Por consiguiente, la inestabilidad de la época procedió en parte fundamental de las discordias entre la facción liberal moderada, más fructífera,  y la extremista, ansiosa de imitar a la Revolución francesa y autora de persecuciones y matanzas de religiosos. De ahí provino la plaga de los pronunciamientos, los espadones, las conspiraciones masónicas hasta derivar a una I República desastrosa que estuvo a un paso de destruir la nación española en una triple guera civil.

El antagonismo creado entre amplios sectores de la Iglesia (y del pueblo) y los liberales, entró en vías de arreglo con la Restauración, un liberalismo moderado en relación bastante buena con la Iglesia y con el Vaticano. El “desangramiento” fue así contenido. Había sectores católicos muy reaccionarios, pero minoritarios y sin influencia política, a los que don César trata de dar un protagonismo definitorio, con poco respeto a la verdad.  Y la Restauración se vino abajo precisamente por el surgimiento de mesianismos ateos o ateoides, enemigos frontales de la Iglesia. Mesianismos inspirados, en gran medida, en la propaganda protestante de la Leyenda negra.

Creo que don César debiera matizar algo más tanto sus esquemas históricos como su admiración un tanto beata y acrítica por el protestantismo, que, aunque a don César le cueste creerlo, tiene en su haber crímenes y desastres de cierta consideración.  Sin olvidar que hay cierto abuso en  hablar de protestantismo, cuando las doctrinas de Lutero han dado lugar a decenas o cientos de iglesias enfrentadas entre sí, a menudo violentamente y cuyo único común denominador es la aversión a la Iglesia católica, única institución, si no estoy equivocado, que ha permanecido dos mil años superando a menudo crisis extremas frente a mil enemigos. Solo por este hecho debiera ser enfocada esa Iglesia con más precaución y menos “alegría” de la que suelen haber tenido sus muchos enterradores; que han terminado al final enterrados.

19 Diciembre 2011

Despedida y cierre

Pío Moa

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Amigos, la dirección de LD ha juzgado oportuno cerrar este blog.

Muchas gracias a todos por vuestra atención y colaboración, y espero que pronto nos encontremos de nuevo en otro blog.

22 Diciembre 2011

Una pequeña historia lamentable

Pío Moa

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Una pequeña historia poco edificante. Muchos me preguntan qué ha pasado conmigo en LIBERTAD DIGITAL. La verdad es que yo mismo no lo sé muy bien. Si hay “corrientes subterráneas” en ello, lo ignoro,  y solo puedo dar mi interpretación un tanto desde fuera. Hace once años, a raíz de la publicación de «Los orígenes de la guerra civil», Javier Rubio me ofreció colaborar en LIBERTAD DIGITAL. Acepté por dos motivos: me ofrecía una tribuna para expresarme,  y LD me pareció un magnífico proyecto, de un nivel intelectual mucho más alto que la media –muy baja– del páramo cultural en que ha sumido al país la demagogia progre. Este sí es un páramo, y no el  supuesto al franquismo. LD ha sido un excelente medio de opinión, análisis e información y espero que continúe siéndolo  después de mi exclusión, pues, al margen de mi +experiencia personal, últimamente mala, creo que la empresa y sus promotores han hecho un gran bien a España. Añado que mi interés económico era escaso, porque cobraba muy poco por los artículos y nada  por el blog. No me importó, porque si un periódico aspira a un nivel de excelencia, será inevitablemente minoritario y por ello con cierta estrechez material. Máxime en el basurero en que se mueve la mayoría de los medios.

Mis relaciones con Jiménez Losantos y César Vidal fueron buenas durante años, pero desde hace cosa de dos, aproximadamente, empeoraron, no sé bien por qué. He publicado libros como «Nueva historia de España»,  con enfoques originales sobre nuestro pasado, o «La Transición de cristal», que Stanley Payne ha considerado el mejor libro sobre el asunto, y ninguno de los dos me llamó, como antes solían, para entrevistarme. Y en junio  pasado Federico soltó una extraña diatriba: «Nacimos para defender la libertad y España (…) O sea, ni a Franco ni al Marqués de Villaverde. Ni a Laureano López Rodó (…). Los que quieran refundar el franquismo, que lo hagan en otro sitio». Muchos intepretaron que se refería a mí, pero yo lo consideré de otro modo. Señalé simplemente que la democracia en España no venía históricamente de Libertad Digital ni de ningún liberal ni de los que se han proclamado demócratas estos años, y menos aún de los antifranquistas, cuya mejor descripción la da anticipadamente el propio Azaña; ni fueron ellos los que libraron a España del Frente Popular y su proceso revolucionario.  La libertad y la posibilidad de convivencia en libertad y sin convulsiones  han nacido del olvido de los viejos odios de la república  y la reconciliación consiguiente, de la paz y la prosperidad conseguidos por el franquismo, mientras que las mayores amenazas para la democracia tienen la marca del antifranquismo. También por entonces Federico y César propugnaban la peregrina idea de hacer un referendum para expulsar a Cataluña de España, idea que rebatí en otros artículos. Y hubo la polémica no sobre la homosexualidad –en cuyos aspectos médicos o morales no he entrado–,  sino sobre la política homosexualista hoy impuesta.

Estos debates no debieran haber creado mal ambiente, pues en un órgano liberal deben ser no solo posibles, sino obligados como prueba de viveza intelectual; pero parece que, por desgracia, no fue así. Tuve la impresión de que había una voluntad de echarme de LD, que confirmó César Vidal mediante “acotaciones” ineducadas, insidiosas, y con  numerosas falsedades. Le repliqué y él quedó francamente mal, no por sostener unas posiciones a las que tenía obvio derecho, sino por el modo como lo hizo y su claro designio de expulsarme, que así quedó momentáneamente frustrado.  Últimamente ha escrito una serie de artículos de propaganda calvinista, cuyas tesis puse en cuestión precisamente por defender a LD de aparecer oficial u oficiosamente como un órgano de interpretación protestante de la historia y de la actualidad. Tampoco estaba saliendo don César muy bien parado, a mi juicio.

Por otra parte mis columnas de opinión iban siendo ninguneadas, rebajándolas de la primera línea a la tercera y finalmente a la sección de los menos leídos. Pregunté si descendía el número de lectores y me confirmaron que mis artículos y el blog eran de los que recibían más visitas. Protesté entonces, con algún éxito al principio, pero como la maniobra se repetía les anuncié que dejaba de publicar en Opinión (aunque no en Suplementos ni con el blog). Puedo aceptar que me paguen muy poco, pero no que me traten con tal falta de respeto. Este anuncio sirvió de pretexto para eliminar todas mis colaboraciones. Pretexto, porque nadie puede creer que sea un argumento mínimamente razonable. En fin, ha sido un golpe para mí, pero creo que también para LIBERTAD DIGITAL, y lo siento en los dos casos. Deseo lo mejor a este órgano de expresión que, dado el ya mencionado páramo cultural, sigue cumpliendo una función muy necesaria con un excelente plantel de comentaristas, incluidos Federico y César, brillantes cuando están en mejores horas.

Pío Moa

El Análisis

ANTE TODO, COMODIDAD

JF Lamata

Hablo con el Sr. Moa y me parece entender qué dice ‘que le han echado de LIBERTAD DIGITAL’, lo cual sorprende porque uno pensaba que LIBERTAD DIGITAL se jactaba de respetar las ideas de todo el mundo ‘no como el resto’. Luego uno habla con la gente de LIBERTAD DIGITAL que dice que no le han echado sino que ha sido él quien se ha ido. Como uno se resiste a pensar que se le haya mentido intenta buscar como conciliar las dos versiones. ¿Acaso LIBERTAD DIGITAL se ha limitado a suprimir el blog del Sr. Moa y este, ante tal desplante opta por tomar las de Villadiego? Es una posibilidad, pero sería casi como echarle porque… ¿qué otra cosa se puede hacer un comentarista en un digital sino tener un blog desde el cual opinar?

En todo caso no había ninguna duda de que las relaciones del Sr. Moa con el Sr. César Vidal no pasaban por su mejor momento y el Sr. Vidal era un peso basntante más importante en LD que lo que pudiera ser el Sr. Moa. Por otro lado la opinión del Sr. Moa sobre la homosexualidad no cuajaba bien en LIBERTAD DIGITAL, que buscaba congraciarse con el colectivo homosexual para demostrar que no era tan facha, era el principal punto en el que se diferenciaba de INTERECONOMÍA TV, grupo que deseaba erigirse como firme defensor de plantemientos eclesiales, eso sí, siempre orientados políticamente hacia el PP. En resumen: si el planteamiento del Sr. Moa no se acomoda bien en LIBERTAD DIGITAL, pero sí se acomoda bien en INTERECONOMÍA, parece lógico que se traslade ahí.

J. F. Lamata