25 octubre 1979

De la Cierva asegura que le defiende pese a que 'no aspira a ningún cargo' en el Gobierno Suárez

Planeta publica un libro crítico con la trayectoria del presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, firmado por Gregorio Morán

Hechos

El 25.10.1979 D. Ricardo de la Cierva publicó un artículo contra el libro ‘Adolfo Suárez, historia de una ambición’.

Lecturas

El libro «Adolfo Suárez, historia de una ambición» firmado por D. Gregorio Morán, tuvo fuertes críticas en prensa, a destacar la dura crítica que D. Ricardo de la Cierva, lanzó contra él desde el diario ABC.

La defensa del Sr. De la Cierva es polémica dado que fue precisamente el Sr. De la Cierva uno de los comentaristas que se mostró más contrario a la designación del Sr. Suárez como presidente del Gobierno cuando publicó su célebre tribuna titulada ‘Que error, que inmenso error’.

Ahora ha cambiado de posición conforme el Sr. Suárez se consolida en el poder y asegura que no aspira a ocupar ningún cargo en el Gobierno de D. Adolfo Suárez, algo que quedará desmentido con los hechos al ser nombrado ministro de Cultura.

También varias personas mandaron cartas desmintiendo pasajes en los que se les citaba, como hizo D. Tomás Maestre Aznar (en el diario ABC) y D. Jesús Aparicio Bernal (en el diario EL PAÍS).

25 Octubre 1979

Adolfo Suárez. Historia de una ambición de Gregorio Morán

Ricardo de la Cierva

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Parturiunt montes: nascetur ridiculus mus. Si el título de este bodrio es Historia de una ambición, el subtítulo para la segunda edición podría ser Historia de una torpeza. Siento enormemente pinchar a las primeras de cambio este gran globo que, como voy a mostrar es, ante todo, un globo cautivo. Por si algún listillo pretende descalificaciones interesadas, debo recordarle que no soy asesor del presidente Suárez; que no ostento cargo público alguno ni aspiro a él, y que cuando acepté determinada militancia política fue con la condición plenamente aceptada, de dejar a salvo mi independencia total como escritor y como periodista.

Historia de una ambición, historia de una torpreza (la del autor y la de algunos del presidente en torno a la génesis de este libro) que por muchos conceptos es antología del disparate. Conozco por lo menos a dos personas que dormirán esta noche muy tranquilas después de leer a fondo el libro. Primero, el presidente Suárez, si todas las acusaciones que pueden acumular contra él sus enemigos y sus émulos son estas – y son éstas – su figura política se convierte, desde hoy, de discutible en invunerable (Compárense las andanadas, infinitamente más peligrosas, contra Carter y contra GIscard durante el pasado mes). La segunda persona que domirá tranquila, profesionalmente, esta noche, y perdonen la inmodestia, será este cronista en cuanto autor de una próxima historia de la Transición. Confieso que desde hace una semana tenía mis ficheros en suspenso, pendientes del parto de los montes. ¿Tendré – me preguntaba – que cambiar el método, que profundizar las fuentes al aparecer el temible alegato de Morán? Pues no; no tengo que mover una sola fecha; no tengo que cambiar un solo dato. (…)

De la aberración a la blasfemia.

La revelación de Suárez al defender el proyecto de ley de asociación política, uno de sus momentos capitales, se trata por Morán con bajeza rayana en la rabieta (pag 47) y en la página 50 trata incluso de empañar con una frase estúpida algo que todo el mundo, menos él, reconoce dentro y fuera de España: el designio del Rey para la transición. Puede asegurar con absoluta seguridad que la frase atribuida al Rey en la página 51, en menosprecio del presidente, es absolutamente falsa. En todo este tracto del libro, la fuente de Morán ha sido próxima a TOrcuato Fernández Miranda; Morán ha agudizado las disonancias muy naturales en los matices del profesor; ha tergiversado, si los conoce, algunos datos capitales, que tal vez desconozca; y no ha comprendido una sola palabra del delicado mecanismo de relación personal e institucional entre los tres vértices de uno de los triángulos de la transición: don Torcuato no fue jamás un brujo, como quiere Morán (y quizás pretenda don Torcuato) de la transición, sino el fiel, clarividente y efectivo técnico de la segunda fase de la transición: su misión fue tan importante que le valió un ducado y un Toisón; aunque no sé si don Torcuato comprendió en un primer momento el significado profundo – en todo caso muy honroso para él – de las dos altísimas distinciones. (Después de esta apostilla don Torcuato volverá a llamarme ingenuo; gracias por anticipado; seguramente tiene razón). (…)

Todo el capítulo II de esta parte – El viacrucis de Ávila -es la mayor equivocación de Gregorio Morán, que no revela un sólo dato importante, que falla estrepitosamente en adivinar la evolución espiritual y juvenil del personaje: y que jalona sus párrafos con títulos rayanos en la blasfemia, que herirán la sensibilidad no ya cristiana, sino simplemente humana del lector creyente y no creyente. Un estúpido asco, una inútil aberración: que por supuesto no toca ni de lejos a Suárez. Los reclutas del Ejército son para Morán ‘humildes jóvenes obsesionados con la bomba de mano y el mauser’ (pag. 80): Morán trae a colación para hinchar el perro, hechos que nada tienen que ver con el personaje; es un profesional de la maledicencia subliminal. (…)

Esto es lo que da de si el libro de Gregorio Morán. Un experto en libelos, típico submarino del Partido Comunista que, confinado en la impunidad, suele navegar en superficie. Con este libro, como ha detectado profundamente Pedro Rodríguez se abre la guerra de los dossiers. Para cubrirse. Morán anuncia en voz baja que prepara una biografía de Santiago Carrillo: músicas celestiales. Hay quien le responde que este libro puede ser la primera reacción de Santiago Carrillo ante el cada vez más evidente desvío que le prodiga desde hace ya varios meses, el presidente Suárez. Oí alardear en Barcelona, no faltaba más, a otro biógrafo libelista que estudia a Felipe González.

Pero sobre el trasfondo del libro, y sobre los entresijos del libro, no merece la pena hablar, una vez comprobado lo deleznable del libro, Morán ha espigado con morbosa complacencia en los que él cree aspectos negativos de la vida del hombre que ha hecho políticamente, bajo la orientación histórica de la Corona, esto que llamamos transición; que ha hecho posible, entre otras cosas, la tranquila publicación y difusión de este libro contra su figura. Al anunciar la preparación de una segunda parte sobre la actuación de Suáre en 1978-1979, Morán se traiciona a sí mismo y traza el mejor elogio del presidente: ese libro… «no sería la biografía d Suárez, sino la historia de tres años de democracia».

Puede que este reconocimiento escapado del subconsciente político de un libelista nato compense al lector por el cúmulo de vaciedades, insuficiencias, equivocaciones y ruindades que forman la trama de este ridiculus mus.

Ricardo de la Cierva

28 Octubre 1979

El parto de los montes

Jaime Campmany

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Si ésta es la primera bomba atómica en esa guerra de los dossiers que anunciaba mi amigo Pedro Rodríguez, pueden los políticos dormir tranquilos. Como ha dicho en estas mismas páginas de ABC Ricardo de la Cierva, esto es el parto de los montes (por cierto, que el otro día preguntaba Rodrigo Royo en una de sus crónicas qué clase de criatura sería la que nació en el parto de los montes. Pues ahí la tiene, y además en latín: «ridiculus mus»). No habían anunciadoo un monstruo y ha salido un pequeño e insignificante ratón. Si a los grandes hombres también hay que descubrirles por sus grandes pasiones, sus grandes vicios y sus grandes errores, ahí, en ese libro, don Adolfo Suárez no pasa de ser eso que dice él de si mismo: un hombre normal. Cuando se pueda escribir la verdadera biografía de Suárez, todo lo que se lee en el libro se podrá compendiar en un par de breves capítulos. La biografía del personaje Suárez empieza casi donde el libro termina. El resto se expresa en cuatro renglones. Todo cuando se escriba más no es un mazazo político: es casi un halago a la vanidad.

Insinúa Ricardo de la Cierva que, al ser Gregorio Morán militante o similar del PC, el libro podría ser un primer torpedo carrillista contra Suárez. No sé, no sé. En este país, los torpedos en forma de libro no abren brechas mortales. Y en los políticos menos. Yo no conozco a nadie que haya huído de este país perseguido por un libro, ni po un epigrama, ni por una caricatura. Todo eso viene después para justificar la expulsión o la orden de destierro. A los políticos no se les aplasta con su propia biografía, sino en el momento en que ya están fuera de combate. Vamos, en este país, con un libro, no echamos ni a Santiago Carrillo. Más o menos todos nos conocemos la biografía, y en lo más que nos equivocamos es en lo mismo que se equivoca Morán: en si Osorio es yerno de Arburúa, o de Areilza o de Iturmendi. Pero todos sabemos que por ahí van los tiros.

A don Santiago Carrillo casi todos le hemos perdonado ya lo de Paracuellos. Sel e recuerda, y él y los demás nos quedamos tan frecos. En cambio, alguns han empezado a no perdonarle que tenga un piso decorosamente habitable no se dónde y que lleve una cartera con piel de cocodrilo.

Cuenta Gregorio Morán que don Adolfo Suárez jamás ha leído un libro entero y que se salió de un palco de la ópera para ir a ver por televisión un partido de fútbol. ¡Ay! Querido e ingenuo Morán. ¿Sabe usted lo que vale esa revelación en este país? Pues no menos de un millón de votos, y seguramente me quedó corto. Si en este país se peude llegar a presidente sin leer un libro, ¿qué pretenderá usted alcanzar con el suyo? Por cierto, que a er si lee alguno sobre Galileo, que ni fue Copérnico, ni murió a manos del Santo Oficio. Se retractó de rodillas, dijo aquello de ‘y, sin embargo se mueve’, y se quedó a morirse en un rinconcito cerca de Florencia. Claro que aprender eso no le va a servir de mucho ni a usted ni a mí. Porque usted escribirá libros, se retractará de ellos, buscará verdades, encontrará mentiras; pero los políticos «sin embargo, se mueven».

Jaime Campmany