8 junio 1967

Pemán (franquista sector monárquico) pide un Movimiento 'sin totalitarios' y Romero (franquista sector sindicalista) pide una monarquía 'sin monárquicos'

Polémica entre José María Pemán y Emilio Romero por su visión del Movimiento y la monarquía en pleno debate sobre la Ley electoral

Hechos

En junio de 1967 se discutió en las cortes La Ley Orgánica del Movimiento para regular las elecciones a Procuradores a Cortes.

Lecturas

D. José María Pemán Pemartín publica un artículo en el diario privado catalán Diario de Barcelona contra el proyecto de Ley Orgánica del Movimiento, que es, además, reproducido por ABC.  Desde Pueblo critican lo que interpretan como una fijación de ABC de airear todo comentario negativo contra el Movimiento.

Tanto D. José María Pemán como D. Emilio Romero eran franquistas y habían apoyado a la dictadura del general Franco. Pero ambos tenían una alineación diferente dentro de las ‘familias’ de la derecha que constituían el régimen. D. José María Pemán pertenecía a los monárquicos, sector liderado desde Estoril por Don Juan de Borbón ‘Conde de Barcelona’ que deseaban un sistema de monarquía liberal bajo el modelo parlamentario inglés, mientra que D. Emilio Romero, director del diario PUEBLO y procurador en las Cortes, estaba alineado con los sectores falangistas, que defendían una democracia orgánica despreciando los planteamientos liberal-capitalistas y con un acento en las políticas sociales.

08 Junio 1967

Evolución

José María Pemán

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Treinta años es la edad, se repite constantemente, del Movimiento. Esa cifra puramente temporal y cronológica, aplicada a la vida de un país, de una sociedad, de unos seres humanos, tiene inevitable un rótulo que la califica: “Evolución”. En treinta años le sale al hombre el bigote, aprende a fumar, conoce a la mujer, se hace ingeniero o abogado o mecánico, pierde o encuentra la fe, cambia o confirma o modera sus pensamientos. En una palabra: evoluciona. De un modo o de otro, pero lo que es seguro es que no tomará a los treinta años biberón, ni montará en caballos de juguete.

Ahora que está sobre el tapete, con acelerador de urgencia, la que llaman Ley Orgánica del Movimiento, o del Consejo Nacional, es el insante de calibrar exquisitamente los términos de esa evolución.

Unos, tomando pie de la definición que el Movimiento da la Ley Orgánica del Estado, que parece que es nuestra Constitución, afirman que el Movimiento es ahora la concurrencia de todos los españoles que admiten los principios fundamentales del 18 de julio. Esa definición constitucional implica la consideración del Movimiento como un gran acaecimiento histórico; como la guerra de la Independencia, como la Reconquista, como la guerra de Cuba. Los que así piensan no creen que deba petrificarse suceso tan nacional y genérico, en una morfología jerárquica y exclusiva. N hubo socios de la Independencia, ni afiliados a la Reconquista. Consideradas así las cosas, creen que sólo se debe legislar sobre el Consejo Nacional, como una especie de alta Cámara o Senado, que represente esa concurrencia de españoles y cuide de que no se pierda la esencia de los principios fundamentales.

Otros, en cambio, consideran que la Ley del Movimiento debe ser la canonización de su estructura jerárquica actual, con sus niveles nacionales, provinciales, locales y su desdoblamiento de la administración del Estado en otra administración paralela, donde vuelve a repetirse todo: lo municipal, lo provincial, la educación, el deporte, la prensa, la información, el servicio exterior. Dos columnas de estructuras gemelas con dos presupuestos paralelos.

¿Cómo entienden entonces unos y otros el rótulo inevitable en una vida de treinta años; la etiqueta: evolución?

Los que defienden la fórmula de inmovilidad o pequeñísima alteración de lo ya establecido y organizado, se basan en una interpretación casera del Referéndum: atribuyen el noventa y cinco por ciento oficialmente logrado a Franco con su régimen actual. Los que opinan del otro modo, traducen el Referéndum como un crédito dado a Franco precisamente para que haga evolucionar las instituciones, a fin de tranquilizar a los españoles sobre el futuro haciendo la realidad la continuidad y sucesión previstas en la Ley.

Los primeros, obligados a proponer de algún modo una cierta cantidad de evolución, lo que hacen es insistir, desde dentro, en una invitación a todos para que se incorporen a las estructuras actuales, entendido como casi partido único, casi Falange.

Los otros recuerdan que el desgaste de treinta años hace imposible la incorporación masiva a unas organizaciones que, hace poco han vuelto a ser definidas como ‘minoría inasequible al desaliento’. ¿Minoría? ¿No habíamos quedado en que era concurrencia de todos los españoles que aceptan los principios fundamentales? Se está construyendo futuro: democracia, entendimiento con Europa: apertura. ¿Se puede contestar a esto reeditando la definición militante, poética, minoritaria de la Falange de 1934? Casi todas las definiciones que en ese sentido se pronuncian, podrían ser objeto de un recurso de contrafuero o inconstitucionalidad, puesto que desconoce la ancha definición del Movimiento que da la Constitución votada el 14 de diciembre.

Proponer como solución la invitación a todos es un recurso verbalista; esa era la solución que constantemente proponía don Miguel Primo de Rivera cómo evoluciona de la dictadura: puerta abierta para meterse todos en la Unión Patriótica. Así el que se metió fue él en un callejón sin salida. Cuando una organización o una estructura ha vivido treinta años en monopolio se le han adherido notas, gestos, apariencias – y s queréis prejuicios – que dificultan tanto la evolución interna como el éxito de las convocatorias masivas.

A la Monarquía, prevista legalmente como futuro, se le echa en cara cortesanía, exclusivismo de palaciegos. No se le admite la realidad bien visible e que en un chalet de Estoril hay mucha menos rigidez y protocolo que en los palacios y establecimientos del interior de la España de hoy, criada por el Movimiento. Ante la realidad viva del desbordamiento de españoles medios, de gentes de las calles que se volcó recientemente sobre Estoril en la boda de la Infanta, se insiste imaginativamente en que la Monarquía tiene, por si, un tufillo, de cosa cortesana y palaciega. Se le niega toda posibilidad de evolución tras treinta y tantos años de experiencia y dolor. Peor, en cambio, al Movimiento, que se definió en muchos textos antiguos como totalitario y semejante a Italia y Alemania, hay que admitirle a ojos cerrados su evolución hacia esa contrita, convicta, confesa y hospitalaria casa comunal: y su convocatoria a todos los españoles.

Nada ha empezado ayer. La Monarquía tiene siglos de evolución y acomodación a la Historia. El Movimiento, años de apariencia totalitaria. Lo peor que puede hacer es petrificarse en esa fisonomía. Tiene que vencer su propia protohistoria. Son todavía demasiados los que pueden contar ‘su caso’ Nada sería más fácil que hacer una lista, con nombres concretos, de españoles, hoy en cargos políticos, que pasaron días peligrosos al entrar en la España nacional; de otros a los que con aire fascista se les molestó, se les desterró. El funcionamiento de la censura no sólo para las ideas, sino para las personas, pasó por una época rígidísima, y no se puede atribuir a errores funcionales, porque fue explicado mil veces casi como una teoría permanente de la emisión de pensamientos; casi como una teología de la información. La Ley de Prensa actual significó una clara evolcuión. Si no se sigue ésta, si no va acompañada de evoluciones paralelas o si ella misma presenta síntomas de parones o cierres, a nadie se puede invitar a ese dispositivo impenitente. Sólo salvará a España un Movimiento sin totalitarios y una Monarquía sin cortesanos. En este momento la segunda evolución parece bastante más adelantada que la primera

José María Pemán

13 Junio 1967

Que Dios nos libre

Emilio Romero

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ABC,  que en estos últimos tiempos publica o reproduce otdo lo que puede representar una posición crítica del Movimiento, acaba de transcribir un artículo de José María Pemán publicado en el DIARIO DE BARCELONA que constituye el ataque menos zumbón, más aspero, menos clemente, más superficial, menos oportuno y más injusto. José María Pemán se empeña en pintar al Movimiento como apareciera en los años de la guerra civil y la posguerra, primero con los equipajes intelectuales totalitarios de un grupo de personalidades que hace tiempo que ya no están en la colaboración con el Régimen, e inclusos su posición es contraria y que relata claramente Southworth para ‘Ruedo Ibérico’ o como todavía se mantenía unos años después, con todos los aparatos residuales del a estructura jerárquica, que ya no eran más que la envoltura, porque de toda la rigidez intelectual y administrativa anterior había sido vaciado, principalmente a partir de los años 50. Durante todos estos años han crecido, como realidades abiertas del Movimiento, las organizaciones del deporte, de la juventud, de la mujer, de la familia y de los Sindicatos. Asomarse a estos mundos populares evidentes, es percatarse de la evaporación del fascismo o del totalitarismo, sin ningún esfuerzo visual o de imaginación. El Movimiento es hoy estas cosas principales:

  • -El ministro secretario general es miembro del Gobierno, dentro de la variedad de opiniones y de sectores del Consejo de Ministros.
  • -La Prensa y la Propaganda es, únicamente, la gerencia administrativa y política de una cadena de periódicos, revistas y emisoras de radio que viven al lado de otras cadenas privadas de Prensa y de radio. No tiene televisión, que pertenece al Estado.
  • -Tiene el deporte general, la organización juvenil, asociaciones no políticas de arias índole, y la Sección Femenina, que realiza trabajos culturales de formación sin dogmatismo excluyentes.
  • -La Organización Sindical figura dentro del mundo del Movimiento, y ya se sabe quien la constituye: empresarios y trabajadores: carece de discriminaciones y su obra está a la vista. Luego, en las provincias hay núcleos de gentes del Movimiento, como los hay de otros sectores. Y los gobernadores civiles y jefes provinciales del Movimiento se nombran previo acuerdo de la Secretaria General y del Ministerio de la Gobernación, y como es lógico, son de formaciones políticas diversas. En los niveles locales se proyectan igualmente ambos Ministerios.

El consejo Nacional ha sido una cámara dormida hasta hace bien poco y a su instancia se ha hecho, precisamente, la evolución política, con el pensamiento de sus hombres y hasta con sus textos.

No ha habido, por todo ello, monopolio ni prepotencia. Ocupa, sencillamente unas áreas de influencia y de servicio. ¿Dónde está el semblante totalitario? No está bien que el ilustre gaditano, el más alto exponente de nuestras letras actuales, eche mano de un maniqueísmo burdo y que, simultáneamente, se expone con reblandecimiento emocionante ante los grupos de españoles que fueron a la boda de la hija de don Juan de Borbón, doña Pilar. Ya no se puede escribir así. Esto la gente lo toma a chacota; y sigue siendo conducta exclusiva de los deficientemente informados o de los suficientemente adversarios. José María Pemán circula intensamente por la vida política española, y sabe sobradamente que en este país hay y habrá siempre totalitarios en todas partes; pero ya no hay organismos totalitarios. Ha sido tal el complejo de autoritarismo que tenían  algunas organizaciones del Movimiento que han evolucionado hacia formas representativas tan amplias que ya no se llevan en ninguna parte. De todos modos, el defecto principal que tiene el Movimiento – a mi juicio – no es el del totalitarismo, sino el de alguna inactualidad de cara a la eficacia. Frente a los problemas políticos, económicos, sociales y culturales de nuestro tiempo, el Movimiento necesita una reforma estructural: y precisamente en este proyecto de ley, sometido a debate en las Cortes figura un artículo en el que se va a dar el plazo al Consejo Nacional para hacer esta mudanza. Ya no se vnetila nada dogmático en el Movimiento, sino mera acomodación a la circunstancias presentes. Luego, lo más ocurrente del artículo de Pemán, es asegurar que la Monarquía, como pretensión sucesoria del Régimen, está más adelantada en la evolución que el Movimiento. Pero ¿cuál es la evolución de la Monarquía? ¿No ocurrirá que lo que evoluciona es el pueblo, y la Monarquía vaciada de contenido institucional desde el siglo XVIII no hace otra cosa que garantizar la sucesión de la Jefatura del Estado mediante la herencia? ¿Se puede llamar a esto evolución? No hay monarquías evolucionadas, sino monarquías supervivientes tras los regímenes constitucionales. Por eso hay tan pocas. Es el resto de un gran naufragio. Precisamente la incapacidad de la Monarquía española para realizar su evolución nos produjo en un siglo cuatro guerras civiles dinásticas, tres destronamientos, y una descapitalización política tremenda de lo monárquico en la España contemporánea, hasta tal punto que nuestro verdadero problema sucesorio no es otro – aunque no se diga – que la forma monárquica que hemos dado al país, cuando a la mayor parte de las generaciones nuevas, que son la España próxima, las importa la Monarquía un pito. Por eso, si al Movimiento – como dice Pemán – hay que librarle de totalitarios, se me ocurre que a la Monarquía habrá que librarla de monárquicos, porque de lo contrario ‘que Dios nos libre’.

Emilio Romero