23 febrero 1977

Cada vez más procesos contra la revista de la editorial Zeta

Querella contra el periodista Ricardo Cid Cañaveral (INTERVIÚ) por señalar a Eugenio Mazón Vedejo como uno de los asesinos de Montejurra

Hechos

  • En el número de la revista INTERVIÚ del 23 de febrero de 1977 se publicaba el reportaje ‘Montejurra 76 Los asesinos andan sueltos».

Lecturas

El reportaje señalaba a D. Eugenio Mazón Verdejo como uno de los orquestadores de la matanza de Montejurra de acuerdo con la UNE de los Sres. Zamanillo, D. Gonzalo Fernández de la Mora y D. Antonio María de Oriol.

La querella fue presentada por el Sr. Mazón Verdejo y el señor Cid Cañaveral, que no pudo presentar pruebas de sus acusaciones argumentando que debía proteger sus fuentes, debería pagar medio millón de pesetas.

OTRA DEMANDA A INTERVIÚ POR PEDRO COSTA MUSTE

PuigAntichCostaMuste Por las mismas fechas en que D. Ricardo Cid Cañaveral debía responder su artículo, otro periodista de la revista INTERVIÚ, D. Pedro Costa Muste, debía comparecer ante los juzgados militares por considerarse que su artículo ‘Dudas sobre el caso Puig Antich’ incluía injurias al ejército. La revista INTERVIÚ se está convirtiendo en uno de los medios más detestados por los sectores conservadores de la sociedad española aunque también – y quizá por ello – es el semanario de mayor tirada del país.

23 Febrero 1977

Montejurra 76: Los asesinos andan sueltos

Ricardo Cid Cañaveral

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Todos los detalles sobre la ‘Operación Reconquista’ de la colina carlista, con nombres y apellidos de los personajes implicados. 

Hace sólo algunos días, cuando, una vez más, Manuel Fraga era interrogado acerca de su responsabilidad (‘La asumo toda’, dijo entonces) en los sucesos de Montejurra, aseguraba: «No me arrepiento de nada. Lo único que no volvería a hacer es autorizar los actos».

Es muy probable que Fraga diga la verdad. Nunca habría autorizado los actos de Montejurra de haber sabido que los verdaderos carlistas, los partidarios de Carlos Hugo de Borbón y del Partido Carlista, eran abrumadora mayoría. En realidad, él había dado su visto bueno – o su ‘yo no veo nada’ – a la ‘Operación Reconquista’, merced a la cual su Ministerio habría podido dar una nota pública en la que hablarse de ‘elementos minoritarios izquierdistas y marxistas, acallaldos por la gran mayoría de los verdaderos carlistas’.

La Reconquista quedó, simplemente, en unos asesinatos. Su justificación: «enfrentamiento entre grupos rivales», como es ya habitual ante las acciones de la extrema derecha.

Aquel domingo, Gobernación había dado instrucciones para que se impidiera el paso en dirección a Montejurra a aquellos automóviles que no llevasen el distintivo de la Confederación de Combatientes de Girón y el marqués de la Florida.

UN HOMBRE LLAMADO MAZÓN VERDEJO.

Pocos días antes de la sangrienta jornada de Montejurra, y cuando la ‘Operación Reconquista’ estaba ya en marcha, Eugenio Mazón Verdejo, en nombre y representación de UNE (Zamanillo, Fernández de la Mora, Lucas y Antonio María de Oriol) negociaba con el entonces ministro (…)

nes a los ‘intentos de politización propagandística por parte de la acusación privada’.

Aparte de la politización – lógica en un fenómeno de represión política – la acusación privada presenta una lista de 17 testigos que presenciaron los disparos de García Verde.

El sumario de Montejurra ha atravesado diferentes ubicaciones: iniciado por el juez de Estella, se le dio traslado al Juzgado de Orden Público. Suprimidos el Tribunal y Juzgados de Orden Público, el mismo juez Gómez Chaparro que se ocupaba del sumario en el JOP, continúa con él en la jurisdicción ordinaria.

Pero aunque menos, también hubo otros peones de la operación que dieron la cara. Como Ramón Merino, exdirector de la Cadena Azul de Radiodifusión, que fue, hace años, expulsado de su cargo por algún turbio affaire, y que desde el hostal Irache se ocupaba de hacer llamadas a alguna suntuosa mansión de las afueras de Madrid para informar del curso de la operación. Como Narciso Cermeño y un tal Martín, que funcionaban a modo de ‘estado mayor de retaguardia’ e inspeccionaban a la que Gómez Chaparro llamaba en sus interrogatorios ‘aguerrida tropa», acompañada de tambores, trompetas y banderas celestes con la flor de lis (la enseña del ex legionario Sixto de Borbón). Como el conocido ‘guerrillero de Cristo Rey’ madrileño Fernando Santos Arrate, que pasó la noche en la cima, junto a la ametralladora y que el día anterior había amenazado con una pistola a un grupo de militantes del Partido Carlista que había intentado aproximarse.

FALLARON TODOS LOS PLANES

Expertos en estrategia del Partido Carlista, tras un minucioso análisis del desarrollo de los hechos, vienen a coincidir en que el plan era el siguiente: formar un embudo a partir de la explanada del monasterio, empujando a los carlistas a la campa de irache, donde se encontraba situada la Guardia Civil. El plan falló en sus inicios, ya que los carlistas repelieron a palos a los elementos derechistas en la explanada (después de ocurrir esto es cuando caía García Pellejero). Ello permitió que los carlistas continuaran hacia la cima. Allí arriba, Márquez de Prado, a quien todas las declaraciones atribuyen la ‘dirección militar’, pidió por ‘walkie talkie’ a los grupos de Fuerza Nueva que ‘empujaran dese abajo’, para dejar a los carlistas entre dos fuegos. Los fuerzanovistas no se atrevieron. Y Márquez de Prado hizo entrar en funcionamiento la ametralladora, que ‘estaba servida por tres hombres de verde’.

La ‘operación guerrillera’ falló en cada una de sus partes, como antes había fallado la operación de ‘movilización de masas’. Como después fallaría estrepitosamente la ‘operación política’ y todo su juego de coartadas: de hecho, comienza a estar claro entonces que, cuando la derecha cree estar ‘manejado hábilmente’ a su extrema derecha, ésta queda sin control porque en realidad es mucho menos eficaz, aunque mucho más bárbara, de lo que tiende a creer – o a querer – su hermana ideológica.

Ahora queda un sumario cerrado, y la prueba material de una pistola descalibrada del nueve corto, encontrada a García Verde. Como descalibradas y del nueve corto eran las balas que mataron a Aniano Jiménez Santos.

VIENTOS VERBALES DE MANUEL FRAGA

Refiriéndose a los asesinatos de Madrid, y lanzando una insólita acusación a la oposición democrática, Fraga declaraba que ‘quien siembra vientos – se refería a las actitudes anteriores de las fuerzas democráticas – recoge tempestades’. No sólo se trata de una de las raras justificaciones de la violencia habidas en los últimos días. Se trata también de que, contra su voluntad, Fraga tiene razón una vez más: aquellos airecillos de colaboración e instrumentalización de la extrema derecha están trayendo ríos de sangre.

La impunidad en la que han quedado tantos hechos y personajes de Montejurra es una lección, más clara, si cabe, que la impunidad previa con que unos y otros se produjeron.

Riardo Cid Cañaveral