19 diciembre 1989

La desaparación de Ferdinand Marcos no evita la continua sucesión de intentos de Golpe de Estado en el país asiático

Quinto intento de Golpe de Estado contra la presidenta de Filipinas, Cory Aquino, bajo la sombra del vicepresidente Salvador Laurel

Hechos

El 3.12.1989 Cory Aquino anunció que había logrado superar un nuevo intento de Golpe de Estado.

Lecturas

CABECILLAS DE LA INTENTONA

GringoHonasan El coronel Gregorio ‘Gringo’ Honasan, apodado el ‘rambo filipino’ volvía a aparecer como principal cabecilla de una intentona golpista contra Cory Aquino. Él lideró las tropas que trataron de tomar instalaciones militares.

Enrile_3 El ex ministro Juan Ponce Enrile, aparecía detrás de todas las gestas militares de su pupilo Gringo Honasan. Había sido colaborador de Marcos y luego conspirador contra Marcos. Después había sido colaborador de Aquino y conspirador contra Aquino.

salvador_laurel El Vicepresidente Salvador Laurel y principal beneficiado político de un derrocamiento de Cory Aquino. «Casualmente» al producirse el intento de Golpe de Estado se encontraba de viaje en Hong Kong. ¿Una causalidad o estaba dentro del plan que estuviera fuera para que pudiera retornar como ‘presidente de facto’ si Aquino era derrocada?

 

 

04 Diciembre 1989

Laurel y el método golpista

Bosco Esteruelas

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El Gobierno filipino aseguró ayer que la rebelión militar ha sido aplastada, pero la situación sigue siendo muy confusa tres días después del intento de golpe de Estado contra la presidenta de la República, Corazón Aquino. Tropas rebeldes se han rendido tras no poder adueñarse del cuartel general de las fuerzas armadas de Campo Aguinaldo, a las afueras de Manila, pero grupos aislados mantienen posiciones en Makati, el distrito financiero y comercial de la capital.

Aquino ha rechazado una oferta de alto el fuego que evite más derramamiento de sangre. Un centenar de muertos y cerca de un millar de heridos se estima que ha sido el resultado provisional de este golpe, el más cruento desde que Aquino llegó a la jefatura de la nación, en febrero de 1986.El ministro de Defensa, Miguel Ramos, y el comandante en jefe del Ejército, Renato de Villa, aseguraron ayer que la intentona había sido aplastada después de que fuerzas rebeldes fracasaran en sus esfuerzos por tomar Campo Aguinaldo, tras librar una dura batalla durante las primeras horas de la mañana. De Villa declaró por la tarde que el jefe de los asaltantes, comandante César de la Peña, y más de 200 soldados habían sido detenidos. Los rebeldes atacaron el cuartel al amanecer del domingo, pero fueron repelidos por disparos de aviones y el Ejército.

Grupos aislados seguían controlando ayer parte del distrito financiero y comercial de Makati, donde se ubican varios lujosos hoteles y embajadas extranjeras. Los sublevados tomaron el sábado por la noche el hotel Intercontinental y se apostaron en los tejados de varios rascacielos de oficinas, desde donde controlan el barrio. Las tropas leales al Gobierno no se atrevieron a romper el cerco por temor a provocar la matanza de muchos civiles inocentes que viven en esa zona.

Aquino, que asistió por la mañana en compañía de su familia a una misa celebrada en el palacio de Malacañang, rechazó una oferta de los golpistas de establecer un alto el fuego. «Lo que ellos empezaron, nosotros lo terminaremos», afirmó en una conferencia de prensa la presidenta filipina, que afronta la rebelión militar más grave de los casi cuatro años que han transcurrido desde que un levantamiento popular la llevó al poder tras ser derrocado el dictador Ferdinand Marcos. A pesar de las enérgicas palabras, el poder de Corazón Aquino se va debilitando día a día. El hecho de que su Gobierno no haya podido sofocar completamente la revuelta agranda el peligro de que se produzcan a corto plazos discrepancias en el seno de la cúpula militar del país.

El comandante en jefe del Ejército, general Renato de Villa, afirmó ayer que el coste de los enfrentamientos había sido terrible, y dijo que el número de detenidos era de 53 oficiales y 450 soldados. Entre los capturados figura el teniente coronel Quito Legazpi, que está vinculado al fugitivo y carismático teniente coronel Gregorio Gringo Honasan, que intentó hace dos años derrocar a Aquino y sobre el que recaen las mayores sospechas de haber planeado la actual rebelión. Gringo ha pedido desde la clandestinidad la dimisión de Aquino y la constitución de un nuevo Gobierno «nacionalista y reformista».

Aislamiento

Manila permaneció ayer, por tercer día consecutivo, aislada del exterior. El aeropuerto Ninoy Aquino continuó cerrado, pero las autoridades anunciaron anoche que será reabierto a mediodía de hoy. Numerosos extranjeros aguardan para salir del país, al tiempo que más de millar y medio de filipinos esperan en Hong Kong poder retornar a su patria. También está cerrado el aeropuerto internacional de Mactan, en Cebú, a 560 kilómetros al sureste de la capital, donde, al parecer, los rebeldes controlan todavía una base aérea. Manila está prácticamente paralizada. Los servicios públicos apenas funcionan.

Un portavoz de la base aérea de Clark declaró ayer que ningún avión norteamericano ha vuelto a tomar parte en acciones de apoyo al Ejército filipino. Corazón Aquino solicitó el auxilio de Estados Unidos el viernes pasado, poco después de que el palacio de Malacañang fuese atacado por la aviación rebelde. La petición ha sido criticada con dureza por la oposición. La Prensa filipina considera que Aquino puede haber hipotecado con ello seriamente su futuro político, con un gesto que ha descubierto la debilidad de su Gobierno y devaluado la independencia de la antigua colonia norteamericana. El presidente de EEUU, George Bush, declaró ayer en Malta que no estima necesario recurrir a una nueva acción militar de apoyo a Aquino para aplastar la rebelión.

SALVADOR LAUREL

El vicepresidente filipino, Salvador Laurel, ha negado en Hong Kong que esté involucrado en la última intentona golpista contra Corazón Aquino, pero ha eludido condenar la rebelión. «Puedo no estar de acuerdo con el método ( … ), pero la democracia, en el sentido más completo, no excluye el derecho del pueblo a recurrir a métodos extraconstitucionales», ha afirmado el político, que rompió hace más de un año relaciones con la presidenta de la República para formar con el senador y antiguo ministro de Defensa Juan Ponce Enrile un bloque de oposición, el Partido Nacionalista. Laurel desea cumplir cuanto antes el sueño incumplido en 1986 de convertirse en el nuevo presidente de Filipinas.

El golpe le sorprendió en el extranjero, mientras estaba en Londres en visita privada para asistir a una representación de la última comedia de éxito, Miss Saigón, en la que interviene un hijo suyo. Llegó a Hong Kong el sábado y esperaba anoche la reapertura del aeropuerto de Manila para regresar al país. Aquino ha declarado que castigará a los políticos que se hayan pronunciado a favor de la intentona golpista. Laurel ha manifestado que estaría dispuesto a participar en un Gobierno militar si ello resulta beneficioso para el país y se evita el peligro de una guerra civil: «Haré lo que sea bueno para el pueblo filipino».

El vicepresidente ha criticado con dureza la colaboración militar de Estados Unidos para aplastar la rebelión, atendiendo a la petición hecha por la presidenta Corazón Aquino. «Un mandatario que solicita la intervención extranjera para permanecer en el poder se convierte irremediablemente en prisionero de esa potencia extranjera», ha señalado el vicepresidente filipino.

03 Diciembre 1989

Sembrado de minas

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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LA CAÍDA del matrimonio Marcos en Filipinas en 1986 había empezado con el asesinato del verdadero líder de la oposición -el esposo de Cory Aquino-, de manera que para lograr el derrocamiento del tirano fue preciso crear una alianza de todas las fuerzas políticas filipinas, con la sola exclusión de los fieles irreductibles. Se integraron en ella no sólo el bando de Aquino -una abigarrada coalición de idealistas y radicales de izquierda-, sino también elementos heredados del régimen anterior, facciones militares y otros políticos con mayores o menores ambiciones de sucesión del poder. Uno de ellos, Salvador Laurel, hombre de Marcos, se sumó a la coalición como candidato a la vicepresidencia. También se unieron el antiguo ministro de Defensa, Juan Ponce Enrile, y el antiguo jefe de Estado Mayor, Fidel Ramos, hoy ministro de Defensa. Todo este urgente entramado recibió el apoyo de EE UU y de la CE y echó a andar, pero siempre renqueando.Casi cuatro años después, Cory Aquino -que se encontró con la presidencia en razón del apellido y posiblemente sin que ella ni sus consejeros evaluaran todos los riesgos de la aventura en que se metían sufre su sexto y más grave golpe de Estado, dirigido o instigado, una vez más, por las mismas personas. La rebelión ha obligado a EE UU a acudir en apoyo de Aquino con una exhibición de fuerza destinada a consolidar la moral de las tropas gubernamentales. Pero el golpe, en vísperas de la cumbre de Malta, no podía ser más inoportuno: en medio de solemnes y sinceros apretones de mano, ha forzado al presidente Bush a intervenir con pies de plomo, y al presidente Gorbachov, a manifestar con la boca muy chica que la URSS no toleraría interferencias norteamericanas en Manila.

Leales y rebeldes llevan más de 48 horas enzarzados en una batalla en la que se han producido incidentes que serían bufos de no haber mediado muertos y heridos: el cambio de manos del Canal 4 de la televisión estatal al menos en siete ocasiones, la ocupación por los insurrectos de una base en la que había un solo avión con las ruedas pinchadas y sin piloto que lo hiciera volar, el ametrallamiento por un caza gubernamental de sus propias tropas, el encierro de la presidenta en su palacio incendiado y desde el que se dirigía a los rebeldes para conminarles a la rendición incondicional, con la amenaza de que, en caso contrario, convocaría «al histórico poder popular».

Aunque tanto Laurel como Ponce Enrile han negado su participación en la revuelta, cuyo ejecutor directo ha sido el coronel Gringo Honasan -una figura que aparece y desaparece de la escena golpista filipina-, es difícil buscar otros protagonistas. Es la cuarta vez en tres años que Honasan, huido tras la tercera intentona del barco-prisión en el que le habían encerrado, dirige un alzamiento militar. Las acusaciones son siempre las mismas: Cory Aquino ha cedido a las presiones de los guerrilleros comunistas y al separatismo musulmán de Mindanao; está permitiendo la desintegración del país; es débil e incapaz, y se ha entregado en manos de los enemigos de la patria. Sin embargo, la verdadera cuestión a dirimir es si puede gobernarse indefinidamente un país cuando en la gestión intervienen personajes de más que dudosas honradez y fidelidad no ya al presidente, sino a la democracia misma.

Estados Unidos tiene en Filipinas las dos bases militares más importantes fuera de su territorio. La renovación de su arrendamiento debe ser renegociada en 1991 y aprobada por los Senados de ambos países. La presión nacionalista del pueblo filipino y la relajación de tensiones internacionales que consagra la cumbre de Malta harán difícil que la presencia militar estadounidense se mantenga tal cual en Filipinas. Ambas cosas auguran dificultades a la presidenta Aquino con vistas a su campaña de reelección en 1992. O tal vez antes si alguien no consigue detener a Honasan y actuar con la energía necesaria frente a los golpistas que le amparan desde la sombra.