20 diciembre 1966

El ministro de Información, Fraga, anunció ante TVE que un 88% del censo había votado SÍ

Referendum por la Ley de Sucesión propuesta por el General Franco: SÍ abrumador con un 95% de los votos frente al 1% del NO

Hechos

El referendum celebrado en diciembre de 1966 ratificó la Ley de Sucesión propuesta por el Dictador, General Francisco Franco.

Lecturas

Los resultados anunciados por el Ministro de Información, D. Manuel Fraga Iribarne, fue el siguiente:

– Votos afirmativos: 18.500.051  (95%)

– Votos negativos: 346.745  (1,7%0)

Si se tiene en cuenta el porcentaje de votantes, un 88% del electorado fue el que respaldó la propuesta franquista.

La mayoría de las familias de la derecha política – que es lo que sostenía al régimen – apoyaron el SÍ en aquel referendum: los franquistas ortodoxos, los falangistas, los tecnócratas opusdeistas, los monárquicos, los Acción Católica y los tradicionalistas.

  LA TELEVISIÓN SE VUELCA POR EL ‘SÍ’ 

La Televisión oficial (Televisión Española, TVE), la única existente en España, se volcó en la campaña a favor del ‘SÍ’ en el Referéndum. Por la pantalla los españoles con televisor pudieron ver discursos a favor del Sí por parte de los procuradores Sr. Muñoz Alonso o Sr. Fueyo, por el presidente de Las Cortes Sr. Rodríguez de Valcárcel, por el jurista Sr. Herrero Tejedor, o por el ministro Sr. Fraga, todos ellos a favor del ‘SÍ’.

ruiz_gimenez RUIZ GIMÉNEZ A LA CABEZA DE LA CAMPAÑA POR EL ‘NO’

La revista CUADERNOS PARA EL DIÁLOGO, creada en torno al ex ministro franquista D. Joaquín Ruiz Giménez, alineado con la oposición a la Dictadura desde posiciones demócrata-cristianas, fue uno de los pocos medios de comunicación que hizo abiertamente campaña a favor del NO en aquel referendum por la Ley de Sucesión, aunque lo tuvo que hacer desde su revista, dado que TVE no incluyó al Sr. Ruiz Giménez ni a sus compañeros de grupo entre las autoridades consultas para opinar por televisión por el referéndum.

APROBADA LA FÓRMULA DE SUCESIÓN… PERO NO EL «QUIÉN»

Conde_Barcelona_Juanjuancarlos_sofiaSeparacionDuquesCadiz Don Juan de Borbón, heredero designado por el último Rey español, D. Alfonso XIII, aspira a suceder al General Franco como Jefe del Estado, un puesto al que también aspiran su hijo D. Juan Carlos de Borbón y Borbón y su sobrino D. Alfonso de Borbón Dampierre.

Cuadernos para el Diálogo contra TVE.

Con motivo del Referéndum para Ley Orgánica del Estado Cuadernos para el Diálogo reproduce la opinión de partidarios del ‘No’ criticando que en la única televisión de España, Televisión Española (TVE) sólo se escuche a defensores del ‘Sí’

01 Diciembre 1966

Encuesta sobre el Referéndum - Gil Robles

José María Gil Robles (Ex ministro)

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Mi opinión es contraria a la aprobación por referendum de la Ley Orgánica, tanto por razones de procedimiento como de fondo.

La ley presentada es extensa y compleja y no se puede pedir al país que vote sí o no simplemente, máxime cuando las Cortes la han aprobado sin discusión, cuando casi no hay posibilidad de emitir en público opinión alguna discrepante, y cuando los partidos de la aprobación monopolizan la propaganda, poniendo a su servicio la gigantesca máquina oficial nutrida con el dinero de todos los contribuyentes.

Quienes estén en desacuerdo con la Ley no podrán tener la menor intervención ‘suya’ en las mesas electorales, y no podrán fiscalizar la pureza del sufragio.
En estas condiciones, más que de un reférndum, que es la vinculación a una idea, se trata de un plebiscito, que tantas veces e ha empleado para consolidar un poder personal, con los catastróficos resultados que la Historia reiteradamente ha demostrado.

En cuanto al fondo, no creo preciso hacer notar que al lado de elementos aceptables, como la futura separación de la Jefatura del Estado y la Jefatura del Gobierno, hay otros – la inmensa mayoría – que son francamente inaceptables.

Lo que se denomina democratización no son más que tímidos avances de participación minoritaria en organismos que no pueden considerarse representativos, mientras la totalidad de los poderes de decisión quedan en manos de una minoría interesada en el mantenimiento de las actuales estructuras.

A mi juicio, la Ley no es una garantía del futuro. El gravísimo problema de la sucesión del Jefe del Estado queda en la práctica planteado en los mismos términos que ahora.

La solución de una monarquía electiva, que la Ley Orgánica propugna que no descansará ni en el principio de la legitimidad histórica ni en el principio de legitimidad democrática, sólo será posible en la hipótesis de que el actual Jefe del Estado la entronice en vida. En ese caso, repito, será posible, pero no será viable. En cambio, si la solución queda en manos de los organismos señalados por la Ley, de tendencia claramente republicana, la instauración de la monarquía electiva estaría descartada y se desembocaría en fórmulas transitorias, de inestabilidad congénita.

En fin de cuentas, una perspectiva de futuros poderes personales, que podrían muy bien gestarse en una jefatura de Gobierno dotada de potentísimas facultades, si el actual Jefe del Estado se decidiese a nombrar para ese supuesto a un hombre con fuerte personalidad. Pero, aun en esta hipótesis, ¿puede decirse que queda institucionalizada la vida de un país al que se le ofrecen como alternativas una monarquía electiva, sin legitimidad, o un sistema autoritario?

José María Gil Robles

01 Diciembre 1966

Encuesta sobre el Referéndum - Ariza

Julián Ariza (PCE / CCOO)

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Hacer comentario sobre la Ley Orgánica aún siendo breve, precisa distinguir dos cuestiones fundamentales: el fondo y la forma en que la conocemos.

La forma para algunos es lo secundario; más creo que, en este caso, el fondo refleja fielmente la forma en que se ha presentado.

Una Ley Fundamental, que debe ser la base de principios de toda una ordenación jurídica con la que se regule la vía comunitaria nacional, necesia construirse atendiendo a todos los intereses que concurran a un país. Y sólo con la participación real de las representaciones de todos estos intereses, en un pkano de igualdad, puede concebirse que al final se sintetice en un esquema de principios que por todos se refrende. Dicho de otro modo: la edificación de cualquier ordenamiento jurídico debe partir de abajo, ser democrática. El caso contrario hay que interpretarlo como una imposición, en el mejor de los casos paternalista. Y no puedo aceptar que los intereses de toda la Nación estén genuinamente representados en unas Cortes que aprueban sin una sola modificación, esta Ley Constitucional a la primera lectura.

Quienes, aun siendo muy jóvenes tenemos noción de votaciones políticas en otras latitudes, hemos sabido que, por lo general, siempre tiene la masa electoral una opción por lo menos. En nuestro caso, el SÏ y el NO, polos teóricos del dilema, vienen a significar lo mismo. El futuro lo presentan quienes personalizan el presente, resultado, como es lógico, una prolongación de sí mismos. Quienes estén de acuerdo con lo presente nada pierden con lo futuro. Lo mismo, sólo que al revés, ocurre a quienes estamos en desacuerdo. De donde se deduce que, al menos para mí votar es ineficaz.

Contrastando también con lo que ocurre en otros países, las posibilidades de influir en el resultado que en otros; simplemente ocurre que no existen para aquellos que no quieran el SÍ. ¿Cómo pueden compaginarse la libertad de todos si sólo son unos quienes tienen a su disposición los medios de difusión propagandista?

¿Puede admitirse como democrática una opción ofrecida sin oposición legal, en el que todo el aparato se vuelca mateiralmente por y para el SÍ?

La propaganda para el SÍ les llega a los treinta y dos millones de españoles simultáneamente. Cualqueir otra propaganda hay que hacerla sin libertad y de uno en uno. En el mejor de los casos con autolimtiaciones a través de restringirlos medios de expresión, como el que hoy me orfece a mí CUADERNOS PARA EL DIÁLOGO.

Como militante sindicalista he de decir para terminar que nada claro se observa en el horizonte en que actualmente fijamos nuestra vista. Se habla de asociaciones de obreros, patronos y técnicos que constituirán de hecho, una a modo de federación dentro del mismo Sindicato. Lo que implica claramente la continuación de un vértice compuesto por la línea política o de mando de la que tantas veces hemos solicitado su desaparición. Adaptadas al mundo del trabajo, ¿no estaremos ante un remedo de las A. P. E. estudiantiles? Esperaremos que, de ser así, en poco tiempo les ocurra lo mismo que a estas.

Julián Ariza

01 Diciembre 1966

Encuesta sobre el referéndum Giménez Fernández

Manuel Giménez Fernández (Ex ministro)

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CUADERNOS PARA EL DIÁLOGO me pide mi opinión y propósito personal respecto al referéndum precipitadamente anunciado para el 14 de este mes; y fiel al propósito que anuncié al cesar por la jubilación por edad, no puedo negarme a dar el testimonio que se me pide, y que viene además de la única revista que a pesar de todas las presiones, se mantiene fiel a la comprensión entre los españoles para cuyo logro se fundó.

En el momento actual mi decisión se basa en las noticias y explicaciones que sobre este acto político se nos han venido dando oficialmente: por tanto, podrá ser modificada más adelante si surgen nuevos elementos de juicio. Por de pronto, la lectura de la Ley Orgánica sólo sirve para darse cuenta de que es un trabajo de taracea, obra de distintos autores, desde el punto de vista técnico, perfecto si se quiere, para poder hacer con ella lo que se quiera, lo que constituye la perfecta negación de la institucionalización. Pero afortunadamente la televisión nos ha proporcionado datos que atentamente estudiados esclarecen la cuestión.

Las imágenes de la sesión solemne atentamente observada demuestran de una parte las distintas reacciones de los sentados en el banco azul donde algunos ministros se superaron en el entusiasmo, mientras otros señaladamente, los llamados técnicos, aplaudieron moderadamente, y dos de ellos permanecieron impávidos. En cuanto a los seiscientos unánimes en el voto, es interesante observado que las ovaciones entusiastas coincidieron con las afirmaciones de que no se iba a cambiar nada fundamental, que seguían proscritos los partidos políticos y sólo actuarían quienes aceptaran los principios fundamentales del Movimiento. Además, en algunas ocasiones, determinadas grupos de enardecidos entusiastas increparon hasta que se unieron a ellos, a otros asistentes no tan entusiasmados.

Posteriormente, por la misma televisión el señor Muñoz Alonso nos convenció de que el nuevo Estado seguiría siendo autoritario; el señor Fueyo, que mantendrá la mentalidad del 18 de julio; el señor Rodríguez de Valcárcel, que no supondrá variación alguna del actual; el señor Castán y el señor Herrero Tejedor, que la justicia seguirá igual, el señor Fraga, que hay que votar sí porque ello supone que el Jefe del Estado podrá continuar el actual sistema de gobierno.

Con vista de todo ello y teniendo en cuenta que para esto último no hace falta modificación alguna, decidí por lo pronto votar que no pues me fío más del General Franco sólo que de sus neófitos entusiastas; pero considerando que la forma de la papeleta transmitida por la televisión permite insertar en su cuadro un emblema de lo que pudiera ser el partido político de mi preferencia el día que, más tarde o más temprano, haya que legalizar aquellos como instrumento sustancial e imprescindible de la democracia, mi decisión actual es la de votar en blanco. En cuanto a la omisión del deber de votar, se presta a torcidas interpretaciones, y no es fácil resista al anuncio de penalidad, a que ya se ha referido el señor Agulló por TV.

Tal es mi opinión que, desde luego, someto a otras más autorizadas.

Manuel Giménez Fernández

21 Diciembre 1966

La Sucesión

José María Pemán

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No quisiera iniciar unos comentarios ingenuos al ‘sí’ otorgado a la Ley Orgánica sin dedicar primero una mirada a lo que es corazón y almendra de ella: la Sucesión. Sería tonto negar que ésta ha sido la preocupación máxima con que el español medio ha entrado en este episodio electoral-legislativo. Es difícil recordar un Poder concentrado que no haya sido sucedido por la catástrofe. Ni Napoleón, ni Mussolini, ni Hitler, ni Perón acertaron a hacer de hombres de tiempo cuando anunciaban anticiclones y bonanzas, alguno incluso para un milenio, pero que nunca cuajaron. No hubo más meteorología sucesoria que la de ‘después de mi el diluvió’. Franco, hombre prudente por esencia, es el que más se ha preocupado de preparar paraguas, impermeables y tejados para que nos mojemos luego lo menos posible.

Oara esto ha previsto: un Reino, la Monarquía y una indicación dinástica bien clara: la dinastía Borbón Battenberg, señalada por las entrevistas con el padre y de educación y residencia del hijo. ¿Por qué un hombre tan prudente y racionalista como Franco ha ido a buscar, para asegurar el futuro, una solución tan irracionalista e intuitiva como parece a primera vista la Monarquía?

Porque sabe que él no es ya un hombre, sino una institución y sólo puede ser sucedido por otra institución; porque sabe que esa es la única manera de colocar sobre el incierto futuro un elemento de moderación, equilibrio y automatismo sucesorio.

Ahora bien, esa misma prudencia que le llevaba a señalar para el futuro Monarquía y Dinastía le llevaba a procurar que ese señalamiento tuviera la indeterminación suficiente para que nunca hubiera ni una apariencia de interinidad en su poder. Para llevar esto hasta el final construyó en torno a la sucesión una ley cautelosa que amontona sobre ese instante, difícil por sí mismo, una bruma de mayores dificultades. Un mecanismo de tipo amadeísta y gótico que embrolla y dilata la esencia misma de la Institución, que es su unicidad, claridad y automatismo. En lugar del clásico ‘a rey muerto, rey puesto’, un contigente ‘a rey muerto, rey discutido, manoseado y votado’: un premioso itinerario – Regenia. Consejo, Cortes – repetido como el ir y venir del cántaro a la fuente con un estancamiento posible de la operación sucesoria durante quince o veinte o más días: plazo que, concebido, seguramente como un agotamiento de cautelas, puede convertirse en una convocatoria de intrigas o violencias. Yo he oído celebrar al Generalísimo lo diáfana y precisa que don Alfonso XIII dejó la Sucesión. La alcoba del Gran Hotel, de Roma, donde murió el Rey con disnea de cardíaco y anhelo de español, es una estampa de claridad sucesoría. Sería temerario inspirarse teóricamente, en vez de en ésa de Roma, en la confusa alcoba de Fernando VII con dudas codicilos, revocaciones y hasta bofetadas.

Esa cautela actual y futura ha sido para muchos licencia para insultar, calumniar y desacreditar al titular de la Dinastía. Todavía no hace quince días que un nieto mío me transmitía las injurias proferidas por su profesor de Política, en el colegio sobre el padre y el hijo de la Dinastía española. Un caso de juzgado de guardia. No hay nadie que conozca de verdad y personalmente la dignidad y ausencia de rencor con que ha sido llevada la titularidad dinástica que no vea en la operación sucesoria, reintegrada a su claridad rectilinia, tanto como una realización política de simplificación eficaz, un caso moral de restitución de la honra.

Esto hace que en este punto el país que entró en el referéndum con esa perplejidad haya salido con la misma. El país pregunta: “¿quién?” y se le contesta: “qué”, “cómo”. El “sí” otorgado con tanta extensión a Franco sería un resultado bastante paradójico para una operación electoral que tenía por máximo objetivo el contingente futuro: porque Franco es el presente indiscutido. Sólo puede entenderse, pues, el ‘sí’, como una renovación de crédito para que Franco resuelva el futuro. Pero como ese futuro ha querido el mismo Franco que sea la Monarquía no puede concebirse que utilice ese crédito para desvirtuar la esencia misma de ésta, que es su claridad unívoca. Otra cosa sería como necesitar unas tijeras para una operación cualquiera y preocuparse antes en que estuvieran rotas, despuntadas o sin filo.

No una ni dos veces ha expresado el Generalísimo la ventaja que para el país podía significar la existencia de un Rey ‘tendría que venir con el carácter de pacificar y no debe contarse en el número de los vencedores’. Palabras textuales de Franco. Ya sirvió ese argumento frente a la victoria de las democracias aliadas para señalar una opción política de futuro que evitó que muchas potencias reconocieran al Gobierno rojo del exilio, como estaban a punto de hacer. España tuvo así cubiertos todos los flancos. Cuando los totalitarios cayeron fue utilísimo poder presentar la alternativa futura de un Rey viniendo fuera de España, comprometido con la contienda en lo que tenía de acción militar defensiva y patriótica (intentos de ir a Somosierra o al ‘Baleares’, pero desligado de ninguna determinada parcial política.

Recuerdo que en una ocasión, en París, un español ingenuo explicaba a un amigo de Pinay su preocupación de que Franco y Don Juan parecieran dos posiciones políticas dispares y alejadas. El político francés, acostumbrado a lo que en cualquier parte se llama ‘política’ exclamaba: “¡Que montaje más genial!”. Porque él noo podía ni pensar que todo eso no estuviera hecho de común y patriótico acuerdo.

A mí no me parece mal que Franco y el titular de la Dinastía vayan aparentemente ‘cada uno por su lado’. También las parejas de la Guardia Civil van por la carretera, al borde las cunetas, ‘cada uno por su lado’. Distanciados físicamente y cumpliendo, de acuerdo, la misma función de vigilancia y seguridad.

José María Pemán

23 Diciembre 1966

La Dinastía del Pueblo

ARRIBA (Director: Manuel Blanco Tobío)

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Es necesario hablar hoy con la voz clara de las verdades elementales con la firmeza serena de quien defiende la justicia, con la fuerza y el aliento que da el pueblo a quien recoge y repite sus más nobles y comunes palabras. Porque hoy no se trata de jugar a esgrimas político-periodísticas ni de enzarzarnos en dimes y diretes de intrascendentes discrepancias. Hoy se trata de afirmar, defender y clarificar el derecho más sagrado que el pueblo español ha adquirido, después de tres años de guerra y veintisiete de paz, unido y apretado bajo el mando de Francisco Franco en las duras y en las maduras: el derecho a elegir y edificar su propio futuro.

Ese derecho, que ya es no sólo moral, sino también constitucional, acaba de sfurir, desde las páginas de un periódico, un ataque que no admite otra calificación que la de atentado. Ni la exaltada adscripción dinástica de ese periódico, ni el incondicional fervor personalista del autor del artículo (José María Pemán: “La sucesión”, ABC, 21 de diciembre) pueden disculpar el intento de tergiversación más caprichosa, parcial y peligrosa que se haya perpetrado hasta hoy contra una Ley fundamental, a los pocos días de ser aprobada casi unánimemente por los españoles, como base para hacer al pueblo responsable de la España del presente y único heredero de la España del futuro.

La definición del Reino dada al nuevo Estado español no puede ser confundida con una Dinastía cuyo último reinante fue sucedido por la mayor catástrofe de la última Historia de España, una catástrofe sólo comparable y en algunos casos con ventaja, a esas que sobrevinieron tras los poderes concentrados de Napoleón, de Mussolini, de Hitler, de Perón. Ni de la herencia que nos deje Francisco Franco, henchida de gloria, de prosperidad y de esperanza, puede ser comparada con el testamento dictado en una habitación del Gran Hotel de Roma, en el que no se podía dejar a los herederos otro legado que un trono abandonado y perdido y una secuela de luchas familiares. Ni una Ley que está hecha para todos y que por eso ha sido aprobada por todos; que abre al pueblo y a las instituciones donde el pueblo está representado las puertas de un porvenir seguro y libre, merece ser tachada de ‘embrollo amadeísta y gótico’, y luego humillada a la categoría de un papel mojado, por encima del cual son posibles acuerdos y pasteleos que nunca existieron. Ni él pueblo español, este pueblo español de cuya lealtad y nobleza podrían aprender tanto quienes desean arrebatarle su soberanía, merece que nadie tome en las manos su voluntad de paz, de unidad y de trabajo como una chistera en la cual pueda desaparecer, por arte de birlibirloque, la preciosa moneda de su libertad.

La Ley que despeja el camino de nuestro futuro ofrece a la Monarquía unas posibilidades que ningún monárquico pudo soñar después del 14 de abril, y ofrece al pueblo ocasión de hallar para el futuro una fórmula político que ni excluye la sucesión hereditaria ni tampoco la electiva. Es una Ley sabia; prepaada por quien no guiña el ojo a nadie a espaldas del pueblo, por quien sólo piensa en el bien de la nación; es una Ley que reconoce el derecho que el pueblo tiene a recibir una herencia que a cualquier otro heredero vendría demasiado grande. ¿Cuál habría sido el destino de esa Ley si se hubiese entregado nuestro futuro no al pueblo, sino a la Dinastía? ¿Qué habría salido de las urnas si en vez de la Ley Orgánica se hubiese sometido a votación el testamento de don Alfonso XIII? ¿Cuántos sies habría obtenido cualquiera de esas personas de estirpe regia que nos presentan como pacificadoras y unificadoras de la Patria (ya unificada y pacificada bajo Franco), antes aún de lograr poner paz y unidad en su propia familia?

Ahora se nos quiere decir que cuando Francisco Franco y el pueblo español, hechos una sola piña, soportaron y vencieron el asedio del mundo entero, uno de los flancos de España fue cubierto por aquellas desdichadas actitudes y manifiestos desde Lausana o Estoril. El 14 de abril de 1931, unos votos municipales encontraron ya vacío el Palacio de Oriente. El 9 de diciembre de 1946 en el Palacio de Oriente estaba un hombre que no conoce la huida, la rendición ni el desaliento cuando se trata de defender a su Patria. Y abajo, en la plaza estaba un pueblo que sólo quiere ser vasallo de un buen señor. Más allá de nuestras fronteras estaban los que contemplaban el hambre, la soledad, la pobreza del pueblo, las colas del pan, el humo de los gasógenos, los campos secos y las ciudades heridas, no para compartir el dolor, el trabajo y la indómita independencia, sino como circunstancias favorables a una oportunidad de poder personal.

Franco no ha firmado nunca acuerdos de tapujo, ni con don Juan de Borbón ni con nadie. Franco sólo tiene firmado un grande acuerdo con el pueblo español, renovado constantemente a la luz del día y bajo el sol de la Historia. Franco no tiene pareja posible: él es impar y caudillo. Ni por la cuneta de la carretera del futuro de España camina Franco en pareja imposible, ni por esa carretera camina el pueblo español emparejado como los bueyes. Por esa carretera avanza un pueblo libre y soberano; a su frente va, de por vida, Francisco Franco. Y cuando Francisco Franco nos falte, el pueblo español se enjugará el más sincero llanto de su historia para elegir al español que crea más digno de representarle; al español que merezca representar a la soberana dinastía del pueblo. Esa es la verdadera dinastía legítima de España.

El Análisis

¿QUIÉN SERÁ EL SUCESOR?

JF Lamata

La Ley Orgánica establecía que el Sucesor del General Franco en la Jefatura del Estado debía ser aprobado por los procuradores de Las Cortes y sería un Rey. Pero no concretaba más. Todos miraban de reojo a D. Juan de Borbón, jefe de la Casa del Rey tras la muerte de D. Alfonso XIII exiliado en el Estoril y a quién ‘la familia monárquica’ deseaba ver sentado en el trono desde hacía tiempo. Pero tanto el sector liberal-opus como el sector reformista-fraguista parecían mirar con mayor simpatía a su hijo D. Juan Carlos de Borbón, educado en España. Los sectores más duros vinculados al Movimiento podían ver mejor a su primo D. Alfonso de Borbón, que estaba tratando de hacerse ver por aquellos días. Y, claro, no faltarían los que desde el tradicionalismo verían en D. Carlos Hugo de Borbón el legítimo como titular de la rama carlista. ¿A cual votarían las cortes? Fácil. Aquel que propusiera el General Franco y aún habría que esperar tres años para saberlo, un periodo en el que las camarillas de cada uno de los pretendientes harían todo lo posible para movilizar apoyos en favor de sus candidatos y el primero de todos ellos sería D. José María Pemán a favor de Don Juan de Borbón.

J. F. Lamata