25 abril 1986

La coalición comunista excluye al grupo de Santiago Carrillo ("Mesa para la Unidad de los Comunistas")

Se forma la coalición Izquierda Unida integrada por PCE, PASOC, PCPE, ‘Nueva Izquierda’, Izq. Republicana, P. Carlista y P. Humanista

Hechos

El 29 de abril de 1986 se constituyó oficialmente la Coalición Electoral Izquierda Unida (IU)

Lecturas

NACE IZQUIERDA UNIDA

El 29 de abril de 1986 se presentó públicamente la coalición electoral de Izquierda Unida formada por el Partido Comunista de España (PCE), el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), la Federación Progresista, el Partido de Acción Socialista (PASOC), Izquierda Republicana, el Partido Humanista, el Partido Carlista y un grupo de independientes encabezados por el colectivo conocido como ‘Nueva Izquierda’. Los fundadores de Izquierda Unida en el registro son los siguientes:

• D. Gerardo Iglesias Argüelles (PCE), que asume la presidencia de Izquierda Unida.
• D. Nicolás Sartorius Álvarez de las Asturias (PCE).
• D. Enrique Curiel Alonso (PCE).
• D. Ignacio Gallego Bezárez (PCPE).
• D. Ramón Tamames Gómez (Federación Progresista).
• D. Alonso Puerta Gutiérrez (PASOC).
• D. Paulino García Partida (Izquierda Republicana).
• D. Rafael de la Rubia (Partido Humanista).
• Dña. Cristina Alemida Castro (‘Nueva Izquierda’).
• D. Jaime Miralles.
• D. José Luis Balbín Meana.


En la nueva plataforma de izquierdas ha quedado, por tanto, ha quedado excluido el partido de D. Santiago Carrillo Solares, que se presentará en solitario al frente de una candidatura denominada ‘Mesa para La Unidad de los Comunistas’.
No hubo acuerdo en Catalunya.

El referente del PCE en Cataluña, el PSUC, también intentó una coalición de izquierdas en Catañuá bajo la denominación de la Unió de l´Esquerra Catalana con Entesa deis Nacionalistas d´Esquerra (ENE) y el prosoviético Partido de los Comunistas Catalanes (PCC), pero las negociaciones con el PCC no fructificaron y los prosoviéticos se presentarán por su cuenta en Cataluña al contrario que en el resto del estado.

En el contexto es inevitable no olvidar el enfrentamiento radical de los líderes prosoviéticos catalanes D. Pere Ardiaca Martí y D. Joan Ramos Camarero con el secretario general del PSUC, D. Antoni Gutiérrez Díaz, desde el congreso del PSUC en 1981.

FUNDADORES DE IZQUIERDA UNIDA (IU):

PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA (PCE)

El principal fundador de la coalición de Izquierda Unida, firmaron en el registro en nombre del PCE su Secretario General, D. Gerardo Iglesias y sus dos Vicesecretarios Generales D. Nicolás Sartorius y D. Enrique Curiel. En la práctica el PCE era el único partido que tenía fuerza electoral real en España, lo que le daba derecho a copar todos los puestos clave de la coalición. D. Gerardo Iglesias sería el primer ‘presidente’ de la coalición Izquierda Unida.

PARTIDO DE ACCIÓN SOCIALISTA (PASOC)

El Partido de Acción Socialista (PASOC) apareció en 1983 como heredero del Partido Socialista Obrero Español – Histórico, disuelto ese año, en la práctica subsistía como un partido político personalista en torno al antiguo líder del PSOE madrileño, expulsado en 1982 por denunciar un supuesto caso de corrupción en el ayuntamiento de Madrid que encabezaba D. Enrique Tierno Galván.

PARTIDO COMUNISTA DE LOS PUEBLOS DE ESPAÑA (PCPE)

El Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) se había formado en 1984 como escisión pro-soviética al PCE de D. Gerardo Iglesias, su líder era D. Ignacio Gallego, el hombre de la URSS en España, desde los años setenta la Unión Soviética había dejado de reconocer a la cúpula del PCE como ‘fichas suyas’ e intentó, tras fracasas con casos anteriores, que esta ficha fuera D. Ignacio Gallego. Desde el principio el PCE ha mostrado su interés de que el PCPE se disolviera y sus dirigentes se reintegraran en el PCE.

FEDERACIÓN PROGRESISTA

El antiguo dirigente del PCE durante la Transición y uno de los firmantes de los Pactos de la Moncloa, tras abandonar el partido en 1981 reapareció en 1986 al frente de la plataforma anti-OTAN. Poco después fundó su propia formación política: la Federación Progresista (FP), que se integró en la coalición Izquierda Unida y, a cambio, ocupó el puesto número 2 en las listas de IU por Madrid.

NUEVA IZQUIERDA

La antigua concejal del PCE en el ayuntamiento de Madrid, expulsada en 1982 por D. Santiago Carrillo, también firmó como fundadora de Izquierda Unida, en su caso representaba a un grupo de militantes izquierdistas independientes que, en ese momento no tenía nombre pero más tarde (a partir de 1992) sería conocido como el colectivo ‘Nueva Izquierda’ aunque no se constituiría como partido político dentro de IU hasta 1996.

IZQUIERDA REPUBLICANA

La formación política Izquierda Republicana, liderada por D. Isabelo Herreros, no tenía ningún tipo de peso electoral real, así que su principal acicate era ser la formación que tenía registrada a su nombre la histórica denominación ‘Izquierda Republicana’, el partido que liderara D. Manuel Azaña. No obstante, los dirigentes de IU parecen tener claro que los republicanos no ocuparán puestos destacados en las listas de la coalición.

PARTIDO HUMANISTA

D. Rafael de la Rubia firmó el acta de creación de Izquierda Unida en nombre del Partido Humanista, del que era Secretario General. Sobre el Partido Humanista habían surgido diversos rumores sobre si en realidad, más que una formación política, se trataba de una secta en torno a su fundador ‘Silo’.

PARTIDO CARLISTA

D. Enrique Cordero de Ciria firmó el acta de creación de la coalición Izquierda Unida en nombre del Partido Carlista, que había ido girando hacia a la izquierda en los últimos años de la dictadura bajo la batuta de D. Carlos Hugo de Borbón, que se había retirado de la política tras su fracaso electoral 1979. Su líder, D. Juan Francisco Martín de Aguilera, irá de número 14 de Izquierda Unida por Madrid, un puesto con nulas opciones de salir elegido.

JAIME MIRALLES

A título personal, también firma como fundador de Izquierda Unida el abogado monárquico D. Jaime Miralles, que se destacó en los últimos años de la dictadura franquista defendiendo a dirigentes comunistas y sindicalistas y también a víctimas de la represión policial durante la última etapa de la dictadura

JOSÉ LUIS BALBÍN

También firmó como fundador de Izquierda Unida el histórico presentador del programa de TVE ‘La Clave’, retirado de la pantalla en diciembre de 1985 por orden del Director General de RTVE, D. José María Calviño, decisión que él atribuía al Gobierno del PSOE liderado por los Sres. D. Felipe González y D. Alfonso Guerra).

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ANTONIO ELORZA

El último de los fundadores de Izquierda Unida a título personal fue D. Antonio Elorza, profesor universitario que nunca había ocultado su ideología comunista, pese a no militar en el PCE. Opositor al franquismo, desde la llegada de la democracia se había opuesto también a la violencia terrorista de Eta.

EXCLUÍDO CARRILLO, SE PRESENTARA A LAS ELECCIONES POR SU CUENTA

El gran excluido de la foto de ‘integración’ de la extrema izquierda en abril de 1986 fue el grupo de D. Santiago Carrillo, grupo que, tras ser expulsado del PCE. El ex Secretario General había fundado su propio partido comunista, el Partido Comunista de España Marxista Revolucionario. A raíz del cual el Sr. Carrillo creó la marca con la que concurrirá a las elecciones de 1986: la Mesa para la Unidad de los Comunistas. Además, desde la llegada del Sr. Mijail Gorbachov al frente de la dictadura de la Unión Soviética, el Sr. Carrillo había vuelto a elogiar a aquel país tras varios años de distanciamiento.

01 Mayo 1986

Contra el enemigo común

Lorenzo Contreras

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Todo lo que no es izquierda oficial – PSOE – sino izquierda real se ha unido en un pacto de coalición con vistas a las elecciones generales de junio. Esto quiere decir que la España política, casi monopolizada por el PSOE, empieza a ofrecer por la izquierda una esperanza de reparto en aras de un equilibrio de fuerzas tan oportuno como imprescindible.

Ha quedado descolgado solamente Santiago Carrillo, con su Mesa para la Unidad de los Comunistas y su visión apocalíptica de lo que es una agrupación de formaciones políticas con el PCE en ella englobado.

Izquierda Unida nace no sólo por exigencias del momento político, sino también, y de manera especial, por virtud del referéndum sobre la OTAN. Sin el abultado resultado de ‘noes’ y sin la cohesión que en el transcurso de la campaña demostraron las distintas familias integradas en la Plataforma Cívica y en la Coordinadora de Agrupaciones Pacifistas, hubiese sido muy difícil organizar en un sentido unitario y eficaz el magma de la izquierda disperasa.

Cuando surgió la primera visión unitaria de la izquierda real, Santiago Carrillo con el pretexto de que eso contribuía a diluir los perfiles de la identidad comunista, creó las condiciones del fracaso. Pocos creían en el mundo de esa izquierda, a raíz de la firma postura del ex secretario general del PCE, que aquella unidad fuese posible.

Pero lo ha sido. No se puede poner al felipismo en el mayor aprieto que hasta ahora conoció (aludió a los días que precedieron al referéndum), sin que nazca en el seno de esos grupos responsables la conciencia de que pueden repetir electoralmente la batalla.

El voto fugado al PSOE desde la izquierda real, con motivo de la crisis comunista y de la mendacidad electoral del felipismo, puede volver a sus naturales cauces. No volverá ciertamente el voto acomodado, es decir, el que corresponde a quienes han participado del Poder, se han visto favorecidos por él y están persuadidos de que cuatro años de repetición valen más que la coherencia ideológica o la utilidad del reequilibrio político.

No le faltarán a la Izquierda Unida descalificadores oficiales u oficiosos. Se mirará con lupa su programa y su debilidad de un acuerdo de mínimos. Pero el tiempo presente no puede ofrecer más. Desde la izquierda real se lanza prácticamente un mensaje a los centros desunidos y a los conservadores enfadados por cuestiones de listas, fueros y preferencias.

El felipismo se ha convertido en lo que tenía que llegar a ser: el enemigo común. No se puede aprovechar tan deprimente un bandazo histórico de la opinión española, en 1982, sin que todos los núcleos partidistas desplazados volvieran a intentar la recuperación de la plaza perdida. Con la televisión en manos del felipismo y con el prestigio que el Poder siempre conserva, aun mal ejercicio, la lucha se promete dura y difícil. Pero ha comenzado.

02 Mayo 1986

Ni unidos ni independientes

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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Dos nuevas agrupaciones políticas acaban de constituirse en extremos opuestos del espectro ideológico bajo el nombre común de plataforma. La primera ha sido la Plataforma de la Izquierda Unida, que trata de cubrir, en las próximas elecciones, la ausencia de un partido eficaz a la izquierda del PSOE. La segunda es la derechista Plataforma Independiente, cuyo primer congreso se está celebrando estos días y que no tiene pretensiones inmediatamente electorales. Ambas plataformas se explican por el deterioro de los partidos a un lado y otro del que apoya al Gobierno. El vacío en una izquierda clásica y declaradamente marxista y la desunión de los comunistas avalarían en principio las razones de la plataforma de la izquierda. El minifundio partidista de la derecha y sus incrustaciones reaccionarias facilitan, por otro lado, el oportunismo de cuantos quieran apuntarse a formar más y más minipartiditos conservadores.La Plataforma de la Izquierda Unida (PIU) ha surgido, así, como resultado de los esfuerzos del PCE, que dirige Gerardo Iglesias, con el objetivo de crear una formación electoral más amplia que el propio partido comunista. El PCE pretende con ello ampliar su escasa representación obtenida en las últimas consultas y potenciar la agrupación de sectores de pacifistas y ecologistas descontentos con el socialismo. El modelo en que se inspira el PCE para fraguar tal alianza parece una mezcla de comunismo a la italiana y de radicalismo, o de socialdemocracia con verdes. Pero estas comparaciones, en la realidad, pueden llevarse demasiado lejos. En el grupo hay demasiada promiscuidad, propiciada por el circunstancial vínculo de la campaña anti-OTAN, y también una serie de reminiscencias pretéritas que no contribuyen a concederle la lozanía de una opción nueva. La incorporación de los prosoviéticos de Ignacio Gallego -súbitamente convertido al posibilismo tras su reciente viaje a Moscú con motivo del congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética- y la pintoresca reaparición de Enrique Líster -cualquier cosa, menos un símbolo de modernización- convierten la operación patrocinada por Iglesias en una recuperación de los ancestros, antes que en una fórmula para una sociedad dinámica y cambiante. La ausencia de Carrillo, por su parte -basada en argumentos personales más que en una disensión política-, arroja nuevas sombras sobre el vigor de la discusión ideológica en el seno del comunismo español.

Efectivamente, muy poco más que el propósito de rentabilizar las imágenes de unidad que ofrecieron las fotografías y la televisión en las manifestaciones contra la permanencia en la OTAN constituye la razón de ser de esta coalición de izquierdas, que ha conservado el nombre de plataforma en connotación con el rótulo de Plataforma Cívica que presentaba en aquellos días. Junto a los comunistas, anfitriones del conglomerado, se reúnen también el extraño y anaranjado Partido Humanista, un resurrecto Partido Carlista, el antiguo militante monárquico juanista Jaime Miralles, las reliquias de Izquierda Republicana, Ramón Tamames y su Federación Progresista, Alonso Puerta con un partido de bolsillo llamado PASOC y, por si fuera poco, José Luis Balbín, del que nada puede ni debe decirse como político y del que ya está todo dicho como profesional del periodismo. Con todo esto no es posible pedir una versión más directa de la ensoñación política unitaria creada en el posfranquismo y su transición. Y no es extraño que los medios reaccionarios de este país jaleen la aparición de esta verdadera plataforma de izquierdas. Otra cosa dirían si lo que se perfilara fuera un partido comunista sin querellas internas, capaz de tener una presencia fuerte en las Cortes. Pero sobre esta cuestión, el futuro del comunismo, y la extraña decisión de los prosoviéticos de este país de sumarse a conglomerados de ese género ya habrá ocasión de hablar.

A la originalidad de la plataforma de la izquierda, en la que sus protagonistas tienen que hacer esfuerzos para salir todos en la fotografía, pero que es redundante demostración del vacío político que ha dejado el PSOE en este flanco, se suma el pintoresquismo de la otra plataforma, situada en el extremo opuesto y con la intención de agrupar en una organización política, camuflada de apoliticismo, numerosas resistencias gremiales a las tibias modernizaciones socialistas en el terreno de la sanidad, la educación, la justicia, el asociacionismo agrario, el deporte, etcétera, así como alguna ambición política también descabalgada de la peripecia de la derecha en los últimos años.

Tal plataforma, que intenta reproducir modelos de movilización conservadora al estilo de la Mayoría Moral norteamericana, no es un proyecto para unas elecciones, puesto que ya tienen sus representantes, principalmente en Alianza Popular, sino el intento de organizar un grupo de presión que sume los agravios de múltiples sectores bajo un denominador neoliberal y conservador. Supone un esfuerzo de ensanchamiento del radio de acción de la derecha política, y una sindicación de intereses que quiere incidir sobre el partido que más directamente les representa. La presencia de personalidades como Carmen Alvear, presidenta de la Confederación Católica de Padres de Familia y Padres de Alumnos; José María Giralt Forner, dirigente del corporativismo agrario; Benito Castejón, ex presidente del Consejo Superior de Deportes; Mauro Muñiz, del autodenominado sindicalismo independiente de RTVE, y Ramón Hermosilla, destacado abogado que defendió al general Armada en el proceso por el 23-F, dan también medida de este nuevo proyecto, presentado como un angélico asociacionismo más allá de partidos e ideas.

Ambas plataformas, con las curiosidades que las acompañan, no tendrían más trascendencia que la de ser un motivo para comidillas políticas si no fuera porque, en su propia constitución y composición, denotan el trágico vacío político creado alrededor del PSOE y las dificultades enormes con que tropieza nuestro país para conseguir que la modernidad penetre en el ámbito de la política y de sus organizaciones. Pero siempre hay aspectos cómicos en toda tragedia, y ni la izquierda está unida en la Plataforma de Izquierda Unida ni hay independientes en la Plataforma Independiente.

09 Junio 1986

Los comunistas, en Izquierda Unida

Ignacio Gallego

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El Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) entiende que Izquierda Unida es esa necesaria alternativa de izquierdas. ¿Quién, si no, va a defender una política de creación de empleo seria? ¿Quién va a mantener una posición de salida de España de la OTAN y el desmantelamiento de las bases norteamericanas?

Para el Partido Comunista de los Pueblos de España, el criterio fundamental que determina la participación en Izquierda Unida (IU) es su programa, según afirma el autor de este artículo. Sin embargo, el programa de IU -explica- no es el del PCPE, principalmente en cuestiones como la CE, aunque el partido ha aportado, junto a las restantes fuerzas, elementos programáticos que responden a los intereses de los trabajadores y los pueblos de España para este período.

La convocatoria anticipada de las elecciones generales ha acelerado toda una serie de procesos que están llamados a tener trascendencia en la vida política del país. Asistimos al inicio de la crisis del modelo de representación bipartidista, que se ha mostrado estéril para responder a las plurales expresiones existentes en la sociedad española en un momento de profunda crisis del sistema. No hay que olvidar que el fondo del bipartidisino consiste en la posibilidad formal de alternancia en el Gobierno, manteniéndose en todos los casos la misma política en sus aspectos fundamentales (recomposición capitalista y atlantismo, principalmente).Eso explica los aplausos de la Banca y la gran patronal a la política del Gobierno de Felipe González, sus extraordinarias relaciones con la Administración de Reagan y que a Fraga le resulte tan difícil hacer críticas de fondo a la política gubernamental.

La huelga general del 20 de junio y las movilizaciones contra la permanencia en la OTAN, junto a los resultados del referéndum, expresan que sectores muy amplios y dinámicos de los trabajadores, de la juventud y otras capas de la población no se sienten vinculados a la política que realiza el Gobierno ni a la derecha. Una alternativa de izquierdas es necesaria.

Necesaria principalmente para dar respuesta a las esperanzas de esos sectores y llevar también al Parlamento sus reivindicaciones y proponer las medidas que las satisfagan. ¿Quién, si no, va a defender una política de creación de empleo seria y con todas sus consecuencias, y, por tanto, basada en profundas transformaciones de las estructuras socioeconómicas? ¿Quién va a mantener una posición de paz y neutralidad, por la salida de España de la OTAN y el desmantelamiento de las bases norteamericanas?

El Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) entiende que Izquierda Unida es esa necesaria alternativa de izquierdas. El adelanto de las elecciones ha buscado, entre otras cosas, crear el mayor número de dificultades para impedir que cuajara un acuerdo electoral de la izquierda. Dificultades hemos tenido, por otra parte, menos que otros, pero en nuestro ánimo está no fijarnos en los tropezones que hemos dado, sino en el trabajo que tenemos por delante, y colocar antes que cualquier interés de partido el interés, la necesidad y la esperanza de los trabajadores y de la juventud.

El programa

Para un partido comunista como el nuestro, firmemente asentado en los principios, el criterio fundamental que determina la participación en Izquierda Unida es el programa. En una coalición, el programa no puede ser el de uno de los partidos que la integran, sino el resultado de un debate en el que cada fuerza incorpora las propuestas más sentidas en las clases y capas sociales a las que representa y las alternativas que mejor se corresponden con su proyecto estratégico.

Por ello, el programa de Izquierda Unida no es, lógicamente, el nuestro, y eso es evidente en cuestiones como la de la CEE, donde, como es sabido, el PCPE defiende la salida del Mercado Común. Tampoco es el programa de ningún otro partido.

El PCPE ha aportado, junto a las restantes fuerzas, en una elaboración seria, rigurosa y muy trabajada, elementos programáticos que responden, a nuestro juicio, a los intereses para este período de los trabajadores y los pueblos de España.

Así, el programa de Izquierda Unida recoge, entre otras propuestas importantes e interesantes, la necesidad de mantener el objetivo de que España salga de la OTAN, el desmantelamiento de las bases y la salida de las tropas norteamericanas. Contempla las nacionalizaciones en la Banca y el sector energético.

Propone una política de empleo basada en la inversión y el desarrollo del sector público, el átimento del consumo privado, la ayuda a pequeñas y medianas empresas y cooperativas, y mientras tanto se mantiene el objetivo de la plena protección a los parados.

Reforma agraria

Sostiene la necesidad de una seria y profunda reforma agraria, la lucha contra las consecuencias lesivas de la integración en la CEE, una concepción de Europa contraria a los intereses de las multinacionales y del imperialismo y el apoyo a las iniciativas para la desaparición de las armas nucleares y contra la militarización del espacio. Propugna el carácter federal del Estado y el pleno desarrollo de los derechos de nacionalidades y regiones.

Con un programa que recoge, junto a otros, estos puntos, los comunistas debemos estar en y con Izquierda Unida. Sería bastante. difícil explicar a los trabajadores lo contrario.

Nuestra concepción de la unidad de la izquierda va más allá del aumento electoral.

El Partido Comunista de los Pueblos de España aprobó en el quinto pleno de su Comité Central todo un conjunto de propuestas políticas, que nosotros hemos definido como Plataforma para una política de izquierdas, nacional y para la transformación de la sociedad. Allí nos propusimos, como tarea prioritaria de las fuerzas de izquierda hoy, crear las condiciones políticas básicas para frenar la política de recomposición capitalista que impulsan la derecha y la socialdemocracia, dar una orientación política a los movimientos de masas y avanzar en la progresiva unidad de la izquierda.

Todo ello vinculado al proyecto estratégico de construcción del socialismo y al logro, a medio plazo, de una alternativa de gobierno. Consideramos que las fuerzas que podían ser sujetos de este frente de izquierdas van desde quienes queremos construir el socialismo hasta fuerzas reformistas, incluyendo aquellas que representan intereses parciales antimonopobstas, nacionales y anflimperialistas, y luchan decididamente por la paz.

En concreto, afirmamos que las diferencias ideológico-políticas no constituyen un obstáculo, por nuestra parte, para colaborar con todos aquellos que lo deseen para luchar por la paz, por las reivindicaciones sociales y nacionales de los pueblos de España y por todos los puntos programáticos que puedan configurar una política de izquierdas.

Lograr la unidad

En todo este proceso mantenemos firme nuestro propósito de lograr la unidad de todos los comunistas y recomponer el gran partido comunista, asentado en bases ideológicas, políticas y orgánicas claras, que es necesario para los trabajadores y los pueblos de España y para la profundización de la democracia. Hemos trabajado a fondo para que todos aquellos que se reclaman como comunistas estuvieran en Izquierda Unida. Si así no ha sido, no es nuestra responsabilidad.

En cualquier caso, la unidad de los comunistas podrá construirse en mejores condiciones en un marco de avance del conjunto de la izquierda que sitúe a los trabajadores en una posición más favorable para la defensa de sus intereses. Apostando por la catástrofe electoral y el extraparlamentarismo, en las condiciones políticas actuales, se puede hacer bien poco por la unidad y por la opción comunista.

Pero, con ser todo ello importante, lo urgente y necesario es dar respuesta a las exigencias que se manifiestan en lo más profundo de nuestra sociedad, en lo más dinámico del pueblo español, y muy especialmente en lo más consciente de la clase obrera. Si no se hace, el partido comunista pierde su razón de ser.

Por eso estamos en Izquierda Unida. Y viene bien recordar aquí aquella frase de Machado: «Caminante, no hay camino, se hace camino al andar».

Ignacio Gallego (PCPE)

18 Junio 1986

Izquierda Unida, la alternativa que hace falta

Gerardo Iglesias

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¿Acaso no cohabitan en el PSOE actual antiguos dirigentes de al menos una veintena de insignificantes grupúsculos que: poblaban el dividido panorama de la socialdemocracia en 1976, con Fernández Ordóñez (ex franquista, ex ministro de UCD), con el democristiano Peces Barba, con la mayor parte de los dirigentes de la desaparecida ORT, maoísta y radical con ex dirigentes del PCE, trotskistas, anarquistas. ¿Tal disparidad no merma un ápice en un programa de centro-derecha en el PSOE?

La escasez de tradiciones democráticas y la herencia de 40 años de franquismo pesan aún lo suyo en una España que pasó de la dictadura a la democracia sin ruptura con el viejo sistema de poder. Modificar esta situación para dar lugar a una sociedad con hábitos democráticos más sólidos y participativos es tarea ardua que requeriría, ante todo, del empeño prioritario de todas las fuerzas democráticas: en mayor medida, de las que más medios tienen para influir; en particular, de las que ejercen el poder.Una ocasión interesante para impulsar esa renovación y aprendizaje democráticos colectivos lo constituyen los procesos electorales, a condición de que en ellos se estimulen los debates entre las distintas propuestas programáticas, los diferentes modelos de política exterior, económica…, las distintas concepciones del desarrollo democrático y la modernización del país.

Al constituir Izquierda Unida con la voluntad explícita de demostrar que es posible y necesaria otra política, basada en los principios más profundos de la izquierda, tradicional y emergente, la libertad, la justicia, el trabajo y la paz; al presentar más tarde un programa electoral basado en los citados principios desgranados en multitud de propuestas regeneradoras, innovadoras y transformadoras, estamos contribuyendo a la tarea colectiva de enriquecer la vida democrática. Por ello creímos, quizá con ingenuidad, que las críticas, ataques, incluso descalificaciones, a IU vendrían por la razonable y constructiva vía de la réplica rigurosa a sus propuestas. Esperábamos que se demostrara que no es necesaria ni buena una alternativa de izquierda en profundidad; que se nos argumentara por qué es absurdo, o quizá obsoleto, diseñar una política exterior inspirada en la neutralidad; o que la denuncia del tratado bilateral con EE UU no es la mejor forma de reducción de la presencia militar americana; o que la firma del TNP no es la mejor garantía para la no nuclearización militar de España; o que se probara que no hay siquiera opción a plantear una política económica distinta a aquella que ha hecho feliz a los banqueros y empobrecido aún más a los trabajadores, sin que se haya reducido sustancialmente la inflación; o que no es razonable reformar los aparatos del Estado en ruptura con los residuos franquistas que coexisten en él; o que no es aplicable un apolítica de libertades más avanzada que la del señor Barrionuevo…

Pero no, es más cómodo soslayar el programa de Izquierda Unida para no verse obligados a desentrañar el suyo. Así es que los ataques a IU no han venido por ese lado, no se intenta explicar que es mejor para el progreso la vigente política de centro-derecha protagonizada por el Gobierno González, ni demostrar con rigor que, efectivamente, no hay alternativa a ella. En realidad no se puede demostrar. Se ha preferido una vía. de ataque basada en la descalificación apriorística. Me interesa destacar ante todo que ello encierra. una lamentable pobreza en la visión de la vida política democrática. Se prefiere apoyarse en la falta, de tradiciones democráticas para eternizarla que corregirla. Se prefiere destruir el debate político serio y la confrontación de programas para reducir la campaña electoral a un esperpento, si ello sirve a estrechos intereses de perpetuación a toda costa en el poder. ¿No es realmente lamentable e injustificable que el secretario general del PSOE, Felipe González, se niegue una y otra vez a debatir con los demás líderes políticos los programas electorales? ¿Qué es lo que teme? En toda Europa existen esos debates.

Se rehúsa el debate de las ideas y se intenta descalificar, por ejemplo, a IU intentando ridiculizar hasta el insulto el esfuerzo de unir componentes y fuerzas diversas en un programa y proyecto común de izquierdas. «Promiscuidad», «batiburrillo», «gazpacho», «ensaladilla rusa», «mezcla antihistórica» son algunos de los adjetivos dedicados a nuestra coalición por Alfonso Guerra y algún otro candidato. (Claro que aquí habrá que recordar aquello de «si ladran es que cabalgamos».) Como se ve, esos epítetos son expresivos del talante político de quien los pronuncia. Se olvida que las grandes fuerzas políticas son siempre el resultado de un proceso de articulación y síntesis de componentes distintos con orígenes diversos. ¿Acaso no cohabitan en el PSOE actual antiguos dirigentes de al menos una veintena de insignificantes grupúsculos que: poblaban el dividido panorama de la socialdemocracia en 1976, con Fernández Ordóñez (ex franquista, ex ministro de UCD), con el democristiano Peces Barba, con la mayor parte de los dirigentes de la desaparecida ORT, maoísta y radical con ex dirigentes del PCE, trotskistas, anarquistas. ¿No resulta que tal disparidad de orígenes e identidades no merma un ápice en la coincidencia de todos ellos en un programa de centro-derecha en el PSOE?

Lo que importa hoy del PSOE, valga por ejemplo, es constatar que todos ellos, independientemente de sus trayectorias u orígenes, sostienen con coherencia un modelo derechizante con renuncia expresa a la transformación progresista de España. Nuestro interés con cualquiera de ellos es debatir sus propuestas y las: nuestras, enriquecer la democracia y la izquierda con el debate racional. ¿Por qué entonces la actitud no es recíprocamente compartida viento en Izquierda Unida un proyecto, acertado o no, pero en cualquier caso con propuestas distintas que hay que estudiar, replicar y eventualmente aceptar o asumir? (Ésta es la invitación o el reto que formulamos a cuantas formaciones concurren a estas elecciones, y en primer lugar al partido en el Gobierno.)

Máxime cuando es evidente un fenómeno que está en la base del surgimiento de IU: el enorme foso ,que la acción del PSOE en el poder ha creado entre la base social de la izquierda y su expresión política y parlamentaria. Esa base social que apoyó ilusionadamente el anunciado cambio en 1982 se halla hoy decepcionada. A esos, millones de ciudadanos/as se les transmite desde el poder un mensaje que no intenta ya entusiasmarles como en 1982, ni siquiera motivarles; intenta simplemente resignarles, sumirles en la impotencia. Se persigue un voto masivo al PSOE desde los sectores progresistas cuya motivación no sea ni la convicción ni la esperanza, sino la fatal constatación de falta de alternativas. EI PSOE pretende ocultar que la situación política de hoy es muy distinta a la de 1982: no hay ningún peligro, en absoluto, de que la derecha pueda ganar las elecciones; existe la experiencia negativa de que un solo partido acumule tantos votos; ha nacido una alternativa novedosa, Izquierda Unida… Lo progresista hoy es, pues, recomponer en forma más plural el mapa político.

Estimulando mecanismos como lo hacen Alfonso Guerra y Felipe González obtendrán éxito en su propósito inmediato de consolidar un poder omnímodo en el Estado. Pero se desperdiciará la ocasión histórica que sigue habiendo, no ya sólo para emprender una transformación de izquierda en España, sino incluso para desarrollar el sistema democrático y superar las lacras heredadas del franquismo.

En cualquier caso, IU proseguirá su campaña ahondando en la convicción de que otra política es necesaria y posible, desarrollando con rigor y con la participación ciudadana de sectores y movimientos sociales su programa alternativo, y profundizando en la convergencia, desde la pluralidad, de distintas corrientes en un proyecto común de izquierda, para la renovación y transformación de España.

Gerardo Iglesias

El Análisis

¿COALICIÓN O MARCA BLANCA PARA EL PCE?

JF Lamata

Teóricamente Izquierda Unida se presentaba como una unión de la extrema izquierda, o la ‘verdadera izquierda’, si se prefiere. Es decir, las formaciones que se habían unido en contra de la OTAN frente a la actitud pro-atlantista del PSOE.

No obstante los grupos que fundaron Izquierda Unida eran principalmente el PCE y grupos personalistas: el del Sr. Tamames (Federación Progresista), el del Sr. Gallego (PCPE), el del Sr. Puerta (PASOC) y el de la Sra. Almeida (más tarde conocido como ‘Nueva Izquierda’). Ninguno de ellos había demostrado tener peso electoral, probablemente porque carecían de él. Por tanto, ¿IU era una coalición real… o no pasaba se ser una estrategia para blanquear la imagen del PCE, algo deteriorada tras su batacazo en el 82?

Además, si se trataba de unir a las formaciones a la izquierda del PSOE. ¿Por qué se excluyó al grupo de D. Santiago Carrillo? Sólo se explica si en IU mandaba, básicamente, la voluntad del PCE, cuyos líderes (Sres. Iglesias, Sartorius y Curiel) no iban a permitir ni por asomo, la presencia del ‘odiado’ Sr. Carrillo y su nueva marca electoral.

J. F. Lamata