31 enero 2018

Se hacen públicos unos mensajes telefónicos de Carles Puigdemont a Toni Comín acusando a sus socios de haberle abandonado

Hechos

El 31.01.2018 ‘El Programa de Ana Rosa’ de TELECINCO, en Mediaset, emitió unos mensajes de D. Carles Puigdemont a D. Antonio Comín.

Lecturas

El 31 de enero de 2018 en ‘El Programa de Ana Rosa’ que se emite en Mediaset producido por Unicorn difunde unas fotografías tomadas del teléfono móvil de D. Antoni Comín Oliveres (‘Toni Comín’), político independentista prófugo de España, cuando estaba leyendo los mensajes que le acababa de mandar el también prófugo D. Carles Puigdemont Casamajo, el presidente de la Generalitat suspendido que proclamó la DUI mostraba su depresión por el fracaso de su ‘procés’.

Los mensajes hacían referencia a que el plan del Sr. Puigdemont Casamajó de seguir siendo presidente de la Generlaitat de manera telemática desde el extranjero contaba con cada vez más rechazo dentro de los propios diputados independentistas una vez la legislación vigente en España obliga que el nuevo presidente de la Generalitat tenga que estar dentro del territorio para tomar posesión de su cargo y no pueda realizarse de manera telemática. El propio 28 de enero de 2018 ERC anunciaba a través de D. Joan Tardà en La Vanguardia que “Si hace falta, habrá que sacrificar a Pugidemont”.

En los mensajes al Sr. Comín Olivares, el Sr. Puigdemont Casamajo reconoce su derrota:

“Volvemos a vivir los últimos días de la Cataluña republicana. El plan de Moncloa triunfa. Sólo espero que sea verdad y que gracias a esto puedan salir todos de la cárcel porque si no el ridículo es histórico, histórico”.

“Supongo que tienes claro que esto se ha terminado. Los nuestros nos han sacrificado. Al menos a mí. Vosotros seréis consellers (espero y deseo), pero yo ya estoy sacrificado tal y como sugería Tardà”.

“No sé lo que me queda de vida (¡espero que mucha!), pero la dedicaré a poner en orden estos dos años y a proteger mi reputación. Me han hecho mucho daño con calumnias, rumores, mentiras que he aguantado por un objetivo común. Esto ahora ha caducado y me tocará dedicar mi vida a la defensa propia”.

D. Carles Puigdemont Casamajo reconocerá que los mensajes son reales, pero considerará que los medios de comunicación habían invadido su privacidad.

Desde TV3, en el programa ‘Tarde Oberta’ del mismo 31 de enero de 2018 restó credibilidad a la noticia de ‘El Programa de ana Rosa’. En un plató en el que no se escuchó ninguna crítica al número uno en la lista de Junts per Catalunya, los colaboradores hablaron de «mensajes filtrados» y defendieron la reacción del Sr. Puigdemont. «Estos mensajes lo que vienen a demostrar es que Puigdemont es una persona normal capaz de pasarlo mal. El valor de un líder está en su capacidad de experimentar ciertas cosas», aseguró una periodista. «Era un día muy intenso para Puigdemont, de negociaciones muy intensas. Es normal. Es el fragor de la batalla», apuntó otro de los colaboradores de la cadena pública. Compararan su situación de víctima con la del Sr. Aldo Moro y denucian que todo ocurre dentro de una clima de represión contra los catalanes.

El programa que presenta D. Antoni Soler Guasch [Toni Soler], ‘Está Passant’, se unió a las críticas de ‘Tarde Oberta’ con un tono más duro y con ataques personales contra Dña. Ana Rosa Quintana Hortal: «En eso consiste el periodismo, niños y niñas que nos estén en viendo, en espiar el móvil de los otros. El periodismo no olvidará nunca la cara de Ana Rosa, sobre todo porque tardará un millón de años en descomponerse. El bótox no es biodegradable», aseguró el presentador.

01 Febrero 2018

Puigdemont, farsante hasta el final

ABC (Director: Bieito Rubido)

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El esperpento en que Carles Puigdemont ha situado a la política catalana alcanzó ayer un punto de no retorno. La filtración de unos mensajes telefónicos entre Puigdemont y el que fuera su consejero, también huido, Antoni Comín, fue un episodio más en la farsa que el independentismo ha tejido en torno a la idea de bloquear indefinidamente cualquier solución política para Cataluña. Sea sincera o no la percepción de Puigdemont de que todo ha llegado a su fin y de que ha sido «sacrificado» por los suyos, lo cierto es que el presunto delincuente hace mucho tiempo que dejó de ser creíble. Su campaña de victimismo alcanza ya un nivel de patetismo con tintes de tragicomedia. Es evidente que ERC no está por la labor de investirle presidente con una vulneración flagrante de la legalidad. La amenaza de la cárcel, bien lo sabe Oriol Junqueras, no es baladí, y el nuevo presidente del Parlamento catalán actúa por instinto de pura supervivencia. La mascarada, nunca mejor dicho, de convocar a unos pocos cientos de incondicionales a las puertas del Parlamento catalán reclamando la investidura ilícita de un delincuente es absurda. Quien piense que el Estado de Derecho no se basa en la separación de poderes, y que basta con la simple elección de una mayoría de escaños separatistas para dar legitimidad a un golpe de estado, está totalmente equivocado.

El independentismo en Cataluña se ha convertido en un auténtico fraude para los ciudadanos de su autonomía, que ya no merecen más tomaduras de pelo. Puigdemont se ha convertido en un pelele de sí mismo y, frente a la ley pura y dura, ya no valen disfraces ni fuegos de artificio. Sea real o no su pensamiento de que todo está perdido, sí es cierto que el proceso separatista «se ha terminado». Más de 3.000 empresas punteras han huido de Cataluña. El hartazgo de un juego suicida ha llegado a un punto de no retorno y la exigencia democrática es la conformación de un gobierno legal a manos de un presidente legítimo. Puigdemont no lo es, ni lo será. Su estado de ánimo personal, después de todo lo ocurrido, es lo de menos. Su futuro pasa por someterse al TS y por defenderse de una acusación de rebelión. Mientras mantenga como rehenes de su maltrecha figura a los partidos independentistas, y a todos los catalanes, no será posible construir nada útil en Cataluña. El nivel destructivo de Puigdemont está en el trance de convertirse en un drama para la estabilidad política porque el juego ha terminado. Y mientras insista en escenificar una tragedia teatral en torno a su persona, el error político persistirá porque no tiene sentido seguir manteniendo un pulso al Estado de Derecho desde la vulneración sistemática del derecho penal. Es una batalla perdida y una ensoñación absurda. Es imprescindible que Cataluña abandone la cobardía y pase página de Puigdemont cuanto antes.

01 Febrero 2018

El cinismo de Puigdemont, al descubierto

EL MUNDO (Director: Francisco Rosell)

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QUE EL PROCESO soberanista cabalga desde sus inicios a lomos de una farsa política de oneroso coste era cosa sabida. Sin embargo, faltaba que el cinismo de los líderes independentistas, capaces de esgrimir un discurso oficial diametralmente opuesto al mantenido en privado, se mostrara a ojos de toda la opinión pública en toda su crudeza. Ahí radica el valor de los mensajes que Carles Puigdemont envió a Toni Comín, revelados ayer por Telecinco. Se trata de un contenido de indudable interés informativo, cuya veracidad confirmó el propio ex president, captado durante el acto público de los nacionalistas radicales flamencos en el que participaba Comín. No procede, por tanto, que el abogado de éste denuncie un presunto delito de revelación de secretos para cercenar la difusión de unos comentarios que han provocado una catarsis en el secesionismo.

Alejado de su alambicada retórica, Puigdemont admite a Comín que el procés «se ha terminado» y reprocha a Roger Torrent el aplazamiento de su investidura: «Los nuestros nos han sacrificado». Además, reconoce que se hallarían ante un «ridículo histórico» si no logran la excarcelación de los líderes separatistas que permanecen en prisión preventiva. Puigdemont demuestra con sus palabras que sigue ignorando el funcionamiento de un Estado de derecho. Pero, por primera vez, al margen de las conjeturas desatadas por la captación de los mensajes en la pantalla del móvil de Comín, hay que reconocerle al candidato de JxCat un gesto de realismo.

Las anotaciones recogidas en la moleskine de Josep María Jové, ex número dos de Junqueras, ya dejaron al descubierto la división interna entre los independentistas, y la distancia entre las consignas lanzadas para consumo de las bases y las discusiones entre los miembros del Govern cesado antes de perpetrar el golpe del referéndum. Ahora, la confesión de Puigdemont pone a sus seguidores –y a todos los que en algún momento creyeron de buena fe en el cuento del derecho a decidir– frente al espejo de la monumental estafa. Se trata de una victoria nítida del Estado. Pese a las torpezas cometidas por el Gobierno y la aplicación de un 155 laxo, la democracia española ha logrado hacer prevalecer la ley. Esto es lo que subyace a las confidencias de Puigdemont: el triunfo de la legalidad frente al rupturismo.

No cabe descartar, tras el aplazamiento de su investidura, que Puigdemont aspire a forzar otras elecciones. Con independencia de sus añagazas, sigue estando en manos de ERC la formación de un Gobierno de mayoría parlamentaria independentista pero dentro del cauce legal. Para ello no debe ceder al chantaje personalista de su ex socio, que pretende hacer pasar la intención de ERC de hacer viable la legislatura como una traición a la causa soberanista.

01 Febrero 2018

Fuera Caretas

Arcadi Espada

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CARLES Puigdemont es un hombre propenso a la ciclotimia. Y su circunstancia aún le habrá hecho más propenso. No es la primera vez que desde Bruselas se mostraba desmoralizado y presto a dejarlo todo. Sus mensajes, aparentemente destinados a su compañero de fuga Antoni Comín, estaban redactados sin los errores ortográficos o de puntuación que son propios en el uso de la mensajería digital. Puede deducirse que se escribieron con cierta meditación y que no respondían a un arrebato coloquial entre compañeros. Él mismo pareció confirmar todo esto cuando reconoció luego en un tuit la veracidad de los mensajes y los atribuyó a las dudas naturalísimas que a veces asaltan a los hombres. La desmoralización y las dudas son legítimas. Cualquier independentista las habrá padecido y las habrá expresado a sus próximos. El problema mayor de Puigdemont es que a la misma hora que se daba por muerto llamaba a la resistencia a sus compañeros en Cataluña. Algunos de ellos acababan de forzar peligrosamente un precario dispositivo policial y se concentraban a la puerta del parlamento de Cataluña para gritar sus consignas habituales e insultar con amenazante gravedad a los diputados constitucionalistas. Una buena parte de los concentrados llevaban caretas con el rostro de Puigdemont, mientras el auténtico se la estaba quitando a miles de kilómetros de distancia en una conversación con el diputado Comín.

Pero no es la fragilidad del liderazgo ni el contraste entre el discurso público y el privado lo peor que tienen este centenar de palabras robadas por un periodista en el correcto ejercicio de un oficio que a pesar de vainas como García Márquez o Kapuscinski será siempre un oficio de malvados. Lo peor, y lo que no puedo olvidar, es la frase: «Volvemos a vivir los últimos días de la Cataluña republicana». La frase, que ni siquiera fue dicha en el calor emocional de cualquier algarada, sino en la más escueta intimidad, revela el grado de alienación y la textura ofensivamente vanidosa de la mirada que este hombre se dirige a sí mismo y a su fracasado proyecto desleal. Teniendo en cuenta los centenares de miles de muertos y exiliados y la enorme destrucción provocada, la analogía es de una perturbadora inmoralidad. Pero también de una gran imprecisión técnica. Porque cualquier intento que Puigdemont haga por trasladarse al paisaje de infamia y muerte de la guerra civil le obligará a ocupar siempre el mismo lado moral. El del gobernante que se alzó contra la democracia. El del nacionalista. El del fascista.