14 noviembre 1979

El director de EL ALCÁZAR, Antonio Izquierdo ironiza contra Jaime Campmany por su 'evolución' y vaticina que puede acabar siendo ministro de la UCD

Secuestrada una edición de EL ALCÁZAR por los artículo de Rafael García Serrano y Joaquín Aguirre Bellver contra el Gobierno tras el secuestro de Javier Rupérez (UCD)

Hechos

La fiscalía ordenó el secuestro de la edición de EL ALCÁZAR del 14 de noviembre de 1979 por los artículos ‘La Trampa’ de D. Rafael García Serrano y ‘Fracasados o Traidores» de D. Joaquín Aguirre Bellver.

Lecturas

La fiscalía ordenó el secuestro de la edición de EL ALCÁZAR del 14 de noviembre de 1979 por los artículos ‘La Trampa’ de D. Rafael García Serrano y ‘Fracasados o Traidores» de D. Joaquín Aguirre Bellver.

El director de El Alcázar D. Antonio Izquierdo Ferigüela en una columna en la portada de su periódico el 14 de noviembre en la que elogia la fidelidad a sus principios del ex director de Arriba D. Rafael García Serrano frente a la evolución de otro ex director de Arriba, D. Jaime Campmany Díez de Revenga que ha acabado apoyando la Transición, la legalización del PCE y a la UCD.

14 Noviembre 1979

LA OLLA DEL CONSENSO

Antonio Izquierdo

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El día de la historia es largo y quizá volvamos a serenar las cosas. Ese día, acaso será don Jaime Campmany ministro de Información y Rafael García Serrano continuará siendo un egregio escritor perseguido.

Este periódico ha soportado con serenidad el acoso permanentemente, arbitrario e injusto de uno y otro bando en que parece estar dividida España: a un lado, UCD con los viejos ‘tácitos’ y los postfranquistas de cargo y nómina, arrepentidos desde que la losa funeraria certificase el paso de Francisco Franco a la eternidad; de otro, el marxismo en sus distintas, útiles y eficacísimas versiones: el PC, del señor Carrillo; el PC (r) con el GRAPO, la gomadós y las pistolas; la ETA con sus FN Parabellum, con su cortejo de muertos y su ikurriña; las CCOO de Camacho y sus adláteres, y la UGT de Redondo y el PSOE de Felipe, millonario y socialista, que levanta a la vez en Portugal el puño izquierdo y la mano derecha, abierta en uve, para contentar a todos, o sea: a los yanquis, a los alemanes, a los soviéticos… Nosotros solos; y el Gobierno sin escatimar medios de coartar nuestra libertad, de traernos en jaque, de buscarnos las vueltas; ejercitándose en una política totalitaria, adoptando tratamientos discriminatorios que serían rechazados de plano por cualquier sociedad que mantenga un mínimo de respeto para las libertades ciudadanas. Un día se nos expulsaba de Iberia y se obligaba a la compañía aérea a suprimir su suscripción con EL ALCÁZAR, y otro día ‘ordeno y mando’, se cierran para nosotros las puertas de los cuarteles y otras muchas cosas de signo oficial; el director y los columnistas de este periódico comparecen reiteradamente ante jueces militares o civiles.

Es la política que dictaba el consenso. El consenso era como un colosal puchero que servía para que Jaime Campmany se felicitase en público por aquella declaración del PC renunciando al marxismo-leninismo – declaración que haría desternillarse de risa al propio señor Carrillo –  para que utilizaron para llamar ‘señorita de compañía’ a la Bandera de España y para sostener sin resistencia dialéctica alguna, que lo de ETA era la guerra santa contra Madrid. El consenso valió para todo. Para que se cociese en su olla una relación abrumadora de adjetivaciones que aplicar a quienes sólo nos aferrábamos a la verdad contra el viento o la marea que zarandeaban a España: catastrofistas, desestabilizadores, tremendistas, golpistas, agoreros, nostálgicos… ¿Cómo íbamos a esperar de nadie una protesta o una queja por el feroz tratamiento que nos dispensaba el Gobierno más totalitario que hemos padecido en los cien últimos años? En este orden cualquier actitud caballerosa hubiera sido suficiente para que se fracturase el feliz entendimiento, al confuso maridaje, la alianza colectiva de todos los conspicuos de la conspiración y el chalaneo. Nada esperábamos. Nos bastó, y nos basta, con nuestra entereza y con el calor popular, que no nos falta, para mantenernos impávidos en defensa de esas verdades como puños que ellos manipulaban o silenciaban cobardemente. Tenemos un objetivo esencial que atender – España, y con España todas aquellas cosas que afectan a nuestro pueblo – y por eso hacíamos oídos sordos a la zafiedad con que se nos contemplaba y hasta el odio que destilaba esta turba vociferante y grotesca aupada en la cucaña de la Prensa, la radio, la televisión.

Pero he aquí que nada de lo que nos aseguraban ha valido y la tolerancia de la ikurriña o su legalización, como los extrañamientos y los retornos y hasta los estatutos no trajeron la paz, y la democracia está desestabilizada, arruinada y desmoralizada, como España misma; en vista de lo cual, clama Campmany desde ABC y Apostua en YA y un editorialista anónimo en DIARIO16 y todos empiezan a decir lo que decíamos nosotros. No nos sentimos más felices por ello: Nuestras palabras están en el aire y en bocas ajenas; la razón se impone y nosotros seguimos en nuestro sitio, de espaldas a la adulación o a la compensación. Solos. Solos, no, porque España y el pueblo español piensan como nosotros y los felices jaleadores de la Moncloa y el consejo se han quedado atónitos, asombrados, paralizados ante un hecho tan sencillo y previsible que hasta el más ingenuo redactor de EL ALCÁZAR hubiera podido vaticinar hace veinticuatro meses: lo que estaba en juego no era la democracia. Era España. Si quieres ahora lloran se hubieran detenido a escucharnos, es probable que entre todos hubiéramos construido una democracia pacífica y laboriosa, libre y digna. Pero quisieron deshacerse de sus viejos atributos, borrar sus nombres de las antiguas nóminas, cambiar el color de su indumentaria y decir, como don Torcuato Fernández-Miranda, que nada les taba al pasado. ‘Darnos la razón hubiera sido demasiado! Nada les ataba al pasado y resulta que lo que les ha atado los pies y manos es el presente. En el pasado fueron libres, ahora, como Rupérez, están cautivos, atemorizados, temblorosos, achicados. No temáis. El día de la historia es largo y quizá volvamos a serenar las cosas. Ese día, acaso será don Jaime Campmany ministro de Información y Rafael García Serrano continuará siendo un egregio escritor perseguido como ayer, como anteayer, como siempre. No nos alegra tener la razón. Pero la teníamos. La tenemos. ¿Qué importa lo demás?

Antonio Izquierdo

14 Noviembre 1979

La Trampa

Rafael García Serrano

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A la hora de tomar notas esto es lo que se sabe, pero probablemente ya habrá más para cuando acabe de escribir. La velocidad, con el coche acelerado, cuesta abajo y con los frenos rotos, aumenta hasta ese parón final que se llama muerte.

Lo que sabe es esto:

El secuestro del señor Rupérez, el atentado contra la Guardia Civil en Salvatierra de Alava (dos heridos graves); la muerte del concejal de Lacunza (herri batasuno) por no detenerse ante un control establecido a consecuencia del atentado anterior; la voladura de Santander (parte de las operaciones etarras en el sector de Lemóniz), con pérdidas superiores a los 400 millones de pesetas; gomadós en Madrid contra las familias de la Guardia Civil y el asesinato de un guarda jurado de ICONA, en Oyarzun, por no varias. ¿Un incidente militar en Alcalá?

Todo hace suponer que el Gobierno no caerá en la trampa que le tiende la ETA y que procurará diluir su ofensiva general en vana palabrería y en un puro chau chau tribal, parlamentario y de mesa camilla.

¿Por qué no cae el Gobierno en la trampa de la ETA, cuya reiterada declaración de guerra a España, en nombre del fantasmagórico Euzkadi (nombre, por cierto, recogido oficialmente en el Estatuto de Gernika, que no reconocemos millones y millones de españoles, ni antes, ni ahora, ni lo jure quien lo jure bajo el roble con cementina), es reiterada celosamente cada minuto, cada día, muerte a muerte?

La respuesta es bien sencilla.

El problema de las provincias vascongadas no tiene más solución que la militar.

Pero la intervención militar – operaciones bélicas – lleva aparejada el justo renombre de los victoriosos, que el Gobierno supone que serán sus Ejércitos. Por regla general los gabinetes cristianos bailaban su rigodón al son de las cornetas y tambores del Norte y, concretamente, de las Vascongadas y Navarra. La guerra en Cataluña y en Levante nunca tuvo mayor importancia, por dura y sangrienta que fuera. Los hechos de armas en el Norte decidían la guerra y la política. Es curioso pensar que otro tanto ocurrió en nuestra última guerra. El mundo se convence de que Franco y el Ejército Nacional van a vencer en la contienda el mismo día en que el Caudillo dicta a Martín Moreno aquel parte que dice: “El frente del Norte ha desaparecido” (21 de octubre de 1937).

La toma del poder en Madrid pasaba forzosamente por Archanda. De modo que cátase a Espertero de dueño y señor de la política imponiendo sus gobiernos o imponiéndose él mismo como presidente del Consejo de Ministros. La toma del poder en Madrid, ahora mismo pasa por Archanda o por Santiagomendi.

La UCD sueña con que el general que tome Bilbao o San Sebastián (Vitoria y Pamplona serán desde el primer momento bases de operaciones) meta su helicóptero personal en los prados de la Moncloa. Y este sueño es una verdadera pesadilla para Suárez. Por eso la UCD no cae en la trampa. A ella le da lo mismo la suerte de la unidad española. Ha jugado para ciento siete años de poder y ésa es su bandera. Una bandera de ambición, de perjurios, de bilis, de pus, sonrisas, reptiles y mierda.

Y de este modo la ETA va ganando su guerra, porque la ETA hace la guerra, y la UCD la pierde, porque no la acepta. Lo malo es que entre tanto la verdadera derrotada no es la UCD, sino España.

Rafael García Serrano

14 Noviembre 1979

Fracasados o traidores

Joaquín Aguirre Bellver

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Ha habido un grave error en mis predicciones sobre lo que nos espera más allá de los Estatutos. El fallo estuvo en que no podía calcular, ni imaginar siquiera, que la cifra de votantes y la de ‘síes’ fuesen tan bajas. Desde Bilbao me llama y me llena de reproches un amigo que lo había anunciado:

– Ya te dije que aquí los separatistas son menos que en Inglaterra.

Llegada la hora de ponerme ante las cuartillas razone así:

– Pero los separatistas ingeleses no tienen de su parte al Estado inglés, decidido a hacerles triunfar por todos los medios.

Pues bien, aun con una alianza tan poderosa, la derrota del separatismo vasco en las urnas es evidente. Sólo que, hecha la trampa, esa derrota tiene una característica singular: va creciendo con el paso de los días, hasta de las horas conforme se extiende, puerta a puerta, teléfono a teléfono, la realidad de los números y el anecdotario del pucherazo vergonzante.

La situación de los separatistas vascos empieza a ser desesperada, acorralados por una opinión pública que no podían calcular tan contraria luego de haber intentado domarla por la propaganda, por la amenaza, por el terror.

En esas circunstancias, la ETA se revuelve contra sus compañeros de viaje, los que sostenían que todo, hasta la indepndencia, podía lograrse por la legalidad democrática, y les dice: “Hasta aquí hemos llegado juntos. ¿Lo veis, cómo n ohabía otro camino que la violencia?” Ha hecho más; lo ha dividido en fracasados y traidores: fracasados, los nacionalistas y traidores, el PSOE y la UCD. Los nacionalistas van a ser sometidos a prueba en su seguimiento de la disciplina impuesta por la ETA , mientras que a los socialistas y a los centristas han comenzado a matarlos y a secuestrarlos como enemigos.

El terror se ha apoderado del consenso. Acabamos de ver cómo un senador del PNV, Elóseguir, se prestaba a añadirse a la campaña de Herri Batasuna contra la Policia, hasta pagando el precio del ridículo, sólo por hacer méritos y exhibir una sumisión incondicional. Mientras, acuciado por la ETA, un concejal navarro de Herri Batasuna se lanzaba contra un control de carretera, a todo riesgo. El miedo está haciendo estragos. Y no digamos en la Unión de Centro y en el PSOE, que de pronto pueden empezar a pedir a grandes voces socorro, protección, intervención.

Aparte he dejado, a propósito al Partido Comunista. Los resultados reales del referéndum han dado la razón a los etarras, dirigidos por la KGB, frente a la postura de Carrillo, que defendía la vía democrática y se oponía al terror de masas, condenando los atentados de California 47 y del Corona de Aragón. A toda prisa, el Partido Comunista recompone su actitud y trata de hacer ver que sus razones eran meramente estratégicas. Pero en adelante queda sometido a la iniciativa de ETA y de Moscú, mero colaborador de la violencia revolucionaria en la conquista del País Vasco.

No nos equivoquemos: ha estallado la guerra. Se trata además, de una guerra nacional. La base de ataque está en las provincias vascongadas, pero todas las fuerzas revolucionarias van a entrar en el juego. Cuando y cómo depende simplemente de criterios tácticos y de posibilidades de movilización. Nadie espere que la ETA se quede sola o reducida al País Vasco. Se trata simplemente de un comando que abre camino a la infantería con la voladura de unas fortificaciones, pero la infantería entrará en fuego inmediatamente.

La situación es de extrema gravedad. No sólo por el fracaso, la desesperación y el miedo de los separatistas, que van a quedarse con el poder y el gobierno del país vasco, ni por la fusión de fuerzas que es de esperar entre comunistas y etarras, ni siquiera por la desmoralización de centristas y socialistas, con un tremendo complejo de complicidad al comprobarse que la paz que prometían al País Vasco tras los Estatutos, era una mentira sin escrúpulos. Hay algo más peligroso que todo eso.

Lo más peligroso es que tanto el Gobierno como el Estado se han quedado sin fuerza moral y sin autoridad para hacer frente a una situación semejante. Es más, no inspiran la menor confianza a nadie por la razón sencilla de que patrocinaron la más sucia operación conra la unidad de España que han conocido lo siglos de nuestra Historia. Algo que no la va ni una jura en Santa Gadea, donde Alfonso VI hubo de declarar sobre los Evangelios que no tenía las manos manchadas. Esta vez está clara la autoría.

A eso, a la falta de confianza del pueblo en el poder, es a lo que hay que poner remedio urgente. En cuanto se conocieron los resultados reales del referéndum vasco debió seguirse la dimisión inmediata del Gobierno. Está visto que no es de esperar que se produzca, aunque mueran españoels por millares, bajo el bombardeo de la Goma 2. A estas alturas no sé decir si a los gobernantes los atan a la poltrona sus propias responsabilidades o el hecho de que todavía su compromiso llega mucho más allá de los Estatutos. Pero a la desconfianza popular hay que darle respuesta inmediata con un Gobierno que una las voluntades para salir del caos. Puede correr mucha sangre inocente. Y no son solo los etarras quienes empiezan a dividir a los culpables en fracasados y en traidores.

Joaquín Aguirre Bellver