Toni Cantó abandona ‘Siete Vidas’ (Globomedia) de TELECINCO para protagonizar su propia serie ‘La Ley y la Vida’ en TVE

El mayor problema con el que se enfrentaba la nueva serie de TVE La ley y la vida era el síndrome Moreno. Es decir, que cabía la posibilidad de que el espectador entrase en estado de shock cuando viera aparecer a Andoni Ferreño y Mabel Lozano como avezados picapleitos y no como transmisores de chistes sin gracia. Afortunadamente para todos, ambos tienen el suficiente cuajo como actores para que ese temor desapareciera a las pocas tomas. Algo similar era previsible con Toni Cantó, pero por otros motivos. Tras su paso por Siete vidas, quizás se notara algún desfase entre el inocente alocado de aquella serie y el competente abogado que es ahora. Tampoco chirrió, aunque unas canas en los aladares a Ferreño -le han encanecido a lo Clooney- no hubieran estado de más. Sobre todo, porque su hija está tan crecidita que parece que la concibió cuando aún iba en pantalón corto.

Esta es una serie llamada a perdurar. Por insistir con los personajes, Ferreño se va a convertir en el JR de la televisión hispana por lo malo y retorcido que es; Cantó en Michael Landon, pero con traje cruzado y corbata de 2.000 duros (62 euros); Mapi Galán es convincente en su papel de arpía exótica y sensual y Mabel Lozano -a la que el guión le obliga a decir: «Me enamoré de ti por tu ética»- seguro que es presidenta de su comunidad de vecinos y de la APA del colegio. Viene esto a decir que las personas que aparecen en esta serie son nítidas, reconocibles, sus reacciones son lógicas en función de sus respectivos caracteres y sus reflexiones no dejan de tener ese humor negro tan nuestro. Hasta dicen los tacos en su punto. ¡Aleluya!

Atención también a Tita Planells y Nacho de Diego. Trabajan muy bien -por fin a las buenas personas no las retratan como gilipollas- y son otros dos pilares, muy distintos, sobre los que se asentará esta producción. Excelente asimismo el plantel de secundarios y hasta los extras. Es más, casi me atrevería a decir que las diversas puestas en escena -la recreación del ambiente de una oficina, de un restaurante o de la salida de un teatro- no tienen nada que envidiar a las de las mejores series estadounidenses.

Pasado este sofoco -uno no quiere perder así como así la fama de implacable-, es preciso señalar un fleco tal vez deshilachado: hay partes del diálogo un tanto rígidas y estereotipadas en la vertiente hogareña, especialmente; pero no revisten mayor importancia porque su tufillo dulzón se pierde entre el cúmulo de aciertos y la profesionalidad de todos cuantos han colaborado en este trabajo. Enhorabuena. Auguro una excelente temporada para los espectadores. Entre lo que se mantiene de la pasada temporada y las novedades que se avecinan -El grupo promete-, habrá una encarnizada competición entre las cadenas. Y esta vez será por la calidad. Ya era hora.