1 noviembre 1980

El diario dirigido por Pedro J. Ramírez publicó cuatro editoriales contra el titular de Cultura

Tras perder su cargo de ministro Ricardo de la Cierva se querella contra DIARIO16 acusándole de hacer campaña contra él

Hechos

  • El 1.11.1980 se hizo pública la querella del ex ministro D. Ricardo de la Cierva al periódico DIARIO16, a su director D. Pedro J. Ramírez y a su columnista D. Luis Carandell.

06 Octubre 1980

Ex ministro en Coche

Luis Carandell

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La última anécdota de don Ricardo de la Cierva cierra con broche de oro la fugaz carrera ministerial de uno de los políticos más ávidos de Ministerio que se recuerdan de la administración española.
Tan ávido que se cuenta de él que en el momento en que se gestaba la crisis de lo que sería el tercer Gabinete Suárez, en que finalmente salió elegido el señor Clavero como ministro de Cultura, don Ricardo de la Cierva estaba tan seguro de que ocuparía esa cartera que se mandó imprimir tarjetas anticipándose a un nombramiento que resultaría fallido.

En la crisis del cuarto Gobierno, que sorprendió a don Ricardo fasciculando la historia de España ante las cámaras de TV, se produjo el ansiado nombramiento. Efiemra gloria que fue a empañarse pronto en la ribera del Duero, entre San Polo y San Saturio, y que se eclipsó definitivamente con el quinto Gobierno Suárez.

Pues bien, el retrato del personaje se completa con lo que cuentan en estos días los funcionarios del Ministerio de Cultura. Casi un mes después de haber cesado, don Ricardo no había devuelto todavía el coche oficial. Hubo que reclamárselo y el ávido ex ministro, al devolverlo, puso como excusa que su suegro estaba malo y que le venía bien seguir teniendo el coche por unos días.

01 Noviembre 1980

La querella de don Cierva

DIARIO16 (Director: Pedro J. Ramírez)

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Hasta el teclear de las máquinas de escribir se hizo ayer en nuestra redacción más risueño, ante la última payasada de Ricardo de la Cierva.

Si su querella contra Pedro J. Ramírez y Luis Carandell no nos produce risa, todo cuanto sentiríamos hacia él sería un profundo desprecio como hombre público.

Quien durante años y años ha hecho de su pluma vehículo habitual de intrigas y de insultos – sirva como ejemplo su vergonzosa diatriba de comienzos de la transición contra el respetable e inteligente actual ministro de Educación – desea desquitarse ante los tribunales de un periódico que tuvo el acierto de solicitar su cese cuarenta y ocho horas antes de que felizmente se produjera.

Somos conscientes de lo honda que es su frustración de megalómano insatisfecho. Nada deseaba este hombre en la vida sino ser ministro. Para conseguirlo, aduló primero al general Franco y toda su corte de los milagros. Con el advenimiento de la democracia comenzó su sinuoso brujuleo en pos del premio codiciado: primero Suárez era un error, luego lo comparó con Adenauer y ahora le llama mentiroso.

Don Cierva se las prometía muy felices, pues en ninguna de sus cábalas salía por menos de lustro y medio de poltrona. Hete aquí, sin embargo, que bastaron no siete años, sino siete meses, para que la nación entera se hastiara de su trapisondismo político. DIARIO16 cogió la onda y Suárez, presto para formar el mejor de sus Gobiernos, aceptó el envite.

Don Cierva es ahora un triste juguete roto, refugiado de nuevo en sus fascículos. Su querella nos recuerda a esas bravatas de taberna en las que siempre hay un pobre boxeador sonado que se agarra, cual farola, a uno de los mejores versos de Alberti: “Yo fui… Miradme!’.

01 Noviembre 1980

El ministro del vudú

DIARIO16 (Director: José Luis Gutiérrez)

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Ricardo de la Cierva, el mercurial y el rumboso ex ministro de Cultura ha interpuesto una querella criminal contra el director de este diario y contra ese ángel de bondad que es Luis Carandell.

Mis relaciones con Ricardo de la Cierva eran óptimas, excelentes y amistosas, hasta que un día comenzó a gritarme, enfurecido – siendo aun ministro – en los pasillos del Congreso de los Diputados. Me acusaba indirectamente de “las infamias y calumnias que CAMBIO16 y DIARIO16 vierten contra mí”.

Llegó incluso a la amenaza por la vía del vudú y el sortilegio: “Te aseguro, José Luis – el diputado Juan Ignacio Sáez Díez fue testigo, en medio de un silencioso estupor – que yo tengo una rara cualidad. A mis amigos siempre les favorece una suerte prodigiosa. A mis enemigos, por el contrario, la desgracia se ceba en ellos. Como ejemplo, te dirá que mis dos últimos rivales se acaban de suicidar”.

Hombre, uno a sus treinta y siete años – treinta y seis en Canarias – y con trece o catorce de profesión, está ya acostumbrado a ver y oír de todo en esta jungla de linotipias y teléfonos en que malvive. Pero que un ministro del Gobierno de España utilice la magia negra, las vibraciones paranormales como arma política, es algo nuevo. Insólito.

Yo creo que aquel día – aunque me repitió lo mismo, unas fechas más tarde – Ricardo estaba alterado por cierta colisión parlamentaria con los socialistas. Y yo, desde la modestia de esta columna, me atrevería a aconsejarle que conservara la calma y se olvide de querellas y otras zarandajas.

Porque a De la Cierva lo que le ocurre es que su condición de polemista frenético parece que le impide convivir con otras verdades que no sean la suya propia y que, en muchas ocasiones, no coincide exactamente con la verdad a secas.

Así, al ex ministro le ha molestado en grado sumo que este diario hablara de las siete u ocho versiones distintas – todas falsas y tendenciosas de creer al reputado historiador Soutworth – del bombardeo de Guernica en la otra guerra civil, que el ex ministro da a lo largo e toda su obra histórica. Esto para él es injurioso. Pero está en los libros. En los suyos y en los de Southworth.

Y después, está su zigzagueante talante, siempre en función de su situación política personal. Primero, con la elección de Suárez por el Rey, surgió su ya histórico artículo ¡Que error, que inmenso error…! Después vino lo de ‘Suárez es insustituible’. Y ahora, tras el fulminante cese, una entrevista cuando menos amarga y de escaso etilo: “Suárez promete y no cumple”.

¿Habrá que regalarle, por Reyes, un Ministerio ‘madelman’ para que don Ricardo se serene? ¿Habrá que enviarle a Haití a escrutar las visicitudes de un gallo recién sacrificado?