31 enero 1989

Fin de la vida del 'Kennedy español', que no logró ser Rey, soportó el abandono de su mujer y, lo peor, la pérdida de su hijo en accidente de coche

Un accidente de esquí acaba con la vida del Duque de Cádiz, Alfonso de Borbón, cerrando su leyenda de hombre marcado por la tragedia

Hechos

El 1.02.1989 la prensa informó de la muerte de D. Alfonso de Borbón, Duque de Cádiz, en un accidente cuando esquiaba.

Lecturas

 El 31 de enero de 1989 D. Alfonso de Borbón Dampierre, Duque de Cádiz, muere en un accidente mientras practicaba esquí al ser decapitado por un cable. La vida del D. Alfonso de Borbón Dampierre estuvo marcado por su aspiración a ocupar el trono de España, por su divorcio con Dña María del Carmen Martínez Bordiú y por la trágica de la muerte de un accidene de coche con su hijo mayor Francisco de Borbón Martínez ‘Fran’. Su heredero, D. Luis Alfonso de Borbón Martínez.

D. Alfonso de Borbón, la persona a que desde el sector ‘ultra’ muchos se plantearon considerarle un posible heredero al Trono de España, quedó marcado por la muerte trágica de su hijo Francisco en un accidente de coche y su divorcio con la nieta del general Franco.

01 Febrero 1989

Responsabilidades

ABC (Director: Luis María Anson)

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Don Alfonso de Borbón Dampierre murió yugulado por un cable destinado a finalidades publicitarias. Ha sido un grave error de la organización de los Campeonatos del Mundo de Esquí. Le ha costado la vida a una personalidad relevante, pero igual hubiera dado, claro es, que la víctima hubiese sido una persona de menor significación. Estamos ante un caso evidente de negligencia culpable: estos cables se sitúan normalmente a una altura muy superior y no se entiende cómo la pista podía ser utilizada cuando había no uno, sino dos cables colocados de ese modo. Deben exigirse responsabilidades. Por lo que ha ocurrido y por lo que puede volver a ocurrir.

02 Febrero 1989

Duque

Joan Barril

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Ahora pienso que siempre le tuvimos ahí, en el claroscuro de una monarquía de tapadillo, asomando su cabeza en la segunda fila para que el fotógrafo cortesano le pillara en su eterna posición de Poulidor. De hecho, siempre le considerarnos materia sucedánea. No alcanzó a ser el protagonista de ningún chiste, pero tampoco el símbolo de ninguna libertad en almoneda. Algunos pocos, los más aventurados del antifranquismo, sofocaban sus neurosis imaginándole inquieto y fratricida en la recámara del general. Pero al cabo sólo fue una boda con la nieta. Y después una embajada allá en el frío. Y después solamente el frío y un ducado gaditano para lucir en la soledad de los comités y las federaciones.Habíamos aprendido a contar con él porque era el príncipe de los ojos tristes, el aristócrata gafe que redimía las desgracias cotidianas del pueblo con las desgracias televisadas del noble. En algunos momentos de exaltación republicana nos venían ganas de acercarnos a él a través de las páginas del corazón y decirle: «Venga, Alfonso, alegra esa cara, hombre», con esa complicidad que da sentirse pares ante la fragilidad de los cuerpos más queridos. Tal vez algún día soñó en llegar a rey por carambola, pero bajo el armiño llevaba heridas demasiado humanas, apenas entrevistas por una providencia invidente y por un ángel de la guarda en vacaciones.

Siempre supimos de este duque por»sus vacaciones extranjeras, por su estampa doliente en los telesillas, por esa mirada de ficha extraviada en el ajedrez ibérico. Nació encadenado a un apellido y creció en un país sin infancia. España, para él, era un decorado de purpurinas trasnochadas donde practicar el hiératico tancredismo de una clase que se ha ido. Nunca supimos qué tratamiento darle, tal vez porque al pasado siempre se le trata de tú y este duque era ya una antigüedad rinconera en esta Europa inoxidable. Hoy, regresado definitivamente de la nieve de acero, parece como si el país entero hubiera cerrado una novela de las de antes, con mucha lágrima lejana y demasiada mala suerte embalsamada.

04 Febrero 1989

Patética historia

Baltasar Porcel

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Patética historia la de Alfonso de Borbón. Duque o príncipe, ha muerto de la forma en que vivió: por hallarse donde no debía. Su constante contraposición a la realidad le propinó enormes golpes y, al fin, el más brutal.

Pretendió al trono de España cuando su padre había renunciado a él, vetando así a su descendencia. Y el camino que siguió para conseguirlo fue el de entrocar aparatosamente con un dictador, sin lograr siquiera mantenerse entre su familia. Luego, aclamado por una escueta tropa integrista, se convirtió en pretendiente de una restauración borbónica en Francia, en nombre de una herencia, la de Felipe V, parte sustancial de la cual consiste precisamente en la renuncia a dicha corona.

DIARIO16 ha publicado una entrevista póstuma con Alfonso de Borbón, que refleja el estupefaciente desplazamiento en el que se movía. Dice, pongo por caso: «Las monarquías que existen actualmente están en los países que cuentan con más estabilidad y más riqueza. Y los países que no mantuvieron la monarquía no son tan felices como los otros. Por ejemplo, los de la Europa del Este».

O sea que en la misma Francia, en Alemania Federal, en Italia, y si se quiere en Estados Unidos, se está peor que en Bélgica, Inglaterra, España o, si cuadra como monarquía, Canadá. Absurdo. En cuanto a los países del Este que tuvieron monarquías fue con éstas que se inició el caos.

Añade luego: «El rey de España (de principios del siglo XIX), mi ascendiente, fue desalojado del poder por Napoleón, que le trajo preso a Francia»: Insólita versión: Carlos IV y Fernando VII encarnan, con su cobardía, oportunismo y vileza, como se califican ellos mismos con sus mutuas invectivas, lo peor que históricamente puede aportar cualquier régimen.

Sigue Alfonso de Borbón, al juzgar la Revolución Francesa: «No veo en ela casi nada positivo, sino tal vez la adopción del sistema métrico. La Declaración de los Derechos Humanos estaba en el décalogo cristiano. Es, más o menos, lo mismo aunque sin la palabra Dios».

Precisamente al derecho divino, la sujeción del hombre a una autoridad conceptualmente emanada de Dios y férreamente materializada en el rey, es lo que destruye la Revolución, inaugurando una nueva era en la que el principio de igualdad entre los ciudadanos será el que rija la civilización. En la Constitución americana, que parte al margen de cualquier monarquía, se habla incluso del derecho del hombre a la felicidad.

Alfonso de Borbón creyó que su cuna le investía de una categoría, cuando en verdad sólo constituía un antecedente que, a lo más podía convertirse en privilegio. Insisto: desprovisto de sacralidad el soberano sólo puede justificarse por su función o excepcionalmente, por sus actos, como ha ocurrido con la presente Monarquía española. Porque la soberanía radica, como reza nuestra Constitución, en el pueblo.

Se me puede reprochar que escriba ahora críticamente sobre Alfonso de Borbón. Bueno, alguna vez también lo hice en vida suya. Pero no me refiero a su persona, merecedora de la mayor piedad como todas las que son derribadas por la tragedia, sino a lo que intentó representar por encima de los demás ciudadanos.

Baltasar Porcel

 

El Análisis

¿EL KENNEDY ESPAÑOL?

JF Lamata

La Familia Kennedy en algunos se ganó las simpatías de cierto tipo de prensa por las tragedias que afectaron a varios miembros de su familia, al presidente asesinado, sus dos hermanos, uno muerto en combate y el otro también asesinado, un hijo muerto en accidente y otros dos sobrinos en trágicas condiciones. En España, el que parecía marcado por la tragedia era el Duque de Cádiz. No se sabe si era tan reaccionaria y pro-franquista como publicaban algunos, o si sera tan estirado como decían otros. Pero lo que nadie duda es vivió demasiadas desdichas, en las que el hecho de que le abandonara su mujer o la muerte de uno de sus hijos en accidente de coche, fueron las más graves. Su muerte en accidente ponía punto y final a una vida desgraciada.

J. F. Lamata