14 julio 2007

Violencia en Pakistán: el General Musharraf ordenó aplastar la revuelta de la Mezquita Roja eliminando a su líder, el radical Abdul Rashid Ghazi

Hechos

El 10.07.2007 el Ejército de Pakistán intervino en la ‘Mezquita Roja’ de Islamabad. 50 radicales murieron, entre ellos Abdul Rashid Ghazi, así como 8 soldados.

06 Julio 2007

La Mezquita Roja

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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Los acontecimientos de la Mezquita Roja de Islamabad -ocupada todavía por centenares de fanáticos islamistas, cercada por el Ejército y en cuyos enfrentamientos han muerto casi una veintena de personas- ponen de relieve a la vez la agudización de la crisis paquistaní y la creciente debilidad del presidente y jefe de las Fuerzas Armadas, Pervez Musharraf. El líder de la revuelta, el predicador Abdul Aziz, que intentaba huir el miércoles enfundado en una burka, ha sido encarcelado tras comparecer ayer ante un tribunal antiterrorista. Su hermano, otro clérigo incendiario, permanece en el recinto y ofrece la rendición de sus ocupantes a cambio de garantías gubernamentales.

Miles de radicales talibanizados, algunos armados, han ido convirtiendo desde enero pasado Lal Masjid y la aneja escuela religiosa femenina en un fortín. Desde la capital de Pakistán se han organizado secuestros de ciudadanos impíos y se ha conminado al Gobierno para que cierre prostíbulos y tiendas de música occidental. Ya en abril, el clérigo ahora detenido amenazó a Musharraf con llamar a la yihad y lanzar una oleada de terroristas suicidas si el Ejército asaltaba la mezquita. Casi medio año ha venido durando este órdago del islamismo más enfermizo contra el dictador aliado de Washington.

Por primera vez, el fundamentalismo islamista, que campa a sus anchas en Pakistán, ha llevado su desafío al corazón del poder. Se asumía hasta ahora que la talibanización era un fenómeno periférico, casi exclusivo de las incontroladas zonas fronterizas con Afganistán, donde los talibán se han recuperado aprovechando la tibieza de un Gobierno cuya autoridad real es más que discutible, cortocircuitada por gobernadores, jefes militares locales y terratenientes. Que Musharraf haya declarado que la Mezquita Roja alberga a terroristas suicidas vinculados a Al Qaeda hace aún más incomprensible la duración del reto integrista.

Sólo la debilidad de Musharraf explica las dimensiones de la crisis de la Mezquita Roja. El general-presidente, que pretende modificar la Constitución para mantener su doble condición, que ha abusado de sus poderes enfrentándose al poder judicial y afronta masivas protestas callejeras en su contra, convocó excepcionalmente el mes pasado a la cúpula castrense para asegurarse su apoyo. Tras casi ocho años en el poder, al que llegó con un golpe incruento en 1999, su futuro depende básicamente de sus camaradas de armas, el único poder organizado y decisivo en Pakistán.

11 Julio 2007

Más que una mezquita

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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El asalto por el Ejército paquistaní a la Mezquita Roja de Islamabad, con la liberación de varios centenares de rehenes y la muerte de varias decenas de militantes islamistas, entre ellos su líder, el clérigo radical Abdul Rashid Ghazi, puede marcar un punto de ruptura y el principio de una ofensiva por parte del presidente Musharraf contra los elementos extremistas en el país. Si así es, será una campaña larga y cruenta. Para ello cuenta con el apoyo del PPP (Partido Popular de Pakistán), aunque resulta insuficiente. El asalto al templo musulmán despertará sin duda la ira de los numerosos islamistas más radicales, muchos de los cuales están muy presentes en las fuerzas armadas y el poderoso servicio de inteligencia ISI. Y todo en vísperas de unas elecciones generales este otoño que no es nada seguro que se celebren si Musharraf cae en la tentación de declarar el estado de emergencia.

Varios días de secuestro masivo y asedio y 11 horas infructuosas de negociación para que Ghazi y sus seguidores liberaran al menos a las mujeres y niños que se encontraban en el interior del templo y de la escuela coránica terminaron, como era desgraciadamente previsible, en un brutal asalto militar. Antes de morir, Ghazi -cuyo hermano y superior, Abdul Aziz, fue detenido anteriormente cuando huía disfrazado con un burka- habló de «agresión desnuda» y de su «martirio».

No es seguro que Musharraf, el general que dio un golpe incruento en 1999 y se ha perpetuado en el poder, haya ganado puntos con esta acción. Aunque es partidario de un Pakistán laico, para gobernar se ha tenido que apoyar en los sectores islamistas moderados, pero también en otros extremistas. Es posible que lo que ha empezado en la Mezquita Roja sea una guerra abierta entre Musharraf de una parte, y de otra, los talibanes y Al Qaeda, que campaban relativamente a sus anchas, especialmente en el noroeste del país y habían comenzado a hacerse fuertes en Islamabad.

La tentación de aplazar las elecciones es grande. Sería un error. A pesar de la crisis, Pakistán necesita una renovación política. Prácticamente, la única que podría aportarla es la ya manida figura, pero aún con carisma, de la ex primera ministra Benazir Bhutto, en su día condenada por corrupción, aunque no puede servir un tercer mandato como jefa del Gobierno. No sería descartable, pero sí deseable, un pacto entre Musharraf y Bhutto para estabilizar un país al borde del abismo y dotado con armas nucleares.